Víctor
Cardona Galindo
Los
días 25 de diciembre y el día primero de enero de todos los años los pueblos y
colonias de Atoyac se quedan semivacíos, porque la mayoría de la gente se
traslada al río, al canal de riego, a la Hacienda de Cabañas, al Llano Real, a
la orilla de la laguna de Mitla, a la playa Pez vela, Boca Chica y otras playas
de Tecpan de Galeana como Michigan, la Piedra del Tlacoyunque, el Ojo de Agua y
Cayaquitos.
El Zócalo de
Atoyac de Atoyac a finales de los
años noventa del siglo pasado, todavía no
sufría
las modificaciones que tiene ahora.
Foto:
archivo de Francisco Magaña.
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Algunas
familias tradicionales de Atoyac tienen algún terreno en la orilla de la playa,
en lo que antes se llamó Costa de Plata, ya sea en playa Gaviotas o Magueyes,
allá se van, pero la mayoría abarrota el río que por estas fechas no está tan
bajito ni tan contaminado como en mayo. Los lugares más socorridos son: la zona
del puente de El Ticuí, El Cuyotomate, la presa derivadora Juan Álvarez y El
Salto donde se disfruta del aire limpísimo de la sierra y la belleza de la
naturaleza. Este último balneario es el favorito de muchos visitantes que
buscan las cercanías de las montañas y todo el periodo denominado Guadalupe Reyes llenan las tres
enramadas que existen y la sombra de los árboles a la orilla del río.
Aspecto de la poza de El Salto en 1998. Foto: Francisco Magaña. |
El
balneario que les comento se llama El Salto por las dos hermosas cascadas que
la naturaleza nos regaló y que están a
unos metros río abajo. Para llegar a él, antes hay que pasar por la comunidad
de El Salto que se fundó allá por 1915.
El
primero que llegó a vivir a esas tierras fue don Eusebio Téllez, luego se le
sumaron Isabel Benítez, Ignacio Benítez y Miguel Castro. Le llamaron El Salto
Grande, porque ya había otro pueblito que se denominaba El Salto Chiquito
ubicado en los terrenos de don Marcelino Mariscal. El Salto Chiquito
desapareció después del periodo negro llamado guerra sucia.
Los paseos en pango se organizaban en El Salto hasta antes del 20013. Foto: Francisco Magaña. |
En
1956 El Salto Grande tenía 14 casitas, en ese tiempo se fueron sumando otras
familias como los Cruz, los Aguilar, los Caballeros, los Martínez Bautista, los
Guzmán y los Zaragoza. Una vez que fue creciendo tuvo su primer comisario en
1959 que fue don Celestino Benítez.
Para
llegar al balneario son cinco kilómetros, de la cabecera municipal hasta el
entronque de la comunidad, y de ahí 600 metros hasta el río, una parte de
terracería y otra ya está pavimentada, al llegar se encuentra luego la poza de
cristalinas aguas rodeadas de enramadas, donde se venden camarones de río,
sopes y todo tipo de carnes, acompañadas de una cerveza bien fría.
Una candidata a reina del café se baña en la poza de El Salto Chiquito. Foto: Archivo Histórico Municipal de Atoyac. |
A la
orilla del río hay árboles muy frondosos, donde se puede instalar un asador de
carne y cocinar para la familia mientras se bañan en las frescas aguas. O si se
prefiere, auxiliados de un visor se pueden atrapar personalmente los camarones
que se consumirán, respetando las hembras embarazadas, claro está, se
distinguen por las hueveras que
tienen en su pancita.
Cuando
uno mismo se sumerge en el río para atrapar los camarones que consumirá, el
relajamiento es total, pero si alguien es muy malo para pescar camarones, lo
más recomendable es llevar una provisión de carne o pedir el platillo preferido
en una de las enramadas, porque a pesar de no atrapar suficientes camarones
para la comida, se sale del agua con mucha hambre. El proceso de camaronear es
muy emocionante, al andar buceando se ve como los camarones salen de una piedra
y se esconden en otra. Aunque el aprendiz de pescador no agarre ninguno, el
susto a los camarones nadie se los quita.
Aspecto del paisaje en El Salto. Foto: Francisco Magaña. |
Al
primero que se ocurrió que El Salto podría ser un lugar turístico, fue Ladislao
Sotelo Bello en su segundo periodo como presidente municipal de Atoyac. Luego
José Cruz, Tirso Silva, Ofelio Benítez, Gonzalo Caballero y Francisco Téllez se
asociaron para construir las primeras cuatro enramadas que existieron.
Hasta
antes de 1975, se iba a El Salto por medio de un Camino Real, que comenzaba en
el lugar conocido como Las Compuertas y salía en La Cumbre, entre el 1975 y 1976
quedó terminado el camino de terracería y el 2008 durante la gestión del
alcalde Pedro Brito García quedó pavimentada la carretera, por eso ahora quien
decide visitar El Salto en menos de 20 minutos está bañándose en las frescas
aguas del río y disfrutando de la naturaleza.
El
pueblo tiene su calle principal pavimentada, obra que se ejecutó en el periodo
del alcalde Carlos Armando Bello, la Organización Campesina de la Sierra del
Sur (OCSS) también ha realizado gestiones para mejorar la comunidad. Las casas
son tradicionales construidas a base de adobe, una que otra de bajareque, hay
unas dos casas construidas con un poco de diseño y buen gusto. Aunque ya la
gente ha sustituido la teja por la lámina galvanizada. Los programas federales
también han edificado algunos cajones que llaman viviendas, están deshabitados
porque son calientes para la zona.
Las
tierras de El Salto pertenecen al ejido de Mexcaltepec y sus habitantes
siembran maíz y frijol de temporal y de riego. El pueblo toma su nombre de la
primera cascada que se forma en el río de Atoyac al sur de la población. El río
baja por una laja muy grande y cae en el fondo del acantilado, formando un
espectáculo natural muy impresionante. Más abajo como a medio kilómetro está El
Salto Chiquito una muy bonita cascada que puede verse sentado bajo la sombra de
los cuajinicuiles, quien quiera puede nadar. Pero como el lugar es un paraje
muy solitario, los visitantes se conforman con mirar.
El río
está poblado de camarones aloncillos, hay mucha trucha blanca y tienen una
nueva habitante: la carpa, esa depredadora de las especies de los ríos y que se
está reproduciendo con mucha facilidad en los ríos y arroyos de la sierra. En
los bosques cercanos al salto, se asolean las iguanas verdes y negras que se
esconden a ver pasar al visitante y por la tarde se escucha el sonoro canto de
las chachalacas y la triste melodía de la paloma torcaza.
El Salto Chiquito |
Frente
al salto está el cerro Cabeza de Perro una de las montañas más grandes del
municipio de Atoyac, donde la leyenda dice que está escondido el tesoro de Juan
Álvarez y el cuyas faldas Lucio Cabañas establecía su campamento guerrillero.
Al cerro se puede subir sólo por la comunidad de Agua Fría.
El
cerro tiene su encanto, Francisco Galeana Nogueda en su libro Conflicto Sentimental, Memorias de un
Bachiller en Humanidades escribió:
“El cerro
está al norte de Atoyac, Cabeza de Perro, que tiene un aspecto estéril y
desértico; no nos muestra el tono azul como los otros, sino que es de faz
blanca como montaña nevada.
Al fondo, el cerro Cabeza de perro. |
Me
viene a la memoria de inmediato el cuento o leyenda de ese cerro: Se ha dicho y
se sigue diciendo hasta la fecha, que en cerro o en la cárcel que encierra su
verde selva, existe una hermosa laguna, cuyo encanto consiste en vestirse de
multicolor ropaje cuando el sol diluye sus rayos blanquecinos sobre la faz azul
de su rostro cristalino.
Y a la
vez, en dicho perímetro abunda lujuriosa floresta, y en cuanto a su fauna hasta
el ave del paraíso surca con sus alas medrosas el cielo limitado e impasible.
La laguna hechizada tiene de todo y la habitan hermosas ninfas.
Un
arroyo grande nace en esta laguna, cuyos bordes según cuentan quienes tuvieron
la dicha de experimentar este sortilegio, forman el más bello ramillete de
flores exóticas y raras; viñedos cuyas frutas almibaradas satisfacen al paladar
más exigente.
Todo
este sopor lo sentían quienes en alguna ocasión se aventuraban por esos
contornos, pues se cree que es el lugar donde los habitantes de Tecpan,
temerosos de las incursiones de los tarascos guiados por su rey Caltzontzin,
depositaron sus riquezas en oro y piedras preciosas, tesoro que se cree que
existe hasta la fecha.
Un
nativo del pueblo de Atoyac, según versiones, entregó al general Juan Álvarez
un pergamino, el cual contenía el mapa que señalaba exactamente el sitio donde
estaba este encantamiento, con el objeto de que el patricio usara este tesoro
para la causa de la Independencia; no sabemos si lo encontró, aunque se cree
que no fue hallado y sigue reflejando en determinado tiempo la dorada llama de
su existencia”.
Otro
lugar que los visitantes abarrotan en estos días es el Cuyotomate, sitio que
toma su nombre de un árbol con ese fruto, que ya no está porque se lo llevó el
río en una de sus múltiples crecientes. Ir al Cuyotomate es bañarse en medio de
un cardumen de truchitas, tomar la chela, comer unas picadas o un pescado
frito, ver a los jóvenes clavadistas que se avientan de lo más alto del paredón
o de las ramas de los árboles, es nadar
junto a las tortugas que asoman la cabeza, es sumergirse en una frescura muy
reconfortante. Durante el año las familias atoyaquenses se congregan en El Cuyo
los sábados y domingos. El lugar es muy apacible en las tardes, las garzas
pasan volando río arriba, la música de Chalino Sánchez resuena en las
enramadas, los luisillos y las primaveras comen el fruto de los guamúchiles,
una parvada de golondrinas pasa rosando el agua quieta de la poza, un Martín
pescador grita mientras vuela rumbo a las piedras.
En
estos días, los guamúchiles que rodean la poza del Cuyotomate comenzaron a
reventar sus frutos, los ahuejotes presumen sus flores amarillas y los sauces
reflejan sus ramas en el río, cual narcisos enamorados de sí mismos.
Durante
la contingencia que se vivió en septiembre 2013 con la presencia del huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel, los 10 enramaderos del Cuyotomate
fueron afectados. Lo suyo fue pérdida total porque únicamente rescataron unos
trastecitos pero no todo lo que tenían. La creciente modificó el río, la poza
de El Cuyotomate despareció. En El Salto los árboles frondosos de guamúchiles,
en cuya sombra la gente asaba carne en sus días de campo, fueron arrasados por
la corriente al igual que las enramadas que había en la orilla. También la
fuerza del agua se llevó los grandes árboles de guamúchiles, ceibas y ahuejotes
que había en el río frente a la ciudad de Atoyac.
Afortunadamente a tres años de la
contingencia los árboles del río se han ido recuperando, los sauces y los ahuejotes
crecen muy rápido, ya hay fronda para asar la carne y descansar con la familia.
En El Salto nacieron varios hermosos capulines que por las noches son punto de
reunión de los murciélagos herbívoros y durante el día dan sombra al visitante.
Este fin
de año las calles de la ciudad y de los pueblos cercanos lucieron saturadas.
Tenía muchos años que no recibíamos tantos visitantes. Los pueblos tratan de
organizar eventos para que el disfrute del vacacionista. En la cabecera se
comenzó el 23 de diciembre con el paseo del Cortés, donde participaron las
representaciones de la danza del cortés de las diversas comunidades y colonias.
Así como instituciones educativas que contribuyeron con sus grupos de danza en
este evento que se pretende instituir todos los 23 de diciembre.
El 26,
la reina del café María Fernanda organizó un evento cultural en El Ticuí con la
participación de artesanos, pintores y productores de café. El evento congregó
a la sociedad local y diferentes expresiones artísticas. Los torneos de
basquetbol de El Ciruelar y Alcholoa hicieron lo suyo, son eventos deportivos
muy acreditados y concurridos, igual que el torneo de futbol que se llevó a
cabo en el estadio Francisco Ruíz Gómez. La carrera ticuiseña del 31 de
diciembre ya es todo un acontecimiento estatal, ahora participaron 200
corredores del Estado de México, Queretaro, Acapulco y de los diferentes pueblos
de la Costa Grande.
Cortina de la presa derivadora Juan Álvarez. |
Aunque
no se ha explotado, Atoyac tiene un gran potencial turístico, comenzando con
las zonas arqueológicas de La Gloria, Piedras Grandes y El Paraíso. También
tenemos infraestructura para promover una ruta del café, con las pocas huertas
que están en producción y con todos los beneficios húmedos y secos que se
encuentran abandonados a lo largo de la sierra, comenzando por el que está dentro
de las instalaciones del Ejército en el paraje de Los Tres Brazos.
Se
puede potencializar con proyectos recreativos de ecoturismo: caza
deportiva, rapel, caminatas, excursiones y concursos de vehículos todo
terreno, entre otros muchos más. Esto ayudaría a la preservación de especies en
peligro de extinción como el jaguar, el puma y el tucán y la urraquillas
verdes, las gallinitas y los faisanes.
En nuestra
sierra, sobre todo la ruta Atoyac-Puerto Gallo, existen una gran variedad de
recursos hídricos que se podrían explotar construyendo cabañas de descanso,
donde al tiempo que se disfruta de la naturaleza se puede participar en
excursiones para observar las zonas arqueológicas y bañarse en las limpias
pozas que en la región existen.
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