sábado, 28 de enero de 2017

Ciudad con aroma de café XVIII


Víctor Cardona Galindo
Para mi zanca Chavita Ruiz
La avispa solitaria antes de desovar reta a un duelo a una tarántula, la somete y la inutiliza, ya sometida la piel y el pelo aterciopelado de la araña sirven de nido a la que se conoce como avispa real. Aprendimos que a los seres humanos se nos pudre la piel si nos cae un pelito de tarántula. Entonces la avispa negra según las creencias locales es más venenosa que la tarántula y se le ha visto comer incluso abejas. Al respecto Wikipedia dice: “La avispa caza tarántulas es una avispa araña que caza tarántulas como alimentos para sus larvas”.
Un día cualquiera en la plaza de Atoyac en el 
año de 1994. Foto Archivo Histórico de Atoyac.

“La especie más conocida mide hasta cinco centímetros de longitud con un cuerpo negro azulado y alas rojizas y brillantes (otras especies tienen las alas negras con reflejos azules), haciéndola una de las avispas más grandes… Sus largas patas tienen garras en forma de gancho para agarrar a sus víctimas. El aguijón de la hembra puede medir 7 mm de largo, siendo considerado una de las picaduras más dolorosas del mundo”.
“La avispa caza tarántulas hembra captura, pica y paraliza a la araña, entonces arrastra a su presa de vuelta a su madriguera o a un nido especialmente preparado, donde un solo huevo se deposita en el abdomen de la araña, posteriormente bloquea la entrada dejando atrapada a la tarántula. Cuando la larva de la avispa eclosiona, crea un pequeño agujero en el abdomen de la araña, entonces entra en el abdomen de la araña alimentándose vorazmente, evitando órganos vitales tanto tiempo como le sea posible para mantenerla viva. Después de varias semanas, la larva se convierte en pupa. Finalmente, se convierte en un adulto y emerge del abdomen de la araña”.
Salomón García Jiménez en su libro Jerga y modismos de Guerrero, México habla de la Avispa solitaria, “Avispón negro azuloso, cazador de abejas. Vaga sola entre los arbustos y troncos. Dicen que, macerada en alcohol, se usa como menjurje para curar el mal de amor”.
Los bosques renovados son la morada preferida de la avispa negra. He visto ejemplares cerca del río que atraviesan el camino rumbo a las ruinas de la vieja fábrica, con las alas relucientes de color azabache. Los curanderos la buscan para aliviar el ajuanamiento, ella se pasea dueña de si, entre guamúchiles, carnizuelos y espinos. Recorre el llano después de bajar al río, ignorando que vale 500 pesos en el mercado.
Una copa de mezcal con avispa solitaria es efectiva para liberar de su pasividad a quien le dieron toloache, para eso la buscan, para remedio, es la eterna auxiliar para aquellas suegras que sienten que han perdido a sus hijos en manos de aquellas liberales, dominantes y posesivas nueras.
Otro espécimen raro es la peligrosa avispa ahorcadora. Dice Salomón García que estos insectos construyen su panal en lo alto de los tallos de los árboles grandes, se le llama avispa ahorcadora porque su veneno ataca el gañote y dificulta la respiración. Disminuye los síntomas de la picadura zambullirse al agua y respirar el polvillo que resulta de golpear dos piedras de río.
Yo ya tengo experiencia con estas avispas, una ocasión estaba chaponando la orilla de los mangos, cuando sentí un piquete en la frente y al mismo tiempo una punzada que me creció en todo el cuerpo. Alcancé a ver una avispa grande y amarilla, que se escondía entre las hojas. Mi mamá no estaba lejos, le grite, corrí hasta donde estaba el pozo de agua y en lo que mi mamá llegó con la bandeja ya no la veía. Cuando me echó el primer jicarazo de agua, comencé verla como a lo lejos, con la cara larga y a veces redonda, pero muy pequeñita. Poco a poco su cara se fue acercando como si fuera yo saliendo de un pozo en el que había caído.
Desde entonces mi mamá ya no quiso trabajara en el campo, porque seguramente el veneno de la avispa ahorcadora había matado mis defensas y ahora si me picaba un alacrán podría ser de fatales consecuencias. Por eso hay que traer siempre un poco de agua en el bule por si se ofrece aunque hay también quien recurre a sus propios orines para salvarse.
Una de las amenazas de la ciudad son las abejas africanizadas que de repente aparecieron por todos lados y llegaron a atacar a las personas. No es el caso solamente de Atoyac, a mediados de 1995 un panal de abejas africanizadas se desprendió del techo de la parroquia San Miguel Arcángel de Coyuca de Benítez y le picaron a los feligreses, personas que resultaron con picaduras fueron trasladadas al puerto de Acapulco para su atención médica.
A finales de 1950, las abejas africanas escaparon accidentalmente de Brasil, en poco tiempo avanzaron hacia el norte del continente y llegaron al sur de Estados Unidos. Los enjambres mostraban una conducta fuertemente agresiva y su picadura podía tener consecuencias mortales. Ahora hay abejas que son resultado de una cruza de razas europeas y las melíferas africanas. Los apicultores aprendieron a tratarlas, cuando son agresivas se les mata la reina y se les pone una reina mansa europea.
Dicen que el arlomo es un cocuyo (luciérnaga) que se distingue en la noche porque no apaga su luz. Donde orina un arlomo se va carcomiendo la piel, no hay medicina que lo alivie, únicamente se puede sanar lavando la herida con una infusión de un bejuco que lleva el mismo nombre: arlomo. Salomón García Jímenez define al arlomo como “un gusanito de fragmentos fluorescente. Su babaza es venenosa: quema”.
En nuestra ciudad después del 15 de mayo la naturaleza empieza a cambiar y creo que también el ánimo de la gente. El airecito es nostálgico y ya huele a tierra preñada, a parte de los temblores y del humo que impregna el ambiente de nuestros pueblos, por las quemas de los tlacololes y los incendios forestales, hay otras manifestaciones que anuncian la temporada de siembras, aparecen masivamente las chicharras (cigarras) que cantan en todos los árboles. Hay un especie de chicarra que canta muy fuerte su silbido es muy sonoro, armonioso y elegante.
Mi padre nos inculcó que las chicharras cantan para pedir la lluvia. Llaman el agua todo el día, por lo tanto son insectos protectores y protegidos. Aliados de Tláloc.
Cuando sembrábamos maíz, e íbamos con Valente a dejarle el bastimento a nuestro padre a la milpa, en el camino nos entreteníamos agarrando chicharras para hacerlas pelear o las veníamos espiando para ver como cantaban. Ahora sé que únicamente cantan los machos. Cuando la cigarra muda la piel, lo que fue su protección se queda transparente pegada en las ramas de los árboles. De ahí viene el dicho para los enamorados, “te vas a quedar pegado al palo, seco, como las chicharras”.
De las otras cosas que se ven al iniciar las lluvias, unos son los angelitos, una especie de garrapata forrada de un terciopelo rojo, es inofensiva y se ven miles caminando por los caminos cerca de los renovales, rastrojos y tlacololes.
En internet encontré este dato: “En la región de Tierra Caliente (Guerrero) existen una peculiar especie de acaro de gran tamaño, percibible en los campos y terrenos desnudos o con ligera maleza. Los pobladores locales lo conocen como “gachupin” y tiene la peculiaridad de solo ser visto a principios de la época de lluvias, por la época en torno al día de San Juan (24 de junio), el cual se comenta que solo aparecen durante un efímero periodo para después no ser visto en otra época mas del año, si no que hasta el siguiente. El gachupin tiene un color rojo intenso debido a que sus cerdas (pelillos sensoriales) esta coloreado así, y da la apariencia de terciopelo, de ahí que especies similares en otras partes del mundo le den el nombre de Terciopelo o Aterciopelado”. Aquí en la costa les llamamos angelitos.
Las Hormiga de carnizuelo. “Hormigas bravas que habitan en los espinos de carnizuelo. Su cuerpo de 0.5 centímetro combina el color carne y el negro. Aunque de tamaño pequeño, su picadura siempre es dolorosa y produce ronchas”, dice Salomón.
En 1997 cuando el Ejército Popular Revolucionario atacó al Ejército mexicano en El Guanábano, la tropa detuvo a un campesino que andaba acarreando leña y para obligarlo a que los llevara a una cueva, le quitaron la camisa y sacudieron una rama de carnizuelo en la espalda, el campesino se retorcía del dolor, las hormigas hicieron estragos.
Hormiga tumeca es, “Prieta y alargada,- dice Salomón García- del tamaño de la arriera. Ya que su táctica es picar y huir rápido, también se les conoce como hormigas piquijulli. Cuando salen masivamente de su morada anuncian lluvia”.
Allá en Los Valles había días completos que nos salíamos de la casa, porque como eso de las nueve llegaban las tumecas, esas hormigas negras que vienen del monte en gran cantidad y se adueñan de la casa. Cuando las tumecas llegaban se metían en todos los hoyos de la casa y limpiaban, después de que se iban no quedaban cucarachas ni alacranes. Todo se comían “ya llegaron las tumecas a limpiar la casa” decía mi mamá y nos íbamos todo el día donde la abuela.
“Hormiga chicatana del Nahuatl. Tzicatana, hormiga guerrera. Un tipo de hormiga voladora de color lila que abunda en la temporada de lluvias. El insecto es grande –dos a tres centímetros– a expensas de su abdomen. Es comestible”, nos dice Salomón en su libro Jerga y modismos de Guerrero, México.
Al caer las primeras lluvias fuertes, salen las chicatanas. Son una especie de hormiga gigante y aladas que vuelan y luego se dejan caer. En la Costa Chica hacen una salsa de chicatanas muy sabrosa. Nosotros únicamente las agarramos para hacerlas pelear. Si es que se las ganamos a las gallinas. El escritor Felipe Fierro Santiago en su libro Tierra Mojada le dedicó un hermoso texto a las chicatanas de su pueblo.
Y hablando de mascotas raras, un vecino me contó su experiencia con los pichiches.
“Eran seis, los agarré recién nacidos en el arroyo de Caña de Castilla, se criaron entre las gallinas, primero comiendo masa, luego maíz molido y alimento procesado. Crecieron y volaban alto. Cuando por las noches pasaba una parvada de pichiches surcando el cielo, ellos armaban un escándalo, por eso creo que el idioma pichiche se aprende por instinto.
“Los pichiches saben de solidaridad, cuando uno de ellos moría a manos de una banda de ladrones en la loma, llegaban los demás corriendo a la casa y nos picoteban los pies haciendo escándalo gritando chillando como se pide ayuda en idioma pichiche. Con mis hermanos íbamos corriendo, tras ellos que se señalaban donde, sólo encontrábamos las plumas. Alguien comería estofado de pichiche. Cuando un perro los correteaba hacían un gran bullicio y se defendían mentándole la madre en su idioma pichiche.
“Así fueron cayendo todos, a manos de los desocupados de la loma, quienes hacían su festín con caldo de pichiche. Hasta que quedó el último, que llegó haciendo su algarabía cuando el penúltimo, que era hembra, sucumbió. Vi llorar al último pichiche. Acarició mis pies, picoteó mis huaraches, yo le acaricié la cabeza. Por la noche, del patio de la casa levantó el vuelo tras una parvada que pasó rozando la loma”.
Nosotros, en la familia, también tuvimos una experiencia con una mascota fuera de lo convencional. Una de esas veces que mi papá fue a trabajar a la sierra agarró un pichón de urraquilla, allá por el rumbo de La Peineta. Era verde con el pecho amarillo y hacía mucho escándalo, la hicimos crecer dándole pedacitos de masa y agua en el pico. La teníamos en una jaula hecha de varitas, le cortábamos las alas para que no volara y la sacábamos a pasear. Cuando nos fuimos a vivir a una huerta de coco, en los primeros días que estuvimos ahí, salió de la jaula y desapareció. Mis hermanas lloraron su pérdida y la buscamos por todos lados y nada. Se fue.

Pasaron cerca de tres años, ya nos acordábamos de ella, un día cuando acabábamos de llegar de la escuela, la escuchamos cantar y gritar, mi hermano Javier dijo ¡la urraquilla! y corrió hacia donde salía el sonido. Todos lo seguimos. La encontramos cantando y dándose vueltas en un árbol de limón que estaba atrás del asoleadero. Se dejó agarrar, la bajamos del árbol y la llevamos a la mesa, le dimos agua y de comer. Apenas picó la masa, se quedó viendo para todos lados, nos miró a todos, cantó y dobló sus patitas, se echó y murió.

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