Víctor Cardona Galindo
En
la segunda mitad de 1971, las cosas estaban muy calientes, en Atoyac había soldados
acuartelados en diferentes lugares y casas particulares, por eso el 22 de
junio, se inició con la construcción del cuartel en las inmediaciones de la
colonia Mártires del 30 de diciembre, donde ahora está la Ciudad de los
Servicios y funcionan la mayoría de las oficinas del Ayuntamiento.
Genaro Vázquez estaba copado, por eso después
de varias escaramuzas con el Ejército, decidió disolver
el grupo con el que se movía en la sierra de Atoyac y salió el 13 de septiembre
de 1971 rumbo a Iguala. Preparaba un golpe maestro. Un comando del Partido de
los Pobres se encontraba en Acapulco para emprender acciones en busca de
financiamiento para la guerrilla y, el 21 de octubre de 1971, hizo una
expropiación en la sucursal Cuauhtémoc del Banco del Comercio de
Guerrero llevándose, según la prensa, 16 mil 921 pesos en efectivo.
“Después de investigar algunos objetivos expropiables,
los compañeros se decidieron por Bancomer ubicado en avenida Cuauhtémoc y Diego
Hurtado de Mendoza. Las expectativas que se habían generado a esta expropiación
bancaria fueron demasiado altas, ya que se pretendía obtener una cantidad muy
superior a lo que realmente se alcanzó”, dice Arturo Gallegos Nájera. En esa
acción participaron Carmelo Cortés Castro, Cuauhtémoc; Carlos Cevallos
Loya, Julián; Gabriel Barrientos Reyes, Fernando; Francisco
Fierro Loza, Chon y Octaviano Santiago Dionicio, Francisco.
Esa ocasión, Carmelo tuvo que hacer un disparo porque el
policía opuso resistencia, la bala rebotó del piso y le pegó a Octaviano en la
espalda, el proyectil se alojó entre cuero y carne. La herida le dejó una cicatriz
que lo acompañaría toda su vida.
Los informes de gobierno dicen que ese día el 21 de octubre, aproximadamente a las 9:15 horas fue asaltado
el Banco de Comercio de Acapulco, Sucursal Cuauhtémoc, por tres individuos
armados con pistolas y carabina M-1, quienes llegaron y huyeron a bordo de un
vehículo de alquiler robado, marca Chevrolet Modelo 70, placas G-1698. Fueron
sustraídos 16 mil 900 pesos. “Resultó herido, sin ser de gravedad a pesar de
las tres veces en que le dispararon con una pistola calibre 0.45, uno de los
policías de esa institución al forcejear con uno de los asaltantes”, decía un
reporte policiaco.
El Ejército se
hizo cargo de inmediato, alertó al Aeropuerto Internacional y a las partidas
que tenía en Lomas de Chapultepec, San Marcos, Tierra Colorada, Coyuca de
Benítez y a los batallones destacados en Cruz Grande y Atoyac de Álvarez.
El comandante
de la 27 Zona Militar por teléfono informó, a las 20:15 horas, al secretario de
la Defensa Nacional que habían encontrado el automóvil usado por los tres
asaltantes al Banco de Comercio de Acapulco; que ya había aparecido el chofer
de dicho vehículo de alquiler. Había sido secuestrado a las 8:30 horas de la
mañana y llevado a El Embarcadero, donde lo ataron, llevándose su automóvil
modelo 1970. “El chofer se encuentra siendo investigado por agentes de la
Policía Judicial. El monto de lo robado es de 16 mil 921 pesos. Se opina que
los asaltantes son de Acapulco y además principiantes ya que todo lo hicieron
en forma precipitada”, se escribió en un informe del Ejército.
Al
hablar de la herida que recibió Octaviano Santiago Dionicio, Eneida Martínez en
su tesis, Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas, dice que los costos para la Brigada
no pararon ahí, un mes después de realizada esa expropiación, traería
consecuencias para tres de los involucrados. La indisciplina de estos
guerrilleros provocó su propia aprehensión y la de otra persona inocente
llamada Guadalupe Castro Molina, hija de Petronilo Castro Hernández, también desaparecida
como su padre. Aunque en ese momento de su detención sí logró librarse de los
militares, sin embargo, quedaría fichada y eso a la postre le traería como
consecuencia su aprehensión y desaparición.
El día 18 de noviembre de 1971, al calor de las
copas, se les ocurrió a Julián, Cuauhtémoc y Fernando ir a Atoyac a dejar un dinero a Florentino Loza Patiño, Pancho Encinas; para que éste lo hiciera
llegar al Partido de los Pobres. Eran como 30 mil pesos, una parte producto del
asalto y el resto donaciones de colaboradores.
Es Arturo Gallegos Nájera, en su libro La Guerrilla en Guerrero,
quien nos cuenta bien la historia. “Con ese
propósito contrataron el servicio de un taxi, mismo que convino cobrar la
cantidad de quinientos pesos por llevarlos de Acapulco a Atoyac y traerlos de
regreso al puerto. Antes pasaron por la casa de don Petronilo (tío de Cuauhtémoc) para ver la posibilidad de
que una de sus hijas los acompañara, evitando de esa manera sospecha alguna de
miradas indiscretas o de la misma
policía… la jovencita fue despertada, y ella misma tomó la decisión de
acompañarlos, aunque de mala gana. Serían las diez de la noche cuando salían de
Acapulco, no sin antes pasar por un
estanquillo a surtirse de cervezas comprando algunos ‘six pack’. Enseguida enfilan
hacia Atoyac en busca de Pancho Encinas.
Influenciados por la bebida perdieron el sentido de responsabilidad… Eufóricos,
los tres jóvenes guerrilleros rompieron la disciplina que en condiciones
normales no se hubieran atrevido; salieron a relucir las armas y empezaron a
disparar a través de las ventanillas del taxi, descargando una y otra vez
sus pistolas. Como es de suponer, el
taxista se atemorizó pero ellos le dijeron que no se preocupara, que no le iba
a pasar nada. Guadalupe un tanto preocupada, les llamó la atención amenazando
con bajarse del carro si seguían cometiendo desmanes. Fue hasta entonces que le
bajaron un poco al desorden que llevaban. Resulta que al llegar a Atoyac
ninguno de los tres conocía el lugar preciso en que vivía Pancho Encinas, dando indicaciones al chofer que enfilara hacia
donde suponían podían encontrarlo, con tan mala suerte que pasaron frente al
cuartel de los federales, que por el hecho de ser de madrugada (una de la
mañana aproximadamente) y los tiempos que se vivían, se pusieron en guardia y
les ordenaron que apagaran sus luces, cosa que hicieron y se pasaron de frente.
Ellos siguieron buscando sin resultado
alguno. En su afán por encontrar a Pancho,
no midieron el peligro, seguramente influenciados por alcohol ingerido,
volvieron a pasar frente al cuartel olvidando apagar las luces; esta vez no
tuvieron la misma suerte, los soldados les marcaron el alto ordenándoles que
bajaran del auto. Antes de bajar, metieron las armas abajo del asiento del
carro. El conductor aparentemente tranquilo esperaba a sus clientes mientras
los soldados interrogaban a los sospechosos. A preguntas expresas ellos
contestaban que no eran de ahí y que andaban buscando a un familiar pero que no
conocían con exactitud su domicilio. Los federales no creyeron el cuento y les
dijeron que se iban a quedar detenidos para investigación. Ellos ‘aceptan’ pero
solicitan que la joven sea dejada en libertad por no tener nada que ver en el
asunto. Los soldados seden a medias, pues permiten que sea llevada a un hotel a
pernoctar, pero bajo vigilancia. Fue en ese momento que Cuauhtémoc le dice a Guadalupe ‘toma mi maletín y avísale a Alejandro que estamos detenidos que vea
que puede hacer”. Ella tomó el maletín sin contestar, mientras los soldados la
conducían a un pequeño hotel con la orden de ser vigilada, pero esa orden no
fue cumplida.
“La realidad es que la detenida no pudo conciliar
el sueño por razones obvias, y a las
cinco de la mañana abrió la puerta del cuarto con mucho sigilo, y al darse cuenta
que no había nadie, tomó la decisión de
bajar a la recepción, encontrándose con la agradable sorpresa de que también
dormían. Salió a la calle y tomó el primer autobús que salió para Acapulco,
llegando al puerto a eso de las siete de la mañana”, para avisarle a Arturo
Gallegos quien al abrir el maletín, encontró algunos objetos personales y entre
éstos, dos jabones Darling nuevos abiertos. “Ese detalle me llamó la atención,
y al revisarlos con mayor cuidado, encontré que de jabón solo tenía la envoltura,
pues estaban repletos de billetes de a cien pesos, que ya contados hacían la
cantidad de treinta mil pesos… guardé el maletín con todo lo demás”.
Mientras Guadalupe fue a ver a Alejandro. Arturo Gallegos se dirigió a la calle Sierra Norte de Puebla
para avisarle a Francisco y a Chon. Después de la sorpresa, Chon pasa a la rabieta y dice “eso les
pasa por sentirse jefes, ya habíamos quedado que yo iría a dejar el dinero a Pancho, pero no, ahí están las
consecuencias”.
Después de
ser informado, Alejandro tomó la
decisión de ir a la 27 Zona Militar para tratar de salvarlos y le pidió a
Guadalupe que lo acompañara, ésta se resistió y no es para menos después de
haberla librado en Atoyac; sin embargo él casi la obligó a acompañarlo.
Antes que arribara Alejandro al cuartel, llegó el comandante de la policía judicial de
Acapulco, Wilfrido Castro Contreras, quien enterado de la detención de los
sospechosos asistió a reconocerlos. De inmediato fue conducido al lugar donde
estaban los detenidos. Le informaron de los nombres que habían dado al momento
de su detención, y dirigiéndose a uno de ellos le dice, “Cuauhtémoc ni que la chingada, tu eres Carmelo Cortés Castro
cabrón”, al tiempo que le daba dos golpes con la mano abierta en pleno rostro.
Poco después llegó Alejandro, acompañado de Guadalupe, a tratar de salvar a los
detenidos con el pretexto de que eran sus trabajadores, pero al estar
plenamente identificados, toda argumentación salía sobrando. Los dos fueron
detenidos, cuando le preguntaron a Guadalupe quien era ella, y ésta dijo que
era la joven que estuvo junto con los sospechosos en Atoyac. Le preguntaron por
qué se había fugado del hotel, ésta contestó que no se había fugado, más bien nunca
estuvo en calidad de detenida. Alejandro
fue identificado como Humberto Espinobarros Ramírez, desertor del Ejército,
delito por el cual fue trasladado al estado de Veracruz y procesado, después de
una corta estancia en el cuartel de la 27 zona militar.
Asienta Gallegos: “Guadalupe junto con los otros
tres detenidos fueron llevados al Campo Militar Número Uno de la Ciudad de
México y puestos en celdas separadas unidas entre sí por los costados, es decir
que no podían verse entre ellos. Para mejor ubicación diremos que había un
pasillo en medio que dividía la zona de celdas. Los de una zona podían ver a
los de enfrente pero no a los que pegaban con ellos; por tal razón era
imposible que los recién llegados pudieran verse. El
pasillo era bastante largo y había un guardia al fondo; las celdas eran muy
pequeñas, de un metro cuadrado, donde el detenido dormía sentado, cuando podía.
Frente a la celda de Guadalupe se encontraba una mujer casi desnuda con un niño
en brazos que, sin embargo, no dudó en deshacerse de un pedazo de trapo para
dárselo a la recién llegada”.
Poco después de haber sido colocados en sus celdas,
los detenidos tuvieron su primera visita, era Miguel Nassar Haro, quien
llevando hojas blancas en la mano, les dijo: “Escriban ahí toda su historia,
sin que se les pase nada, regreso más tarde”. Cuauhtémoc escribió: lugar y fecha de nacimiento, estudió la
primaria en una escuela de Atoyac, la secundaria en la Normal de Ayotzinapa y
continuó sus estudios en la Preparatoria número 1 de la UAG, de donde fue
expulsado en el año de 1966, junto con otros 46 compañeros, por sus actividades
como dirigente estudiantil. Poco más tarde regresa Nassar Haro, y al ver la
hoja escrita: “Basura, pura basura, pero ahora vamos a ver si son tan cabrones hijos de la chingada, aquí el más
valiente canta. ¡Llévenselos!”, Ordenó. Los detenidos fueron conducidos a la
sala de tormentos. Primero psicológica; “me van a decir donde tienen a Jaime
Castrejón, y no me digan que no saben porque les rompo toda la madre”.
Los informes del Ejército reportaban, el 21 de
noviembre de 1971, la detención de Julián González y Fernando Pérez en Atoyac
de Álvarez. También del ex oficial militar Humberto Espinobarros Ramírez, ocurrida
en el cuartel de la 27 Zona Militar quienes fueron remitidos a la capital, como
presuntos gavilleros que operaban en el estado de Guerrero. Ese reporte no
habla de Carmelo.
Julián González fue
el nombre que dio Carlos Ceballos Loya y Gabriel Barrientos Reyes dijo llamarse
Fernando Pérez al momento de ser detenidos en Atoyac. En algunos momentos
los informe militares son erráticos. Pero si corroboran el destino que tenían
los detenidos relacionados con los grupos guerrilleros: el Campo Militar Número
Uno.
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