Víctor
Cardona Galindo
El ave
que predomina en la ciudad es el zanate, también conocido como cascalote; hay
palomas domésticas y torcazas, le siguen las tortolitas (cucuchitas), los
chicurros, alondras y últimamente hay mucho zopilote. De los reptiles reina la
iguana que es fuente de proteínas para la mayoría de las familias pobres y un
platillo caro y exótico para los ricos. En todos los bosques del municipio está
presente el armadillo que también es un sabroso alimento. Pero además hay
animales raros, míticos y de leyenda.
Añadir lEl kiosco que lucía el Zócalo de Atoyac a mediados del siglo pasado. Foto tomada de La monografía de Atoyac de Wilfrido Fierro.eyenda |
Ahora
las palomas torcazas son urbanas y habitan entre los tamarindos confundiéndose
con las caseras. Ya entrada la noche se escucha en el cielo el canto del
pichiche y cuando la luna está clara pueden divisarse las parvadas de esta
especie de pato con hábitos nocturnos. En el río los patos buzos se asolean en
las piedras o se sumergen en las aguas para pescar, compiten por los pequeños
peces con las zarcetas y martines pescadores.
Un águila pescadora baja todos los días,
exactamente a las tres de la tarde de las lomas cercanas a El Ticuí, atraviesa
las huertas de coco y desciende a pescar en un remanso del río que se forma
frente al centro social el Enano. Hay
muchos gavilanes, un hermoso ejemplar se posaba todas las tardes en la antena
de radio del Palacio Municipal y el tesorero atravesaba el Zócalo tapándose con
un periódico.
Era un
niño de siete años cuando vi un zopilote blanco. Jugaba debajo de los
tamarindos de la casa de la abuela Victoria cuando apareció por la mañana
volando en medio de la parvada y lo observé planear hasta que se perdió atrás
de las montañas. Durante muchos años no vi un zopilote rey, pensé que tal vez extinguieron desde que los ganaderos
comenzaron a vacunar sus vacas. Pero para mi sorpresa lo observé de nuevo a
mediados del 2015. Venía en medio de la parvada como bajando del cerro de La
Florida y cruzó la ciudad de Atoyac. Fue antes que comenzara la epidemia de la
chikungunya y que se supiera de un nuevo brote de mal derriengue (rabia) en el ganado de la región. Esos días muchos
ganaderos tuvieron que quemar los cadáveres de sus animales para evitar la
propagación de la enfermedad.
Mi
abuela Victoria contaba que un zopilote rey apareció unos días antes de
aquel 28 de octubre
de 1926, que se libró un feroz combate entre guerrilleros vidalistas y las fuerzas federales del mayor Lázaro Candelario, en el arroyo del Morenal. Los viejos de Los Valles todavía recuerdan cuando el agua del arroyo bajaba roja de tanta sangre y al sepultar los muertos, no cabían en las fosas, quedaban con los huaraches de fuera y grandes parvadas de zopilotes llegaban para comerles los pies.
de 1926, que se libró un feroz combate entre guerrilleros vidalistas y las fuerzas federales del mayor Lázaro Candelario, en el arroyo del Morenal. Los viejos de Los Valles todavía recuerdan cuando el agua del arroyo bajaba roja de tanta sangre y al sepultar los muertos, no cabían en las fosas, quedaban con los huaraches de fuera y grandes parvadas de zopilotes llegaban para comerles los pies.
Mi madre María del Refugio define al zopilote rey
como: “muy blanco y luminoso, que da mucha tristeza verlo”. Unas
versiones dicen que la comunidad de Puede del Rey se llama así porque
observaron volar a un zopilote rey cuando los primeros habitantes llegaron al
lugar.
En internet
se habla de un zopilote rey. “El zopilote rey se encuentra entre las especies
‘carroñeras’, es decir, se alimenta exclusivamente de materia orgánica
descompuesta, por lo que cumple muy importante labor de limpieza del medio
ambiente. Ayuda a evitar que se desaten epidemias, plagas y demás males que
podrían propiciar los cadáveres de animales en descomposición. Por lo que, se
les considera ‘limpiadores’ de la selva. Esta ave juega un papel importante en
la cadena trófica al iniciar el consumo del animal muerto y facilitar el acceso
para que otros animales puedan alimentarse de estos restos orgánicos”, (Berlanga
y Wood 1992).
“Su
distribución era desde el noroeste de México hasta el norte de Argentina, y en
nuestro país se le encontraba en los estados de Sinaloa, Nayarit, Veracruz,
Puebla, Guerrero, Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Campeche y Quintana Roo. Al sur a
través de Centroamérica y Sudamérica, oeste de los Andes noroeste de Perú y
norte de Argentina y Uruguay”, (Friedmann 1950 y AOU 1998).
Los
hombres de experiencia dicen que el zopilote rey tiene atrofiado el olfato, los
demás vuelan a su alrededor porque lo van guiando hasta donde está el alimento.
Esta gran ave blanca es la que da el primer picotazo en los cuerpos de animales
muertos.
En la
actualidad se puede ver grandes parvadas zopilotes que sobrevuelan altísimo la
ciudad, algunos amanecen en las antenas de los celulares serenados abriendo sus
alas para tomar el sol. Zeferino Serafín en su libro Nostalgia comenta que en los años cincuenta: “Había gran cantidad
de zopilotes porque contaban con comida suficiente ya que se comían los
animales que se morían por enfermedades. Por las tardes, después de que los
trabajadores se retiraban del rastro una vez terminadas sus labores, estas aves
acudían a aquel lugar para hacer limpieza, comiéndose los residuos”.
Que se
recuerde solamente un pequeño lapso de tiempo después del huracán Tara no hubo zopilotes sobrevolando la
ciudad, porque muchos murieron durante la tormenta y otros emigraron lejos del
peligro.
De
acuerdo con internet el zopilote es un ave carroñera, su nombre viene
del náhuatl Tzotl que quiere decir inmundicia y pilotl que quiere decir colgar.
Por lo tanto se podría deducir que el nombre de zopilote significa que mientras
vuela esta ave lleva en sus garras trozos de animales muertos.
En Los Valles estaba una piedra donde hacían nido
los zopilotes, estaba chorreada por la caca de las aves. Los pichones nacían
blancos y pelones.
En el cielo de Atoyac vuelvan todos los días auras y
zopilotes. El aura tiene roja y pelona la cabeza, mientras la cabeza del
zopilote es negra. Los estudios dicen que se pueden encontrar
auras desde el extremo sur de Sudamérica hasta el sur de Canadá. “Su plumaje es
marrón oscuro hasta negro; la cabeza y el cuello no tienen plumas y son de
color púrpura-rojo. Su pico es corto, ganchudo, y de color marfil”.
Otra ave carroñera es el quelele, “de plumaje negro
con blanco; en otros lugares le llamaban ‘quebrantahuesos’ porque precisamente
iban tras los despojos que dejaban los zopilotes –los huesos principalmente-;
de ahí proviene el dicho aquel que le aplicaban a los que llegaban tarde a la
cita: ‘Llegaste a la hora del quelele’”, comenta Zeferino Serafín.
La urraca copetona se come los huevos de las otras
aves. Su presencia en lo alto de la sierra ha provocado que desparezca la
urraquilla verde. La urraca no tiene depredador natural, “ni el mismo gavilán
se la quiere comer”, dicen. La gente piensa que la urraca es un animal maldito,
porque uno de los pasajes que cuentan nuestros padres dice “cuando Jesús
Nuestro Señor andaba huyendo de los romanos, la urraca lo perseguía y decía
acavaaa, acavaaa”, así grita siempre esa ave, mientras que las cucuchitas “caminando
borraban el rastro de los caminos”. Nadie se come las urracas y ellas volando
por todos lados hacen lo que quieren.
En los cerros las chachalacas cantan simulando un
dialogo que parece decir: “barre tu casa, barre tu casa, vieja cochina” y la
otra contesta “bárrela tú, bárrela tú”. Las chachalacas también son fuente de
alimento, un estofado de chachalaca es muy delicioso.
Comentan
que el ticuí es un pájaro con plumaje azul en el pecho, con
la cola y alas cafés. Se conserva en el parque nacional El Ávila de Venezuela y
rara vez puede verse un ejemplar por los alrededores de Atoyac. La pichacua es
un ave nocturna que en su canto parece decir, “caballero, caballero”. Cuando
éramos niños mis hermanos y yo y no nos queríamos dormir, el tío Chencho nos metía en miedo
diciendo: “oyen ese grito, es la rerrirra, la rerrirrona, ya va a venir por
ustedes si no se duermen” y todos nos metíamos asustados debajo de las sabanas,
porque se escuchaban pichacuas cantar hasta en el patio.
Se cuenta que a principios del siglo XX unos soldados
subieron a la sierra a buscar a un forajido, era como buscar una aguja en un
pajar en aquella serranía. Mientras caminaban, de uno de esos árboles
gigantescos que había, desprendió el vuelo un pájaro imponente, era un águila
real, uno de los hombres al verla disparó su mosquetón napoleónico y le pegó en
el pecho, el ave cayó entre el monte y la fueron a buscar. Le extendieron sus
alas que medían tres metros de punta a punta. De esas águilas reales solamente
quedan las leyendas.
El tecolotillo entona un sonoro silbido, pero cuando
se asusta emite un escandaloso sonido que va desde el aullido de un gato hasta
un pleito de perros. Cuando es atacado por otra ave más grande, en el afán de
esconderse, el pequeño tecolote se baja a ras de suelo y sube lo más alto que
puede, por eso el grito se escucha en el cielo y en la tierra. Algunas personas
asocian este grito con un deceso, puede ser superstición o tal vez ese
animalito si puede ver la muerte que ronda.
La ticuiricha es la lechuza, un ave mítica y de mal
agüero, que cuando canta es que llegó la muerte. Esa ave conocida también como la dama blanca emite un canto o grito
lastimero y chillón, a veces metálico. Varía de un ave a otra, el grito no es
similar. La lechuza ataca de noche a los pájaros que duermen en los alambres y
en los árboles de las calles de esta ciudad.
Los mangos que adornaban la
plaza murieron secos, los vecinos les habrían puesto espinas de pescado en la
corteza para que murieran, ya estaban enfadados por la gran cantidad de zanates
y tingüiliches que dormían por la noche en la plaza, es que cagaban todo. En
los últimos años, grandes parvadas de tingüiliches y de zanates buscan la
claridad para dormir y evitar los ataques de la dama blanca.
La
lechuza ya no se asusta tan fácilmente, llega incluso atacar a las golondrinas
y alondras que duermen en los recovecos de los edificios cercanos a los bancos
en plena luz de los faroles. Se para en los cables de alta tensión, se queda
quieta y cuando un pajarito se descuida le cae encima y se lo lleva.
Una
vez estaba en el Zócalo con unos amigos, como a las 12 de la noche, vimos una
gran ave blanca atacando a los zanates que estaban durmiendo en el mango, al
desparpajo de los cascalotes observamos que se elevó a las alturas y con el reflejo
del alumbrado de la plaza distinguimos como soltó el cuerpo sin vida de un zanate
que cayó entre los ficus, al mismo tiempo que dejaba oír su canto: riiik, riiik.
Al día siguiente fuimos a ver dónde cayó el zanate. El cuerpo estaba completo
únicamente le había comido las vísceras. “La ticuiricha sólo le comió el
corazón”, dijo uno de mis acompañantes.
Por
eso los zanates prefieren los almendros y los otros árboles de las calles
céntricas de Atoyac para dormir. Todas las noches se escucha el escándalo de
las parvadas acomodándose para el sueño, en eso Luis Campos pasa con una
gigantesca vara espantándolos por todos los árboles para que se vayan. Otros
les tiran cohetes para asustarlos. Pero las aves únicamente se cambian de árbol
y siguen, no las pueden desterrar.
Las gallinas han aprendido a dormir con la claridad,
se quedan quietas porque todo está iluminado por los faroles. Ya no hay
oscuridad posible. El alumbrado público todo lo inunda, robándoles la
tranquilidad.
En
algunas colonias de la ciudad se acercan parvadas de pericos que revolotean en
los bocotes. La gente prefiere los pericos nacidos en marzo, porque hablan
mucho, y las cotorras guayaberas como mascotas, aunque hay quien tiene en sus
casas cucuchitas, palomas, chachalacas, faisanes, pichiches y hasta queleles.
Dicen que los faisanes son buenos para cuidar la casa, porque agreden a los
intrusos.
Algunos
años la policía preventiva detuvo a traficantes de aves. Hombres extraños
venían a colocar trampas en las milpas para capturar aves exóticas y llevarlas
a vender a las ciudades. Atrapaban por centenares de cotorras guayaberas. Por
ahora parece que paró un poco el tráfico de aves.
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