Víctor
Cardona Galindo
El
rito comienza cuando el sacerdote Rafael Valencia reza en cada Estación
representada por pequeños grabados que cuelgan en las paredes de la parroquia
Santa María de la Asunción. La concurrencia sigue en coro la oración, mientras
los miembros de la hermandad “Jesús de Nazaret”, que se identifican por sus
playeras azules, lo siguen con una cruz de madera, representando así el
recorrido de Cristo al monte Calvario.
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Una
mujer con sahumerio y sirio, delante la imagen de Jesús de Nazaret después del Viacrucis, con sus 14 Estaciones, cale de la parroquia para realizar el
recorrido por la ciudad de Atoyac que dura 41 días.
Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Después
del viacrucis con sus 14 Estaciones,
sale de la parroquia la imagen de Jesús de Nazaret para realizar su recorrido
por la ciudad de Atoyac que durará 41 días. Comienza el primer viernes de cuaresma
y termina el Jueves Santo. Fausto
Hernández Meza filma y filma con su cámara de video desde hace 22 años está
presente en esta actividad, no me imagino una procesión sin Fausto, es parte de
la tradición misma.
El
cortejo camina lento, la patrulla 001 del departamento de tránsito va al
frente, su director Pedro Rebolledo Málaga, dicta las órdenes a su gente,
mientras la escultura de madera,
que mide aproximadamente dos metros y que representa a Cristo, es sacada
lentamente de la parroquia. Dos miembros, de la familia que la va a recibir
este día en su domicilio, caminan al frente con un sirio grande encendido y el
sahumerio humeando oloroso a copal. Seis cargan la imagen, que va empotrada en
una mesa de madera, son miembros de la hermandad y de la familia que le dará
asilo por esta noche y el día siguiente.
Desde
los años treinta del siglo pasado hasta el 2000 era el Santo Entierro el que
recorría la ciudad durante la cuaresma. Dos músicos: uno con tambor y otro con
una flauta de carrizo lo seguían en su peregrinar y estaban casi toda la noche
tocando en el domicilio donde lo recibían. Esa tradición quedó atrás, ahora es
la imagen de Jesús de Nazaret, quien recorre las calles y peregrina toda la
cuaresma.
El
“Santito” como le llama la gente es lo más importante que existe para la ciudad
de Atoyac en este periodo y son “mares” de gente que lo sigue en su recorrido
por 40 domicilios y una capilla. Durante los últimos años la limosna que
recogen en el peregrinar de El Santito está destinada para construir los
salones parroquiales “se juntan como cincuenta mil pesos, en 41 días” dice un
allegado a la tradición. Ya la obra de los salones parroquiales va muy
avanzada.
Perdón, Perdón
Dios mío, perdón
Así
comienza el camino y peregrinar
de la imagen de Jesús de Nazaret. Isaac Rendón Reyes, nuestro querido
“Chaca” es portador de una bandera morada y va al frente de la procesión. El Santito lleva una túnica morada, envuelto en una capa color
oro. Niñas vestidas de vírgenes, niños, de angelitos y de San José, hacen filas
a su alrededor. Los miembros de la hermandad identificados por sus playeras
azules y la cara de Cristo estampada en la espalda, dan orden al cortejo.
La
Hermandad de “Jesús de Nazaret” la integran 23 miembros que se encargan de la
liturgia, el orden y de cargar la imagen. Para integrarse a la hermandad “hay
que cumplir con los sacramentos” dice su presidente Cutberto Santiago Nogueda,
quien no deja pasar ningún detalle del rito y no permite fallas durante la
procesión.
Un nuevo mandamiento
Nos da el señor
que nos amemos todos
como nos ama Dios.
El
sahumerio despide humo y olor a copal. Bajan la imagen en la esquina de Miguel
Hidalgo y Juan Álvarez, se cambian los que cargan. También Fredy Magaña se suma
a la filmación y se abre paso entre la gente iluminándolo todo con sus potentes
reflectores. La multitud camina tras Jesús de Nazaret, llevando flores hechas
de papel maché, blancas, azules y moradas, todos van por la avenida cantando. Cada
año las familias que reciben El Santito se las ingenian y le ponen talento a la
elaboración de las flores, a veces son de tul, otras de papel crepé, algún
material reciclado, lo importante es que se vea bonito.
Al
llegar al puente del arroyo cohetero otra vez descansan los que cargan, una
vecina sale y con un atomizador baña de perfume a la imagen por el frente y los
costados. Luego la procesión sigue su camino, como todos los años 40 familias
lo reciben en su casa. Son 40 hogares que se llenaran de regocijo y de fervor
religioso.
Para
recibir al Santito hay que anotarse con un año de anticipación, el Jueves Santo
se hace el sorteo y de mil 200 familias que se anotan únicamente 40 tienen la
gracia de recibirlo, porque un día El Santito visita un capilla, de una colonia
que haya salido agraciada, en el sorteo este año estará en la colonia Pindecua.
La
familia que lo recibe se obliga a ponerle una túnica nueva, hacer las flores y
repartir los sirios a los peregrinos. Dar la comida al recibirlo y el atole al
siguiente día.
¡Oh! padre Jesús
¡Oh! padre querido
Me pesa señor
Haberte ofendido.
Y
todos corean…
Perdón, Perdón
Dios mío, perdón.
El
Santito ya caminó por las calles: Palmas, Aquiles Serdán, pasó por El Arco de
la entrada de Atoyac, luego Antonio Caso, Antiguo Campo Aéreo. La patrulla 001
de departamento de tránsito va por delante, Isaac Rendón Reyes, El Chaca, al
frente marca las rutas. El Santito hora va vestido con túnica blanca y una capa
roja.
El
dulcero va hasta atrás del contingente llevando su carrito de dulces muy
tranquilamente escuchando los rezos, él sonríe. También va la que vende
chicharrones y palomitas. Este dulcero, es ya parte del paisaje del zócalo de
Atoyac, siempre está cerca de la comandancia con su carrito de chicles, dulces
y cigarros, solamente el sol hace que se mueva de lugar y en la cuaresma sigue
al Santito.
Pero
volviendo a la procesión, muy atrás del contingente va la patrulla de
Protección Civil. Me voy dando cuenta que esta parte de la ciudad, por la calle
del Antiguo Campo Aéreo, hay casas muy bonitas. “Comen con mantequita los de
por aquí”, diría mi tía Carlota Galindo.
Va el
contingente coreando los cantos, algunos llevan velas en las manos, siguen al
Santito que levanta en parte una gran nube de polvo por Insurgentes.
Señor…
Me has mirado a los ojos
Sonriendo has dicho mí nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a ti buscaré otro mar.
Por la
bocina se escucha a una monjita que reza el rosario y todos repiten a una sola
voz. Para tener éxito aquí y sentirse integrado hay que conocer los rezos y los
cantos. Algunos van en silencio, no dicen nada, únicamente siguen la imagen, a
donde los lleve este día.
Pasando
por la parota de Insurgentes, que los vecinos no quieren que tiren porque es
centenaria y pasando por donde alguna vez se apareció la virgen de Guadalupe en
un ahuejote, va risueño Juan Manuel del Carmen Valencia, orgulloso dice que
nació en El Paredón y que es bolero, “el mejor de los boleros”. Él nunca falla
en El Santito, así ande crudo, siempre va, por la gracia de Dios tiene 29 años
boleando en el zócalo y yendo al Santito. Muchos entran y se salen de la
boleada él se mantiene.
La
procesión quiebra por Emiliano Zapata y llega a la calle Silvestre Castro en la
colonia Acapulquito. La familia que lo recibió adornó la casa con colores vivos
y la calle con papel picado, Jesús de Nazaret se queda un rato en la calle
luego los de la hermandad lo meten al domicilio donde pasará la noche.
Ya que
se colocó El Santito en el altar entonces comienza la celebración a las ocho de
la noche en punto. Los de la familia de la casa se reúnen para recibirlo.
Como
hormigas aparecen los vendedores de cubitos, de agua, de bolis, cremas, palomitas y chicharrones. En fin Jesús de Nazaret
para todos da. Al llegar la familia otorga un nuevo vestido. Ahora la imagen
tiene una túnica dorada.
Después
de la celebración la gente se congrega para recibir un plato de pozole y un
vaso de agua de Jamaica, hay hasta para llevar.
Entre
los comentarios con los peregrinos, que se alejan después de cumplir con la
misión del día, viene el recuerdo: “Al frente de la hermandad estuvieron antes
Juan Barrientos que duró dos años y Antonio de la Cruz la encabezó trece años,
lo quitó el padre Rafael Valencia. Antes el párroco no se metía con la
hermandad y estaban en el cargo hasta que Dios los llamaba. Pero Rafael
Valencia salió enérgico, en el 2001 quitó de un tajo la tradición del Santo
Entierro”.
Los
viejos miembros de la hermandad recuerdan aquel trágico día, un Jueves Santo,
que el circo “Kimba” se quiso adueñar del atrio de la Iglesia, los de la
hermandad se opusieron y llegaron hasta los golpes con el dueño del circo,
salió golpeado el señor David Rebolledo Hipólito, al día siguiente el circo
abandonó el lugar, fue el último año que estuvo el padre Isidoro Ramírez al
frente de la Parroquia. En ese tiempo “Atracciones Rosales” apoyó con recursos
económicos para la construcción de la iglesia, a la que hasta la fecha le falta
una torre: “Es aún una parroquia incompleta”.
Y ya
entrados en remembranzas vamos a recordar lo que dice uno de nuestros cronistas
Eduardo Parra Castro, “Don Yito” en su texto “Semana Santa en Atoyac” sobre
ésta tradición él escribió que al principio del siglo pasado “se velaban cuatro
Santos, la feligresía era muy devota ya que en la Cuaresma la mayor parte de la
población asistía a las ceremonias religiosas, empezando el Domingo de Ramos
que sacaban a San Ramón en procesión; era un Santo montado en un burrito, la
procesión se hacía llevando ramas o palmas en la mano y se recorrían las
principales calles de la ciudad”
Para
que queden más claras las cosas es necesario enfatizar aquí que, según lo dicho
por nuestros abuelos, en el pasado el pueblo de Atoyac se dividía en cuatro
barrios: La Tachuela, Los Toros, Bajial Grande y Bajial Chico. En ese tiempo
cada barrio tenía su santo que veneraban en la Semana Santa.
De ahí
lo escrito por Don Yito. “Todos se velaban en la Semana Mayor ya que con
anticipación se hacía la rifa de los mayordomos, personas encargadas de
velarlos en sus casas y correr con todos los gastos como se hace en la
actualidad, siguiendo la costumbre de dar comida y el atole del Santo o sea
atole de achiote, herencia que nos
dejaron los cuitlatecos”.
Aquí
aclaro que al “atole de Santo” como le dicen se le pone un polvito del fruto de
un árbol que se llama achote o achiote.
Por eso hay un pueblo en la sierra que se llama El Achotal, porque en sus
alrededores abunda este árbol. La gente manda con tiempo a encargar el achote
para tenerlo listo para el día que le toque El Santo.
Don Yito nos dice que “Los Santos eran: el
Cristo de la paloma por tener una con las alas extendidas en la cabeza; el de
tres potencias que tenía tres resplandores, dos por cada lado y uno en medio de
la cabeza, y el otro Santo permanecía en la Capilla del Cerrito que se
encontraba al final de la calle del Bajial Grande; al último le llamaban
Inocencia, que cuentan es el actual Santo Entierro que permanece en la iglesia
y sacan a velar en Semana Santa. El Jueves Santo se recogían todos los santos,
después de misa a las 10 de la mañana salía la procesión de los Cristos que era
la procesión más esperada por que sacaban a todos los Cristos en hombros de los
feligreses”.
De lo
escrito por don Yito sobre la Semana Santa se desprende que la tradición de
venerar estos cuatro santos se terminó en la primera década del siglo XX,
durante la Revolución que todo cambió: “la federación del centro, combatiendo a
los revolucionarios, tomó la plaza de Atoyac, la tropa cerró la iglesia y la
usaban como caballeriza, el sacerdote encargado de la misma tuvo que repartir
los Santos en casas particulares. En esas circunstancias el párroco tuvo que
ausentarse del lugar y se olvidándose por el momento de los cultos religiosos,
hasta que mandaron nuevo párroco que vino a poner orden a la iglesia cambiando
el sistema de las celebraciones de Semana Santa; ya no velaron los cuatro
Santos, solo uno el que permanece en la iglesia y es el que velan hasta
nuestros días, de los demás Santos no se sabe dónde quedaron”.
Deduciendo
de lo que nos dice en su crónica Eduardo Parra, concluimos que la tradición de
hacer la procesión y de velar en Santo Entierro surgió después de la Revolución
práctica que cambió con la llegada del padre Rafael Valencia el año 2000.
Perdón… ¡Oh Dios mío perdón
Perdón con indulgencia
Perdón y clemencia
Perdón y piedad.
Pero
ya plantados en nuestros días El Santito con su túnica dorada ahora va por la
calle Juan Álvarez al Norte de la ciudad, por la escuela primaria Herminia L.
Gómez. Las mismas caras de ayer. Los mismos devotos. Los miembros de las
familias tradicionales de mi ciudad, ir al Santito es ver el rostro de Atoyac,
compartir con la alegría y la fe de su gente. A los lejos se ve el lucerío que
camina tras la imagen que al andar mueve la mano izquierda envuelta en el humo
del copal. En Atoyac todas las épocas del año tiene su olor, el día de muertos
huele a cempasúchil, a tamales “nejos” y frito de “cuche”; diciembre a pólvora
y a pollo. Y la cuaresma a copal y a pozole.
Pues padeciste
Por amor nuestro
Jesús bendito
Seas mi remedio…Reza
el coro.
Juanito
Gómez el ex panguero va adelante con los candelabros. El recorrido es largo,
sin embargo nadie se amilana, todos siguen, haciendo escalas donde hace cruz el
camino, como en la calle Cafetal esquina con Juan Álvarez.
Miguel
Castillo va vestido de verde olivo con su guitarrita de juguete y un garrote
más grande que él.
La
cuesta es dura subiendo cerca de la escuela primaria Plan de Ayutla hasta el
corazón de la colonia Juan Álvarez, los perros ladran sorprendidos al ver pasar
la multitud. La señora que reparte el periódico El Objetivo a pie en toda la ciudad, no se cansa, por la tarde
sigue al Santito hasta donde vaya, este día de la calle Silvestre Castro hasta
el final de la ciudad. Muchos van con fe, los menos por el olor a pozole. Se
hacen 15 estaciones en el camino, ya para estas fechas, en el recuerdo quedó el
carrizo y el tambor que alguna vez acompañaron al Santo Entierro. Al fin
llegamos hasta la última casa de la ciudad. Los de la hermandad contienen la
multitud con una cuerda blanca. Los peregrinos se regresan en grupos antes de
la celebración. Por la inseguridad no es para menos. El miedo no anda en burro,
viene a caballo y nos arrolla a todos.
Perdona tu pueblo señor
Perdona tu pueblo
Perdónale señor…
Los
niños vestidos de angelitos, con sus alas y su corona dorada, con una cruz al
frente. La gente sostiene sus velas y para no quemarse usa hojas de almendro
para detener la parafina, otros usan vasos de unicel para protegerse las manos.
El
Santito va por la calle Independencia, la gente lleva flores de papel crepé,
blancas, moradas y azules. Todos cantan, enfilan por la calle Galeana de la
Colonia Sonora, luego por Obregón hasta llegar donde la familia lo recibe, la
calle está adornada con plástico picado formando dibujos del Cristo Crucificado,
el Santísimo y la paloma. En éste que será su hogar, por hoy, vistieron a Jesús
como la imagen tiene el Señor de la Misericordia, es azul, rojo y blanco el
altar, con una muy especial combinación de colores.
Después
de la celebración la gente pasa a tocarle la mano, a tocarle la frente y
pedirle en susurros “señor te encargo a mis hijos”, “Mi salud señor, que
mejore”. Le gente pide que lo cuide este año, las cosas no andan muy bien y los
hijos van al trabajo, viajan salen a divertirse, todos estamos azorados. Jesús
de Nazaret escucha inmóvil, “aquí andamos señor detrás de ti, como todos los
años mientras me prestes la vida”. Afuera la mayoría se preocupa por alcanzar
el mejor lugar para la repartición del pozole y poco a poco el olor a orégano
lo impregna todo.