Víctor Cardona Galindo
El Ejército Popular Revolucionario (EPR) hizo su aparición el
28 de junio de 1996 en el primer aniversario de la masacre de Aguas Blancas.
Ese día siendo director de Comunicación Social del Ayuntamiento de Atoyac acudí
al vado para acompañar a Wilibaldo Rojas Arellano quien fungía como síndico.
Entre otros, iba la directora de la Participación Social de la Mujer Angélica
Castro Rebolledo, recuerdo también a don Cipriano de la colonia Cuauhtémoc.
Ranferi
Hernández Acevedo siendo diputado
local por el PRD, fue perseguido duramente
después de la aparición del EPR y tuvo que
exiliarse unos años en Francia. Foto: tomada
de Internet.
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Marchamos desde la salida de Aguas Blancas al vado, en el
camino saludé algunos reporteros de Acapulco como Heriberto Ochoa Tirado y
Javier Trujillo. Entre la gente iban jóvenes que hablaban por radio. Uno de
camisa roja pedía sacar de la marcha a un infiltrado que ya tenían
identificado. Al llegar al vado observé que había vigilancia al fondo arriba de
unas gigantescas piedras.
Al llegar al evento, como no llevaba comisión específica,
me dediqué a platicar con los reporteros, también me encontré a la defensora de
los derechos humanos Aurelia Pérez Cano que colocaba unas mantas y comentamos
asuntos de Atoyac. En el presídium hablaba el padre Máximo Gómez Muñoz y no
supe que dijo Cuauhtémoc Cárdenas. Luego comencé a buscar a Lucio Castillo
Gervasio para enfrentarlo, en los albures, con un fotógrafo de nombre Urbano.
En eso estaba cuando la gente comenzó a correr, miré hacia el cerro y vi
hombres armados caminado rápido hacia la multitud con Cuernos de Chivo en la mano. Pensé que había caído el Ejército a
masacrarnos. Mi primera reacción fue correr rumbo a una zanja, pero unos hombres
de camisa blanca y gorra amarilla que estaba tomados de la manos decían: “no corran,
son compañeros”, entonces regresé a buscar a los míos. No se podía dejar el
lugar, los hombres de gorras amarillas eran muchos y habían formado una cadena
humana en torno a la concentración. Ya nadie puso salir. Una mujer de Aguas
Blancas decía: “Yo solamente vine a la misa, ya me quiero ir”.
Confieso aquí que yo nunca fui cardenista. Me incorporé al
cardenismo y después al PRD porque pensé que era la vía para cambiar la vida de
los pobres de éste país. Nunca simpaticé con la personalidad del líder más importante
de la izquierda de México en los últimos años. Es más nunca le puse atención a
sus discursos y nunca los leí cuando los encontré impresos. Pero ese día lo vi
solo, parado en la orilla del mitin, rumbo a la salida, y dije entre mí: “bueno
si me van a matar aquí, que me maten cerca de Cárdenas” y me le acerqué lo
saludé por primera vez y hasta lo abracé. El viejo correspondió a las muestras
de afecto pero sin mover ningún músculo de la cara. Cuando volví los ojos al presídium
ya hablaban los encapuchados y las columnas guerrilleras estaban apostadas a
los lados. Entonces me regresé donde estaba la muchedumbre escuchando los
discursos. Confundido, al principio pensé que los rifles AK-47, conocidos como Cuernos de Chivo, eran de plástico. Pero
al acercarme al primer miliciano que estaba a un costado del presídium ya supe
que eran de verdad, me di el lujo de darle un toquecito con el dedo en el
cargador. El guerrillero no se movió. Mientras escuchaba “La primera declaración
de Aguas Blancas” un líder campesino se me acercó me saludó y me dijo: “Ahora
sí, el pueblo tiene quien lo defienda”.
Ya sabiendo que se trataba de una guerrilla de verdad,
quise acercarme a la columna que estaba a la izquierda con relación al presídium,
pero resbalé y cuando ese grupo de guerrilleros abandonó el lugar, un eperrista
chaparrito me dijo a Dios. Pensé que a lo mejor ese guerrillero tenía miedo o quería
darme algún recado para su familia. “A lo mejor se trata de un amigo”,
reflexioné.
Después de su presentación pública los guerrilleros se
fueron y pudimos salir. Al llegar al puente de Coyuca los atoyanqueses, que
veníamos en una camioneta de redilas, nos bajamos para tomar un refresco, recuperarnos
de la impresión y esperar que su sumaran los compañeros perdidos, porque
algunos por miedo se subieron a la primera camioneta que encontraron. Nos
reorganizamos. Hasta ahí me alcanzaron cuatro reporteros de Acapulco que se
movían en un coche Suru blanco, entre ellos iba amigo Cecilio Molina Martell,
querían que les dijera quienes eran los que aparecieron en el vado. Yo les
contesté entre risas nerviosas que no sabía. Uno de ellos fue muy duro me dijo:
“Tu sabes, te haces pendejo si son de tu gente”. Me sentí acosado.
Luego partimos rumbo al Zócalo de Acapulco donde el PRD
haría un mitin. El presidente del partido Octaviano Santiago Dionicio dijo que
se avecinaban tiempos oscuros y llamó al gobierno a respetar los derechos
humanos de los civiles. Por la noche nuestro contingente regresó para Atoyac,
en el camino fue revisado dos veces por los militares. Ya había soldados bien
pertrechados, con casco y todo, custodiando la carretera. Ya era muy noche
cuando llegamos a Atoyac y lloviznaba. Me quedé a dormir en la casa de
Fortunato Hernández y Angélica Castro Rebolledo. No me pude ir a El Ticuí.
Entre nosotros todo era un mar de confusiones, no atinábamos en un análisis
serio. No asimilábamos lo ocurrido durante el día. Ya pasaba la emoción comencé
a recorrer el casete. Entonces ya fui sincero conmigo mismo. La verdad es que yo
ya esperaba la irrupción de un grupo guerrillero en cualquier momento. Ya lo
habíamos comentado con algunos cuadros experimentados de la izquierda. Algunos
compañeros del PRD me dijeron que había rastros de un campo de adiestramiento
al sur de La Remonta y que, después de la masacre de Aguas Blancas, habían
visto atravesar el río un grupo numeroso de hombres armados. “No son guachos”,
me dijeron.
Recordé que un día, parece que de 1988, alguien deslizó un
periódico Proletario por debajo de la
puerta de un vecino en El Ticuí. Me lo mostró. Los ticuiseños siempre se han
mantenido ajenos a ese tipo de cosas, para él ese periódico era extraño. Yo lo
leí, hacían un análisis de la realidad nacional e internacional, hablaban del concepto
Guerra Popular Prolongada (GPP) y esas cosas. Llamaban al pueblo a formar
comités de autodefensa armada en contra de la oligarquía.
También fui dirigente estudiantil de la preparatoria número
22 en la generación 1987-1990. Como me formé en la izquierda era el único
estudiante que intentaba adoctrinar a mis compañeros a favor del socialismo, y
en las “saloneadas” hablaba de burguesía, de proletariado, oligarquía, Estado
burgués e imperialismo. Un día en las butacas de varios salones aparecieron ejemplares
del periódico Proletario que editaba
la alianza Procup-Pdlp. Mi novia levantó varios ejemplares y me dijo ¿por qué
dejaste esto en los salones? Yo tomé uno y lo leí. Fui a ver a un viejo maestro
de izquierda y le pregunté sobre eso. Me expresó su concepto del Partido
Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup) decía que era una
organización guerrillera muy radical surgida en la Universidad de Oaxaca y que
el Partido de los Pobres (Pdlp) eran lo que había quedado el grupo de Lucio Cabañas
Barrientos, que habían secuestrado a Arnoldo Martínez Verdugo y asesinado a
Francisco Fierro Loza en Chilpancingo. Había que tener cuidado con esas
organizaciones. Tener una idea sobre esas estructuras políticas no evitó que yo
fuera el principal sospechoso de repartir esos folletos. Cursaba el segundo año
en la tarde y ese día estaba ahí muy temprano “que casualidad” dijo un
estudiante del grupo contrario. La verdad es que llegué temprano, a la
preparatoria, acompañando a mi novia que iba en la mañana. En 1989 un joven
estudiante me confió que platicó con un encapuchado que le habló de socialismo
y de seguir la vía armada para cambiar el sistema. En 1990 después de realizar
una reunión del PRD, en una comunidad sin energía eléctrica, un hombre desconocido
se me acercó en la oscuridad de la cancha de basquetbol para decirme que un jefe
de la alianza Procup-Pdlp quería platicar conmigo.
Le respondí que no podía porque en ese momento abandonaría
la comunidad y le dije que si querían me salieran en el camino y platicábamos.
La verdad es que tuve mucho miedo, pero formalmente le dije que volvería. Esa
noche acompañado de Ramoncito Pino, caminamos en la oscuridad y dormimos en la
comunidad siguiente arropados por unos costales. El compañero que nos dio posada
era muy pobre, solamente pudo compartir un zarape y nos tendió unos costales en
el suelo del corredor de su casa. Luego nos dimos cuenta que el zarape también
era muy pequeño. Pasamos mucho frío porque la casa del campesino estaba a la
orilla de un arroyo.
El encuentro con los hombres encapuchados del monte no se
dio porque me fui al puerto de Acapulco dizque a estudiar. Encontré trabajo
repartiendo periódicos en El Suriano
de Carlos Yáñez, después me habilitaron como reportero. En esa época nos
llegaba por correo personalizado nuestra suscripción del Proletario. Recuerdo que un día dormitaba en la sala de redacción
de la oficina de comunicación social del gobierno del Estado en La Garita, llegó
Rodrigo Huerta y dijo: “Está dormido el guerrillero”. Supongo que por ser de
Atoyac me hacían esa broma. Pero los “Orejas” se lo tomaron en serio. El día
primero de enero de 1994 cuando apareció en Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) en Chiapas hubo periodistas que me llamaron para preguntar mi
opinión. El primero que me llamó, y me dio la noticia del levantamiento, fue
Leodegario Aguilera Lucas, me dijo: “prende la tele y me dices que opinas”. La
verdad la irrupción del EZLN en Chiapas me confundió, al principio pensé que
eran de la ETA de España. Luego, el 10 de abril de 1994, enviado por la agencia
de noticias IRZA de Chilpancingo, estuve todo el día en Ayutla cubriendo un
evento de campesinos. Recuerdo que bajito el agua se hablaba de un posible
levantamiento armado ese día. No se dio.
Por
eso esa madrugada del 29 de junio de 1996, tirado en la hamaca de la casa de
Fortunato Hernández y Angélica Castro comencé a sentir miedo. Ya casi al
amanecer llegó El Boris un huracán
devastador, sus vientos destrozaron la Costa Grande. Después de pasada la
tormenta y de ayudar a mis vecinos afectados por ese fenómeno natural, escribí
éste verso: “Se fueron con el rayo /y
antes de la tempestad /enverdecieron con la sierra /en busca de la libertad”.
***
El Ejército Popular Revolucionario (EPR) apareció en siete
estados pero principalmente en Oaxaca y Guerrero. En este estado su mayor
actividad la ejecutó en Atoyac donde visitó ocho comunidades de este municipio,
y realizó pintas en casi todas las colonias de la cabecera y poblaciones del
bajo como Cacalutla. La primera aparición del grupo armado fue en la colonia 18
de Mayo, el miércoles 4 de diciembre de 1996, como parte de su campaña de
propaganda armada “Lucio Cabañas Barrientos”, el EPR llamó a un mitin en ese
núcleo poblacional. Eso obligó al presidente municipal Javier Galeana Cadena
declarar que los guerrilleros eran sus amigos “si buscaban beneficio para el
pueblo”. Galeana Cadena emitió un discurso el 2 de diciembre por la radio en
honor a Lucio Cabañas buscando un acercamiento con los sectores de izquierda.
A raíz de la aparición de esa nueva guerrilla del Movimiento Armado
Socialista los conflictos sociales de El Cucuyachi, Cacalutla y Agua Fría se
agudizaron. Se vino la militarización y el hostigamiento
permanente a los perredistas en las diferentes comunidades. Por esas fechas
también comenzaron a caer asesinados algunos líderes priistas. Los “Orejas”
agentes de gobernación estatal y federal se multiplicaron. Había informantes
del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN), soldados de civil del
Grupo de Inteligencia de Zona (GIZ), un grupo de militares de inteligencia que
venía directamente de la Ciudad de México, de la Policía Federal Preventiva, de
la PGR, Policía Judicial Militar, de la Policía Motorizada y muchos “madrinas
de la Judicial”. La cosa se puso cabrona.
***
Cuando terminó el gobierno de María de Luz Núñez Ramos me
reincorporé al periodismo, me abrieron las puertas en El Sur. Un día un “periodista” me citó en un pasillo que había en el
cine Playa Hornos de Acapulco. Me dijo emocionado que le habían filtrado una
lista de los guerrilleros del Ejército Popular Revolucionario. Me invitaba a
compartir la información por si le pasaba algo al publicarla. Me entregó la
copia de una lista de nombres escrita a máquina, era una copia simple sin
logotipos. Comencé a leer encontré muchos nombres conocidos de políticos y
luchadores sociales de izquierda de la Costa Grande. Le dije “ésta lista no es
confiable”, me dijo “si, es buena la fuente que me la dio”. Le alegue que no
era confiable porque mi nombre aparecía en el número trece de la lista.
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