Víctor
Cardona Galindo
La
gente ha dado por llamar “Club de los pájaros caídos” al grupo de viejitos que se
sientan todos los días a platicar en el Zócalo cerca de las escaleras del
kiosco y alrededor de la fuente. Otros le dicen “las bancas de los chismosos”.
Para mí es un lugar donde nuestros mayores cultivan su amistad y se acercan
para saber de los amigos. Ahí llega mucha gente de las comunidades, por eso la
plaza principal de la ciudad es un lugar de encuentro.
Nuestro
Zócalo se llama Plaza Morelos, antes se conocía como Jardín Morelos, no se
tiene el dato preciso de cuando las autoridades municipales lo bautizaron con
ese nombre. En los mítines se refieren a la plaza cívica de Atoyac, como el
lugar donde escribieron muchas páginas de la historia del movimiento social en
Guerrero.
Doña
Juventina Galeana Santiago escribió la Historia del Jardín de Atoyac y de ella retomamos estos datos. En el año de 1884, Atoyac
era un pequeño poblado y siendo su presidente municipal Feliciano Castro, se
acordó que frente al Ayuntamiento y frente a las casas que conformaban el
centro, estaría un jardín sembrado de almendros. El alcalde vio la urgente
necesidad también de tener un kiosco que fue construido con techo de lámina. Durante
los años de 1908 y 1909, en la gestión del alcalde Gonzalo García se instalaron
bancas de hierro y se construyó un nuevo kiosco con madera de la región.
Nuestro cronista por
excelencia Wilfrido Fierro Armenta escribió: “Cuentan que para realizar esta
obra exigían a los presos trabajar en ella como castigo. También plantó el
primer jardín y edificó el primer kiosco, construida la primera parte de adobe
y la segunda de madera con techo de lámina de cinc y en cuyo templete solían
darse audiciones musicales los domingos y durante las fiestas patrias”.
Para
1923 el presidente Andrés Galeana Claudeville, instaló en el jardín Morelos y
en el centro de la población el primer alumbrado con faroles, usando para el
caso quinqués que funcionaban a base de petróleo. En 1927 Manuel Ríos en su
carácter de presidente municipal ordenó la siembra de palmeras.
El
1930, con el permiso del Ayuntamiento que presidió José Radilla, la señora
Mariana Herrera construyó en el Jardín Morelos la primera refresquería, hecha
de madera y techo de teja y de igual manera autorizó al señor Apolinar Gil
Herrera, construir en la parte sur, una pista para bailes con una caseta para
depositar hielo. Rosita Santiago Galindo recuerda que la plaza estaba llena de bancas donadas por
comerciantes, había una refresquería que vendía bebidas de jarabe mezclado.
Durante los años 1932 y
1933, Pedro Alcaraz, Feliciano Rivera y Leandro Órnelas instalaron las primeras
vendimias de agua fresca con hielo raspado en las esquinas norte del citado
jardín.
En
1933 un primer carro entró a la ciudad y le dio la vuelta al jardín. Era un
carro de carga de redilas amarillo, propiedad de la familia H. Luz y a verlo
pasar toda la gente corría atrás de él, recuerda Rosita Santiago Galindo.
Después otro carro llegó frente a la escuela Juan Álvarez, era una camioneta de
redilas grande de color azul con bancas incrustadas a su interior para
trasportar pasajeros, se llamaba El
Gaucho y llegó poco después otra camioneta roja que se denominaba El Rosita.
Dice
doña Juventina que con Antonio Rosas Abarca como
alcalde en 1934 se volvió a arreglar el Zócalo, con bancas de cemento donadas
por personas influyentes del lugar: Félix Galeana Franco, Justino Mendoza,
Onofre Quiñones, Jerónimo Luna, entre otros, así como de la fábrica de Hilados
y Tejidos de El Ticuí. El jardín lucía las
flores más bellas de la región, sembradas y cuidadas por hermosas doncellas de
la cabecera municipal, a quienes se les asignaban espacios para que conservaran
bellos y hermosos los rosales.
El presidente de la Junta
de Mejoras Materiales y Embellecimiento del jardín era Justino Mendoza Pita y
estaban en el comité Delfino Meza, Francisco F. García y el árabe Gabriel
Zahar, cuando se plantaron los primeros arboles de mango y tamarindo. Posteriormente
los jardineros Jaime Ríos, Fortino Galindo y el cronista Wilfrido Fierro
sembraron nuevos tamarindos.
Carrera
de encostalados en 1967, frente a la escuela primaria del
estado Juan Álvarez,
en la calle que era la entrada principal al zócalo
de la ciudad. Foto tomada de internet.
|
En 1942, durante la
actuación del señor Gregorio Sarabia, como presidente municipal al ser demolido
el primer puesto de refrescos, se construyeron con material de concreto otras
refresquerías como: El Trópico y La Marina, propiedad de Wilfrido Fierro
Armenta y José Esteves Galeana. Después Manuel Galeana Franco construyó La Flor
de Atoyac.
Las
refresquerías estaban a la orilla del Zócalo, recuerda la tía Rosita, el
primero que comenzó a vender refrescos en una carretilla fue don Pedro Alcaraz,
era hielo raspado y le decían pabellones. Luego en trastes de barro y en ollas
como barril pasó a vender agua con hielo “agua fresca de tamarindo”. Después la
gente comenzó a poner changarritos en el Zócalo, en la esquina de la calle que
baja para los bancos estaba don Pedro Alcaraz, ahí había otras dos que la tía
Rosita no se acordó de sus propietarios. La cuarta refresquería era de Aurelia
Santiago esposa de Patricio Rosas, El Cuco
Rosas; la que seguía era de Celerina Cabañas. Frente al Ayuntamiento estaba
la de Wilfrido Fierro que se llamaba El Trópico y luego seguía José Estévez
Galeana con su refresquería que se llamaba La Marina esos eran puestos grandes.
En ese tiempo en el Zócalo se hacían enramadas para bailes y jugadas de gallo.
Durante la gestión de Florentino Gallardo en 1943, ordenó la
construcción de un nuevo kiosco, que fue concluido e inaugurado en 1948 siendo
ya presidente municipal Benjamín Luna Venegas y alrededor del jardín se colocó
malla ciclónica para la protección de las plantas.
A solicitud del
comercio y del Ayuntamiento que encabezaba Benjamín Luna Venegas a partir del 12
de septiembre de 1948, la fábrica de El Ticuí proporcionó el servicio eléctrico
a la ciudad de Atoyac, la primera línea que se tendió fue de bajo voltaje y se
concretó solamente al alumbrado del jardín Morelos, pues esa fecha se inauguró
el kiosco, posteriormente y por cuenta de la misma empresa fue modificada para
corriente alterna, dando un servicio de alumbrado a la mayor parte de la
ciudad.
El año 1951 el
presidente municipal Juan Panó Ríos, siguió autorizando posesiones para la
venta de refrescos y cervezas cubriéndose totalmente la acera poniente y
también autorizó la construcción de puestos de ropa alrededor del jardín como
el de “Los Barateros” y otros más. En 1959, siendo
presidente municipal Benito Fierro Fierro, se cambió el ornato del jardín, se
sembraron pastos, rosales y palmeras. Durante la gestión de Luis Ríos Tavera,
se invitó al doctor Raymundo Abarca Alarcón gobernador del estado, a la
inauguración del embanquetado de granito del jardín.
La administración Félix
Roque Solís de 1961 a 1962 siguió autorizando la instalación de refresquerías y
cervecerías alrededor del Zócalo.
El 28 de diciembre 1966, siendo presidente municipal Manuel García
Cabañas tiraron el kiosco y las bancas de granito fueron enviadas a la cancha
deportiva Silvestre Mariscal, hoy unidad deportiva Francisco Ruíz Gómez. En el
mes de marzo de 1967 en lugar de un kiosco se construyó una fuente, que
solamente sirvió de basurero. En marzo de 1982, siendo presidente municipal
Ladislao Sotelo Bello trajo al gobernador del estado Alejandro Cervantes
Delgado para inaugurar el nuevo kiosco.
En
1991, el Zócalo y las casas de alrededor se pintaron de un solo color. Los
policías que vinieron con sus perreras a desalojar a los perredistas que tenían
tomado el Ayuntamiento, hicieron ese trabajo, el centro parecía cuartel y
hombres vestidos de azul con armas largas estaban por todos lados. El Zócalo es
fuente de muchas historias y los habitantes de las comunidades que vienen a la
ciudad y no visitan la plaza es como si no hubieran venido.
La
plaza Morelos también fue remodelada por la alcaldesa María de la Luz Núñez
Ramos y Eduardo Arroyo Valadez fue el arquitecto que planeó los cambios, le
construyó una fuente con una amapola en el centro, plantó ficus y truenos,
derribó los tamarindos por los que se hizo un escándalo, “eran árboles
históricos”, argumentaban algunos vecinos. Antes que los tamarindos estuvo un
árbol de zopilote grande y frondoso, los mangos también eran ya muy viejos.
En
1996 durante el interinato de Wilibaldo Rojas Arellano se inauguró la remodelación
con nuevos árboles y pasto. La plaza se veía hermosa, pero por las noches se
tuvo que lidiar con algunos marranos sueltos y burros que llegaban a comerse el
pasto.
El
canadiense Peter Martín Pierre, El Señor
Sol, de 63 años de edad fue detenido por la policía preventiva de Atoyac el
21 de enero del 2004, porque –se dijo- quiso raptar un menor. Pero al
intervenir el consulado de Canadá fue liberado dos días después.
A ese Gringo le gustaba sentarse cerca de la
fuente, junto al Club de los pájaros caídos, los paraíseños le llamaban El Señor Sol. Aquel día estaba sentado
en una banca, cuando pasó un niño y lo llamó para darle una paleta, el menor se
soltó a llorar. El Señor Sol quiso
abrazarlo para consolarlo, entonces el niño corrió asustado como si alguien
quisiera matarlo. La gente se alborotó, se formó un escándalo y llamaron a la
policía. Fue en esos días que detuvieron en Acapulco una banda de gringos
pederastas, la gente estaba azorada, por eso El Señor Sol fue detenido y llevado a la cárcel municipal, donde un
grupo de padres de familia de la escuela Juan R. Escudero lo quería linchar, la
policía lo impidió y lo mantuvo encerrado hasta que el consulado de su país
vino por él.
Algunos
habitantes de Hacienda de Cabañas y de El Paraíso lo defendieron porque no
tenía antecedentes de pederastia, era un gringo ecologista que cuidaba una poza
en El Paraíso, dicen que se la pasaba sumergido en el agua donde sacaba unas
piedras a las que les sonaban algo por dentro. Sin embargo la gente que lo
acusó no entendió razones. De esa manera se fue del país El Señor Sol y abandonó su poza de El Paraíso y a sus amigos de
Hacienda de Cabañas.
El
presidente Armando Bello Gómez también modificó el Zócalo, le quitó el adoquín
que le había dejado María de la luz y lo sustituyó por concreto estampado, les
alzó el pretil a las jardineras y les puso herrería para protegerlas de los
transeúntes y de los chamacos traviesos que todo destruyen. Con esos cambios
también desapareció la amapola de la fuente. La visión del arquitecto Lalo
Arroyo era que el adoquín permitiera que el agua se incorporara a los mantos
freáticos y tenía el sueño que a los costados del obelisco, erigido en honor al
guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, se inscribieran los nombres de todos los
luchadores de Atoyac, desde la guerra de independencia hasta nuestros días.
Con la
remodelación que le hizo Armando Bello la plaza se ve amplia y bonita, ganó
espacio frente al kiosco. Por la tarde adolescentes con bicicletas hacen
piruetas. También llegan los skatos con
sus patinetas a practicar. La paletería Tocumbo
que cambió su nombre a La Flor de
Guerrero tiene dos sucursales en
las esquinas norte de la plaza. Esta cadena de neverías y paleterías viene de
la misma tradición de la mundialmente famosa Michoacaca. El hotel Catedral luce
amarillo con su vista a la plaza y a la parroquia. El grupo “Brokensouls” de Breaking en ocasiones ensaya sus
coreografías frente al edifico del DIF o en el kiosco.
Por la
mañana hay mucho bullicio en la plaza, en cada esquina hay vendedores de mango,
en el costado derecho yendo hacia la parroquia están los boleros de zapatos. En
cada esquina hay un dulcero, todo el día hasta la noche alrededor del auditorio
al aire libre que está al norte se colocan diversas vendimias desde taqueros,
vendedores de plátano y papas fritas. Venden pozole tortas y hasta pan. Hay
quien ofrece cocos frescos, churros y aguas frescas.
Al norte
de la plaza casi frente a la iglesia ya dio por instalarse un “escuadrón de la
muerte”, conformado por un numeroso grupo de teporochos y borrachos desahuciados que ayudan a cuidar los coches
que se estacionan en la zona y a cambio piden una moneda para seguirse
emborrachando. Los vecinos protestan porque en todos lados hacen sus
necesidades, dan mal aspecto y asustan a
los niños que van a parque infantil que está en las esquina de la plaza, pero
ellos siguen reproduciéndose. Nadie les pone atención, aunque si hurgáramos en
el árbol genealógico de esos borrachitos perdidos, encontraríamos que
pertenecen a las familias más tradicionales de ésta ciudad. En momentos nuestro
Zócalo luce descuidado, se robaron algunas bancas, a veces los jardineros abandonan
su labor y las plantas se van secando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario