sábado, 16 de abril de 2016

Guerrilleros II


Víctor Cardona Galindo
En la segunda mitad de 1971, las cosas estaban muy calientes, en Atoyac había soldados acuartelados en diferentes lugares y casas particulares, por eso el 22 de junio, se inició con la construcción del cuartel en las inmediaciones de la colonia Mártires del 30 de diciembre, donde ahora está la Ciudad de los Servicios y funcionan la mayoría de las oficinas del Ayuntamiento.
Genaro Vázquez estaba copado, por eso después de varias escaramuzas con el Ejército, decidió disolver el grupo con el que se movía en la sierra de Atoyac y salió el 13 de septiembre de 1971 rumbo a Iguala. Preparaba un golpe maestro. Un comando del Partido de los Pobres se encontraba en Acapulco para emprender acciones en busca de financiamiento para la guerrilla y, el 21 de octubre de 1971, hizo una expropiación en la sucursal Cuauhtémoc del Banco del Comercio de Guerrero llevándose, según la prensa, 16 mil 921 pesos en efectivo.
“Después de investigar algunos objetivos expropiables, los compañeros se decidieron por Bancomer ubicado en avenida Cuauhtémoc y Diego Hurtado de Mendoza. Las expectativas que se habían generado a esta expropiación bancaria fueron demasiado altas, ya que se pretendía obtener una cantidad muy superior a lo que realmente se alcanzó”, dice Arturo Gallegos Nájera. En esa acción participaron Carmelo Cortés Castro, Cuauhtémoc; Carlos Cevallos Loya, Julián; Gabriel Barrientos Reyes, Fernando; Francisco Fierro Loza, Chon y Octaviano Santiago Dionicio, Francisco.
Arturo Martínez Galindo, campesino de 
Los Valles, ajeno a la guerrilla, fue uno de
 los detenidos durante la operación Telaraña
 que movilizó más de 3 mil soldados en busca 
de los guerrilleros Genaro Vázquez y Lucio 
Cabañas. La operación militar inició la noche de 
29 de abril y se desarrolló durante todo el mes 
de mayo de 1971, cientos de campesinos fueron
 llevados primero a la base aérea de Pie de la 
Cuesta y después al campo militar Número Uno. 
Foto  anexo fotográfico del informe de la 
Comverdad.

Esa ocasión, Carmelo tuvo que hacer un disparo porque el policía opuso resistencia, la bala rebotó del piso y le pegó a Octaviano en la espalda, el proyectil se alojó entre cuero y carne. La herida le dejó una cicatriz que lo acompañaría toda su vida. 
Los informes de gobierno dicen que ese día el 21 de octubre, aproximadamente a las 9:15 horas fue asaltado el Banco de Comercio de Acapulco, Sucursal Cuauhtémoc, por tres individuos armados con pistolas y carabina M-1, quienes llegaron y huyeron a bordo de un vehículo de alquiler robado, marca Chevrolet Modelo 70, placas G-1698. Fueron sustraídos 16 mil 900 pesos. “Resultó herido, sin ser de gravedad a pesar de las tres veces en que le dispararon con una pistola calibre 0.45, uno de los policías de esa institución al forcejear con uno de los asaltantes”, decía un reporte policiaco.
El Ejército se hizo cargo de inmediato, alertó al Aeropuerto Internacional y a las partidas que tenía en Lomas de Chapultepec, San Marcos, Tierra Colorada, Coyuca de Benítez y a los batallones destacados en Cruz Grande y Atoyac de Álvarez.
El comandante de la 27 Zona Militar por teléfono informó, a las 20:15 horas, al secretario de la Defensa Nacional que habían encontrado el automóvil usado por los tres asaltantes al Banco de Comercio de Acapulco; que ya había aparecido el chofer de dicho vehículo de alquiler. Había sido secuestrado a las 8:30 horas de la mañana y llevado a El Embarcadero, donde lo ataron, llevándose su automóvil modelo 1970. “El chofer se encuentra siendo investigado por agentes de la Policía Judicial. El monto de lo robado es de 16 mil 921 pesos. Se opina que los asaltantes son de Acapulco y además principiantes ya que todo lo hicieron en forma precipitada”, se escribió en un informe del Ejército.
Al hablar de la herida que recibió Octaviano Santiago Dionicio, Eneida Martínez en su tesis, Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas, dice que los costos para la Brigada no pararon ahí, un mes después de realizada esa expropiación, traería consecuencias para tres de los involucrados. La indisciplina de estos guerrilleros provocó su propia aprehensión y la de otra persona inocente llamada Guadalupe Castro Molina, hija de Petronilo Castro Hernández, también desaparecida como su padre. Aunque en ese momento de su detención sí logró librarse de los militares, sin embargo, quedaría fichada y eso a la postre le traería como consecuencia su aprehensión y desaparición. 
El día 18 de noviembre de 1971, al calor de las copas, se les ocurrió a Julián, Cuauhtémoc y Fernando ir a Atoyac a dejar un dinero a Florentino Loza Patiño, Pancho Encinas; para que éste lo hiciera llegar al Partido de los Pobres. Eran como 30 mil pesos, una parte producto del asalto y el resto donaciones de colaboradores.
Es Arturo Gallegos Nájera, en su libro La Guerrilla en Guerrero, quien nos cuenta bien la historia. “Con ese propósito contrataron el servicio de un taxi, mismo que convino cobrar la cantidad de quinientos pesos por llevarlos de Acapulco a Atoyac y traerlos de regreso al puerto. Antes pasaron por la casa de don Petronilo (tío de Cuauhtémoc) para ver la posibilidad de que una de sus hijas los acompañara, evitando de esa manera sospecha alguna de miradas indiscretas  o de la misma policía… la jovencita fue despertada, y ella misma tomó la decisión de acompañarlos, aunque de mala gana. Serían las diez de la noche cuando salían de Acapulco,  no sin antes pasar por un estanquillo a surtirse de cervezas comprando algunos ‘six pack’. Enseguida enfilan hacia Atoyac en busca de Pancho Encinas. Influenciados por la bebida perdieron el sentido de responsabilidad… Eufóricos, los tres jóvenes guerrilleros rompieron la disciplina que en condiciones normales no se hubieran atrevido; salieron a relucir las armas y empezaron a disparar a través de las ventanillas del taxi, descargando una y otra vez sus  pistolas. Como es de suponer, el taxista se atemorizó pero ellos le dijeron que no se preocupara, que no le iba a pasar nada. Guadalupe un tanto preocupada, les llamó la atención amenazando con bajarse del carro si seguían cometiendo desmanes. Fue hasta entonces que le bajaron un poco al desorden que llevaban. Resulta que al llegar a Atoyac ninguno de los tres conocía el lugar preciso en que vivía Pancho Encinas, dando indicaciones al chofer que enfilara hacia donde suponían podían encontrarlo, con tan mala suerte que pasaron frente al cuartel de los federales, que por el hecho de ser de madrugada (una de la mañana aproximadamente) y los tiempos que se vivían, se pusieron en guardia y les ordenaron que apagaran sus luces, cosa que hicieron y se pasaron de frente. Ellos siguieron buscando sin  resultado alguno. En su afán por encontrar a Pancho, no midieron el peligro, seguramente influenciados por alcohol ingerido, volvieron a pasar frente al cuartel olvidando apagar las luces; esta vez no tuvieron la misma suerte, los soldados les marcaron el alto ordenándoles que bajaran del auto. Antes de bajar, metieron las armas abajo del asiento del carro. El conductor aparentemente tranquilo esperaba a sus clientes mientras los soldados interrogaban a los sospechosos. A preguntas expresas ellos contestaban que no eran de ahí y que andaban buscando a un familiar pero que no conocían con exactitud su domicilio. Los federales no creyeron el cuento y les dijeron que se iban a quedar detenidos para investigación. Ellos ‘aceptan’ pero solicitan que la joven sea dejada en libertad por no tener nada que ver en el asunto. Los soldados seden a medias, pues permiten que sea llevada a un hotel a pernoctar, pero bajo vigilancia. Fue en ese momento que Cuauhtémoc le dice a Guadalupe ‘toma mi maletín y avísale a Alejandro que estamos detenidos que vea que puede hacer”. Ella tomó el maletín sin contestar, mientras los soldados la conducían a un pequeño hotel con la orden de ser vigilada, pero esa orden no fue cumplida.
“La realidad es que la detenida no pudo conciliar el sueño  por razones obvias, y a las cinco de la mañana abrió la puerta del cuarto con mucho sigilo, y al darse cuenta que no había nadie, tomó la decisión  de bajar a la recepción, encontrándose con la agradable sorpresa de que también dormían. Salió a la calle y tomó el primer autobús que salió para Acapulco, llegando al puerto a eso de las siete de la mañana”, para avisarle a Arturo Gallegos quien al abrir el maletín, encontró algunos objetos personales y entre éstos, dos jabones Darling nuevos abiertos. “Ese detalle me llamó la atención, y al revisarlos con mayor cuidado, encontré que de jabón solo tenía la envoltura, pues estaban repletos de billetes de a cien pesos, que ya contados hacían la cantidad de treinta mil pesos… guardé el maletín con todo lo demás”.
Mientras Guadalupe fue a ver a Alejandro. Arturo Gallegos se dirigió a la calle Sierra Norte de Puebla para avisarle a Francisco y a Chon. Después de la sorpresa, Chon pasa a la rabieta y dice “eso les pasa por sentirse jefes, ya habíamos quedado que yo iría a dejar el dinero a Pancho, pero no, ahí están las consecuencias”.
 Después de ser informado, Alejandro tomó la decisión de ir a la 27 Zona Militar para tratar de salvarlos y le pidió a Guadalupe que lo acompañara, ésta se resistió y no es para menos después de haberla librado en Atoyac; sin embargo él casi la obligó a acompañarlo.
Antes que arribara Alejandro al cuartel, llegó el comandante de la policía judicial de Acapulco, Wilfrido Castro Contreras, quien enterado de la detención de los sospechosos asistió a reconocerlos. De inmediato fue conducido al lugar donde estaban los detenidos. Le informaron de los nombres que habían dado al momento de su detención, y dirigiéndose a uno de ellos le dice, “Cuauhtémoc ni que la chingada, tu eres Carmelo Cortés Castro cabrón”, al tiempo que le daba dos golpes con la mano abierta en pleno rostro.
Poco después llegó Alejandro, acompañado de Guadalupe, a tratar de salvar a los detenidos con el pretexto de que eran sus trabajadores, pero al estar plenamente identificados, toda argumentación salía sobrando. Los dos fueron detenidos, cuando le preguntaron a Guadalupe quien era ella, y ésta dijo que era la joven que estuvo junto con los sospechosos en Atoyac. Le preguntaron por qué se había fugado del hotel, ésta contestó que no se había fugado, más bien nunca estuvo en calidad de detenida. Alejandro fue identificado como Humberto Espinobarros Ramírez, desertor del Ejército, delito por el cual fue trasladado al estado de Veracruz y procesado, después de una corta estancia en el cuartel de la 27 zona militar.
Asienta Gallegos: “Guadalupe junto con los otros tres detenidos fueron llevados al Campo Militar Número Uno de la Ciudad de México y puestos en celdas separadas unidas entre sí por los costados, es decir que no podían verse entre ellos. Para mejor ubicación diremos que había un pasillo en medio que dividía la zona de celdas. Los de una zona podían ver a los de enfrente pero no a los que pegaban con ellos; por tal razón era imposible que los recién llegados pudieran verse. El pasillo era bastante largo y había un guardia al fondo; las celdas eran muy pequeñas, de un metro cuadrado, donde el detenido dormía sentado, cuando podía. Frente a la celda de Guadalupe se encontraba una mujer casi desnuda con un niño en brazos que, sin embargo, no dudó en deshacerse de un pedazo de trapo para dárselo a la recién llegada”. 
Poco después de haber sido colocados en sus celdas, los detenidos tuvieron su primera visita, era Miguel Nassar Haro, quien llevando hojas blancas en la mano, les dijo: “Escriban ahí toda su historia, sin que se les pase nada, regreso más tarde”. Cuauhtémoc escribió: lugar y fecha de nacimiento, estudió la primaria en una escuela de Atoyac, la secundaria en la Normal de Ayotzinapa y continuó sus estudios en la Preparatoria número 1 de la UAG, de donde fue expulsado en el año de 1966, junto con otros 46 compañeros, por sus actividades como dirigente estudiantil. Poco más tarde regresa Nassar Haro, y al ver la hoja escrita: “Basura, pura basura, pero ahora vamos a ver si son tan  cabrones hijos de la chingada, aquí el más valiente canta. ¡Llévenselos!”, Ordenó. Los detenidos fueron conducidos a la sala de tormentos. Primero psicológica; “me van a decir donde tienen a Jaime Castrejón, y no me digan que no saben porque les rompo toda la madre”.
Los informes del Ejército reportaban, el 21 de noviembre de 1971, la detención de Julián González y Fernando Pérez en Atoyac de Álvarez. También del ex oficial militar Humberto Espinobarros Ramírez, ocurrida en el cuartel de la 27 Zona Militar quienes fueron remitidos a la capital, como presuntos gavilleros que operaban en el estado de Guerrero. Ese reporte no habla de Carmelo.
Julián González fue el nombre que dio Carlos Ceballos Loya y Gabriel Barrientos Reyes dijo llamarse Fernando Pérez al momento de ser detenidos en Atoyac. En algunos momentos los informe militares son erráticos. Pero si corroboran el destino que tenían los detenidos relacionados con los grupos guerrilleros: el Campo Militar Número Uno.


No hay comentarios:

Publicar un comentario