Víctor Cardona Galindo
En el campamento del cerro de Las Patacuas la guerrilla inició la
discusión acerca de la necesidad de atacar al Ejército. En ese tiempo en la
Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) participaban dos tipos de
combatientes: los fijos y los transitorios, estos últimos permanecían en la
guerrilla un plazo máximo de dos meses, por eso de ese campamento salieron
algunos guerrilleros transitorios, después de concluir la operación del secuestro
de Cuauhtémoc García Terán.
Con Marcos que
pertenecía al grupo de Los Guajiros, quedaban 13 guerrilleros al iniciar la
segunda quincena de junio de 1972. Se acordó que César y Elvira se
quedarían en Las Patacuas para esperar los alimentos que llevaban los
campesinos y recibir a los demás militantes que se estaban incorporando a la
guerrilla. Un guerrillero salió por dos nuevos combatientes. Por eso fueron 10
los que salieron a buscar al Ejército para combatirlo. A pesar que llovía a
cantaros la guerrilla se mantenía en buen ánimo para lo que se venía. Joel y Renato miembros del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR)
llegaron al cerro de Las Patacuas y luego de entrevistarse con César, llegó un comisionado que los llevó
a incorporarse al lugar donde se preparaba la emboscada.
Mientras estaban emboscados y como pasaban días y el Ejército no
se asomaba, Martín Nario Organes, Samuel;
pidió permiso para ir a San Andrés de la Cruz para ajusticiar a un traidor
delator que lo había denunciado. Fue junto con otro guerrillero pero al no
lograr su objetivo, retornaron al lugar donde sus compañeros esperaban ejecutar
la primera acción guerrillera de alto impacto.
En este episodio de nuestra historia, encontramos que Lucio
Cabañas participó en la planeación de la emboscada, pero no estuvo presente a
la hora de su ejecución por la noche del sábado 24 de junio fue comisionado,
con otro guerrillero, para preparar los alimentos en el campamento provisional
de La Pedregosa. Por eso a la hora de la acción militar la Brigada estaba
encabezada por Enrique “El Doctor” que también era miembro de la
dirección de Partido de los Pobres (Pdlp).
El curso de los acontecimientos lo podemos seguir mediante la
versión oficial de la guerrilla que se asienta en el libro Lucio Cabañas y el
Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México de Eleazar Campos Gómez. “En estos días los que
formábamos la Brigada éramos los siguientes: Lucio, Isaías, Héctor, Ramiro, Elvira, Tecuapa, Federico, Enrique (el Doc), Marcos,
Oscar, Samuel y yo. Uno de los trece se encontraba fuera de la Brigada,
había ido a traer a dos compañeros del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) que se iban a incorporar a la Brigada y
no recuerdo si el que andaba fuera era Samuel
u Oscar, pero era uno de los dos”,
comenta un guerrillero.
El equipo que salió de Las Patacuas pasó en las
inmediaciones de El Caracol, estaba integrado por 10 guerrilleros que caminó
bajo una persistente lluvia. La primera noche fue difícil dormir “había muchos
jejenes que me picaban en la cabeza, la cara y las manos, no podía quedarme
quieto un segundo porque me picaban; estos animalitos son muy miedosos al humo,
pero en estos momentos ni un cigarro me duraba encendido”, dice el guerrillero
que narra y que se identifica con el nombre de Eucebio.
El grupo estableció su campamento en La Pedregosa
cerca de Santiago de la Unión y de ahí salieron a buscar el sitio adecuado.
Después de explorar la brecha encontraron ese lugar que era una curva, “tenía
un paredón alto cubierto de platanillo y algunos matones, algunas partes
estaban cubiertas de plantas grandes que si brindaban buena cobertura”, después
de esperar todo el día se retiraron al campamento de La Pedregosa. “Pasados dos
días volvimos al lugar de la emboscada, ya con los compañeros del MAR: Joel y Renato. Tecuapa se quedó
a cuidar el campamento, de manera que solo 12 nos fuimos a poner en la brecha”.
Después de esperar todo el sábado durmieron esa noche
cerca del lugar de la emboscada. “Al día siguiente, muy temprano, nos fuimos a
poner 10 compañeros en la emboscada y Lucio con Marcos se fueron a traer los alimentos. A las 9 y media de la
mañana vi venir en la curva frente a nuestros puestos, un carro del Ejército.
Los nervios se me empezaron alertar y en el pecho sentía que algo se movía con
mucha fuerza, quité el seguro del M-1 y apunté hacia el jeep, que ya para estos
momentos había entrado en la emboscada. El encargado de abrir fuero era Ramón que estaba en un puesto adecuado;
yo y seguramente todos esperábamos la ráfaga de Ramón para abrir fuego sobre el carro”.
“El carro llegó al centro de la emboscada y vi que
empezaba a pasarse, en mi desesperación creía que ya se nos había pasado, sonó
el disparo de Ramón y enseguida se
soltó la lluvia de balas sobre el carro verde. A los primero disparos el carro
dejó de avanzar hacia adelante y empezó a regresar a vuelta de rueda por toda
la brecha, unos diez metros regresó ya sin control y fue a detenerse a un
paredón del lado derecho, una esquina del carro pegó en el paredón y la llanta
del mismo lado quedó dentro de la cuneta. Por el efecto que llevaba el carro,
varios soldados muertos cayeron al suelo al chocar el vehículo con el paredón.
Yo hice varios disparos todavía sobre el carro cuando ya estaba parado,
creyendo que los soldados estaban vivos y que no querían rendirse”.
“En seguida Doc
y yo abandonamos nuestros puestos al tiempo que todos exigíamos a los soldados
que se rindieran, prometiéndoles respetarles a la vida a todo el que lo hiciera.
Fue un error que cometimos todos al empezar a salir a terreno limpio sin
cubrirnos, pues pudo haber algún soldado que sintiéndose perdido hubiera
disparado sobre cualquiera de nosotros, pero nada de eso pasó”.
“Cuando todos estábamos en las orillas de los
paredones exigiendo a los soldados que se rindieran, pasó la camioneta de El Pollollo que la llevaba llena de
gente. El Pollollo es un señor que
trabaja de comionetero de Atoyac a la sierra transportando pasajeros y bultos
de café. Cuando nos vio que estábamos parados en la carretera rodeando al
carro, creo que quiso irse de paso, pero los demás compañeros que se
encontraban del otro lado lo detuvieron, acto seguido el Doc empezó a hablarle a los pasajeros de los objetivos de la lucha,
por qué habíamos aniquilado a los que iban en el carro verde, varias veces fue
interrumpido el discurso del Doc por
los aplausos de los pasajeros y los vivas a Lucio Cabañas y al Partido de los
Pobres; también nosotros gritábamos varios vivas al Pdlp y a Lucio, a los que El Pollollo también decía vivas más a
fuerza que de ganas”.
“Después les dijimos que podían irse, al momento que
arrancó la camioneta, un soldado saltó del carro y trató de alcanzar la
camioneta, casi simultáneamente con el arrancón de ésta se escucharon varios
disparos, un momento después supe que Isaías
le había disparado al soldado, el cual estaba muerto como a 3 metros del Jeep
con un balazo en la cara”.
“Luego que se fue la camioneta un soldado salió del
carro diciéndonos que él se rendía, que no lo fuéramos a matar. Era un muchacho
moreno, calculo que tenía unos 18 años, tenía una herida en la ceja que a mi
parecer era un rozón solamente tenía la camisa ensangrentada, decía apresurado:
‘yo estoy rendido, no me vayan a matar, estoy rendido’. El compañero Samuel le dijo que se apartara del carro
y el soldado, de acuerdo como se iba apartando iba preguntando ¿Aquí? ¿Aquí?,
cuando estuvo a media carretera Samuel
le dijo que tirara la bayoneta y después que se quitara la fornitura y la tirara
a un lado de la brecha. A todo obedeció el soldado”.
“Este muchacho a pesar que estaba herido se mostraba
algo sereno y no mostraba tanto miedo, creo que era valiente; casi detrás de
este soldado, cuando salió diciendo que se rendía, escuchamos el llanto de otro
que decía: ‘yo también me rindo papacitos, no me vayan a matar, estoy rendido,
ya no tiren’, saltó del carro al suelo con un pie, el otro lo tenía quebrado de
un balazo, una mano alzada en señal de rendición y con la otra se sostenía del
carro. Lo ayudó su compañero a ponerse lejos del carro, se sentó a media brecha
y nos volvió a decir que no los fuéramos a matar. Luego le dijimos al primer
soldado que le dijera a los demás que salieran para que los ayudaran, este
contestó: -¿pero si, cómo?, si ya todos están muertos”.
El Doc examinó
la herida de la pierna y le recomendó que no se moviera para que no se
lastimara y además que no era de gravedad la herida. “Los heridos pedían que
les diéramos un papel firmado por nosotros para que otros compañeros no los
fueran a emboscar otra vez, decían”.
“Al mismo tiempo que los atendía el Doc, los demás nos dimos a la tarea de
recoger las armas y el parque: 4 armas FAL con 5 cargadores para cada uno de 20
cartuchos, una pistola 45 con 4 cartuchos, un M-2 y 6 mosquetones modelo 54 y
parque para cada uno. Un FAL quedó inutilizado de un balazo y varios
cargadores. En el carro iban 12 soldados: el teniente Agustín Álvarez Sosa que
manejaba, murió a los primeros balazos, saltó del carro y ahí quedó, presentaba
un balazo en la garganta como si hubiera sido un navajazo y tenía otros
balazos. Los compañeros que agarraron de frente al carro le desbarataron el
parabrisas. 9 soldados quedaron muertos, la mayoría dentro del carro, en total
10 con el teniente”.
Dejando un documento donde el Partido de los Pobres reivindicaba
esta acción militar contra el Ejército, los
guerrilleros abandonaron el lugar a las 9:50 de la mañana, caminaron un
poco por la brecha rumbo a Santiago de la Unión y cuando se perdieron de la
vista de los heridos se metieron a la maleza rumbo a La Pedregosa. En el camino
encontraron a Lucio Cabañas y a Marcos
que ya traían los alimentos del almuerzo, “nos felicitaron a todos y juntos
regresamos al campamento”. Ese mismo día se regresaron al campamento central de
Las Patacuas, algunos guerrilleros esa noche se arroparon con las cobijas que
les quitaron a los soldados algunas tenían sangre secándose. “El compañero
Tecuapa se fue a dormir junto a otros compañeros para que no lo fueran a
espantar los muertos de ese día”, era la broma que le tenían la mañana
siguiente.
A los tres días grandes columnas de militares llegaron
a El Porvenir y tomando a campesinos como guía se fueron rumbo a El Cacao. En
esos días se intensificó la persecución. Los soldados pusieron emboscadas en
muchas veredas y caminos, pero los guerrilleros no cayeron porque rara vez
caminaban por las veredas.
Como se ve, tras el ataque el grupo armado siguió en su campamento del cerro de
Las Patacuas. “De regreso al campamento de La Patacua, se
planteó la necesidad de mandar un documento más amplio y completo a la prensa
en que se reivindicara la acción militar contra el Ejército y se incluyera el
parte militar, así como los planteamientos políticos que nos animaban,
explicando que nuestra acción tenía un carácter de venganza por los crímenes
del Ejército en contra de los campesinos y en contra de ‘los despojos de la
clase rica y el gobierno hacen del producto del trabajo y de la tierra del
campesino y por su desprecio a los problemas de la clase pobre’. En el
campamento de La Patacua, todos los integrantes de la guerrilla mostrábamos un
magnifico estado de ánimo, por el éxito obtenido en el ataque a las fuerzas
represivas de la burguesía; todo era cantos, alegría y comentarios optimistas”,
se lee en el libro Los papeles de la
sedición o la verdadera historia político militar del Partido de los Pobres
un libro colectivo que compiló Francisco Fierro Loza.
En
el campamento del cerro de Las Patacuas se realizó la asamblea anual de la
Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Allí se aprobó
el plan anual 1972-1973 que contemplaba tres
ataques al Ejército, un secuestro económico y
otro secuestro político, y se designó la nueva dirección que se integró con
Lucio como primer responsable, César
como segundo, en Finanzas quedó Enrique,
Isaías en Organización y como
responsable de educación quedó Oscar.
Con el ataque al convoy la Brigada Campesina de Ajusticiamiento
entró a otra fase lucha, ahora era una guerrilla que había declarado la guerra
al gobierno federal que buscaba aniquilar a todas las fuerzas de seguridad del
Estado mexicano. Mientras el Ejército se reforzaba, antes de la emboscada los
pelotones, instalados en los pueblos para control de la gente, estaba al mando
de sargentos. Después de la emboscada, pusieron partidas militares a cargo de
puros tenientes.
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