Víctor
Cardona Galindo
Yo creo
que todos vamos por el mundo recordando las enseñanzas de nuestros maestros. María
de Jesús Luna Radilla, La maestra
Chuchita, nos dejó muy arraigado el cumplimiento del deber con diligencia y
que el sacrificio hace grande a las personas. Fortunato Hernández Carbajal, El Baby, nos enseñó que la educación es
la única tablita de salvación que tenemos nosotros los pobres y Bolívar Reyna
Vergara mucho nos aconsejó: crecer en lo que estemos haciendo y que deberíamos
ser siempre dinámicos.
Bolívar
Reyna Vergara, el mentor de 51 generaciones de atoyaquenses, dejó este mundo
terrenal el domingo 4 de febrero de 2018. Murió activo, seguía frente a grupo y
yendo todos los días a ordeñar sus vacas al rancho San José ubicado al sur de
la ciudad de Atoyac. Bolívar siempre risueño, lo recuerdo entrando en aquel
rustico salón de clases de la preparatoria 22, una tarde de 1988, y como me
rezagué me dijo: “¿No vas a entrar chamaco cara de mi apellido?”. Siempre recuerdo
su comentario, al abandonar la explanada de la prepa, durante un debate entre
dos maestros: “cuando dos no pueden ponerse de acuerdo, quiere decir que los
dos están en un error”. Estaba convencido que el diálogo unifica y que el
diálogo teje las relaciones.
Poco
participaba en los conflictos de la escuela, y vamos que la preparatoria número
22 está considerada la más conflictiva del estado. En el año 2012 el alumnado y
personal docente de esa unidad académica le rindieron homenaje, la generación
número 33 que egresó ese año llevó su nombre. Bolívar fue uno de los pioneros
de la educación secundaria en Atoyac, quien con su apego, constancia, disciplina,
carisma y valores se ganó el cariño de todos.
Bolívar
Reyna Vergara murió siendo el decano de la Unidad Académica preparatoria número
22, le entregó 42 años de su vida. Formó generaciones de profesionistas que le
dieron mucha satisfacción y lo saludaban con cariño. Fue querido y recordado.
Bolívar
era licenciado en Filosofía y Letras titulado en los Estados Unidos, Contador
Público y profesor de inglés. Tres carreras que le infundieron amor por la
enseñanza, por eso durante 51 años de su vida, acudió con gusto a las aulas para
impartir sus enseñanzas.
El
maestro Bolívar Reyna Vergara nació en San Miguel Totolapan Guerrero, el 19 de
septiembre de 1937, hijo de Leoncio Reyna Peralta y María Purificación Vergara
Mojica. Su padre murió cuando tenía 15 años.
Cursó
cuatro años en el seminario Conciliar de Chilapa Guerrero, luego se graduó como
licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad Moctezuma de Nuevo México
Estados Unidos. Regresó a Chilapa por un año de magisterio para seguir su
carrera como sacerdote y cuando estaba a punto de viajar para estudiar en
España, surgieron algunos problemas al interior del seminario que postergaron
para siempre esa aspiración.
Llegó
a la ciudad de Atoyac y por intervención del padre Isidoro Ramírez se inscribió
en la Escuela de Comercio del puerto de Acapulco donde terminó la carrera de
Contador Público. En esa institución, conocida en ese tiempo como “Comerciales
del Estado de Guerrero” al darse cuenta de la preparación que tenía, lo
invitaron a dar clases. Por eso en ese periodo de su vida fue maestro y alumno
al mismo tiempo.
Mientras
Bolívar estudiaba en Acapulco en Atoyac se fundaba la primera escuela secundaria.
José Hernández Meza nos dice que todos los jóvenes que terminaban su
instrucción primaria, tenían que truncar sus estudios porque no existía nivel
secundario en esta localidad, sólo las familias que tenían recursos económicos
enviaban a sus hijos a proseguir sus estudios en Chilpancingo, Tixtla, Chilapa
o la Ciudad de México. Algunos padres hacían el esfuerzo de mandarlos a Tecpan,
única escuela que había de este tipo en la región, lo cual resultaba toda una
odisea asistir a clases.
A raíz
de la efervescencia política imperante en el estado por la caída del gobernador
Raúl Caballero Aburto, las autoridades del consejo municipal que encabezaba Félix
Roque Solís y un grupo de ciudadanos como el doctor Raymundo Benavides García,
el profesor Adrián Nava, el señor Rosendo Radilla Pacheco, entre otros,
aprovecharon la coyuntura existente por la lucha social del momento y solicitaron
al gobernador interino Arturo Martínez Adame, la creación de una escuela de
segunda enseñanza para nuestro municipio. Fue así como el 5 de septiembre de
1961 comenzó a funcionar la “Escuela Secundaria por Cooperación” en el edificio
de la escuela primaria federal Modesto Alarcón con dos numerosos grupos de
primer año y un segundo con muy escasos alumnos. Fungió como primer director el
doctor Raymundo Benavides García quien también prestaba sus servicios en el
hospital rural, hoy conocido como Centro de Salud.
Dice
Hernández Meza que el 16 de febrero de 1962 se federaliza la escuela, siendo ya
reconocida desde esa fecha como escuela secundaria federal número 14 y la
Secretaría de Educación Pública (SEP) envió como director a Manuel Casariego
Porcayo. El inicio de clases en septiembre de 1962, fue en la casa de Agustín
Galeana ubicada en la céntrica calle Independencia.
Saúl
Pérez Juárez escribió: “Aquella gran casa ubicada en la calle Independencia,
que era en donde funcionó sus primeros años la escuela secundaria federal ‘Mi
patria es primero’… Aquellos lejanos años de la década de los sesenta, la
mayoría de los padres se conformaba con darle solamente a sus hijos la
primaria”.
La
escuela estaba a unos metros de la plaza principal de Atoyac, “esta plaza
rodeada como todas por su majestuosa catedral, el edificio del Ayuntamiento y
muchos negocios, como refresquerías, paleterías, farmacias y diversas tiendas
más… La escuela tan cerca y los grupos tan numerosos que llegaban hasta 60
alumnos, la plaza estaba llena”.
Corría
el año de 1967 cuando ya el maestro Bolívar estaba dando clases de inglés en la
academia July y también había fundado una academia de inglés en el curato de la
iglesia Santa María de la Asunción, bajo el auspicio del padre Isidoro Ramírez.
Ese
año a invitación del director de la secundaria número 14, presentó examen en la
SEP para concursar por la plaza de inglés. Le dieron su nombramiento a pesar de
que en ese tiempo era muy difícil entrar al sistema educativo mexicano. Siendo
ya maestro estudió la especialidad de inglés en la Normal Superior que dependía
de la Universidad Autónoma de Guerrero.
Saúl
Pérez Juárez recuerda cuando “llegó por primera vez, a impartirnos clases de
inglés el profesor Bolívar Reyna Vergara. Antes que él había sido el maestro
Domingo Rendón”. Nos comenta que Bolívar “supo utilizar lo mejor que debe tener
un docente dentro y fuera del aula de clase, el saber convivir con los alumnos,
bromear de vez en cuando con ellos y saber comprenderlos”, más cuando se
trataba de grupos de más de 60 alumnos. Saúl lo definió como un hombre
carismático que saludaba siempre con una sonrisa en los labios.
Luego con el esfuerzo de padres de familias y por iniciativa del licenciado
Justino García Téllez, el 6 de octubre de 1976, se fundó la Escuela
Preparatoria Número 22, ahora
llamada Unidad Académica Preparatoria número 22 dependiente de nuestra alma
mater la Universidad Autónoma de Guerrero. Actualmente este plantel cuyo
primer director fue el profesor Celso Villa García da formación a más de mil
alumnos en dos turnos y el módulo de Cacalutla. En sus instalaciones funciona también
el módulo local de la Escuela Preparatoria Abierta de la misma Universidad.
Ese plantel comenzó a
funcionar con carácter de prepa popular el 13 de septiembre de 1976. En ese
tiempo el municipio de Atoyac ya rebasaba los 35 mil habitantes, existían
seis secundarias, dos con doble turno, en la cabecera había tres y las otras
estaban en El Paraíso, Río Santiago y Zacualpan. Habían egresado durante ese
periodo 750 alumnos y la mayoría buscaba opciones para entrar a una institución
de educación media superior.
Iniciaron
clases en el turno vespertino con dos grupos y al año siguiente comenzó el
turno matutino. De Chilpancingo vino Celso Villa, que se sumó al equipo donde
ya estaba Aurelio Ponce Díaz.
Bolívar
fue invitado a colaborar en la formación de la Escuela Preparatoria número 22,
junto con Guadalupe Jiménez Polanco, en un principio sin sueldo. Bolívar
recordaba que el comité para la fundación de la Prepa se formó con alumnos mayores de edad y comenzó a funcionar en
la calle de Zaragoza, en ese tiempo la prepa tuvo mucha calidad, los alumnos
que presentaban examen en las mejores universidades, siempre quedaban.
Bolívar
que formó parte de la primera generación de maestros que dio vida a esta
escuela, rememoraba que para hacer las anteriores instalaciones todos
trabajaban para construir las aulas, a cada grupo le tocaba fabricar tabicón.
Cuando echaban los colados hasta las muchachas subían los botes de cemento:
“Fue una experiencia muy bonita”.
La
universidad no siempre es justa con sus mejores hombres, el 28 de octubre de
2003, Wilvaldo Rojas Arellano se instaló
en huelga de hambre en el kiosco de Acapulco para exigir al rector Nelson Valle
López, entre otras cosas, la asignación del tiempo completo a los profesores:
Bolívar Reyna Vergara, José Carlos Quevedo y Aldegundo Ramírez Flores. Todavía
hasta esos años el decano de la prepa no recibía un debido reconocimiento.
De los
51 años que Bolívar acumuló en el magisterio, 42 estuvo en la prepa 22. Se
sentía satisfecho, cuando lo encontraban sus ex alumnos lo saludan con mucho
cariño. En 2010 se jubiló de la secundaria después de 43 años de servicio.
Formó
a sus hijos de su trabajo, ellos le respondieron bien. Estuvo casado con Eloísa
Castro Nogueda. Sus tres hijos hicieron carrera, Bolívar es abogado, Isaí, que fallecido
hace ocho años, era arquitecto y Noel es licenciado en economía. Esos son los
resultados de toda una vida de esfuerzo. Además del cariño, respeto y
admiración que le profesamos los que fuimos sus alumnos.
Algunos
le decían “Teacher Bolívar” y recuerdan: “cuando pedíamos permiso para salir
tenía que ser en inglés y ahí le batallábamos. Igual para entrar al salón. Un
excelente maestro. Siempre alegre y sonriente. Además de que en esporádicamente
se le escapaba algún albur”.
Pablo
Solís Nava lo recordó como un maestro que siempre era alegre, nunca estaba
enojado y siempre enseñaba su materia de una forma “desmadroza”, siempre nos
decía hijos de mi segundo apellido y “a mí me pidió que lo llevara a Cuba, no
se pudo realizar”.
Uno de
sus alumnos en la academia July, Salvador Ruiz Fiero escribió un texto que
tituló “Bolívar, mi maestro de inglés” lo recordó: “Me daba mucha risa y por
más esfuerzos que hacía para evitarlo de todos modos me reía. El motivo era la pronunciación
del maestro Bolívar al mencionar una frase. Yo le entendía que decía
‘Yoserolit’ y me sobrevenía la risa. En ese momento no escribía nada; se ponía
a caminar de un lado a otro del salón hablando en inglés y nosotros oyéndolo y
viéndolo. Y yo haciendo esfuerzos para no reírme. Después, al estudiar mis
libros de Hemphill del curso de inglés me encontré una frase que al
pronunciarlo sonaba como ‘Yoserolit’. Era ‘Just a Little’: solo un poco o ‘espera
un momentito’.
Bolívar
era un profesor alto, robusto, joven, bien parecido. La clase empezaba a las
siete de la noche y el profe llegaba con sus sandalias con ese caminar lento y
firme y la mirada alta, al frente siempre. La maestra Julita terminaba su
intervención con el dictado y nosotros guardábamos nuestras libretas de
taquigrafía. Mañana traeríamos la transcripción a máquina. Bolívar entraba
saludando ‘Good evening’ y nosotros respondíamos. Entonces empezaba él a
hablarnos. Se reía mucho cuando tocaba plática; siempre tenía un motivo para
reírse.
Yo tenía 15 años y cursaba el primer año de taquimecanografía en la Academia Comercial ‘July’. Se llegó el catorce de febrero y se hizo intercambio de regalo. El profe Bolívar me regaló una pelota muy bonita y a mis quince todavía me sentía un niño. Aún hoy recuerdo esa noche cuando todos se entregaban sus regalos y como yo no participaba, el profe Bolívar de todos modos me tomó en cuenta y me llevó una pelota”.
Yo tenía 15 años y cursaba el primer año de taquimecanografía en la Academia Comercial ‘July’. Se llegó el catorce de febrero y se hizo intercambio de regalo. El profe Bolívar me regaló una pelota muy bonita y a mis quince todavía me sentía un niño. Aún hoy recuerdo esa noche cuando todos se entregaban sus regalos y como yo no participaba, el profe Bolívar de todos modos me tomó en cuenta y me llevó una pelota”.
Remata
Salvador diciendo: “yo evoco a Bolívar y sonrío a su recuerdo, a su imagen
entregándome una pelota o diciendo: ‘Yoserolit’”.
Mi abuelito era lo máximo :)
ResponderEliminarGracias por hacer este blog, cuando lo vi me emocioné mucho.
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