sábado, 9 de julio de 2016

Guerrilleros XIV


Víctor Cardona Galindo
Cuauhtémoc García Terán llegó a su casa el 8 de junio de 1972, acompañado del presbítero Isidro Ramírez quien asistió a recogerlo con el chofer Carmelo Muñoz Solís y el sacristán Espiridion Hernández. Se lo entregaron en una brecha adelante de San Vicente de Benítez.
“A las 18:00 hrs. a dos kilómetros de San Vicente de Benítez y en dirección al Paraíso fue encontrada la señal a mano derecha del camino, apareciendo hombres armados que hicieron alto al vehículo y le indicaron al chofer que entrara a una desviación que se localiza en dicho tramo, habiéndose bajado el sacerdote, quien entabló pláticas con los componentes del grupo”, informaba un agente del gobierno.
Según la versión de la guerrilla que se recoge en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México de Eleazar Campos Gómez, “Cuauhtémoc se portó bien durante el tiempo que los compañeros lo cuidaron, se familiarizó tanto con los compañeros que se confundía entre ellos; por motivo de la crisis muchas veces nos dábamos a la tarea de agarrar cangrejos para hacer caldo y comer, en esta tarea ayudaba mucho Cuauhtémoc, pedía permiso al guardia para agarrar cangrejos y muchas veces el equipo que lo cuidaba comió caldo de cangrejos que agarró. En algunos campamentos donde estuvimos con el secuestrado había pozas muy grandes, y el equipo y el secuestrado muchas veces se pusieron a nadar juntos y a lavar la ropa, siempre con guardia”.
Las declaraciones que hizo Cuauhtémoc a los medios de difusión fueron favorables para la guerrilla dijo que el trato que le dieron sus secuestradores fue bueno y que Lucio era muy inteligente, que durante su secuestro leyó muchos libros sobre socialismo. Que durante su cautiverio lo acompañaban seis individuos, aunque proporcionó la media filiación de siete César, Ramiro, Marcos, Sergio, Víctor, Ramón y Héctor. Comentó que el 6 de junio conoció a Lucio Cabañas, quien le dijo al despedirse que a lo mejor se veían el año siguiente.
Enrique Díaz Clavel escribió: “Cuauhtémoc García Terán, liberado por Lucio Cabañas después de 85 días de cautiverio, que llegó a la casa de sus padres con el pelo y la barba crecidos, relató para Excélsior como fue su estancia en la sierra y la impresión que le causó su secuestrador”.
Comentó que Lucio Cabañas “Es muy joven, muy inteligente y se ve que cree que lo que hace, es lo que debe hacerse. Al despedirse de mí, me estrechó la mano y me dijo: A ver si nos vemos por aquí, en año próximo”.
Señaló que platicó por un largo rato con Cabañas quien iba vestido con ropa color café gruesa, con la cabeza descubierta. “Es necesario –le dijo- que en México se implante un gobierno socialista. Ustedes, los estudiantes, son los que tienen la posibilidad y el deber de hacerlo. Deben de tomar en cuenta que la patria es el pueblo, y por lo tanto, no nos debe gobernar una minoría. Los que están en el poder están usurpando al pueblo”.
Acompañado de sus padres Carmelo y doña Agapita, de sus hermanos Ulises, Homero, Guadalupe Isabel, Violeta, Carmen y Harminda, Cuauhtémoc dijo a la prensa que sus secuestradores lo soltaron a las 18 horas del 8 de junio, llegó a su casa de Atoyac a las 20: 30 y a la de Acapulco a las dos de la tarde del siguiente día.
“Cuauhtémoc permaneció siempre bajo la custodia de los seis hombres del comando ‘18 de mayo’. Caminaron por innumerables veredas, brechas y zonas agrestes. Nunca durmieron en un lugar más de una noche. Lo hacían en hamacas, a la intemperie y tapados con trozos de plásticos, ya que las lluvias cayeron con regularidad”, dice Excélsior.
“Respecto a la comida, fue variada tanto en cantidad, como en calidad. Unos días comieron carne de tlacuache asada, que resultó, refiere Cuauhtémoc, riquísima. También comieron carne de armadillo, tortillas duras, frijoles y rara vez sopa. Una ocasión los 7 compartieron un camarón”.
Natividad Rosales, quien escribió el libro ¿Quién es Lucio Cabañas? Recoge lo siguiente: “Según propias palabras de Cuauhtémoc en todo momento lo trataron bien dándole comida y en algunas ocasiones cigarros y libros para que leyera, siendo todo sobre socialismo y formación de grupos guerrilleros en varios países.(...) ‘Durante este día Lucio Cabañas –siguió narrando el estudiante– me estuvo diciendo que quienes formaban los comandos eran muchachos que se estaban formando para integrar cuadros guerrilleros y que en un momento dado serían los que iniciarían una nueva revolución en el país, para que el pueblo fuera el que dirigiera los destinos de la nación’. (...) Al preguntársele, su opinión sobre el principal responsable de su secuestro, Cuauhtémoc manifestó que le pareció un tipo bonachón (...) franco, abierto y defensor de sus ideales y además simpático, ya que siempre lo trató con cordialidad, a pesar de la situación en que se encontraba”.
Después que se retiró la prensa llegó un teniente del Ejército y algunos jefes policiacos para interrogarlo. Ante elementos de la policía Cuauhtémoc García Terán y luego Matías Perdón mediante unas fotografías identificaron a Salomón Ríos García, Ramón; que por cierto era pariente del papá del secuestrado, Humberto Rivera Leyva, Chegi; y a Martín Nario Organes alías Samuel Girón Pinzón.
Con esos datos el Ejército detuvo el 15 de junio de 1972 a María Isabel Jiménez Hernández, Adela; esposa de Martín Nario Organes y hasta la fecha está desaparecida. Los militares se la llevaron en la madrugada de su domicilio en San Andrés de la Cruz. Los vecinos recuerdan que Isabel, cuando vio los soldados, alcanzó a decir: “Cuches, cuches, cuches”, para alertar a Samuel quien rápidamente se subió con su M-1 a un árbol de aguacate, desde donde presenció cómo los soldados trataron a su esposa, quien a pesar de las torturas no lo delató. Después que se retiraron los federales, llevándose a su esposa, bajó del aguacate y se fue a la guerrilla tiempo completo.
María Isabel llegó a trabajar de cocinera a una fonda de San Andrés donde la conoció Martín, con quien se casó pero no tuvieron hijos. Durante el interrogatorio al que fue sometida dijo que era originara de Campo Morado, hija de Francisco Jiménez y Evarista Fernández. Que estuvo en el campamento guerrillero y que tenía seis días de haber regresado a su hogar con tres mil pesos que recibió por su participación en la Brigada, que la suma era parte del rescate pagado por el secuestro de Cuauhtémoc García Terán. A Isabel también se le encontró un recado firmado por Tirso López Mesino donde le pedía a un doctor Agustín que curara a la portadora y que después pagarían lo correspondiente. Tirso López Mesino era el seudónimo que Lucio Cabañas usaba para algunas operaciones.
Al hablar de la pareja, Arturo Gallegos dice: “Martín Nario, Samuel y su compañera Adela. Él era alto, delgado, calvo y de escasa dentadura que, a cada rato, mostraba a carcajada abierta por su carácter alegre y jovial a pesar de tener una edad aproximada de 55 o 60 años; ella (María Isabel) era baja de estatura, digamos chaparra, y muy seria, casi no hablaba, es decir que a leguas se notaba la diferencia de personalidad entre ambos… Poco después esta pareja sería desintegrada, cuando una noche el Ejército sitió su casa en San Andrés de la Cruz a altas horas de la madrugada; ellos alcanzaron a escuchar ruidos, pero solamente él pudo salir y subir a un palo de aguacate que estaba en el patio de la casa y que para su fortuna, a los soldados no se les ocurrió alumbrar sus ramas, salvándose milagrosamente de ser detenido”.
Poco después él mismo narraría los hechos a sus compañeros, al integrarse nuevamente a la Brigada, siempre dejando escapar por su mejilla, una lagrima de coraje e impotencia ante la brutalidad de que fue objeto su compañera, pero que sin embargo, esa brutalidad no fue suficiente para obligarla a entregarlo. A partir de esa fecha ella pasó a formar parte de la larga lista de desaparecidos.
Martín Nario Organes fue de los primeros hombres que se incorporaron a la guerrilla de Lucio Cabañas donde recibió el seudónimo de Samuel. Era un campesino muy trabajador que se dedicaba a la siembra de chile y jitomate de riego, en un pedacito de tierra que tenía en el paraje conocido como La Polvadera que tras su desaparición se apropió Zacarías Barrientos Peralta. Tenía también un solar para casa en San Andrés de la Cruz de donde era originario.
Creció en Santiago de la Unión, donde también fue a la escuela, le impartió las primeras letras el maestro Eduardo Icaza en una escuelita que estaba por donde está la histórica ceiba de la Unión. Con otros niños de su edad jugaba basquetbol en una cancha de tierra.
Creció con sus hermanos Juana e Ignacio jugando entre los cafetales, comiendo frutas silvestres y bañándose con los demás niños de su edad en el Arroyo Grande allá en Santiago de la Unión, siempre bajo la mirada estricta de su abuela Severiana Serna.
Sus contemporáneos lo recuerdan como un chiquillo travieso, a quien le gustaban mucho las armas. Siendo niño todavía construyó un rifle con una varilla de sombrilla, con una liga y un clavo hacía reventar los cartuchos calibre 22.
De adolescente le gustaba jugar con trabuco. Dejó de jugar hasta que le dio a Doroteo Iturio en un ojo. El trabuco era de limoncillo, la varita de crucetillo y la bala de copal. Se le vio también jugando canicas, trompo y cocol.
Fue un niño huérfano de padre. Se divirtió jugando en el guayabal que estaba al norte de San Andrés de la Cruz. Creció como los otros campesinos comiendo Chipil con limón, frijoles sancochados y frutas como: mangos, pomarrosas, guayabas, cajeles, toronjas, sidras, limas, limones dulces, anonas, chirimoyas y guapinol. Que eran las frutas con las que se nutrían en ese tiempo los campesinos de la sierra.
“Estudiaría si acaso el primer año de primaria. Porque en Santiago de la Unión daba únicamente un maestro hasta tercer año. Hizo su servicio militar también  en Santiago de Unión”, dice don José Carmen Mata Yáñez, Carmelo. De esa época es la única foto que se conserva del guerrillero. 
Fue hijo de Ramón Nario y de María de Jesús Organes Serna. Tuvo varios hermanos de madre: María Díaz Organes, Modesta Valle Organes, Juana Solís Organes, Santos Vázquez Organes e Ignacio Garibo Organes.
“En 1949 hubo una matanza en San Andrés de la Cruz en la que murió Juvencio Rebolledo Téllez y se vino un pleito entre los Rebolledo y los de Jesús que cobró muchas vidas”, dice don Carmelo. Entonces la comunidad decidió formar un cuerpo rural y Martín Nario se anotó como reservista voluntario ante el comandante Rafael Martínez.
En esos días fueron a perseguir a Francisco Márquez, el Chivero. Martín como no alcanzó arma pidió una escopeta prestada y se anotó en la expedición. Porque era un hombre al que de corazón le gustaban las armas. Una vez fueron tras el Garrobo de San Vicente de Benítez y mucho iban a perseguir a Los Chiveros. Martín lo hacía sin sueldo únicamente por el amor a las armas, ya después como reservista le asignaron un cerrojo belga.
Una ocasión durante la guerrilla lo agarró un sargento conocido como Pupo. Le había puesto el dedo Ezequiel Martínez y lo defendió la gente del pueblo. En esa primera detención le quitaron un rifle de un tiro y pagó como multa 600 pesos. “Ya andaba en la guerrilla, pero como no se sabía y la gente del pueblo lo defendió”, comenta don Carmelo.
Martín con todo el mundo se llevaba. Era delgado, alto medía como un metro 75 y estaba pelón y sin dientes frontales. Ya en la guerrilla le pusieron los dientes de oro. Cuando lo llegaron a ver después que se fue con Lucio, de repente pasaba por el pueblo, cargando una ametralladora en una morrala vieja, pasaba diciéndole adiós a los federales que estaban destacamentados en San Andrés.
Ignacio Garibo Organes estaba “fallo del sentido”, aun así los soldados lo agarraron, lo torturaron y se lo llevaron. Él cuidaba la casita que había dejado sola su hermano Martín. Don Baltazar Mata intentó defenderlo cuando los soldados le pegaban con una varilla, pero de todas maneras el Ejército se lo llevó en un helicóptero.
“A Samuel no le gustaba leer libros –le comentó Humberto Rivera a Eneida Martínez- en su participación en las asambleas de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento para definir el plan de acción, decía que la tarea principal era combatir”.


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