Víctor Cardona Galindo
Luis Ríos
Tavera
Fue presidente municipal de Atoyac en el periodo (1963-1965). Nació en
esta ciudad el 17 de mayo de 1926. Es autor de varios libros entre los que se
encuentran: Los Cuari, Guerrero
y sus dos costas, y El
Guerrerense. Como la mayoría de los escritores atoyaquenses,
Luis Ríos Tavera escribe sobre el terruño. Retrata los tiempos que le tocó
vivir y se apasiona con la cultura, las tradiciones y la historia del pueblo
costeño. Una de sus crónicas más representativas es “Mamá Grande” y “Pescado
Fresco”, trabajos en los que se involucra en la vida cotidiana de esta ciudad,
las velaciones, los recorridos por El Ticuí y alguna que otra leyenda que
cuentan todavía nuestros mayores. Luis Ríos Tavera murió el 19 de septiembre de
1979.
En su
libro Los Cuari, habla de los indios nativos de la región y de sus
amores, plantea una hipótesis sobre los orígenes de la danza de El Cortés. Se
sabe que los españoles tenían un campo de entrenamiento en las cercanías de
Acapulco, donde armó un astillero Hernán Cortés, quien era el Marqués del Valle
de Oaxaca, por eso al lugar ahora se le conoce como Puerto Marqués. Los nativos
de Acapulco observaban como entrenaban los soldados españoles, y para burlarse
de los invasores inventaron esta danza. En la que simulaban el combate y el
movimiento del caballo.
Hay que
recordar que los nativos no tenían permiso para andar a caballo, por eso
fabricaron una yegua de madera y con bejucos le formaron el anca, la taparon
con tela de algodón y la adornaron con crines de caballo, para emitir el sonido
de los caballos españoles le colocaron cascabeles y fabricaron espadas de palo,
porque los indios tampoco podían andar amados. Así nacería la famosa y
arraigada danza de El Cortés.
Otra
versión, que también plantea Ríos Tavera, es que un recluta de los españoles al
no aguantar los agotadores entrenamientos a los que era sometido en Puerto
Marqués, mató a su entrenador y escapó. Al andar perdido en el monte enloqueció
y al poco tiempo se presentó en el puerto danzando en forma chusca diciendo “La
culpa de todo la tuvo el Cortés”.
En el texto “La Cruz de Ramas” de su libro Los Cuari habla de El Cuera Negra dice
“El Malo es el demonio, tal como se les aparece a los hombres y a las mujeres
que viven en la sierra. ‘El Malo’ en la forma de bestia, o de ser humano, o de
rufián, o de jugador o de bandido. ‘El Malo’ camina de noche y se detiene a contemplar
las chozas de su imperio de noche y las gentes no abren a nadie porque así
‘llega el Malo’… El malo toca la puerta y pide una caridad, a las 12 de la
noche. Un fuerte olor de azufre impregna el ambiente. Los caballos relinchan.
Los perros aúllan. Las gallinas cacarean y vuelan espantadas sobre los tejados
a los árboles… La familia pide protección a los santos… pero ya es tarde: ‘El
Malo’ se ha posesionado de sus almas”.
Cuanta la
leyenda que El Cuera Negra es un hombre joven guapo, elegantemente vestido,
montado en un brioso caballo negro, que recorre las comunidades de la sierra.
Su fuerte silbido se escucha en las noches, cuando anda buscando a los que
tienen compromisos con él. Muchos acuden a la piedra del Diablo que está
subiendo a la sierra, o al cerro Cabeza de Perro, para pedir favores a
cambio de sus almas.
Por las
noches los busca. Su caballo de brillante pelaje resopla en los caminos,
mientras él silba con una tonada muy fina y elegante. A veces va vestido de charro,
con una botonadura de oro o de vaquero con sombrero tejano, siempre de negro.
Hay gente que hasta nuestros días dice haber visto al Cuera Negra.
Aseguran que del panteón de Atoyac sale a las tres de la
mañana un hombre vestido de charro con botonadura de plata, todo de negro, un gran
sombrero de charro le cubre la cara y su caballo negro danza al caminar
haciendo sonar las herraduras en el piso. Se escucha el rechinido del metal en
el pavimento. Esa leyenda fue plasmada en letras de molde por el ex presidente
municipal de Atoyac.
Ríos Tavera en su libro El
Guerrerense escribió una monografía de El Paraíso y dice que se fundó en
1900 y que los primeros pobladores fueron: Miguel Rodríguez, Maximino Andrés
Antonio, Silvano Domínguez, Hilario Hernández, Alejandro Tolentino, Lucio Andrés
Antonio, Bonifacio Bautista, Espiridión Nava, Antioco González Poncelis, entre
otras personas.
Tenía afición por la arqueología y exploró las
inmediaciones de El Paraíso, buscó los rastros de nuestros antepasados: “En
este ejido existen vestigios de algunas de las razas indígenas antiguas:
aztecas, cuitlatecas o tepuztecas, pues por todos los rumbos se han encontrado
los campesinos, al arar sus tierras o sembrar árboles frutales haciendo pozos,
figuras de barro, piedra y jade; hachitas de cobre fino, cuentas de barro y
piedra y de metal no definido; así como idolitos y otras curiosidades antiguas
más”.
“Por el rumbo de los terrenos de riego que tienen en este
ejido los agricultores, punto que se llama Los Planes, existen varios momuxtles (momuxtlis) de donde han sacado los agricultores figuras de piedra,
barro, jade y uno que otro pequeño objeto de cobre (…) Entre este ejido y el
poblado de El Edén, en el sitio o poblado de La Pintada, existe una enorme
piedra de granito y en una de sus caras se encuentra un jeroglífico que está
esculpido con figuras de soles, reptiles, aves”.
El
caudal de los arroyos de Atoyac quedaron de recuerdo en los libros de Tavera, en
1973 escribió: “Desde arriba se ve un manto que se extiende al Océano Pacífico,
lo cruza el prominente río que se llama Atoyac… De afluentes tiene innumerable
arroyos que ondulan y se detienen en remansos. Crece el follaje verde en los
contornos; y de los montículos que se alzan de abajo arriba se divisan las
calles paralelas perdidas entre los árboles frutales y palmeras centenarias.
Recuestan su presencia en el bálsamo del olor purificante, ya del ocote de la
sierra”.
En El Guerrerense está esa sabrosa crónica que se llama “Pescado Fresco” donde habla del
ambiente que se vivía durante la bonanza del café en la ciudad de Atoyac. En
donde comenta: “si el quintal de café, pongamos el caso, abre en el mercado
cuando se inicia la temporada de 150 a 200 pesos; el campesino ya lo tiene
comprometido en menos de la mitad, ¡y hay que pagar! Para quedar bien, porque
luego se ofrece… el año que entra lo mismo”.
Habla del pueblo fiestero
gastándose el resultado de buenas cosechas y de los compradores que arreglaban
“la romana para robar de peso, y les quede algo por kilo”. Y retrata bien el
tiempo. “De allí el desequilibrio, la división de los hombres. El monopolista
del grano, el succionador del sudor, el criminal que manda a matar, el bandido
que roba con la pesa; y la injusticia del que manda en la vida pública”.
Es en “Pescado Fresco” es donde
recoge muchas historias del municipio en una sola, todas las etapas de la vida
de la región, en lo que dura una plática en una velación, es ahí donde da luz sobre esa historia que se cuenta
en la sierra, precisamente en la zona donde viven los Cabañas.
Se comenta que cuando comenzaba la
guerrilla, un teniente de nombre Eustaquio Aguilar llegó con un destacamento de
soldados y judiciales a San Vicente de Benítez para perseguir a Lucio Cabañas
Barrientos. Le preguntaba a la gente si lo habían visto, la gente contestaba
que no. Para hacer más efectiva su labor formó un grupo de voluntarios con
campesinos enemigos del guerrillero. Pero por más que salían hacia los cuatro
puntos cardinales de la sierra nada más no lo encontraban. De pronto el
teniente comenzó a recibir pescado fresco y camarones de río para almorzar. Él
seguía buscando a los guerrilleros y los pescados y camarones no dejaban de
llegar.
Un día, en un campo abierto avistaron
a los rebeldes, los voluntarios querían ir de una vez a los trancazos, pero el
teniente Aguilar los contuvo, tal vez pensando en su hermosa mujer que lo
esperaba en la ciudad. Los voluntarios se enojaron y lo mandaron a la chingada.
Llegando a San Vicente de Benítez el teniente se encontró con una carta donde
le pedían se presentara a la Ciudad de México para un curso de promoción.
Subió a su Jeep para abandonar la
comunidad, en la salida se encontró a Luis Cabañas y se detuvo para despedirse.
Le dijo —don Luis, si alguna vez
llega a ver al maestro Lucio dígale que me hubiera gustado conocerlo, en otras
circunstancias y saludarlo como amigo. —Qué
bueno mi capitán —contestó Luis Cabañas— en cambio él dice que le dio mucho gusto conocerlo y
quiere saber si le gustaba el pescado fresco que le mandaba todos los días.
El teniente dejó caer con afecto un
golpe al hombro de Luis, al momento que el chofer arrancaba el motor del Jeep y
el teniente se iba rumbo a la ciudad de Atoyac con la esperanza de no volver.
A Luis Ríos Tavera le
tocó participar en política en una época muy convulsa, primero enfrentó en el
Partido Revolucionario Institucional a sus enemigos internos y luego a los
cívicos que se opusieron a los candidatos oficiales. Pero para recrear esa etapa
echaremos mano de los datos que dejó nuestro cronista por excelencia Wilfrido
Fierro Armenta.
Para la sucesión de los
poderes municipales del trienio 1960-1963, figuraron en la palestra política
los precandidatos Esteban Vázquez Fierro, Elías Pimentel Alvarado, Luis Cabañas
Ocampo, Luis Ríos Tavera y Raúl Galana Núñez.
El locutor y periodista
Ríos Tavera logró el apoyo de los tres sectores y ofreció una dura batalla a
Galeana Núñez candidato de los cafeticultores y autoridades salientes. No obstante
que Tavera salió electo en la convención y de rendir su protesta ante el delegado
del PRI Nicolás Wences García, el partido se inclinó a favor de Raúl Galeana
Núñez, debido a que los partidarios de los candidatos Vázquez y Cabañas se
aliaron haciendo mítines por las calles y en el salón del cine Álvarez el día
de lo convención, y el cronista de Atoyac le agrega: “se supo también que hubo
una tentadora oferta metálica de parte de los cafeticultores ante las
autoridades estatales”.
Galeana Núñez tomó posesión
el primero de enero de 1960 con la presencia del gobernador del estado Raúl
Caballero Aburto. La ceremonia tuvo lugar a las ocho de la noche en el estrado
del Palacio Municipal.
Dice Wilfrido que pesar
de la división que causó la campaña política, esta administración debe
considerarse como una de las mejores, pues Galeana Núñez supo captarse la
simpatía de sus enemigos políticos y al mismo tiempo los invito a colaborar en
su gobierno. Se echó acuestas la construcción de la escuela primaria urbana del
estado general Juan Álvarez que tendría un costo de medio millón de pesos,
logró construir el primer piso y parte del segundo, no pudo terminar porque
renunció a su puesto después de la caída del gobernador Raúl Caballero Aburto.
Pasando los tres años
se presentó otra vez Luis Ríos Tavera como candidato del PRI, llegó a la
presidencia con la fuerte oposición de los cívicos. El Ejército intervino para
que pudiera tomar posesión.
A Luis Ríos Tavera las personas
mayores lo recuerdan, porque lo relacionan con los primeros desayunos escolares
que se repartieron entre la niñez. El presidente Adolfo López Materos decretó el 31 de enero de
1961 la creación del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI).
Este nuevo organismo descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio
propio, tendría como principal propósito el proteger a la niñez por todos los
medios a su alcance, así como suministrar a los escolares servicios
asistenciales complementarios, en especial mediante la distribución de
desayunos.
Las primeras noticias de la existencia del INPI en Atoyac, son del 16 de
febrero de 1963 cuando se constituyó el comité de desayunos escolares que
encabezó el alcalde Luis Ríos Tavera. Luego el 30 de noviembre de 1964 la
primera dama de la nación Eva Sámano de López Mateos inauguró el edificio del
INPI en la calle Antonio Paco Navarrete. Durante la administración de Ríos
Tavera se ampliaron las calles de la ciudad por eso las casas del centro
perdieron el corredor.
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