Víctor Cardona Galindo
El
Salto es una comunidad que se fundó allá por 1915, el primero que llegó a vivir
ahí fue don Eusebio Téllez, luego las familias Castro y Benítez, vivían allí
don Isabel Benítez, Ignacio Benítez, Miguel Castro. Le llamaron el Salto
Grande, porque había otro pueblito que se llamaba el Salto Chiquito en los
terrenos de don Marcelino Mariscal.
El
Salto Grande tenía 14 casitas en 1956. En ese tiempo se fueron sumando otras
familias como los Cruz, los Aguilar, los Caballeros, los Martínez Bautista, los
Guzmán y Zaragoza, una vez que fue creciendo tuvo su primer comisario en 1959
que fue don Celestino Benítez.
Las
tierras de El Salto pertenecen al ejido de Mezcaltepec. Menciono estos datos
porque el río cercano a esta comunidad se ha convertido en lugar de recreo de
muchos atoyaquenses y visitantes. Para llegar ahí son cinco kilómetros, de la
cabecera municipal de Atoyac, hasta el entronque de la comunidad y de ahí 600
metros de terracería hasta el río, encontrará una poza de cristalinas aguas
rodeadas de enramadas, donde se venden camarones de río, sopes y todo tipo de
carnes, acompañadas de su cerveza bien fría.
A la
orilla del río hay unos árboles muy frondosos, donde usted puede llevar su
asador de carne y cocinar para la familia mientras se bañan en las frescas
aguas. O si prefiere acompañado de un visor usted puede atrapar personalmente
los camarones que consumirá, respetando las hembras embarazadas claro está,
usted va a notarlas por las hueveras
que tienen en su pancita.
Cuando
uno mismo se mete al río para atrapar los camarones que comerá, el relajamiento
es total, aunque si es muy malo, como yo, para pescar camarones, mejor le
recomiendo que lleve su provisión de carne, o pida el platillo de su
preferencia en una de las enramadazas, porque a pesar de no haber atrapado los
camarones suficientes saldrá del agua con mucha hambre, porque al andar
buceando verá como los camarones salen de una piedra y se meten a otra. Es muy
emocionante créame y aunque no haya agarrado ninguno, el susto a los camarones
nadie se los quita.
Al
primero que se ocurrió que el Salto podría ser un lugar turístico, a fue
Ladislao Sotelo Bello cuando fue Presidente Municipal por segunda vez. Luego
José Cruz, Tirso Silva, Ofelio Benítez, Gonzalo Caballero y Francisco Téllez se
asociaron para poner las primeras cuatro enramadas.
Antes
de 1975, se llegaba al Salto por medio de un Camino Real, que entraba en el
lugar conocido como Las Compuertas y salía en La Cumbre, entre el 75 y 76 quedó
terminado en camino de terracería y el 2008 en la gestión del alcalde Pedro
Brito García quedó pavimentada la carretera, por eso si decide visitarlo en
menos de medio hora estará bañándose en las frescas aguas del río.
Los
habitantes del salto, siembran maíz y frijol de temporal y de riego. El pueblo
toma su nombre de la cascada que se forma en el río de Atoyac abajo de la
población, el río baja por una laja muy grande y cae en el fondo del
acantilado, formando un espectáculo natural muy impresionante. Más abajo como a
medio kilómetro está el Salto Chiquito una cascada preciosa que puede verse
sentado bajo la sombra de los cuajinicuiles o puede nadar si quiere. Pero como
está muy solitario, los visitantes se conforman con mirar.
Frente
al salto está el cerro Cabeza de Perro una de las montañas más grandes del
municipio de Atoyac, donde la leyenda dice que está escondido el tesoro de Juan
Álvarez y el cuyas faldas Lucio Cabañas establecía su campamento guerrillero.
Se puede subir sólo por la comunidad de Agua Fría.
El cerro
tiene su encanto, Francisco Galeana Nogueda en su libro “Conflicto Sentimental, Memorias de un Bachiller en Humanidades”
escribió… el cerro está al norte de Atoyac, “Cabeza de Perro”, que tiene un
aspecto estéril y desértico; no nos muestra el tono azul como los otros, sino
que es de faz blanca como montaña nevada.
Me
viene a la memoria de inmediato el cuento o leyenda de ese cerro: “Se ha dicho
y se sigue diciendo hasta la fecha, que en cerro o en la cárcel que encierra su
verde selva, existe una hermosa laguna, cuyo encanto consiste en vestirse de
multicolor ropaje cuando el sol diluye
sus rayos blanquecinos sobra la faz azul de su rostro cristalino”.
Y a la
vez, en dicho perímetro abunda lujuriosa floresta, y en cuanto a su fauna hasta
el ave del paraíso surca con sus alas medrosas el cielo limitado e impasible.
La laguna hechizada tiene de todo y la habitan hermosas ninfas.
El
arroyo grande nace en esta laguna, cuyos bordes según cuentan quienes tuvieron
la dicha de experimentar este sortilegio, forman el más bello ramillete de
flores exóticas y raras; viñedos cuyas frutas almibaradas satisfacen al paladar
más exigente.
Todo
este sopor lo sentían quienes en alguna ocasión se aventuraban por esos
contornos, pues se cree que es el lugar donde los habitantes de Tecpan,
temerosos de las incursiones de los tarascos guiados por su rey Caltzontzin,
depositaron sus riquezas en oro y piedras preciosas, tesoro que se cree que
existe hasta la fecha.
Un nativo
del pueblo de Atoyac, según versiones, entregó al General Juan Álvarez un
pergamino, el cual contenía el mapa que señalaba exactamente el sitio donde
estaba este encantamiento, con el objeto de que el patricio usara este tesoro
para la causa de la Independencia; no sabemos si lo encontró, aunque se cree
que no fue hallado y sigue reflejando en determinado tiempo la dorada llama de
su existencia.
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