domingo, 30 de octubre de 2016

Ciudad con aroma de café V

Víctor Cardona Galindo
Denise Dresser en su libro El país de uno, da una lista de razones para recuperar a nuestro México de la corrupción y la violencia, entre esas razones están: Las enchiladas suizas de Samborns, los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo, el mole negro de Oaxaca, los tacos al pastor con salsa y cilantro, el helado de guanábana (si tiene semilla, si no, es guanábano) y los mangos con chile clavados en un palo de madera. Estoy de acuerdo, recuperemos a México.
La tienda de abarrotes Las Dos Costas que estuvo, en la primera
 mitad del siglo pasado, en la esquina donde ahora está Farmapronto.
El lugar siempre ha sido una esquina muy bulliciosa.
Foto: Archivo Histórico del municipio de Atoyac.

Y como seguimos hablando de comida y libros, les diré que el pasado jueves se presentó en el café Uno el libro: El banquete de Maciel, de Leonel Maciel, ahí se dijo que los pueblos somos lo que comemos y que de todas las culturas la esencia es su comida. Si es así los atoyaquenses somos: frijoles con arroz y chiles en vinagre, carne de cuche con arroz, aporreadillo y las tortillas de mano, iguana en chile verde, camarones en caldo y quien come los camarones de Atoyac, nunca más se va del pueblo. Somos armadillo entomatado, pancita de res, pozole, nejos con mole, calabaza en conserva, atole blanco con panocha, cuatete en caldo y carpa frita. La laguna de Mitla produce suficiente carpa para que las pescaderas caminen todas las calles y chillen los sartenes de muchos hogares del municipio de Atoyac. Somos nacatamales, por eso las nacatamaleras están por todos lados, en cada esquina del mercado y caminan por la tarde gritando y empujando sus carretillas, por eso se han reproducido los carros que, entrando la noche, anuncian los nacatamales, los tamales rojos, verdes de marrano y de pollo. Atoles de avena, de piña y champurrado.
Pero más que nada los atoyaquenses y los costeños, somos marrano, chuchito cuitero, chuchito longano, rellenero, por eso Francisco Solís organiza en Tecpan en Festival del relleno de cuche y Rubén Ríos Radilla anda organizando un encuentro de relleneros atoyaquenses, por eso alguien dice que si hacemos un ícono de la Costa Grande sería un bolillo con relleno. El sábado 22 de octubre, estuve precisamente en San Jeronimito municipio de Petatlán probando el delicioso relleno de allá.
Dicen que el relleno vino de Filipinas, pero Leonel Maciel anduvo un tiempo por allá y del relleno no encontró ni madre. Más bien el relleno es resultado de nuestro mestizaje. Es la conjunción de la aportación de la comida indígena, española, asiática y negra. Por eso el buen relleno se sirve con arroz blanco, al que llamamos morisqueta y su nombre se relaciona con “moros y cristianos” platillo de frijoles con arroz que se sirve en Cuba y que nosotros también acostumbramos.
Lamentablemente hay comidas típicas, que se cocinan con coco, como el guinatán que comienzan a perderse. Para una familia costeña un buen guinatán se guisa con cuatro cocos secos rayados, luego se muelen en la licuadora, molido se exprime para que salga la leche. Esa leche se pone a calentar en una cazuela, sola sin aceite, cuando se comienza a sofreír, se le agrega una salsa de chile guajillo molido con ajo y cebolla. Esta salsa se cuela antes de echarse. La salsa con la leche de coco se deja sazonar y luego se agrega pescado seco, puede ser cuatete, sierra o robalo. Se deja de hervir para que agarre consistencia y no quede muy aguado. Se le pueden agregar unos chilitos de árbol al gusto para que pique un poquito. Si usted viene en el camino de visita para Atoyac, en Espinalillo municipio de Coyuca de Benítez, Arturo Ríos guisa un delicioso y exquisito guinatán, puede pasar a visitarlo. O puede venirse de largo hasta la colonia Vicente Guerrero donde también encontrará buena comida.
Para el atole de mango con coco, se utiliza una docena de mangos sazones criollos, dos cocos y piloncillo blanco. Se pelan los mangos y se rebanan. Luego se cosen con suficiente agua. Se le tira la primera agua en que hirvieron y luego se les agrega más agua y se dejan hervir hasta que se cosen. Ya que están hervidos se machacan con el machacador de los frijoles. Se le dejan algunos huesos.
La carne de los cocos secos, se muelen en la licuadora, molido se exprime para que salga la leche. Ya cuando están machacados los mangos se le agrega la leche de coco, se endulzan al gusto con el piloncillo y luego se ponen a hervir con un poco de agua. Para guisar los frijoles con coco. Cuando los frijoles están cocidos y machacados, se le agrega la leche de coco y se les deja hervir.
También se están perdiendo la conserva de coacoyul, que era una de las golosinas que consumían los niños que ahora están pasando por la tercera edad. Para hacer ese dulce, se ponen a hervir los cayacos con cáscara, ya que están hervidos se secan, luego se golpean y se pelan. Se pone a hervir en agua con canela, ahí se le va agregando el piloncillo, se va cociendo a fuego lento, cuando se va espesando la miel y ya está sazonada se le agregan los cayacos pelados. Luego a degustarlos. En nuestros días una solitaria señora los vende frente al sitio de taxis Juan Álvarez.
A raíz de la contingencia del huracán Ingrid y de la tormenta tropical Manuel perdimos un buen sitio para comer. Estaba en el lugar llamado Huanacaxtle, ahí El Cachi, tenía de todo, además de una guitarra con la que hacía pasar un momento inolvidable.
La creciente del 15 de septiembre de 2013 se llevó la enramada, El Cachi se salvó de milagro, por pelito de rana calva y se lo lleva la corriente del enfurecido río Atoyac, el colchón quedó flotando dentro de su pequeña vivienda. Lo demás se fue. 
Desde entonces le dijimos adiós a sus tortillas de mano y a su sabroso sazón. Recuerdo que el 2005 celebramos ahí el nombramiento de Elizabeth Maya Paco como presidenta municipal interina de este pueblo comelón. Ahora en la orilla del río al sur de la comunidad de El Ticuí, funciona un lugar con música viva, se come y se bebe muy bien. Es atendido por un matrimonio de amigos ticuiseños. Los domingos llegan comensales de todos lados para pasar una tarde divertida e inolvidable.
En el centro también hay buenos lugares donde se puede con tranquilidad tomar una copa, antros que son atendidos por jóvenes que no son los lenones mafiosos del pasado. Tampoco pueden olvidarse de visitar a Milton en su pozolería que abre de jueves a sábados las 24 horas en la calle Palmas frente a la Coalición de Ejidos.
La calle principal de esta ciudad es la columna vertebral del municipio, aquí están los bancos y los comercios más importantes, esta calle es la más transitada y más caminada, aquí confluye todo, incluso se ven pasar camiones Torton llenos de troncos de pino, siguen acabando con la sierra que a pesar de la tala resiste enviándonos agua y oxígeno, ya como una forma de pedir auxilio.
Nuestra calle principal a lo largo de la historia ha cambiado de nombre, primero se llamó Rafael Bello, en memoria del asesinado ex presidente municipal de Acapulco, benefactor de Atoyac, quien instaló la primera industria textil en esta población. Luego cambió su nombre a El Centenario, por los festejos al centenario de la Independencia y posteriormente se llamó Avenida capitán Emilio Carranza en honor a ese gran piloto mexicano que hizo grandes hazañas en el aire y que murió precisamente en un accidente aéreo en 1928, actualmente es nuestra avenida Juan Álvarez. La calle que antes se llamaba Juan Álvarez pasó a llamarse José Agustín Ramírez y la que en un principio se era Guadalupe Victoria ahora se llama Arturo Flores Quintana, en honor a los dos fecundos creadores y compositores de la música guerrerense.
La zona de los bancos siempre fue muy concurrida, ahí estuvo la tienda de Alberto González y donde está en Farmapronto funcionó una tienda importante que se llamó Las Dos Costas. Arribita tenía su negocio el médico militar Luis Cadena, quien trajo a la ciudad el tercer carro que existió, hay quien recuerda una camioneta Ford, y trajo también el primer radio de bulbos, lo instaló en la calle Juan Álvarez 18 la gente hacía filas para oír esa caja que hablaba.
El cronista Wilfrido Fierro Armenta fecha la llegada del aparato el 10 de septiembre de 1932. “El médico práctico Luis Cadena Trejo, trae el primer aparato de Radio marca Emerson. Este aparato receptor puede considerarse como el primero en la Costa Grande. Era de onda larga y corta. Los habitantes de esta población solían asistir con frecuencia a oír los programas musicales, así como las noticias de la Segunda Guerra Mundial, preferentemente la civil de España. Unos meses antes y para su venta habían traído uno similar, siendo exhibido en la casa de doña Mariana Herrera, pero no funcionó”.
Dice también que el 8 de agosto de 1938 el señor Feliciano Ponce trajo a esta ciudad la primera Sinfonola marca Wurlitzer, que vendió a la señora Antonia Ayerdi viuda de Reyes. El aparato fue instalado en su salón de billares, ubicado frente a la puerta mayor de esta Parroquia, causando la admiración de los vecinos. Dice don Simón Hipólito Castro que con monedas de cobre de veinticinco centavos se podía escuchar una canción. “Una tarde de un sábado que bajé de la sierra, fui y le eché una moneda para que tocara La Calandria interpretada por Pedro Infante. Ingenuamente, una señora de avanzada edad se me acerca y me dice: ‘por favor dígale al señor que está dentro que vuelva a cantar La calandria’”.
Mi tía Rosita Santiago, a sus ya casi 100 años de edad, recuerda que pegado a donde Luis Cadena estaba una embotelladora de refrescos que se llamaba El Pato Pascual y que José Navarrete vivía atrás de la iglesia y tenía su tienda La Vencedora en la esquina donde estuvo el consultorio del doctor Orlando Santiago y donde venden ahora cartuchos para cacería. Y que el Jardín de niños Cuauhtémoc se fundó en 1946 en la esquina de Emilio Carranza y Aldama, donde ahora está Milano.
En la memoria está aquel médico japonés que llegó donde los Cadena, se emborrachó y a su mujer que estaba embarazada la abrió y le sacó el chamaco. Otro era el doctor Medina que andaba borrachito pero daba buenas recetas, era blanco con ojos azules, se quedaba tirado de borracho en los corredores y ahí lo iban a consultar. José Ferreira era médico de origen español y mucho usaba la camisa blanca y azul, como vestían los doctores de la época y tenía su consultorio donde ahora está Bancomer. Por cierto ese banco llegó el 16 de febrero de 1967, El Rayo del Sur reportó que se abrió una sucursal del Banco de Comercio de Guerrero y que las oficinas quedaron instaladas en avenida Juan Álvarez y callejón 5 de Mayo y su primer gerente fue Justino Hernández de la Cruz.
En esa zona se abrió la primer tienda OXXO el 2 de diciembre del 2011, quedó instalada debajo de la casa de la familia Galeana Luna, donde antes estuvieron las oficinas del agua lodable, perdón potable, igual se abrió otro frente al arco de entrada a la ciudad y en la gasolinera Quinto Patio.
Venta de conserva de coacoyul, en la calle principal
 de Atoyac; al fondo el ingeniero José Nogueda,
un chistero atoyaquense nato. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Al caminar por el centro un vendedor de herbalife sale al paso con su folleto, se siente magnifico pregúntale como, mucho han proliferado esos negocios con cortinas verdes, que invitan a comer menos. La gente no les hace caso y todavía en Atoyac la carne de cuche es lo que más se vende y se consume. Por eso nada más imaginen como nos afectó en al ánimo la aparición de la influenza porcina.  
La zona de los bancos está saturada de carros. Sólo un día a la semana se ve despejado porque los huaracheros y los de la tienda El Buen Precio, son cristianos y cierran los sábados. El Buen Precio da barato todos quieren comprar ahí, con ellos se surten las tiendas de los barrios, muchos se paran a sacar dinero de los cajeros. Es un soberano desmadre, en los días de quincena.
Por cierto, cuando construyeron el supermercado El Buen Precio descubrieron un túnel. Doña Juventina Galeana, Judith Solís y yo nos metimos, estaba amplio y cabía una persona parada. Ahí fue la casa del coronel Alberto González, el eterno enemigo del general Silvestre Mariscal. La gente dice que los Fierro, propietarios de la tienda, encontraron un tesoro por eso ahora el Buen Precio abrió una sucursal atrás de la parroquia Santa María de la Asunción y otra al sur de la ciudad casi frente a la gasolinería. La verdad es que Los Fierro dan barato, ganan poco y venden mucho, yo diría que muchísimo. Y ya andando por el sur de la ciudad les comento que Saúl Pérez Juárez, El maestro Quico, abrió un restaurante frente al Buen Precio, probé la chanfaina y está sabrosísima.
Los días 14 y 28 de cada mes el centro de la ciudad se llena de patrullas de la policía del estado, los agentes polvosos vienen a cobrar sus quincenas. Llegan de La Guitarra, Puerto el Gallo, Linda Vista. Todos los policías de la sierra bajan ese día. El centro está invadido de azules, que recorren el mercado las tiendas, Elektra, comprando y enviando dinero a sus familias. Los R-15, adornan el paisaje.


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