Víctor Cardona Galindo
El mismo día
que la guerrilla atacó al Ejército en el arroyo de Las Piñas, ese 25 de junio Guadalupe
Castro Molina fue recluida en el Campo Militar Número 1. “En su declaración
confesó que colaboró entre diciembre de 1971 y enero de 1972 con Lucio Cabañas
Barrientos, fecha de la última vez que tuvo contacto con él”, se asentó en su
ficha de identificación elaborada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
Un documento
del 25 de junio de 1972, suscrito por el capitán Luis de la Barreda
Moreno entonces director
Federal de Seguridad dice: “A las 7:00 horas del día de la fecha llegaron al
Campo Militar No. 1, nueve personas detenidas por la 27a. Zona Militar, con
sede en Acapulco, Guerrero, mismas que desde hace dos meses se encontraban
detenidas por sospechar que pertenecían al grupo de Lucio Cabañas Barrientos
[...] los detenidos son: Alberto Arroyo Dionisio, Justino Barrientos, Román[a]
Ríos Roque, David Rojas Arias [Vargas], Petronilo Castro Hernández, Guadalupe Castro
Molina, Isabel Jiménez Hernández y Luis Cabañas Ocampo... agentes de esta
dirección procedieron de inmediato a interrogar a las mencionadas personas,
quienes han manifestado lo siguiente: Petronilo Castro Hernández dijo [...] fue
entrevistado en el domicilio antes mencionado por 2 amigos [...] con el objeto
de que el de la voz se trasladara al campamento de la Brigada de
Ajusticiamiento del Partido de los Pobres [...] lugar en donde se llevó a cabo
una reunión tipo nacional o como el de la voz lo denomina ‘Congreso de Tipo
Nacional’, al que asistieron representantes de grupos clandestinos actuantes en
el país [...] que durante su estancia en el campamento se le otorgó el
seudónimo de Elías, así como una
escopeta calibre 16 retrocarga y que cuando tuvo necesidad de ver sus asuntos
particulares se separó del comando al que pertenecía y entregó el arma para
bajar de la Sierra, cuando fue detenido”.
De
todos ellos, únicamente Luis Cabañas Ocampo salió de las mazmorras de la cárcel
militar. Rubén Figueroa Figueroa lo
rescató para que fuera su contacto al buscar entrevistarse con Lucio Cabañas,
finalmente Luis moriría el 8 de septiembre de 1974, en el rescate a Figueroa,
cuando en el fuego cruzado del Ejército y la guerrilla salió herido de
gravedad.
Volviendo
a la emboscada. La victoria de este asalto contra un pelotón militar, produjo
un buen estado de ánimo entre los integrantes de la Brigada, “todo mundo estaba
feliz, todo mundo estaba satisfecho de lo que había sucedido en la emboscada
(...) eso no lo había hecho ningún grupo armado o no lo hizo ningún grupo
armado”, dijo el guerrillero Manuel a
Eneida Martínez. Sintieron que habían logrado golpear al aparato represivo, que
ese gran monstruo tenía su punto débil y, por otro lado, era la primera
guerrilla en realizar una hazaña de esas dimensiones.
“Pues
fue un gran triunfo político-militar, es decir, se había demostrado que sí se
podía atacar al Ejército, que sí se podía tomar una iniciativa militar, que se
podía no solamente hablar de política y tratar de imponer la política, sino que
también se pudiera conjugar la política con la lucha armada y obviamente la
gente se mostró contenta”, dice Ricardo Rodríguez González.
Aunque
para Eneida Martínez el júbilo no impactó, de la misma manera, a muchos de los
pobladores que veían venir un contragolpe de las fuerzas militares. El
discurso, por parte de las autoridades del gobierno del estado, trató de ser
conciliador aunque en los hechos no fuera así, empezaba la cacería de brujas:
El
licenciado Francisco Román Román, procurador de Justicia de la entidad dijo a
la prensa que ‘tenía un fuerte destacamento de policías en la sierra de Atoyac
en persecución de los maleantes’. También dijo ‘No podemos intervenir a ciegas,
ni exponernos a cometer arbitrariedades con gente inocente que nada tiene que
ver”.
En su
versión de los hechos los soldados sobrevivientes: Marcos Silverio Gómez y
Felipe Arizmendi Flores dijeron que fueron atacados por ocho elementos que
portaban carabinas M-1 y M-2. Aunque luego en su investigación los cuerpos de
seguridad acusaron a pueblos enteros, San Vicente de Benítez, El Rincón de las
Parotas y San Francisco del Tibor llevaron la peor parte.
La
incursión de soldados en las entrañas de los barrios serranos en busca de los
responsables, provocó una larga lista de detenciones de personas inocentes. A
todos, el gobierno les inventó una historia con mentiras y medias verdades para
poderlos encarcelar.
La
noche del 29 de junio fueron detenidos Sostenes López Cienfuegos, Alejandro
Arroyo Cabañas, Raymundo Barrientos Reyes y Ezequiel Barrientos Dionisio,
quienes bajo tortura se echaron la culpa de ser bastimenteros y colaboradores
de Lucio Cabañas.
Según
informes de la Dirección Federal de Seguridad, en la madrugada del 11 de julio
de 1972, se detuvo en El Encinal a Juan Pastor García, quien después de un
interrogatorio declaró que en la emboscada habían participado veinte elementos,
y que él “acepta plenamente haber disparado contra el personal militar todo un
cargador de 15 cartuchos con la carabina M.1”, no sólo culpan a Juan, sino
también a su padre, Agapito Pastor Jiménez, a quien se le obligó declarar que
el planeamiento de la emboscada, se realizó “en la huerta de Domitilo
Barrientos Blanco y las instrucciones y el plan a seguir las dio Salomón Ríos
García y ratificadas por Lucio Cabañas Barrientos”.
Y
siguieron las aprehensiones, por medio de las declaraciones de los detenidos,
de gente que no tuvo nada que ver con los eventos del 25 de junio. El Ejército rodeó el poblado de San Francisco del Tibor, el
18 de julio de 1972, concentró a los hombres
en la cancha y se llevó 37 presos. En los poblados circunvecinos el Ejército se
llevó muchos detenidos. Aunque ninguno de ellos había participado en la
emboscada, hicieron que confesaran, mediante tortura y se echaran la culpa.
Todos los acusados fueron sentenciados a 28 años de cárcel. Entre los cargos
que se les imputaban, figuraban: la muerte de un oficial, dos sargentos, un
cabo y nueve soldados.
De
los 37 detenidos, seis eran estudiantes de la secundaria técnica de Río
Santiago: Abimael Dionisio León, Marcos Téllez Ramírez, José Guadalupe y J.
Natividad Gutiérrez Fuentes, Odón Álvarez Téllez y Alberto Chávez Silva, donde
según el gobierno funcionaba una comisión de lucha del Partido de los Pobres
que encabezaba Juvenal Cabañas del Valle y Zacarías Cabañas Fierro.
Posteriormente el Ejército sitio la escuela.
“El
18 actual en la sierra de Atoyac de Álvarez fueron detenidos (...) Bello
Hernández Flavio, Chávez Silva Alberto, Gutiérrez Fuentes Natividad, Isabel
Díaz Téllez, Jaime Chávez Zoelio. Los anteriores fueron plenamente
identificados por Agapito Mesino Benítez, Amasio Sánchez Moreno, Joaquín Pastor
y Juan Pastor los cuales están confesos de haber participado en la emboscada
del 25 de junio”, dice un reporte policiaco.
Los reportes de la DFS hablan
de Sostenes López Cienfuegos y Alejandro Arroyo Cabañas, originarios del poblado
de San Vicente de Benítez que: “Tras cuarenta y ocho horas de interrogatorios,
el licenciado Salvador del Toro González, ayudante del director de
Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de la República” declaró que
los acusados auxiliaron al grupo armado encabezado por Lucio Cabañas, para
atacar a los elementos del cincuenta Batallón de Infantería el 25 de junio de
1972, informaba la prensa.
Para
el 22 de julio ya se tenían a una serie de personas detenidas quienes según
habían “confesado” su participación en la emboscada: Agapito Mesino Benítez,
Amancio Sánchez Moreno (a) Israel o Félix, Zoelio Jaimes Chávez (a) El
Muchungo, Natividad Gutiérrez Fuentes (a) El Pibe, Enrique Sánchez Fuentes (a)
El Zapatillas, José Guadalupe Gutiérrez Fuentes (a) La Cirila, Isabel Díaz
Téllez (a) La Buruca, Flavio Bello Hernández, Enrique Fierro Rodríguez, Joaquín
Pastor García (a) Hipólito, Juan Pastor García (a) Valladares, Agapito Pastor
(a) Jacinto, Ana María Gómez Valencia (a) La Mary o la Güera.
Existen
testimonios de los mismos campesinos. Por ejemplo, Enrique de 17, y Alberto
Chávez Villa de 18 años fueron detenidos el 18 de julio de 1972, a las seis de la
mañana, los concentraron en la cancha del pueblo, en San Francisco del Tibor,
por efectivos del 50 Batallón de Infantería con sede en Atoyac de Álvarez, los
acusaban de ser guerrilleros.
Luego fueron encarcelados en
el cuartel de la cabecera municipal, amenazados y vendados de los ojos. Les
dieron toques eléctricos en los genitales y en los oídos. Les picaban con un
cuchillo las los genitales. Los mantenían boca abajo. Los bañaban con agua
fría. A consecuencia de los golpes que recibió en la cabeza, Enrique padece
ataques epilépticos y los médicos le han dicho que tiene un coágulo en el
cerebro. De los detenidos esa jornada Alejandro Arroyo Cabañas, de San Vicente
de Benítez, después de las torturas, también padeció secuelas mentales el resto
de su vida.
El
menú de torturas era variado. Los golpeaban en el cuello, en el estómago y en
las costillas. Les picaban las uñas con agujas, y todas las noches les
aplicaban las mismas torturas. Les daban de tomar agua con jabón. Les metían la
cabeza en un tambo con agua sucia. Después de esto, los sacaban y se subían
encima teniéndolos amarrados de pies y manos.
Sufrieron
la jornada de tortura de 10 a 18 días, periodo que los mantuvieron sin comer.
De acuerdo a los archivos policiacos, el 28 de julio de 1972, veinte detenidos fueron
trasladados, en un camión de la flecha roja, a la cárcel de Acapulco, donde los
mantuvieron incomunicados. Allí los sentenciaron a 28 años de prisión, acusados
de secuestro, robo y asesinato. Hasta 1976 los pusieron en libertad por falta
de pruebas.
Los
campesinos identifican como responsables de las torturas los entonces tenientes
Arturo Monroy Flores y Efrén y Abel Martínez, del 32 Batallón de Infantería; y
los capitanes Evencio Díaz Marroquín y a otros dos de apellidos Barajas y
Jacobo, así como al comandante de la Policía Judicial, Isidro Galena Abarca que
los torturó en el comedor de la cárcel de Acapulco.
Hasta
los 18 años de edad, Enrique Chávez Villa trabajó en su parcela de San
Francisco del Tibor de donde es originario. Trabajó como peón cuando se
iniciaron las obras de ampliación del camino de San Vicente de Benítez a San
Francisco del Tibor.
Ese
18 de julio de 1972, Enrique salió muy temprano de su casa en San Francisco del
Tibor iba a cobrar su sueldo a San Vicente de Benítez. Había caminado un
poquito fuera del pueblo cuando los soldados lo detuvieron.
Ante
la prensa Enrique recordó: “Nos bajaron en los camiones. Nos acusaban de
participar con Lucio Cabañas en el enfrentamiento del 25 de junio de 1972 con
el Ejército. Los soldados nos llevaron a todos los hombres y nos decían que
éramos gente del maestro Cabañas. Al llegar al pueblo vimos que había más
soldados, que ya habían agarrado a más gente. Ahí vi entre los detenidos a mi
primo Zohelio Jaimes Chávez, también estaba mi tío Gonzalo Jaimes, padre de
Zohelio. Nos llevaron a las canchas de basquetbol y nos fueron nombrando uno
por uno, y quien era señalado lo apartaban del grupo. A mí me señaló mi padrino
Salomón Gutiérrez. Él estaba con los soldados y cuando me vio me señaló con su
dedo. Por eso me llevaron al cuartel”.
“Me
acusaron de participar en los hechos armados del 25 de junio con Lucio Cabañas,
y me llevaron al cuartel que estaba en la colonia Mártires. Ahí nos torturaron.
Nos echaban cubetadas de agua. Mojada la ropa, nos bajaban los pantalones y nos
daban toques en los testículos. Nos pegaban en el estómago y en todo el cuerpo”.
“Yo
tenía sed y pedí a los soldados agua. Estábamos vendados de los ojos y
amarrados de las manos. Cuando pedí agua me quitaron la venda, se quitaron su
casco y con él me golpearon en la cabeza. Me dieron un golpe que me sacó sangre
de la nariz y boca. Me tiró ese golpe”.
“Varias
veces me golpearon en la cabeza con su casco de metal. A veces perdía el
conocimiento y despertaba con sangre en boca y nariz. Ahí nos tuvieron unas
semanas y nos mandaron a la cárcel de Acapulco. Desde allí empezaron mis molestias,
mis dolores y ataques. Salí libre en 1976”.
Su madre se convirtió en su
sombra desde que salió de la cárcel, porque por los golpes recibidos “a veces
no conoce y no recuerda. Además, le dan ataques, se cae en la calle y me da
miedo que le vaya a pasar algo. Mire, él se fue bien, era un niño, no debía
nada y mire cómo me lo dejaron”.
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