Víctor
Cardona Galindo
Atoyac
ha tenido una historia convulsa y el Ayuntamiento siempre fue la manzana de la
discordia. Todos los grupos reclaman un espacio en él, pero siempre es el
Palacio Municipal el que sufre las represalias, como aquel 19 de febrero de 1912 cuando los revolucionarios
incendiaron el archivo municipal y el juzgado del Registro Civil, pensando que
de esa manera borraban evidencias de deudas y de las denuncias que los
afectaban.
Supongo
que el archivo sería incendiado otras veces más, durante el periodo
revolucionario, porque en el actual Archivo Histórico Municipal, que tiene a su
cargo Jacinto Morales Leyva, hay solamente documentos de 1925 a la fecha.
Muchos documentos importantes se perdieron en la época revolucionaria y ya no se
pudieron recuperar, quedando en la oscuridad una buena parte de la historia del
municipio de Atoyac.
Es
Wilfrido Fierro Armenta quien en su Monografía
de Atoyac rescata todos los acontecimientos del siglo pasado, por eso nos
basaremos en su testimonio para hablar de los conflictos políticos que ha
enfrentado nuestra tierra.
En los
primeros años de su fundación, el municipio fue dirigido por hombres liberales
cercanos a la familia Álvarez. Durante el porfiriato fueron comerciantes
poderosos y terratenientes los que se rolaron las riendas de la administración.
Para muestra de cómo estaban las cosas en ese periodo, Inés Mariscal Dionisio
fue presidente 13 veces y Gabino Pino González en siete ocasiones ocupó la
alcaldía.
Luego serían los
diferentes bandos revolucionarios los que se disputarían el poder. Ya para la
década de los treinta el municipio estaba viviendo las secuelas del último
movimiento revolucionario. El gobierno federal había apaciguado por medio de
las armas el levantamiento subversivo del general Amadeo Sebastián Vidales
Mederos, quien al indultarse recibió, de parte del gobierno federal, tierras e
implementos de labranza para que sus hombres se dedicaran a actividades
agrícolas en la colonia Juan R. Escudero que se fundó en las inmediaciones de la
hacienda de Cacalutla. Vidales desde ese lugar se mantuvo activo en la vida
política de la región. Con el apoyo decidido del gobernador del estado general Adrián
Castrejón ejercía mucha influencia sobre los municipios costeros.
Pero la reacción comenzaba
a organizarse en Atoyac. Obdulio Ludwig Reynada organizó y dirigía en nuestra ciudad
el Partido Pro-Atoyac, en él se aglutinan todos los terratenientes del
municipio para hacer frente al poderío que tenía Amadeo Vidales. Ya David
Flores Reynada había formado y consolidado el comité del Partido Socialista del
Estado de Guerrero, instituto político fundado por el gobernador Adrián
Castrejón. Este partido promovía el reparto de los latifundios a los campesinos
que trabajaban la tierra.
El Partido Político
Pro-Atoyac estaba integrado por: Antonio y Raymundo Rosas Abarca, Luis Urioste,
Pedro Parra Mesino, Pedro Parra Cortés, Felipe Manzanares, Juan Francisco Pino,
Andrés Pino González, Perfecto Nogueda, Adolfo Otero, Delfino Meza, Juan
laurel, Tomás Sánchez Esteves, Francisco Mesino, Jesús Hernández Pino,
Crisóforo Ludwig, Febronio Patiño, Porfirio Radilla, Manuel Ozuna, Emilio
Castillo, Guadencio Reynada y Feliciano Fierro.
El Partido Socialista
del Estado de Guerrero, lo formaban: los hermanos Pedro, Luis y Abundio Clavel Castro,
Juan Ríos Arroyo, Silvestre Hernández Pino, Silvestre Benítez, Jesús Galeana
Solís, Genaro Reyes y su hijo Heriberto, Antonio Ayerdi Nogueda, Juan Fierro,
Pompilio Ramírez, Ramón Nario, Telésforo Dionisio, Merced Ocampo, Alberto
Téllez Castro, Crescencio Pino, Felipe Nogueda y claro el general Amadeo
Vidales junto con sus compañeros de armas.
El Partido Político
Pro-Atoyac lanzó como candidato a la presidencia municipal para el periodo constitucional
de 1930 a Juan Francisco Pino. El Partido Socialista a José Radilla Ruiz, que
en el proceso electoral y con el apoyo del gobernador Castrejón salió
triunfante, no obstante que todos daban la mayoría a Juan Francisco Pino. José
Radilla Ruíz tomó posesión y durante su mandato se dio un enfrentamiento con el
cura local. El alcalde intervino ante el secretario de gobernación pidiendo la
salida del párroco Manuel Herrera y Munguía por mala conducta. La clase
política del momento estaba enfrentada a muerte con el cura como se nota en la
correspondencia de la época y porque el sacerdote se negaba a izar bandera en
la torre del templo.
“Desde
hace dos noches se vienen celebrando en ésta ciudad actos religiosos de culto
público, por un considerable número de personas de ambos sexos, consistentes
esos actos en cruzar las principales calles de esta ciudad en abierta procesión
con una imagen denominada ‘Santo Entierro’, llevando velas encendidas y otros
objetos propios de culto católico”. La autoridad municipal protesta por eso y
le envía un documento al jefe del sector militar coronel Alberto G. González y
le pide aplique el artículo 17 del Código Penal para el Distrito y Territorios
Federales. “Porque los cultos deben ser dentro de los templos”. Esto en un oficio
fechado el 4 de abril de 1930 firmado por alcalde de ese año José Radilla Ruíz
agrarista oriundo de Boca de Arroyo.
El 2
de noviembre de 1930, la Secretaría de Gobernación le impuso una multa de 50
pesos al padre Herrera por no izar la enseña nacional en el templo los días de
fiesta y luto nacional. “La dependencia federal ordenó a la autoridad municipal
la hiciera efectiva”, escribió doña Juventina Galeana, pero al año siguiente
dicha multa fue condonada. En esas fechas también se buscó quitar a la parroquia
de una parte del terreno que ocupaba.
Al finalizar el periodo
de Radilla vinieron nuevamente las elecciones para el periodo de 1931. Los
partidos entraron otra vez en acción; el Socialista apoyó la candidatura de
Marcos Martínez y el Pro-Atoyac la del Filiberto Silva.
El triunfo en esta
justa política y se dice que a través del fraude electoral quedó a favor del
Partido Socialista. Los militantes del Partido Pro-Atoyac, se inconformaron con
los resultados y dos días antes de que tomara posesión de Martínez, instalaron
guardia permanente en el Palacio Municipal. O sea, “hicieron un plantón como
protesta para exigir respeto al voto ciudadano”, dijéramos ahora.
Para resolver el
conflicto intervino el Ejército. El coronel Alberto González recibió órdenes
superiores y le dio posesión a la planilla de regidores que encabezaba Marcos
Martínez, quien tomó las riendas del municipio el primero de enero de 1931.
Cabe aclarar que Alberto González, al ser atoyaquense y terrateniente al mismo
tiempo, estaba a favor del Partido Pro-Atoyac, aun así obedeció las órdenes de
sus mandos.
Debido polarización
política que se vivía, entre socialistas y terratenientes, trajo como
consecuencias la muerte del presidente municipal Marcos Martínez, quien fue
asesinado, el primero de mayo de ese año, en San Jerónimo el Grande por
Crisóforo Luna, El Chopo, cuando el
alcalde acudió a la celebración de la boda Apolonio Camacho, por eso el resto del
periodo constitucional lo cubrió Crescencio Pino.
Marcos
Martínez fue revolucionario agrarista combatió al lado de Feliciano Radilla y
de Amadeo Vidales Mederos donde alcanzó el grado de mayor. Los Martínez,
originarios del Rincón de las Parotas, tenían fama de ser muy valientes. En el
periodo que le tocó ser alcalde a Marcos Martínez, los ricos nativos
organizaban paseos, en las que participaban las mujeres más bellas de Atoyac.
Las Pino eran muy mentadas. En el paso del arroyo Cohetero, a la altura del
puente de la calle Juan Álvarez, se hacía una poza. Al pasar por ahí Marcos
Martínez espoleó su caballo y se le cayó el sombrero. Entonces el padre Manuel Herrera,
con su sotana impecablemente blanca, también espoleó su caballo y le pasó por
encima al sombrero. Todos los miembros de la sociedad, que participaban en
paseo, festejaron la actitud del cura y se rieron.
Marcos Martínez se
regresó, se agachó con agilidad y recogió el sombrero, luego emparejó su
caballo al del cura y limpió su sombrero con su blanca sotana. El sacerdote
nada dijo porque los dos traían sendas pistolas fajadas. Por esos días el
alcalde socialista tenía muchos problemas con la Iglesia.
Debido a las frecuentes
derrotas del Partido Pro-Atoyac en las justas políticas, no presentó candidato
para el periodo 1932, y llegó a la presidencia municipal Genaro Reyes apoyado
por el Partido Socialista. Durante su gestión sucedió en la Ciudad de México el
asesinato de general Amadeo Vidales a manos de Asunción Radilla. Cuentan que debido
a eso ocurrió la muerte de Abelino Radilla ––primo del homicida de Vidales–– en
el poblado de El Ticuí.
Los hechos ocurrieron
el 4 de junio de ese año. En esa fecha se realizaba la boda civil de Atilano
Rodríguez con María Isabel Juárez Gallardo. El casamiento estaba a cargo del
Juez Pedro Clavel Castro quien iba acompañado por el comandante de la Policía
Urbana Juan Mesino y el policía Juventino Zárate. Se dice que Abelino Radilla
se encontraba armado en la boda, por eso Pedro Clavel ordenó al comandante
Mesino que lo desarmara y obedeciendo órdenes procedió, pero como Abelino
Radilla se opuso, fue abatido a tiros por el policía Juventino Zárate, quien
también resultó herido de una pierna porque Radilla se defendió.
Debido a este hecho
sangriento, los enemigos políticos del presidente municipal Genaro Reyes le
abrieron proceso ante las Autoridades Judiciales de Tecpan de Galeana. El Juez
de Primera Instancia dio entrada a la demanda y dictó orden de aprehensión en
contra del presidente municipal, enviaron al Ejército para aprehenderlo, pero
no lo logró porque Reyes se defendió en el Palacio Municipal de donde escapó por
la madrugada y se refugió a la colonia Juan R. Escudero y de ahí partió a
Chilpancingo desde donde renunció al cargo y quedó como sustituto Antonio
Serafín, quien terminó el periodo constitucional.
El primer domingo de
diciembre de 1932 se llevaron a cabo las elecciones, para entonces entraron en
escena los candidatos del Partido Nacional Revolucionario (PNR) sin embargo el
gobernador Adrián Castrejón impuso a Julio Ríos Villegas como presidente municipal.
Lo primero que hizo el alcalde fue establecer el cierre del comercio los jueves,
como día de descanso, costumbre que perduró muchas décadas en nuestra cabecera
municipal.
Pero al tomar posesión
los nuevos diputados locales se provocó en la capital del estado un
enfrentamiento en donde perdió la vida el diputado local por el distrito de Tecpan
Octavio Iturburo, eso provocó el desafuero del gobernador Adrián Castrejón y
quedó como sustituto Ladislao Alarcón, quien le entregó el cargo Gabriel R.
Guevara. A la muerte de Iturburo quedó en su lugar su suplente el atoyaquense
Juan Francisco Pino militante del Partido Pro-Atoyac.
Por
eso siendo ya gobernador Gabriel R. Guevara, y diputado local Juan Francisco
Pino destituyeron al alcalde Julio Ríos Villegas y mediante un convenio se
quedó al frente de la administración Juan Laurel. El acto fue festejado, el 27
de mayo de 1933, con un paseo cívico por la principales calles de la cuidad,
amenizado por la música viento, yendo a la descubierta personajes del grupo el
presidente saliente y del entrante.
Antes
de renunciar Ríos Villegas pidió la intervención de gobierno federal. Mediante
telegramas, que envió al presidente de la república denunciaba, que el 27 de
mayo a las 17 horas, el diputado local Juan Francisco Pino acompañado como de
40 individuos armados asaltó el Palacio Municipal, se apoderaron de las
oficinas y los amenazaron con proceder por la fuerza, con apoyo de las
autoridades militares si no renunciaban al cargo. Decía que al estar apoderado
Pino con sus guaruras del Palacio Municipal, el Ayuntamiento se instaló en una
casa particular.
Los
agraristas y vidalistas del Partido Socialista al no contar ya con su protector
Adrián Castrejón perdieron fuerza. Así que para el periodo constitucional de
1934, tomó las riendas del municipio Antonio Rosas Abarca miembro del otro
partido, en ese entonces fungía como jefe del Sector Militar el coronel
Francisco Hernández Domínguez, quien tenía a su cargo a los soldados del 32
Batallón.
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