Víctor Cardona Galindo
Andrea Radilla Martínez en su libro Poderes, saberes y sabores. Una historia de
resistencia de los cafeticultores Atoyac, 1940-1974, estudia la vida
cotidiana en los mejores tiempos del café y nos comenta que entre 1940 y 1955,
en los meses de abril y mayo los medianos y pequeños productores sobrevivían
con el dinero que les quedaba de sus cosechas, se dedicaban sobre todo a dos
actividades: a pilar café y a recoger el grano que se había caído al cortarlo,
eran las mujeres y los niños quienes se ocupaban de ello, mientras los hombres
deshierban las matas de café.
Muchos se dedicaban en ese tiempo a otras cosas: a
la siembra maíz, frijol, jitomate, chile, arroz y maimillo. Los que radicaban
en Atoyac y lugares cercanos sembraban ajonjolí, algodón, eran ganaderos en
pequeño y vendedores ambulantes. Luego se dedicaban a limpiar sus huertas, los
chaponadores eran los mismos productores o contrataban peones de las
comunidades cercanas. Se contrataba “aquellos que sabían manejar el machete
costeño, porque había resistencia a contratar peones del centro del estado o de
la montaña, por no saber manejarlo, pues ellos usan el machete en forma de oz”.
Las primeras auroras de la década de los cincuenta
encontraron a los atoyaquenses en la prosperidad, el café subía como espuma y
se comenzaba a explotar la madera de la sierra y las empresas madereras
prometían construir escuelas, carreteras y centros de salud.
Se
explotaba al norte de la ciudad, cerca de donde está la presa derivadora “Juan
Álvarez”, una mina llamada “Los Tres Brazos” cuyos vestigios fueron borrados
por el tiempo. De un gran túnel, que barrenaba el cerro, se extraía tungsteno,
un mineral que se usaba para hacer los filamentos de las lámparas.
En unos de los costados del Zócalo estaba el
restaurante “Germano”, propiedad de Manuel Radilla Mauleón, el favorito de la época, en una de sus paredes colgaba,
todavía, un cuadro de Porfirio Díaz. Frente a ese cuadro comió Juan de la
Cabada un día que estuvo aquí para dar una conferencia, con los años el
escritor campechano contaría que estar frente a ese cuadro lo sacaba de quicio.
Andrea Radilla nos dice que los cortadores de café
de la montaña, principalmente de Chilapa, y de la región centro del estado comenzaron
a llegar en 1950, se movilizaban familias completas para participar en la
recolección del grano, venían hombres, mujeres y niños. Antes de este fenómeno
eran las propias familias cafetaleras las que se encargaban del corte “había
intercambio de tiempo de trabajo entre familias, dos o más familias acordaban
en qué orden cortarían las huertas de cada una de ellas, cada quien garantizaba
su propia alimentación y cada día regresaban a sus domicilios”.
El mejor cortador se cortaba nueve latas. En ayuda
de las familias cafetaleras también subían cortadores de las comunidades del
bajo como: El Ticuí, Boca de Arroyo, El Humo, Los Arenales y Bajos del Ejido
pero al crecer la producción de copra en sus ejidos ya no subieron a la sierra
porque se convirtieron en tumbadores y sacadores de coco una actividad muy
rentable.
Concepción Eugenio, Chon Nario, recuerda que para 1950 era común ver a los hombres
mayores con gorras vascas, era una moda, usar ese tipo de prenda era sinónimo
de respeto. En esas fecha se organizaban suntuosos bailes de disfraces, la
gente acudía a pasear en las refresquerías del Zócalo, la quema del mal humor
en los carnavales causaba mucha se sensación y los cómputos de las reinas era
de mucha excitación para el pueblo de Atoyac, todos se involucraban.
Pero para
esos años las compañías madereras ya penetraban con mucha crudeza en nuestra
selva virgen. En 1950 la revista Voz
enumeraba algunas de las empresas
existentes que explotaban los bosques de Guerrero entre las que estaban: Compañía
Maderera de Guerrero, Industria Forestal Cacho de Oro, Aserradero La
Providencia y Anexas, Compañía del ingeniero José López Huesca, Compañía
Reginaldo Sánchez, Compañía Industrializadora y explotadora de Madera, Fiscal
Sommer y Arturo Argüello. A nuestra ciudad llegaba Agustín Miller con sus
proyectos de extracción de madera y la construcción de una fábrica de papel.
El presidente de la república Miguel Alemán Valdez,
arribó a esta ciudad el 15 de marzo de 1950 estuvo un breve momento en el
Palacio Municipal donde fue recibido por el alcalde Benito Fierro Fierro, era
el segundo presidente de la república que venía por estos lares, realizó un
recorrido por toda la Costa Grande, en el camino fue abordado por algunos
oradores, entre ellos los líderes del Partido Comunistas Florencio Encarnación
Ursua y Miguel Arroche Parra quienes disertaron elocuentes discursos en Coyuca
de Benítez y Tecpan de Galeana donde denunciaron el cacicazgo, el control de la
bota militar y a los agiotistas acaparadores de copra y café.
El
investigador José Carmen Tapia Gómez en su libro Economía y Movimiento Cafetalero. Del Inmecafé a la Autogestión en la
Sierra de Atoyac de Álvarez (1970-1984) habla del desplazamiento definitivo
de una vieja burguesía terrateniente costeña y serrana que vino a ser
sustituida por una burguesía agrocomercial, precisamente ese proceso se
concretó a principios de los cincuentas.
Tapia
Gómez caracteriza a esa burguesía comercial de Atoyac: “los comerciantes de
insumos y maquinaria que vendían implementos para la producción agrícola como
fertilizantes, insecticidas, herbicidas; alimentos balanceados, carretillas,
palas machetes, y todo tipo de enseres o medios de trabajo. A su lado, están
los comerciantes no agrícolas, donde se ubican prestamistas y usureros. El
grupo lo han constituido comerciantes cuyo negocio es la venta de artículos
manufacturados o industriales de consumo doméstico (abarroteros, comerciantes
de ropa, muebles, etc.)” Estos comerciantes tenían una red en las comunidades que
les permitía colocar sus productos y a sus vez participar en la cadena que
controlaba la producción y acaparaba la cosecha de café.
Atoyac cambia, los grandes corredores comienzan a
verse amenazados, hay que abrirle paso a los vehículos, hay que asegurar las
cosechas, hacen falta bodegas, prácticamente este año los ricos comenzaron a
destruir la ciudad, a cambiar la arquitectura vernácula por verdaderas cajas de
zapatos, el 27 abril de 1950, el comerciante José Navarrete Nogueda inauguró su
edificio comercial La Competidora que fue el primer edificio construido con dos
pisos en esta ciudad.
La Segunda Guerra Mundial benefició mucho a la Costa Grande, pero
al terminarse, se agudizó la crisis, el conflicto entre los copreros frente a
los acaparadores hizo crisis cuando
al bajo precio que pagaban, el Estado gravó un impuesto al kilo de copra y a la
palmera en producción. La lucha campesina tomó un giro importante y se organizó
una rebeldía para no pagar el impuesto y, al darse cuenta de la fuerza que tenían
diseñaron un proyecto para deshacerse de los intermediarios y tener control sobre
el proceso de producción. En ese contexto surgió la Unión Regional de Productores
de Copra en 1951.
Juan Pano Ríos tomó posesión como presidente
municipal el primero de enero de 1951 y como Síndico quedó José Navarrete pero
este último, por sus ocupaciones, dejó su representación al regidor Benjamín
Piza Armenta.
Wilfrido
Fierro dice que a principios de este año llegaron a esta ciudad Roberto Guadarrama
y Amadeo Castro Serafín quienes fueron los primeros industriales fabricantes de
paletas de hielo y helados. El primero se instaló, en enero, en la casa de las hermanas
Jiménez, en la avenida Emiliano Carranza sur número 12, promoviendo la marca
“Nieto”, el segundo, llegó en febrero y
se instaló en la misma avenida en la casa número 9.
Cada
vez más padres se convencían que tenían que mandar a sus hijos a la escuela,
pero además había el modo, muchos eran los que alcanzaban a ser arropados con
la cosecha de café y del coco en los nueve ejidos copreros que tiene Atoyac,
para abastecer esa demanda de educación en 1949 comenzó a funcionar la Escuela
Rural Federal, primero lo hizo en casas particulares entre ellas la de Micaela
Ríos, fungiendo como directora la profesora Zoila Díaz, quien fue sustituida
por la profesora Genara Reséndiz de Serafín
a partir del año 1950, ella trasladó el plantel a su casa, en la calle Álvaro
Obregón número 46, y como aumentó el número de alumnos fue insuficiente el
local, entonces se vio obligada a impartir las clases en el patio de aquel
improvisado plantel, bajo la sombra de los árboles frutales entre ellos un
viejo caimito. Es muy digno mencionar, que la profesora Reséndiz puso mucho
interés para ver totalmente terminada la escuela, según los datos que aporta
Wilfrido Fierro.
Hasta ese centro educativo llegó el septiembre de
1950 el campesino Rosendo Radilla Pacheco a inscribir a Romana su hija mayor,
eso sería fundamental para el futuro de la escuela porque desde ese momento,
quien ahora es el atoyaquense más conocido en el mundo, se dedicaría por entero
a mejorar las condiciones del plantel donde estudiarían sus hijos.
La escuela Modesto
Alarcón se construyó en los terrenos que donó, en 1951, la señora Matilde Casís
viuda de Elías al gobierno municipal que presidía Juan Pano Ríos quien a su vez
lo entregó a la Sociedad de Padres de Familia presidida por el señor Andrés Gutiérrez, el día 10 de febrero del
mismo año. En una ceremonia recibieron el terreno la directora Genara Reséndiz y
el vicepresidente de la Sociedad de padres de familia Jesús Hernández Pino, por
ausencia del presidente. En ese momento y por medio de votación se integró el
Comité Pro-Construcción de la Escuela Rural Federal a la que se agregó el
nombre del insigne maestro Modesto Alarcón. En la directiva quedaron como presidente,
Rosendo Radilla Pacheco; vicepresidente, Ángel Jacinto; secretario, Manuel
Barrientos Gudiño; tesorero, Jesús María Serna Vargas; vocales: Felicitas
Silva, Gregorio Alcantar y Emeteria Barrientos Vda. de Reyes, quienes avocaron
a su cometido a partir de esta fecha.
¿Pero
quién fue Modesto Alarcón? Modesto Alarcón fue uno de los directores más
ilustres que haya tenido la escuela primaria Juan Álvarez. De acuerdo a los
datos proporcionados por José Hernández Meza, Modesto Alarcón llegó a esta
ciudad en 1913, era originario de Xochipala, Guerrero. Además de profesor
ejercía como pastor evangélico presbiteriano. Fue director de la Escuela Real
de niños de 1918 a 1925. Por eso en su honor la escuela que fundó la profesora
Genara Reséndiz de Serafín lleva su nombre: Escuela Primaria Modesto Alarcón, donde
después fueron profesores Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos.
Según
el testimonio de Cipriano Catillo Noriega, Modesto Alarcón era un señor
chaparro, gordito, tenía dientes postizos y usaba lentes, daba clases en la
Escuela Real, vivía en la casa que ahora es de los hijos de Leobardo Martínez.
Era muy pulcro para vestir, siempre andaba con zapatos negros. El maestro
Modesto Alarcón también fue fundador de una escuela secundaria en 1930.
Don
Simón Hipólito recuerda que solamente dos escuelas particulares de mucho
prestigio había en Atoyac. En una impartía clases el maestro Modesto Alarcón.
Su escuela se ubicaba por la calle Juan Álvarez, frente a la casa de Felipe
Valencia. La otra, estaba en la calle Nicolás Bravo; ya casi para desembocar a
la calle Juan Álvarez. Allí impartía clases el maestro Rafael Flores.
Modesto
Alarcón fue parte del comité de Defensa Rural Proletaria en 1937, año en que
falleció el 13 de septiembre. Sus
restos mortales están sepultados en el panteón de este lugar.
Rosa Santiago Galindo, Rosita conoció al profesor Modesto Alarcón ya de
edad avanzada, así lo recuerda: “bigotudito, gordo y grande como calentano. Era
güero nada más que aquí, la gente se pone morena. Vivía en la casa que ahora es
propiedad de los Martínez Ramírez, eran de él las dos casas que tiene esa
familia en una vivía y la otra la utilizaba como escuela”. Los hermanos mayores
de Rosita estudiaron con Modesto Alarcón, tenía una escuela particular que por
la mañana era primaria y en la tarde impartía clases de oratoria y escritura.
Formaba a sus alumnos como políticos y escritores.
El primero de abril de 1951 tomó posesión como gobernador
Alejandro Gómez Maganda, el patronato pro construcción de la nueva escuela fue
a buscarlo hasta Chilpancingo para exponerle el problema y como resultado
obtuvieron la promesa de apoyo económico y de personal técnico y todo lo necesario
para construir el edificio, que por cierto hace apenas unos días fue demolido.
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