Víctor Cardona Galindo
Se dice que a fines del siglo dieciocho unos indios
descubrieron en un barranco cercano al pueblo de Petatlán la imagen de un
nazareno. Nadie supo cómo llegó, esa pieza del arte sacro, a ese paraje próximo
a la playa. Una versión es que un grupo de hombres lo transportaba de Nueva
Galicia rumbo al puerto de Acapulco pero al pasar por ese lugar se les puso
pesada y ya no la pudieron mover.
Padre Jesús de Petatlán |
Otra hipótesis es que la imagen era transportada por
un buque que naufragó, cuyos marineros al sentir el desastre vieron la manera
de ponerla a salvo llevándola a la población más cercana, pero al verse entre
selvas y tierras deshabitadas la abandonaron en el barranco donde fue
encontrada muchos años después por un campesino que salió muy
temprano a trabajar su parcela. En el camino de pronto escuchó gritos de dolor;
creyó que se trataba de una persona herida caminó hacia donde salían los
lamentos. Encontró que era la escultura de Jesús hincado que se dolía ante el
peso de la cruz. Presto avisó a las autoridades religiosas, quienes la rescataron
entre los espinos y huizaches donde se encontraba. La imagen estaba tan pesada
que donde la encontraron se le construyó una pequeña capilla, más tarde la parroquia
que tiene.
Otra
versión más aceptada por los creyentes, dice que el sacerdote local convocó a
los fieles para reunir dinero destinado a la compra de una escultura de Jesús
en el viacrucis. Como el pueblo era pobre la cantidad que se reunió no fue
insuficiente. Sin embargo, el sacerdote se preparaba para salir a buscar la
escultura para de suplir a la del viejo San Antonio que entonces veneraban. A
punto estaba de salir cuando escuchó tres golpecitos en la puerta de la su
habitación. Al abrir la puerta, se encontró con un humilde campesino, moreno
claro, de ojos negros y tristes, quien sabía cuál era el propósito de su viaje.
Este humilde hombre le prometió que él mismo haría la escultura para que el sacerdote no se expusiera a los
peligros del viaje, en ese tiempo que había que vadear ríos y selvas inhóspitas
hasta la capital del país o hasta Valladolid, ante la promesa desistió del
viaje. Y al domingo siguiente, mientras celebraba la misa en una pequeña
ramada, un nativo leñador llegó a él y con alegría lo condujo hasta la sombra
de un árbol donde encontraron la escultura nazarena. Por eso nunca se ha sabido
quién fue el autor de la obra. La escultura fue llevada al pueblo de Petatlán
al medio día de un Domingo de Ramos. En una procesión con palmas y flores
primera vez recorrió las calles del pueblo sobre los hombros de sus devotos.
Y a veces cuando van a limpiar la imagen encuentran que
tiene en sus sandalias arena del mar y a otras ocasiones su túnica está mojada.
Es cuando algún barco se hunde y lo imploran él acude para ayudar a los
náufragos. Un rico comerciante se acercó a la imagen y sintió como los ojos le
lastimaron la vista por eso la mandó a retocar. Luego sufriría un accidente que
lo llevó a postrarse a los pies del ídolo y pedirle perdón.
Actualmente Papa Chucho, Papa Chuy, Papa Chú o
Padre Jesús de Petatlán sigue siendo venerado. Los
caminos de la Costa Grande han visto caminar muchos devotos hacia Petatlán. En
aquellos tiempos para el 5 de agosto que se venera Papa Chú, había muchas crecientes
de los ríos. Don Jacinto Pérez caminaba con sus hermanos a cumplir una manda a
Petatlán, pero como el río estaba crecido dejó a los dos menores encargados en
El Arenal y él se fue a cumplir la manda y ya no regresó. Los niños crecieron
en El Arenal ya mayores Antonio se fue a la revolución y Herminio se fue a
vivir a El Ticuí, donde al morir dejó una gran descendencia.
En Los
Valles en pueblo donde nací, la gente es muy devota de Padre Jesús de Petatlán,
todos los años desde su fundación se organizaban caravanas, de muchas familias
de aquí y de los pueblos aledaños para ir a visitar al milagroso Santo. En ese
tiempo no había vías de comunicación, se hacían tres días caminando de Atoyac
hasta Petatlán.
Dice la
leyenda que mujer llamada Sofía iba caminando a cumplir una manda y llevaba
sed, como renegaba y maldecía se convirtió en piedra. Durante mucho tiempo los
viajeros que pasaban por esa piedra le ponían agua, porque esa mujer llevaba
sed. Con los años la piedra que fue doña Sofía quedó perdida entre el monte
porque al abrirse la carretera a Zihuatanejo el camino real quedó en el olvido.
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