jueves, 4 de junio de 2015

El Salto Grande

Víctor Cardona Galindo

El Salto es una comunidad que se fundó allá por 1915, el primero que llegó a vivir ahí fue don Eusebio Téllez, luego las familias Castro y Benítez, vivían allí don Isabel Benítez, Ignacio Benítez, Miguel Castro. Le llamaron el Salto Grande, porque había otro pueblito que se llamaba el Salto Chiquito en los terrenos de don Marcelino Mariscal.
El Salto Grande tenía 14 casitas en 1956. En ese tiempo se fueron sumando otras familias como los Cruz, los Aguilar, los Caballeros, los Martínez Bautista, los Guzmán y Zaragoza, una vez que fue creciendo tuvo su primer comisario en 1959 que fue don Celestino Benítez.
Las tierras de El Salto pertenecen al ejido de Mezcaltepec. Menciono estos datos porque el río cercano a esta comunidad se ha convertido en lugar de recreo de muchos atoyaquenses y visitantes. Para llegar ahí son cinco kilómetros, de la cabecera municipal de Atoyac, hasta el entronque de la comunidad y de ahí 600 metros de terracería hasta el río, encontrará una poza de cristalinas aguas rodeadas de enramadas, donde se venden camarones de río, sopes y todo tipo de carnes, acompañadas de su cerveza bien fría.
A la orilla del río hay unos árboles muy frondosos, donde usted puede llevar su asador de carne y cocinar para la familia mientras se bañan en las frescas aguas. O si prefiere acompañado de un visor usted puede atrapar personalmente los camarones que consumirá, respetando las hembras embarazadas claro está, usted va a notarlas por las hueveras que tienen en su pancita.
Cuando uno mismo se mete al río para atrapar los camarones que comerá, el relajamiento es total, aunque si es muy malo, como yo, para pescar camarones, mejor le recomiendo que lleve su provisión de carne, o pida el platillo de su preferencia en una de las enramadazas, porque a pesar de no haber atrapado los camarones suficientes saldrá del agua con mucha hambre, porque al andar buceando verá como los camarones salen de una piedra y se meten a otra. Es muy emocionante créame y aunque no haya agarrado ninguno, el susto a los camarones nadie se los quita.
Al primero que se ocurrió que el Salto podría ser un lugar turístico, a fue Ladislao Sotelo Bello cuando fue Presidente Municipal por segunda vez. Luego José Cruz, Tirso Silva, Ofelio Benítez, Gonzalo Caballero y Francisco Téllez se asociaron para poner las primeras cuatro enramadas.
Antes de 1975, se llegaba al Salto por medio de un Camino Real, que entraba en el lugar conocido como Las Compuertas y salía en La Cumbre, entre el 75 y 76 quedó terminado en camino de terracería y el 2008 en la gestión del alcalde Pedro Brito García quedó pavimentada la carretera, por eso si decide visitarlo en menos de medio hora estará bañándose en las frescas aguas del río.
Los habitantes del salto, siembran maíz y frijol de temporal y de riego. El pueblo toma su nombre de la cascada que se forma en el río de Atoyac abajo de la población, el río baja por una laja muy grande y cae en el fondo del acantilado, formando un espectáculo natural muy impresionante. Más abajo como a medio kilómetro está el Salto Chiquito una cascada preciosa que puede verse sentado bajo la sombra de los cuajinicuiles o puede nadar si quiere. Pero como está muy solitario, los visitantes se conforman con mirar.
Frente al salto está el cerro Cabeza de Perro una de las montañas más grandes del municipio de Atoyac, donde la leyenda dice que está escondido el tesoro de Juan Álvarez y el cuyas faldas Lucio Cabañas establecía su campamento guerrillero. Se puede subir sólo por la comunidad de Agua Fría.
El cerro tiene su encanto, Francisco Galeana Nogueda en su libro “Conflicto Sentimental, Memorias de un Bachiller en Humanidades” escribió… el cerro está al norte de Atoyac, “Cabeza de Perro”, que tiene un aspecto estéril y desértico; no nos muestra el tono azul como los otros, sino que es de faz blanca como montaña nevada.
Me viene a la memoria de inmediato el cuento o leyenda de ese cerro: “Se ha dicho y se sigue diciendo hasta la fecha, que en cerro o en la cárcel que encierra su verde selva, existe una hermosa laguna, cuyo encanto consiste en vestirse de multicolor  ropaje cuando el sol diluye sus rayos blanquecinos sobra la faz azul de su rostro cristalino”.
Y a la vez, en dicho perímetro abunda lujuriosa floresta, y en cuanto a su fauna hasta el ave del paraíso surca con sus alas medrosas el cielo limitado e impasible. La laguna hechizada tiene de todo y la habitan hermosas ninfas.
El arroyo grande nace en esta laguna, cuyos bordes según cuentan quienes tuvieron la dicha de experimentar este sortilegio, forman el más bello ramillete de flores exóticas y raras; viñedos cuyas frutas almibaradas satisfacen al paladar más exigente.
Todo este sopor lo sentían quienes en alguna ocasión se aventuraban por esos contornos, pues se cree que es el lugar donde los habitantes de Tecpan, temerosos de las incursiones de los tarascos guiados por su rey Caltzontzin, depositaron sus riquezas en oro y piedras preciosas, tesoro que se cree que existe hasta la fecha.
Un nativo del pueblo de Atoyac, según versiones, entregó al General Juan Álvarez un pergamino, el cual contenía el mapa que señalaba exactamente el sitio donde estaba este encantamiento, con el objeto de que el patricio usara este tesoro para la causa de la Independencia; no sabemos si lo encontró, aunque se cree que no fue hallado y sigue reflejando en determinado tiempo la dorada llama de su existencia.

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