Víctor
Cardona Galindo
Caminar
por los cerros escarpados de la sierra de Atoyac siempre fue una dura y
peligrosa faena. Aun así los rociadores partían todas las mañanas en busca de
familias que estaban trabajando en las huertas de café para practicarles las
pruebas de sangre y descartar que estuvieran enfermas de paludismo. Un día llegaron,
dos de ellos, al cerro de El Caracol donde estábamos viviendo. Nuestro hogar era
una casita de cartón sin paredes donde cabía la chimenea y dos camas de varas
con los petates encima. Allá mi mamá era la cocinera de más de quince peones y
mi papá el responsable de los trabajadores. Cuando llegaron mamá traía en
brazos a mi hermano Javier, yo vestía un trajecito de franela roja y jugaba con
mi cocol en el asoleadero.
Cuando
asomaron sus cascos amarillos me eché a correr como poseído escondiéndome entre
los matorrales. Mi mamá gritaba -ven chamaco, ven- pero yo me escondía
asustado. Ellos eran mi pesadilla, no me
gustaba que me pincharan el dedo y me sacaran sangre. Ya quería que se fueran,
pero mi madre les invitó unos tacos con frijoles para esos, ahora se, héroes de
beiges con cascos amarillos. Luego
continuaron su camino buscando enfermos de malaria, sacando las muestras de
sangre, visitando campamento por campamento en lo alto de esas montañas
boscosas donde se produce el café. Nunca pensé que de grande desearía tanto la presencia
de los rociadores a quienes tanto temía de niño, es más, que reclamara y
exigiera su presencia, porque después de la Chikungunya ya nada es igual.
Siempre
digo que el único defecto de Atoyac son los zancudos. El calor con traje de
Adán y en la hamaca es llevadero, pero los zancudos atormentan y llegan a ser
desquiciantes. Y esta vez todo comenzó con una invasión exagerada de zancudos,
eran grandotes, parecían dinosaurios. La alerta se dio cuando se multiplicaron
las llamadas al noticiero del canal 8 de cable local para reclamar la presencia
de los antiguos rociadores, ahora les llaman vectores y son los trabajadores de
la Secretaria de Salud encargados de fumigar y abatizar. A pesar de que se
roció en algunas partes, la plaga de zancudos no se fue. Luego corrió la
noticia de la presencia de una enfermedad hasta esas fechas desconocida por
estos lares; la chikungunya, llamada además artritis epidémica.
Es parecida
al dengue, nada más que ésta provoca encorvamiento y afecta las articulaciones,
no puede la gente ni caminar y ni sentarse en la taza del baño. Imagínense a
los que no tienen inodoro y defecan de aguilita, el proceso es penoso y a veces
hasta imposible. Hay que recurrir al apoyo de una persona sana.
Resulta
que el mosquito que sirve de vector para el virus es el mismo Aedes aegypti que
transmite también los diferentes tipos de dengues. Es un “padecimiento viral
transmitido por la hembra de mismo mosquito que también contagia el dengue”,
dice el doctor Fernando Lasso.
La chikungunya que se descubrió en la costa de África
voló hasta Atoyac, San Jerónimo, Tecpan, al infinito y más allá. “La OMS dice
que el chikungunya se describió por primera vez en un brote ocurrido en el sur
del pequeño país africano de Tanzania, en 1952”, nos ilustra Fernando Lasso,
quien explica que es una palabra del idioma kimaconde, que significa “doblarse”
en alusión al aspecto encorvado de los pacientes, debido a los dolores
articulares que sufren.
Algunos
dicen que la chikungunya es un mal provocado por el gobierno para distraer a la
gente y subir los impuestos, otros dicen que es una enfermedad que nos dejó el
mundial de futbol, que llegó de otras latitudes con los jugadores. En este caso
Fernando Lasso nos explica: “Los primeros casos autóctonos confirmados en las
Américas se registraron en 2013, en la zona francesa de la isla caribeña de St.
Martín” y que el virus viaja con mucha facilidad. “El desplazamiento aéreo de
enfermos a países o regiones libres de ésta enfermedad; igualmente es
trascendente el traslado aéreo y terrestre de mosquitos infectados en los
vehículos donde estos insectos se suben y viajan circunstancialmente, largas
distancias”.
La
alerta epidemiológica sobre la posible aparición de la fiebre Chikungunya en el
territorio nacional fue emitida por la Secretaría de Salud del gobierno federal
el 11 de junio de 2014. Según el boletín de la secretaría de salud de Guerrero,
“El primer caso autóctono registrado en México fue en noviembre del 2014 en el
estado de Chiapas, de donde la enfermedad se dispersó rápidamente a Oaxaca y
Guerrero (…) En Guerrero el brote epidemiológico inició en la región de la
Costa Chica en diciembre del 2014. De ahí la enfermedad se diseminó a Acapulco
y Costa Grande con gran rapidez lo que ocasionó alarma en la población”.
Según
la investigación de Lasso hasta abril de 2015 se habían registrado 1 millón 379
mil casos sospechosos de Chikungunya en 43 países americanos, incluyendo el sur
de Estados Unidos. En el mismo periodo se habían reportado 191 muertes por este
mal.
En las
personas mayores la enfermedad puede contribuir a la muerte. “Aunque a veces
los pacientes tienen sólo síntomas leves y la infección puede pasar inadvertida
o diagnósticada erróneamente como dengue, en aquellas zonas donde éste es
frecuente”, dice Lasso.
Aquí
lo duro fue entre abril y mayo del 2015 cuando los habitantes de Atoyac de
Álvarez fuimos azotados por esa enfermedad conocida también como el otro dengue;
familias enteras empezaron con dolor en las articulaciones y fuerte temperatura
corporal.
Por
las redes sociales comenzaron a circular los síntomas que tenían algunos
enfermos. Evodio Arguello de León redactó un texto muy ocurrente, donde parecía
que una chingüengüenchona se lo
llevaba con su calorcito a la cama y la golosa no lo dejaba salir. Otros
postearon: “Chikungunya sal
de este cuerpo trabajador”.
Luego
ante los medios de comunicación, la señora Rosa Galeana Bello quien vive en la
colonia Centro de Atoyac, denunció que ella y su hijo se enfermaron y que no la
atendieron en el hospital general debido a que únicamente había un médico
trabajando en la sala de urgencias “no me dieron el paracetamol que mi hijo
requería ya que le pico el mosco trasmisor de la fiebre chikungunya y he visto más personas que están
enfermas aquí cerca y les duelen todas las articulaciones, están en cama sin
poder levantarse como mi hijo que hasta se dobla de los dolores de la fiebre y
no vienen los rociadores a rociar para matar al zancudo ”. Lo dicho por doña Rosa
era el sentir de muchas personas en esos momentos.
En el Facebook
muchas semanas fue común leer mensajes como éste. “Chin siento que me está
entrando la Chinkunguya no más esto me faltaba que al perro más sarnoso se le
carguen todas las pulgas, pero soy una guerrera que ha librado otras batallas y
primeramente Dios saldré adelante”.
Otro
posteó: “Me da tristeza que siempre en los medios impresos, los titulares ponen
a el estado de Gro., en los últimos lugares a nivel nacional, ahora resulta que
somos el primero pero en dengue y la famosa chingunguncha, no puede ser y yo
veo que en la tele que se destinan millones de pesos a nuestro estado, por
favor, ya estuvo suave”. Los reclamos fueron nuevamente para los vectores,
antes rociadores.
En
esos días cuadrillas de “vectores” hombres de beige y cascos amarillos
recorrieron calle por calle, cuadra por cuadra y casa por casa fumigando y
colocando abate en las pilas de agua. No quedó un solo lugar sin visitar. Pero
luego el jefe de la Jurisdicción Sanitaria en ese momento Felipe Abarca
Herrera, comentó que no era posible seguir nebulizando a cada rato porque el
mosquicida podía causar problemas de salud en los seres humanos. Lo mejor, “si
se detecta un enfermo de chikungunya
es encerrarlo en un mosquitero, luego realizar una labor de limpieza en la
casa, tirando el agua de todos los espacios donde pudiera reproducirse el
zancudo”.
Luego
circuló la versión de que el zancudo se hizo resistente al zancudicida o
mosquicida que se aplicaba. Que había que importar un líquido más fuerte para
fumigar. Mientras las casas se veían invadidas por esos zancudotes
prehistóricos, que salen por debajo de los muebles, se cobijan en la ropa y
viven en los espacios entre la cama y la pared. “Los ventiladores no son
suficientes para alejarlos y hace mucho pinche calor para estar metido en el
mosquitero”, comentaba un vecino, mientras la enfermedad pasaba por cuadras
enteras, salía de una casa y entraba a la otra. No excluyó a nadie. Juana
Guerrero comentó que toda Teneipa
estaba con chikungunya que
la gente no podía ni ir al baño.
En la
combi de la ruta El Ticuí-Atoyac el comentario era la chikungunya. “No te asolees mujer porque vas a
recaer”, le dijo una vecina a otra que vive de la venta de mangos en la
temporada.
Luego
llegó la noticia de que ya no había parecetamol en el Centro de Salud ni en el
hospital general Juventino Rodríguez. “Se me hace que nos vinieron a fumigar el
pinche virus en un avión, para chingarnos y sacar todo el parecetamol que
tenían rezagado”, comentó un periodista que luego es medio pitoniso.
“Los
calores están cabrones. Se suda por todas las cavidades del cuerpo. Para
acabarla de chingar en San Jerónimo no hay agua, en El Ticuí apenas llegó
poquita. Como quieren esos cabrones de la Secretaría de Salud que lavemos las
pilas y las ‘escobetiemos’ si no sabemos cuándo va a llegar el agua o cuando se
va ir”, comentó otra vez nuestro periodista pitoniso.
Por lo
pronto le gente comenzó hacer lo que le tocaba: limpiar la casa. Hacerle caso a
la campaña de los vectores, “Casa limpia, patio limpio”, ese fue un buen
comienzo para enfrentar la enfermedad. Se hizo limpieza es en los patios y
alrededor de las casas, en los que se junta agua donde la hembra del mosquito
pone sus huevos que se convierten primero en larvas (maromeros) en la región le
llamamos troza tripas, luego en pupa y posteriormente en mosquitos. A veces
pensamos en soluciones milagrosas, quisiéramos la presencia de Santa Rosa de
Lima como la describe Ricardo Palma en sus Tradiciones
peruanas para que amarre a los zancudos, los desaparezca o se los lleve
para otro lado. Pero eso no se puede y tenemos que seguir soportando los
diversos tipos de moscos que hay en esta hermosa tierra, incluso el que
transmite el virus del nilo. Porque son muchas las especies que todas las
noches cantan su cancioncita alrededor de nuestros oídos.
Se dijo
que el agua de mar tenía efectos positivos contra la chikungunya, para ello
Carlos González Santiago tenía ya en la colonia Loma Bonita un dispensario
gratuito de agua de mar. Luego se corrió la versión que el remedio era dulce,
el coco era la solución y entonces los coqueros le subieron el precio al
producto, un coco llegó a costar hasta 20 pesos. Todos bebimos cocos esos días
y las palmeras quedaron temblando.
Clemencia
Guevara Tejedor nos dijo que para curar la chikungunya es muy eficaz un té de
moringa. “Hay que hervir un puñito de hojas con canela en un litro de agua,
luego exprimirle un limón y agregar miel al gusto. Se debe tomar calientito”.
Si funciona y funciona muy bien. ¿Y al que no le guste la moringa? Pues que
coma moronga, pero que no deje de nutrirse, porque la enfermedad le pega más
duro a los desnutridos.
El sábado 2 de mayo de 2015 me pegó
la Chikungunya, después de tres días únicamente me quedó el cansancio en todo
el cuerpo y ardor en la planta de pies. La chikungunya es una
enfermedad que nos escanea el cuerpo y se estaciona donde más nos duele, por
eso muchos que tenían avanzada alguna enfermedad degenerativa pasaron a mejor
vida. Me niego a
creer que el diablo disfrazado de perversos seres humanos nos haya venido a
fumigar el virus, no creo en tanta perversidad; más bien es como dice el doctor
Orlando Santiago: “una enfermedad emergente por el calentamiento global”, que
se arraiga en pueblos como el nuestro por nuestra forma de vida y por el
descuido en que tenemos nuestro entorno. Una primera medida sería que nuestras
autoridades revisen y manden limpiar todas las casas solas y abandonadas que hay
en las comunidades, luego realizar una agresiva campaña de descacharrización y
de alguna manera obligar a la gente que tire todo lo que no sirve, porque la
Chikungunya se acabará cuando el entorno esté limpio.
Las autoridades
informaron que está comprobado científicamente que la Chinkungunya, y el dengue
clásico, no son mortales, recomiendan a la población no auto medicarse y acudir
de inmediato a la unidad de salud más cercana.
La
enfermedad suele aparecer entre cuatro y ocho días después de la picadura de un
mosquito infectado, aunque el intervalo puede oscilar entre dos y 12 días; se
caracteriza por la aparición súbita de fiebre, generalmente acompañada de
dolores articulares. Otros signos y síntomas que presentan son: dolores
musculares, dolores de cabeza, náuseas, cansancio y erupciones cutáneas. Los
dolores articulares suelen ser muy incapacitantes, pero generalmente
desaparecen en pocos días.
Después
de la chikungunya ya nada es igual a mi papá y a la tía Rosita les dejó un gran
corazón, les creció y ahora son cardiacos. A otros les dejó dolores permanentes
en las rodillas y a mí los pies calientes.
En los
días de mayor aporreo de la chikungunya se hizo común recordar éste verso: “Me
duele la cabeza /me duele el corazón /me duele todo el cuerpo /y el codo de
pilón”.
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