domingo, 17 de diciembre de 2017

Dos hombres del saber


Víctor Cardona Galindo
Quien visite Atoyac se preguntará ¿Por qué la biblioteca municipal se llama “Dagoberto Ríos Armenta”?, y ¿Por qué la de El Paraíso se llama “Salvador Morlet Mejía”?, o se preguntará ¿Por qué no le pusieron el nombre de un gobernador, presidente de la república o de un gran escritor? Pues resulta que desde hace poco las autoridades decidieron que debía honrarse a los hombres excepcionales de este lugar y se ha buscado que las escuelas, calles y bibliotecas lleven el nombre de nuestros próceres locales. Pero por ahora nos ocuparemos de los personajes que dan nombre a las bibliotecas más importantes de éste municipio.

Dagoberto Ríos Armenta

 Desde 1993, Dagoberto Ríos Armenta es el encargado de cuidar que la historia de Atoyac no se pierda. Es el responsable del archivo municipal, en donde, por su sentido común, ha sabido conservar documentos importantes que, sin su gusto por la lectura, ya hubieran desaparecido.
Dagoberto Ríos Armenta

Dago, como le llamamos sus amigos, nació el 9 de marzo de 1938,  año de la expropiación petrolera. Estudió hasta el tercer año en la escuela “Juan Álvarez”, luego pasó a la primaria “Valentín Gómez Farías” de El Ticuí. Después en la “Modesto Alarcón”,  para terminar finalmente en la “Juan Álvarez”. En su preparación profesional concluyó la carrera corta de mecanografía.
Trabajó 30 años en el correo y es jubilado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Es hijo de Delfino Ríos Parra y de Gertrudis Armenta Mesino, de esta última heredó su amor por la lectura y los libros.
Por su formación autodidacta se relacionó con maestros como Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos, esto lo llevó a ser parte de la histórica célula del Partido Comunista Mexicano que se formó en Atoyac, misma que marcó el inicio de una era de la lucha por la democracia. Este grupo fue auspiciado por el célebre luchador social, Othón Salazar Ramírez. En la fonda de la mamá de Dago comieron personajes como Juan de la Cabada y Renato Leduc
Fue miembro, entre otros grupos, del Club de Jóvenes Democráticos en los sesentas, y en 1988 formó  parte del grupo Convivencia Cultural Atoyac, con quienes colaboró en la publicación de algunos libros como el de Modismos atoyaquenses. Dago es también un gran dibujante, y a veces comparte su obra con sus amigos.
Dagoberto Ríos es una especie de guardián del templo, un cuidador apasionado de la historia del pueblo que lo vio nacer. Ha participado y visto el crecimiento democrático de Atoyac. Dago participó en la formación de La Central Campesina Independiente y en el Frente Electoral del Pueblo y ha sido toda su vida, un luchador social y lector apasionado de biografías de héroes y hombres destacados. Actualmente es miembro del consejo editorial de la revista Cronos, lo que el tiempo no disuelve. Participó en el libro colectivo Agua Desbocada donde escribió la leyenda “Días de las ánimas”.
En el trienio del alcalde Pedro Brito García el cabildo acordó imponer el nombre de Dagoberto Ríos Armenta a la biblioteca municipal, acto que se realizó con honores, esta fue una decisión muy acertada sin duda, porque con esta designación se honra a la lectura porque Dago es una de las personas más ilustradas de Atoyac, que le tiene amor a los libros y que ha leído muchos. Así como es aficionado a las películas del cine mexicano.

Salvador Morlet Mejía, fundador de instituciones

Salvador Morlet Mejía, fundador de escuelas y formador de generaciones, nació el 12 de septiembre de 1908 en Chilpancingo, Guerrero. Formaba parte de la familia Morlet Alarcón de Chilpancingo y Morlet Sutter de Acapulco. Fundó la primera escuela del Paraíso en 1952, año en que llegó a esta comunidad serrana el 8 de enero.
Salvador Morlet Mejía

Estudió la normal en el Centro Pedagógico de Chilpancingo y trabajó como maestro federal en Tecolapa municipio de Olinalá; en Petaquillas y Dos Caminos poblaciones de Chilpancingo; en Zompantle, Zopilostoc,  Tlacotepec y otras comunidades del municipio de Heliodoro Castillo. En Tlacotepec y El Paraíso fundó las escuelas primarias a las que dio el nombre de Cuauhtémoc.
 En su juventud vivió seis años en Estados Unidos, donde aprendió el inglés. Regresó a México y solicitó ingresar al magisterio estatal, logrando méritos en la clase de inglés en El Colegio del Estado de Guerrero, luego realizó estudios pedagógicos logrando una plaza de maestro federal.
En Tecolapa municipio de Olinalá Guerrero conoció a Isabel Andreu León, originaria de este lugar, con quien se casó y tuvo 14 hijos, uno murió a los 15 días de nacido y le sobrevivieron 13: Iris, Alberto, Carlos, Jesús, Eva, Lilia, Magdalena, Guadalupe, Rosalina, Ricardo, Arturo, Roberto y Alfredo. Los cinco últimos nacieron en El Paraíso.
Por invitación personal de ciudadanos fundadores del Paraíso, entre ellos don Josafat Valadez y Eduardo Sotelo, vino a esta comunidad y llegó a vivir a la humilde casa del maestro ubicada en la calle Cuauhtémoc la cual estaba construida con bajareque. Después esa vivienda le fue regalada por la comunidad al maestro Morlet. Las familias de El Paraíso interesadas porque sus hijos aprendieran las primeras letras se turnaban semanalmente para darle de comer a él y a su familia.
Salvador Morlet Mejía fue hijo de Frumencio Morlet Alarcón y Consuelo Mejía Linares, originaria de Tlacotepec. Don Frumencio Morlet era banquero en la ciudad de México y cuando estalló  la revolución, guardó celosamente lingotes de oro propiedad del Banco y los devolvió cuando pasó la revuelta. Por las venas del maestro Salvador corría la sangre honesta de su padre y su vocación de servicio.
A las dos primarias que fundó, en los diferentes lugares donde estuvo en --Tlacotepec y en El Paraíso-- les puso el nombre de Cuauhtémoc, sentía mucha admiración por el último emperador azteca, cuya efigie dibujaba con esmero y dedicación. También en El Paraíso fue fundador de la secundaria Técnica --la que antes era particular incorporada-- donde siempre fue el subdirector, no quiso ser el director porque ya lo era de la primaria.
Escribía poemas, acrósticos y canciones como “Ojos ambarinos” que le compuso a su esposa Isabel Andreu León. 
El maestro Salvador, siempre pulcro al vestir con sus trajes y corbatas, de colores grises y negros, gestionó la energía eléctrica para El Paraíso que se inauguró el 15 de septiembre de 1957, también a él se debe la fundación del correo y el registro civil. Además contribuyó con la llegada del teléfono y con los dos turnos de la escuela primaria.
Salvador Morlet Mejía murió el 17 de agosto de 1989 en la ciudad de México, a donde había ido a visitar a sus hijos y nietos. Está sepultado en esa capital en el panteón “Jardines del Recuerdo”.
Salvador Morlet tuvo el mérito de haber viajado desde  Tlacotepec al Paraíso a lomo de bestias, ya que no existía la carretera. Era un lugar de difícil acceso a donde también se podía llegar en una avioneta pasajera que aterrizaba en los terrenos donde ahora está el Centro del Bachillerato Tecnológico Agropecuario.
Don Salvador llegó a un pequeño pueblo que no rebasaba las 150 casas y contribuyó con su progreso. Es contemporáneo de don Fidel Núñez Ávila quien se refugió primero en el Edén y luego en la Pintada.
Al maestro Salvador todos lo recuerdan con cariño y dicen que era muy amable. Por eso para honrar su trayectoria social y educativa una calle del Paraíso lleva su nombre y el 24 de octubre del 2008, se inauguró la biblioteca “Profesor Salvador Mortet Mejía” en esa población serrana a la que entregó parte de su vida.

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