Víctor Cardona Galindo
Quien
visite Atoyac se preguntará ¿Por qué la biblioteca municipal se llama
“Dagoberto Ríos Armenta”?, y ¿Por qué la de El Paraíso se llama “Salvador
Morlet Mejía”?, o se preguntará ¿Por qué no le pusieron el nombre de un
gobernador, presidente de la república o de un gran escritor? Pues resulta que
desde hace poco las autoridades decidieron que debía honrarse a los hombres
excepcionales de este lugar y se ha buscado que las escuelas, calles y
bibliotecas lleven el nombre de nuestros próceres locales. Pero por ahora nos
ocuparemos de los personajes que dan nombre a las bibliotecas más importantes
de éste municipio.
Dagoberto Ríos Armenta
Desde 1993, Dagoberto Ríos Armenta es el
encargado de cuidar que la historia de Atoyac no se pierda. Es el responsable
del archivo municipal, en donde, por su sentido común, ha sabido conservar
documentos importantes que, sin su gusto por la lectura, ya hubieran
desaparecido.
Dagoberto Ríos Armenta |
Dago,
como le llamamos sus amigos, nació el 9 de marzo de 1938, año de la expropiación petrolera. Estudió
hasta el tercer año en la escuela “Juan Álvarez”, luego pasó a la primaria
“Valentín Gómez Farías” de El Ticuí. Después en la “Modesto Alarcón”, para terminar finalmente en la “Juan Álvarez”.
En su preparación profesional concluyó la carrera corta de mecanografía.
Trabajó
30 años en el correo y es jubilado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Es hijo de Delfino Ríos Parra y de Gertrudis Armenta Mesino, de esta última heredó
su amor por la lectura y los libros.
Por su
formación autodidacta se relacionó con maestros como Lucio Cabañas Barrientos y
Serafín Núñez Ramos, esto lo llevó a ser parte de la histórica célula del
Partido Comunista Mexicano que se formó en Atoyac, misma que marcó el inicio de
una era de la lucha por la democracia. Este grupo fue auspiciado por el célebre
luchador social, Othón Salazar Ramírez. En la fonda de la mamá de Dago comieron
personajes como Juan de la Cabada y Renato Leduc.
Fue
miembro, entre otros grupos, del Club de Jóvenes Democráticos en los sesentas,
y en 1988 formó parte del grupo
Convivencia Cultural Atoyac, con quienes colaboró en la publicación de algunos
libros como el de Modismos atoyaquenses.
Dago es también un gran dibujante, y a veces comparte su obra con sus amigos.
Dagoberto
Ríos es una especie de guardián del templo, un cuidador apasionado de la
historia del pueblo que lo vio nacer. Ha participado y visto el crecimiento
democrático de Atoyac. Dago participó en la formación de La Central Campesina
Independiente y en el Frente Electoral del Pueblo y ha sido toda su vida, un
luchador social y lector apasionado de biografías de héroes y hombres
destacados. Actualmente es miembro del consejo editorial de la revista Cronos, lo que el tiempo no disuelve. Participó en el libro colectivo Agua Desbocada donde escribió la leyenda
“Días de las ánimas”.
En el
trienio del alcalde Pedro Brito García el cabildo acordó imponer el nombre de
Dagoberto Ríos Armenta a la biblioteca municipal, acto que se realizó con
honores, esta fue una decisión muy acertada sin duda, porque con esta
designación se honra a la lectura porque Dago es una de las personas más
ilustradas de Atoyac, que le tiene amor a los libros y que ha leído muchos. Así
como es aficionado a las películas del cine mexicano.
Salvador Morlet Mejía, fundador de instituciones
Salvador
Morlet Mejía, fundador de escuelas y formador de generaciones, nació el 12 de
septiembre de 1908 en Chilpancingo, Guerrero. Formaba parte de la familia Morlet
Alarcón de Chilpancingo y Morlet Sutter de Acapulco. Fundó la primera escuela
del Paraíso en 1952, año en que llegó a esta comunidad serrana el 8 de enero.
Salvador Morlet Mejía |
Estudió
la normal en el Centro Pedagógico de Chilpancingo y trabajó como maestro
federal en Tecolapa municipio de Olinalá; en Petaquillas y Dos Caminos
poblaciones de Chilpancingo; en Zompantle, Zopilostoc, Tlacotepec y otras comunidades del municipio
de Heliodoro Castillo. En Tlacotepec y El Paraíso fundó las escuelas primarias
a las que dio el nombre de Cuauhtémoc.
En su juventud vivió seis años en Estados
Unidos, donde aprendió el inglés. Regresó a México y solicitó ingresar al
magisterio estatal, logrando méritos en la clase de inglés en El Colegio del
Estado de Guerrero, luego realizó estudios pedagógicos logrando una plaza de
maestro federal.
En
Tecolapa municipio de Olinalá Guerrero conoció a Isabel Andreu León, originaria
de este lugar, con quien se casó y tuvo 14 hijos, uno murió a los 15 días de
nacido y le sobrevivieron 13: Iris, Alberto, Carlos, Jesús, Eva, Lilia,
Magdalena, Guadalupe, Rosalina, Ricardo, Arturo, Roberto y Alfredo. Los cinco últimos
nacieron en El Paraíso.
Por
invitación personal de ciudadanos fundadores del Paraíso, entre ellos don
Josafat Valadez y Eduardo Sotelo, vino a esta comunidad y llegó a vivir a la
humilde casa del maestro ubicada en la calle Cuauhtémoc la cual estaba
construida con bajareque. Después esa vivienda le fue regalada por la comunidad
al maestro Morlet. Las familias de El Paraíso interesadas porque sus hijos
aprendieran las primeras letras se turnaban semanalmente para darle de comer a
él y a su familia.
Salvador
Morlet Mejía fue hijo de Frumencio Morlet Alarcón y Consuelo Mejía Linares,
originaria de Tlacotepec. Don Frumencio Morlet era banquero en la ciudad de
México y cuando estalló la revolución,
guardó celosamente lingotes de oro propiedad del Banco y los devolvió cuando
pasó la revuelta. Por las venas del maestro Salvador corría la sangre honesta de
su padre y su vocación de servicio.
A las
dos primarias que fundó, en los diferentes lugares donde estuvo en --Tlacotepec
y en El Paraíso-- les puso el nombre de Cuauhtémoc, sentía mucha admiración por
el último emperador azteca, cuya efigie dibujaba con esmero y dedicación. También
en El Paraíso fue fundador de la secundaria Técnica --la que antes era
particular incorporada-- donde siempre fue el subdirector, no quiso ser el
director porque ya lo era de la primaria.
Escribía
poemas, acrósticos y canciones como “Ojos ambarinos” que le compuso a su esposa
Isabel Andreu León.
El
maestro Salvador, siempre pulcro al vestir con sus trajes y corbatas, de
colores grises y negros, gestionó la energía eléctrica para El Paraíso que se
inauguró el 15 de septiembre de 1957, también a él se debe la fundación del
correo y el registro civil. Además contribuyó con la llegada del teléfono y con
los dos turnos de la escuela primaria.
Salvador
Morlet Mejía murió el 17 de agosto de 1989 en la ciudad de México, a donde
había ido a visitar a sus hijos y nietos. Está sepultado en esa capital en el
panteón “Jardines del Recuerdo”.
Salvador
Morlet tuvo el mérito de haber viajado desde
Tlacotepec al Paraíso a lomo de bestias, ya que no existía la carretera.
Era un lugar de difícil acceso a donde también se podía llegar en una avioneta
pasajera que aterrizaba en los terrenos donde ahora está el Centro del
Bachillerato Tecnológico Agropecuario.
Don
Salvador llegó a un pequeño pueblo que no rebasaba las 150 casas y contribuyó
con su progreso. Es contemporáneo de don Fidel Núñez Ávila quien se refugió
primero en el Edén y luego en la Pintada.
Al maestro
Salvador todos lo recuerdan con cariño y dicen que era muy amable. Por eso para
honrar su trayectoria social y educativa una calle del Paraíso lleva su nombre
y el 24 de octubre del 2008, se inauguró la biblioteca “Profesor Salvador
Mortet Mejía” en esa población serrana a la que entregó parte de su vida.
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