Víctor
Cardona Galindo
El año
1951 ocurrieron dos acontecimientos cruciales que se grabaron para siempre en
la memoria de éste municipio, primero sucedió aquella desgracia que dejó uno de
los corridos más cantados, la muerte de Claudio Bahena, mismo que fue
considerado por algunos académicos como un himno a nuestra tierra, porque en
los años setentas y ochentas se escuchaba en todas las sinfonolas del rumbo, en
voz del dueto Bertín y Lalo.
Otro
acontecimiento fue la muerte, en un accidente aéreo, de Enedino Ríos Radilla
gerente de la fábrica de hilados y Tejidos “Progreso del Sur Ticuí y de su
cuñado el contador Rómulo Alvarado Pacheco, acaecida a finales del año en la
sierra del Distrito Federal. Este suceso cerró una etapa en la historia del
Atoyac que comenzó en los años veinte. Murió uno de los líderes obreros más
comprometidos y más claros, heredero de la tradición de Juan R. Escudero,
Amadeo Vidales y Feliciano Radilla.
Que el
corrido de “Claudio Bahena” se haya vuelto tan famoso y escuchado se debe a la
pasión y los acordes pegajosos que el dueto Bertín y Lalo le puso al cantarlo,
porque Claudio Bahena acá era un desconocido, no se le saben acciones de valor,
no tenía familia era “frastero” como dicen los viejitos, y en un pueblo donde
se componen muchos corridos de asesinatos a cada momento, fue el de la muerte
de un desconocido el que más pegó, porque sigue siendo de los corridos más
famosos, junto a los de Lucio Cabañas Barrientos.
“Quiero
presten su atención mis camaradas /por un momento voy a darles a saber /la
triste historia que pasó en el mes de agosto /yo con tristeza y con dolor les
cantaré.
Era un
día jueves, un 30 como a las tres /cuando la muerte se acercaba de un amigo
/pues ahí se hallaba tomando Claudio Bahena /en Atoyac, con un hombre
desconocido”.
Custodia
Fierro Chávez era una niña que vivía por El Paredón, cuando muchos chamacos
curiosos pasaron corriendo a ver dónde estaba el muerto. Era el 9 de agosto de
1951, ella también quiso ir pero su mamá no la dejó. A sus ya más de 70 años
recordaba con mucha nitidez el momento en que encontraron muerto a Claudio
Bahena y su amigo Raymundo Barrientos lo fue a reconocer.
Ese
crimen fue muy comentado y afectó mucho a la población porque Claudio “era amigo
del amigo”. Llegó a vivir al Rincón de las Parotas e hizo una casita a la
entrada del pueblo, todavía está una palma que sembró y quedó de recuerdo. Era
un buen músico, le gustaba la bohemia, tocaba la guitarra, y Onésimo Barrientos
lo acompañaba con el violín. Los dos tacaban en los velorios y en las fiestas,
era muy amigo de todos. Por eso lo sintieron mucho cuando aquel desconocido lo
asesinó.
Claudio
Bahena vivía solo y tenía milpa en el Plan del Guayabal, ahí quedó quemada la
tierra que había preparado para sembrar su maíz. “Tomó el camino de la sierra
pa´ su casa /porque él vivía en ese barrio del Rincón /el pobrecito ya no llegó
a su dichosa /lo asesinó ese hombre infame sin razón”. Don Onésimo Barrientos
recordaría al final de su vida que el asesino lo ahogó en uno de los brazos del
río que están cerca de lo que ahora es la colonia El Chico. Ya tenía tres días
perdido cuando lo encontraron y su cuerpo estaba blanco y todo comido por los
peces.
Las
autoridades lo jalaron a la orilla del río y dispusieron que ahí mismo fuera
sepultado, donde estaba el árbol de chico que le da el nombre a la colonia que
se fundó después en ese lugar. Hasta antes de la apertura de la carretera por
ahí subía el camino que iba a la sierra y la tumba quedó visible. Durante mucho
tiempo dio miedo pasar por esos solitarios lugares porque se decía que el
muertito espantaba.
“Se
fue Raymundo donde dijeron que estaba /a conocerlo porque estaba muy deforme /dice
Raymundo a conocerle que él era /Dios te perdone ahijado Claudio Bahena.
Recibió
parte el municipio de Atoyac /fue el comandante y otros cuantos federales /ellos
dijeron que ahí fuera sepultado /que era imposible que al camposanto llegare.
Vuela
calandria de las alitas azules /vete a Morelos pero regresa prontito /vas y les
dices a los padres de Bahena /que su hijo se haya sepultado al pie de un chico”.
En El
Rincón de la Parotas no supieron cuál fue su otro apellido. Sólo que se llamaba
Claudio Bahena y que era de Morelos, tenía dos años que había llegado a la
comunidad. Era flaco, por eso la “palomilla” le decía que se lo iba a llevar el
viento.
Don Onésimo
Barrientos, a sus 96 años, recordó que en ese tiempo no había carretera sólo
caminos de herradura. Para venir a la sierra caminaban por toda la orilla del
río y encumbraban por donde estaba el chico. Aunque en ese tiempo ya estaban
trabajando en la apertura de la carretera porque Raymundo Barrientos quien fue
a reconocer el cadáver andaba trabajando en esa obra.
Otros
datos que recuerda la gente es que antes de salir de la ciudad, por donde ahora
está la colonia Herminia L. Gómez, vivía precisamente la familia Gómez quienes
invitaron a Claudio a quedarse a dormir porque ya andaba borracho y estaba
lloviendo. Al comandante Leocadio Pino Ríos le tocó recoger el cadáver de
Claudio Bahena. Pino Ríos fue comandante de la policía urbana en 1951-1952,
1953-1954 y una parte de 1955 porque ese año hubo cuatro comandantes. El Coco Pino, como le decían, ya de
avanzada edad, caería asesinado en la década de los noventas cuando fungía como
comandante de la policía comunal en la población de El Quemado.
Como
dije Bertín y Lalo le suman mucho sentimiento al corrido. Todavía se sigue
oyendo en algunos hogares de Atoyac y lo cantan los músicos ambulantes porque
mucho lo pide la gente en los bares y cantinas.
Los
directivos de la fábrica del El Ticuí, el gerente Enedino Ríos Radilla y el
contador Rómulo Alvarado, junto al industrial Elías Hanan murieron el 15 de
diciembre de 1951, en un accidente aéreo en la Cañada del Zopilote del cerro
del Ajusco, se dice que venían de una entrevista en busca de la coordinación en
la producción entre las fábricas de El Ticuí y la de Aguas Blancas. Con la
muerte de los líderes se acabaron los mejores tiempos de la fábrica de hilados
y tejidos Progreso del Sur Ticuí y de la cooperativa David Flores Reynada.
Enedino
Ríos Radilla fue regidor de educación del Ayuntamiento de Atoyac en 1945 y
candidato a diputado local en 1936 cargo que ganó, pero las componendas al
interior del partido oficial le dieron el triunfo a Emilio López Torres. Ríos
Radilla durante dos décadas fue benefactor de la ciudad de Atoyac, está
sepultado junto a otros próceres en el panteón viejo y la escuela secundaria
federal de El Ticuí lleva su nombre.
De
acuerdo a la biografía escrita por Armando Fierro Gallardo especialista en la
fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí, Enedino Ríos Radilla nació
el 14 de mayo de 1905, en el pueblo de Boca de Arroyo, muy cercano a El Ticuí.
Sus padres fueron Esteban Ríos Lacunza y Juana Radilla Alejandri. Ingresó a
trabajar como obrero a la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí, propiedad
de las casas españolas de Acapulco. El 27 de diciembre de 1933 se suspendieron
las labores fabriles por el conflicto obrero patronal, pues los propietarios no
estaban de acuerdo con la creación de un sindicato al interior de la factoría,
sin embargo los trabajadores continuaron la lucha hasta que se abrió de nuevo
la fuente de empleo.
Entre
los principales líderes del movimiento sindical figuraban Enedino Ríos Radilla,
David Flores Reynada y Laureano Fierro González, quienes lucharon
incansablemente solicitando al gobierno federal no sólo el reconocimiento de su
sindicato, sino que se les concedieran créditos para la industria y que ésta
fuera administrada en cooperativa.
A la
muerte de David Flores Reynada en manos de los militares, Enedino Ríos Radilla
quedó totalmente al frente de la lucha por eso invitó al general Lázaro
Cárdenas del Río quien visitó El Ticuí como candidato y después como presidente
de la República. La historia marca que el general se presentó en el pueblo en
las instalaciones de la fábrica y entregó a los obreros la factoría el 20
noviembre de 1938, ocho meses después de haber expropiado el petróleo a países
extranjeros.
Al
instalarse la cooperativa que llevó el nombre de David Flores Reynada, Enedino
Ríos fue nombrado gerente y Lorenzo Fierro González presidente.
“Ya
como gerente de la factoría se movilizó para mantener relaciones comerciales
con otras industrias y logró aumentar su producción al máximo haciendo crecer a
la industria textil aumentando fuentes de empleo. Por un lado optimizaban las
actividades en la empresa a su cargo y por el otro se preocupó por mejorar el
pueblo. Construyó el jardín del Zócalo, con banquetas y una fuente que le daba
belleza original, que combinaba con las hermosas flores de aquellos rosales que
inspiraban a los enamorados al caminar por sus pasillos, este jardín fue
inaugurado el 20 de noviembre de 1940”, comenta Armando Fierro Gallardo.
Enedino
Ríos fundó la escuela primaria federal Valentín Gómez Farías, que estuvo ubicada
en lo que hoy es la comisaría ejidal, municipal de El Ticuí y el kínder Benito
Juárez, siendo la primera directora la profesora Rosa Solís, también creó una
escuela de capacitación agrícola que estuvo a cargo del ingeniero agrónomo
Ernesto Martínez; trajo a El Ticuí una Misión Cultural que se encargó de
enseñar música, agricultura, cultura física, enfermería y economía doméstica.
Tomó
de la industria textil la energía eléctrica para los hogares y proporcionó
también luz eléctrica pública a todas las calles de la comunidad, convirtiendo
a El Ticuí en el primer pueblo de la Costa Grande en contar con ese servicio y
posteriormente se introdujo la energía eléctrica a la ciudad de Atoyac en el
año de 1948. Acondicionó el llano de El Ticuí para que sirviera de campo aéreo
y desde entonces fue utilizado por avionetas que prestaban servicios a la
fábrica de hilados y tejidos, estableciéndose una comunicación más entre
diversos lugares de la región.
Logró
gestionar servicios médicos para los obreros y familiares, fundó una escuela
nocturna para las personas que no sabían leer ni escribir, construyó canchas de
basquetbol y acondicionó la de futbol, proporcionó becas para los hijos de los
obreros para que realizaran estudios superiores y así mismo al terminar su
profesión les proporcionó empleo en la misma fábrica, aportó préstamos a los
trabajadores, organizó festivales cívicos y sociales donde participaban la
escuela en grandes desfiles acompañados de los obreros en fechas conmemorativas
de todo el año, de la misma manera organizó eventos importantes en la casa de
alto de la empresa. En el tiempo que fue gerente de la industria textil se
alcanzó el mayor esplendor y el pueblo disfrutó su organización, los días
sábados todo era alegría, los obreros cobraban su salario de la semana y el
corredor de la fábrica se llenaba de comerciantes que venían a vender de todo,
era verdaderamente una fiesta, lo que generaba esa grandiosa fuente de trabajo.
Armando
Fierro dice que lamentablemente en uno de sus viajes a la ciudad de Puebla, donde
tenía relaciones comerciales con el industrial Elías Hanan, es precisamente a
bordo de la avioneta, propiedad de este empresario, donde lo sorprendió la
muerte el 15 de diciembre de 1951, al accidentarse la aeronave en el cerro del
Ajusco del Distrito Federal. La búsqueda y rescate de los cuerpos resultó
difícil, fue hasta el día 24 de diciembre cuando finalmente pudieron levantar
los cuerpos y traerlos a El Ticuí.
Eloísa Alvarado Pano,
hija de Rómulo Álvarado, comentó hace tiempo en las redes sociales: “Ellos
tenían su boleto de avión comercial para volar del DF a Acapulco y de allí por
carretera a El Ticuí. En el aeropuerto se encontraron al señor Elias Hanan que
tenía la fábrica de Hilados y Tejidos en Aguas Blancas y se ofreció a llevarlos
en su avioneta privada hasta El Ticuí”. El accidente ocurrió en Cerro del
Zopilote y tardaron muchos días en encontrarlos, porque resultó que los
lugareños robaron todo lo que encontraron de valor en la nave y luego la
taparon con ramas para borrar evidencias, los difuntos traían mucho dinero.
Dice
Eloísa: “Mi tío y mi papá habían venido al DF a cobrar dinero que le debían a
la fábrica”, pero en la zona andaba un ingeniero agrónomo y una mujer le
mencionó la avioneta. A raíz de eso se presentaron las autoridades de
Xochimilco que martirizaron a los lugareños para que entregaran las
pertenencias, “tengo entendido que como era cerca de la navidad llevaban
regalos y al señor Elias Hanan… le
cortaron dedos o manos para robarle sus joyas. Al final la autoridad de
Xochimilco se quedó con todo”.
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