Víctor
Cardona Galindo
Cuauhtémoc
García Terán llegó a su casa el 8 de junio de 1972, acompañado del presbítero
Isidro Ramírez quien asistió a recogerlo con el chofer Carmelo Muñoz Solís y el
sacristán Espiridion Hernández. Se lo entregaron en una brecha adelante de San
Vicente de Benítez.
“A las
18:00 hrs. a dos kilómetros de San Vicente de Benítez y en dirección al Paraíso
fue encontrada la señal a mano derecha del camino, apareciendo hombres armados
que hicieron alto al vehículo y le indicaron al chofer que entrara a una
desviación que se localiza en dicho tramo, habiéndose bajado el sacerdote,
quien entabló pláticas con los componentes del grupo”, informaba un agente del
gobierno.
Según
la versión de la guerrilla que se recoge en el
libro Lucio Cabañas y el Partido de los
Pobres. Una experiencia guerrillera en México de Eleazar Campos Gómez,
“Cuauhtémoc se portó bien durante el tiempo que los compañeros lo cuidaron, se
familiarizó tanto con los compañeros que se confundía entre ellos; por motivo
de la crisis muchas veces nos dábamos a la tarea de agarrar cangrejos para
hacer caldo y comer, en esta tarea ayudaba mucho Cuauhtémoc, pedía permiso al
guardia para agarrar cangrejos y muchas veces el equipo que lo cuidaba comió
caldo de cangrejos que agarró. En algunos campamentos donde estuvimos con el
secuestrado había pozas muy grandes, y el equipo y el secuestrado muchas veces
se pusieron a nadar juntos y a lavar la ropa, siempre con guardia”.
Las declaraciones que hizo Cuauhtémoc a los medios de
difusión fueron favorables para la guerrilla dijo que el trato que le dieron sus
secuestradores fue bueno y que Lucio era muy inteligente, que durante su
secuestro leyó muchos libros sobre socialismo. Que durante
su cautiverio lo acompañaban seis individuos, aunque proporcionó la media
filiación de siete César, Ramiro, Marcos, Sergio, Víctor, Ramón y Héctor. Comentó
que el 6 de junio conoció a Lucio Cabañas, quien le dijo al despedirse que a lo
mejor se veían el año siguiente.
Enrique
Díaz Clavel escribió: “Cuauhtémoc García Terán, liberado por Lucio Cabañas
después de 85 días de cautiverio, que llegó a la casa de sus padres con el pelo
y la barba crecidos, relató para Excélsior
como fue su estancia en la sierra y la impresión que le causó su secuestrador”.
Comentó
que Lucio Cabañas “Es muy joven, muy inteligente y se ve que cree que lo que
hace, es lo que debe hacerse. Al despedirse de mí, me estrechó la mano y me
dijo: A ver si nos vemos por aquí, en año próximo”.
Señaló
que platicó por un largo rato con Cabañas quien iba vestido con ropa color café
gruesa, con la cabeza descubierta. “Es necesario –le dijo- que en México se
implante un gobierno socialista. Ustedes, los estudiantes, son los que tienen
la posibilidad y el deber de hacerlo. Deben de tomar en cuenta que la patria es
el pueblo, y por lo tanto, no nos debe gobernar una minoría. Los que están en
el poder están usurpando al pueblo”.
Acompañado
de sus padres Carmelo y doña Agapita, de sus hermanos Ulises, Homero, Guadalupe
Isabel, Violeta, Carmen y Harminda, Cuauhtémoc dijo a la prensa que sus
secuestradores lo soltaron a las 18 horas del 8 de junio, llegó a su casa de
Atoyac a las 20: 30 y a la de Acapulco a las dos de la tarde del siguiente día.
“Cuauhtémoc
permaneció siempre bajo la custodia de los seis hombres del comando ‘18 de
mayo’. Caminaron por innumerables veredas, brechas y zonas agrestes. Nunca
durmieron en un lugar más de una noche. Lo hacían en hamacas, a la intemperie y
tapados con trozos de plásticos, ya que las lluvias cayeron con regularidad”,
dice Excélsior.
“Respecto
a la comida, fue variada tanto en cantidad, como en calidad. Unos días comieron
carne de tlacuache asada, que resultó, refiere Cuauhtémoc, riquísima. También
comieron carne de armadillo, tortillas duras, frijoles y rara vez sopa. Una
ocasión los 7 compartieron un camarón”.
Natividad
Rosales, quien escribió el libro ¿Quién
es Lucio Cabañas? Recoge lo siguiente: “Según propias palabras de
Cuauhtémoc en todo momento lo trataron bien dándole comida y en algunas
ocasiones cigarros y libros para que leyera, siendo todo sobre socialismo y
formación de grupos guerrilleros en varios países.(...) ‘Durante este día Lucio
Cabañas –siguió narrando el estudiante– me estuvo diciendo que quienes formaban
los comandos eran muchachos que se estaban formando para integrar cuadros
guerrilleros y que en un momento dado serían los que iniciarían una nueva
revolución en el país, para que el pueblo fuera el que dirigiera los destinos
de la nación’. (...) Al preguntársele, su opinión sobre el principal
responsable de su secuestro, Cuauhtémoc manifestó que le pareció un tipo
bonachón (...) franco, abierto y defensor de sus ideales y además simpático, ya
que siempre lo trató con cordialidad, a pesar de la situación en que se
encontraba”.
Después
que se retiró la prensa llegó un teniente del Ejército y algunos jefes
policiacos para interrogarlo. Ante
elementos de la policía Cuauhtémoc García Terán y luego Matías Perdón mediante
unas fotografías identificaron a Salomón Ríos García, Ramón; que por cierto era pariente del papá del secuestrado, Humberto
Rivera Leyva, Chegi; y a Martín Nario
Organes alías Samuel Girón Pinzón.
Con esos datos el Ejército detuvo el 15 de
junio de 1972 a María Isabel Jiménez Hernández, Adela; esposa de Martín Nario Organes y hasta la fecha está
desaparecida. Los militares se la llevaron en la madrugada de su domicilio en
San Andrés de la Cruz. Los vecinos recuerdan que Isabel, cuando vio los
soldados, alcanzó a decir: “Cuches, cuches, cuches”, para alertar a Samuel quien rápidamente se subió con su
M-1 a un árbol de aguacate, desde donde presenció cómo los soldados trataron a
su esposa, quien a pesar de las torturas no lo delató. Después que se retiraron
los federales, llevándose a su esposa, bajó del aguacate y se fue a la
guerrilla tiempo completo.
María Isabel
llegó a trabajar de cocinera a una fonda de San Andrés donde la conoció Martín,
con quien se casó pero no tuvieron hijos. Durante el interrogatorio al que fue
sometida dijo que era originara de Campo Morado, hija de Francisco Jiménez y
Evarista Fernández. Que estuvo en el campamento guerrillero y que tenía seis
días de haber regresado a su hogar con tres mil pesos que recibió por su
participación en la Brigada, que la suma era parte del rescate pagado por el
secuestro de Cuauhtémoc García Terán. A Isabel también se le encontró un recado
firmado por Tirso López Mesino donde le pedía a un doctor Agustín que curara a
la portadora y que después pagarían lo correspondiente. Tirso López Mesino era
el seudónimo que Lucio Cabañas usaba para algunas operaciones.
Al
hablar de la pareja, Arturo Gallegos dice: “Martín Nario, Samuel y su compañera Adela.
Él era alto, delgado, calvo y de escasa dentadura que, a cada rato, mostraba a
carcajada abierta por su carácter alegre y jovial a pesar de tener una edad
aproximada de 55 o 60 años; ella (María Isabel) era baja de estatura, digamos
chaparra, y muy seria, casi no hablaba, es decir que a leguas se notaba la
diferencia de personalidad entre ambos… Poco después esta pareja sería
desintegrada, cuando una noche el Ejército sitió su casa en San Andrés de la
Cruz a altas horas de la madrugada; ellos alcanzaron a escuchar ruidos, pero
solamente él pudo salir y subir a un palo de aguacate que estaba en el patio de
la casa y que para su fortuna, a los soldados no se les ocurrió alumbrar sus
ramas, salvándose milagrosamente de ser detenido”.
Poco
después él mismo narraría los hechos a sus compañeros, al integrarse nuevamente
a la Brigada, siempre dejando escapar por su mejilla, una lagrima de coraje e
impotencia ante la brutalidad de que fue objeto su compañera, pero que sin
embargo, esa brutalidad no fue suficiente para obligarla a entregarlo. A partir
de esa fecha ella pasó a formar parte de la larga lista de desaparecidos.
Martín Nario Organes fue de los
primeros hombres que se incorporaron a la guerrilla de Lucio Cabañas donde
recibió el seudónimo de Samuel. Era un
campesino muy trabajador que se dedicaba a la siembra de chile y jitomate de
riego, en un pedacito de tierra que tenía en el paraje conocido como La
Polvadera que tras su desaparición se apropió Zacarías Barrientos Peralta.
Tenía también un solar para casa en San Andrés de la Cruz de donde era
originario.
Creció
en Santiago de la Unión, donde también fue a la escuela, le impartió las
primeras letras el maestro Eduardo Icaza en una escuelita que estaba por donde
está la histórica ceiba de la Unión. Con otros niños de su edad jugaba
basquetbol en una cancha de tierra.
Creció
con sus hermanos Juana e Ignacio jugando entre los cafetales, comiendo frutas
silvestres y bañándose con los demás niños de su edad en el Arroyo Grande allá
en Santiago de la Unión, siempre bajo la mirada estricta de su abuela Severiana
Serna.
Sus
contemporáneos lo recuerdan como un chiquillo travieso, a quien le gustaban
mucho las armas. Siendo niño todavía construyó un rifle con una varilla de
sombrilla, con una liga y un clavo hacía reventar los cartuchos calibre 22.
De
adolescente le gustaba jugar con trabuco. Dejó de jugar hasta que le dio a
Doroteo Iturio en un ojo. El trabuco era de limoncillo, la varita de crucetillo
y la bala de copal. Se le vio también jugando canicas, trompo y cocol.
Fue un
niño huérfano de padre. Se divirtió jugando en el guayabal que estaba al norte
de San Andrés de la Cruz. Creció como los otros campesinos comiendo Chipil con
limón, frijoles sancochados y frutas como: mangos, pomarrosas, guayabas,
cajeles, toronjas, sidras, limas, limones dulces, anonas, chirimoyas y
guapinol. Que eran las frutas con las que se nutrían en ese tiempo los
campesinos de la sierra.
“Estudiaría
si acaso el primer año de primaria. Porque en Santiago de la Unión daba
únicamente un maestro hasta tercer año. Hizo su servicio militar también en Santiago de Unión”, dice don José Carmen
Mata Yáñez, Carmelo. De esa época es
la única foto que se conserva del guerrillero.
Fue
hijo de Ramón Nario y de María de Jesús Organes Serna. Tuvo varios hermanos de
madre: María Díaz Organes, Modesta Valle Organes, Juana Solís Organes, Santos
Vázquez Organes e Ignacio Garibo Organes.
“En
1949 hubo una matanza en San Andrés de la Cruz en la que murió Juvencio
Rebolledo Téllez y se vino un pleito entre los Rebolledo y los de Jesús que
cobró muchas vidas”, dice don Carmelo. Entonces la comunidad decidió formar un
cuerpo rural y Martín Nario se anotó como reservista voluntario ante el
comandante Rafael Martínez.
En
esos días fueron a perseguir a Francisco Márquez, el Chivero. Martín como no alcanzó arma pidió una escopeta prestada
y se anotó en la expedición. Porque era un hombre al que de corazón le gustaban
las armas. Una vez fueron tras el Garrobo
de San Vicente de Benítez y mucho iban a perseguir a Los Chiveros. Martín lo
hacía sin sueldo únicamente por el amor a las armas, ya después como reservista
le asignaron un cerrojo belga.
Una
ocasión durante la guerrilla lo agarró un sargento conocido como Pupo. Le había
puesto el dedo Ezequiel Martínez y lo defendió la gente del pueblo. En esa
primera detención le quitaron un rifle de un tiro y pagó como multa 600 pesos.
“Ya andaba en la guerrilla, pero como no se sabía y la gente del pueblo lo
defendió”, comenta don Carmelo.
Martín
con todo el mundo se llevaba. Era delgado, alto medía como un metro 75 y estaba
pelón y sin dientes frontales. Ya en la guerrilla le pusieron los dientes de
oro. Cuando lo llegaron a ver después que se fue con Lucio, de repente pasaba
por el pueblo, cargando una ametralladora en una morrala vieja, pasaba
diciéndole adiós a los federales que estaban destacamentados en San Andrés.
Ignacio
Garibo Organes estaba “fallo del sentido”, aun así los soldados lo agarraron,
lo torturaron y se lo llevaron. Él cuidaba la casita que había dejado sola su
hermano Martín. Don Baltazar Mata intentó defenderlo cuando los soldados le
pegaban con una varilla, pero de todas maneras el Ejército se lo llevó en un
helicóptero.
“A Samuel
no le gustaba leer libros –le comentó Humberto Rivera a Eneida Martínez- en su
participación en las asambleas de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento para
definir el plan de acción, decía que la tarea principal era combatir”.
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