A las siete de la mañana frente a la terminal de autobuses es
una algarabía, ya despertaron los cascalotes que duermen en los almendros y se
van sobre el festín de insectos que se acumulan en las luminarias de Copel,
decenas de aves negras revolotean la pared de esa tienda departamental. Aquí el
que madruga Dios lo ayuda. A esa hora la comida es segura para zanates y
zanatillas. A esa hora la lechuza, depredadora de las negras aves, pasa
altísima huyendo de luz del sol que le va arañando los talones y mordiéndole
las plumas de la cola.
Abajo, sobre la banqueta, la madrugadora
señora que vende desayuno a los viajeros, ya se instaló. Ya se puede tomar un
café negro como mi conciencia o con leche, un atole de piña o de avena. Los
bolillos con tinga son mi delirio. A la siete sale el autobús para
Chilpancingo, ya varias corridas se fueron, desde las cuatro de la mañana,
rumbo al Puerto de Acapulco. Mientras sube el sol abren los demás negocios.
Leno pondrá su puesto con deliciosos tacos de chivo. “Si usted se quiere poner
bueno, coma tacos Leno”.
Si tiene semillas es guanabana |
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