Víctor
Cardona Galindo
Denise
Dresser en su libro El país de uno,
da una lista de razones para recuperar a nuestro México de la corrupción y la
violencia, entre esas razones están: Las enchiladas suizas de Samborns, los
huevos rancheros y los chilaquiles con pollo, el mole negro de Oaxaca, los
tacos al pastor con salsa y cilantro, el helado de guanábana (si tiene semilla,
si no, es guanábano) y los mangos con chile clavados en un palo de madera.
Estoy de acuerdo, recuperemos a México.
Y como
seguimos hablando de comida y libros, les diré que el pasado jueves se presentó
en el café Uno el libro: El banquete de
Maciel, de Leonel Maciel, ahí se dijo que los pueblos somos lo que comemos
y que de todas las culturas la esencia es su comida. Si es así los atoyaquenses
somos: frijoles con arroz y chiles en vinagre, carne de cuche con arroz,
aporreadillo y las tortillas de mano, iguana en chile verde, camarones en caldo
y quien come los camarones de Atoyac, nunca más se va del pueblo. Somos
armadillo entomatado, pancita de res, pozole, nejos con mole, calabaza en
conserva, atole blanco con panocha, cuatete en caldo y carpa frita. La laguna
de Mitla produce suficiente carpa para que las pescaderas caminen todas las
calles y chillen los sartenes de muchos hogares del municipio de Atoyac. Somos
nacatamales, por eso las nacatamaleras están por todos lados, en cada esquina
del mercado y caminan por la tarde gritando y empujando sus carretillas, por
eso se han reproducido los carros que, entrando la noche, anuncian los
nacatamales, los tamales rojos, verdes de marrano y de pollo. Atoles de avena,
de piña y champurrado.
Pero
más que nada los atoyaquenses y los costeños, somos marrano, chuchito cuitero,
chuchito longano, rellenero, por eso Francisco Solís organiza en Tecpan en
Festival del relleno de cuche y Rubén Ríos Radilla anda organizando un
encuentro de relleneros atoyaquenses, por eso alguien dice que si hacemos un
ícono de la Costa Grande sería un bolillo con relleno. El sábado 22 de octubre,
estuve precisamente en San Jeronimito municipio de Petatlán probando el
delicioso relleno de allá.
Dicen
que el relleno vino de Filipinas, pero Leonel Maciel anduvo un tiempo por allá
y del relleno no encontró ni madre. Más bien el relleno es resultado de nuestro
mestizaje. Es la conjunción de la aportación de la comida indígena, española,
asiática y negra. Por eso el buen relleno se sirve con arroz blanco, al que
llamamos morisqueta y su nombre se relaciona con “moros y cristianos” platillo
de frijoles con arroz que se sirve en Cuba y que nosotros también
acostumbramos.
Lamentablemente hay comidas típicas, que se cocinan
con coco, como el guinatán que comienzan a perderse. Para una familia costeña
un buen guinatán se guisa con cuatro cocos secos rayados, luego se muelen en la
licuadora, molido se exprime para que salga la leche. Esa leche se pone a
calentar en una cazuela, sola sin aceite, cuando se comienza a sofreír, se le
agrega una salsa de chile guajillo molido con ajo y cebolla. Esta salsa se
cuela antes de echarse. La salsa con la leche de coco se deja sazonar y luego
se agrega pescado seco, puede ser cuatete, sierra o robalo. Se deja de hervir
para que agarre consistencia y no quede muy aguado. Se le pueden agregar unos
chilitos de árbol al gusto para que pique un poquito. Si usted viene en el
camino de visita para Atoyac, en Espinalillo municipio de Coyuca de Benítez,
Arturo Ríos guisa un delicioso y exquisito guinatán, puede pasar a visitarlo. O
puede venirse de largo hasta la colonia Vicente Guerrero donde también
encontrará buena comida.
Para el atole de mango con coco, se utiliza una
docena de mangos sazones criollos, dos cocos y piloncillo blanco. Se pelan los
mangos y se rebanan. Luego se cosen con suficiente agua. Se le tira la primera
agua en que hirvieron y luego se les agrega más agua y se dejan hervir hasta
que se cosen. Ya que están hervidos se machacan con el machacador de los frijoles.
Se le dejan algunos huesos.
La carne de los cocos secos, se muelen en la licuadora,
molido se exprime para que salga la leche. Ya cuando están machacados los
mangos se le agrega la leche de coco, se endulzan al gusto con el piloncillo y
luego se ponen a hervir con un poco de agua. Para guisar los frijoles con coco.
Cuando los frijoles están cocidos y machacados, se le agrega la leche de coco y
se les deja hervir.
También se están perdiendo la conserva de coacoyul,
que era una de las golosinas que consumían los niños que ahora están pasando por
la tercera edad. Para hacer ese dulce, se ponen a hervir los cayacos con
cáscara, ya que están hervidos se secan, luego se golpean y se pelan. Se pone a
hervir en agua con canela, ahí se le va agregando el piloncillo, se va cociendo
a fuego lento, cuando se va espesando la miel y ya está sazonada se le agregan
los cayacos pelados. Luego a degustarlos. En nuestros días una solitaria señora
los vende frente al sitio de taxis Juan Álvarez.
A raíz
de la contingencia del huracán Ingrid
y de la tormenta tropical Manuel
perdimos un buen sitio para comer. Estaba en el lugar llamado Huanacaxtle, ahí El Cachi,
tenía de todo, además de una guitarra con la que hacía pasar un momento
inolvidable.
La
creciente del 15 de septiembre de 2013 se llevó la enramada, El Cachi se salvó de milagro, por pelito
de rana calva y se lo lleva la corriente del enfurecido río Atoyac, el colchón
quedó flotando dentro de su pequeña vivienda. Lo demás se fue.
Desde
entonces le dijimos adiós a sus tortillas de mano y a su sabroso sazón.
Recuerdo que el 2005 celebramos ahí el nombramiento de Elizabeth Maya Paco como
presidenta municipal interina de este pueblo comelón. Ahora en la orilla del
río al sur de la comunidad de El Ticuí, funciona un lugar con música viva, se
come y se bebe muy bien. Es atendido por un matrimonio de amigos ticuiseños.
Los domingos llegan comensales de todos lados para pasar una tarde divertida e
inolvidable.
En el
centro también hay buenos lugares donde se puede con tranquilidad tomar una copa,
antros que son atendidos por jóvenes que no son los lenones mafiosos del
pasado. Tampoco pueden olvidarse de visitar a Milton en su pozolería que abre
de jueves a sábados las 24 horas en la calle Palmas frente a la Coalición de
Ejidos.
La
calle principal de esta ciudad es la columna vertebral del municipio, aquí
están los bancos y los comercios más importantes, esta calle es la más
transitada y más caminada, aquí confluye todo, incluso se ven pasar camiones
Torton llenos de troncos de pino, siguen acabando con la sierra que a pesar de
la tala resiste enviándonos agua y oxígeno, ya como una forma de pedir auxilio.
Nuestra
calle principal a lo largo de la historia ha cambiado de nombre, primero se
llamó Rafael Bello, en memoria del asesinado ex presidente municipal de Acapulco,
benefactor de Atoyac, quien instaló la primera industria textil en esta población.
Luego cambió su nombre a El Centenario, por los festejos al centenario de la
Independencia y posteriormente se llamó Avenida capitán Emilio Carranza en
honor a ese gran piloto mexicano que hizo grandes hazañas en el aire y que
murió precisamente en un accidente aéreo en 1928, actualmente es nuestra
avenida Juan Álvarez. La calle que antes se llamaba Juan Álvarez pasó a
llamarse José Agustín Ramírez y la que en un principio se era Guadalupe Victoria
ahora se llama Arturo Flores Quintana, en honor a los dos fecundos creadores y
compositores de la música guerrerense.
La zona
de los bancos siempre fue muy concurrida, ahí estuvo la tienda de Alberto González
y donde está en Farmapronto funcionó una tienda importante que se llamó Las Dos
Costas. Arribita tenía su negocio el médico militar Luis Cadena, quien trajo a
la ciudad el tercer carro que existió, hay quien recuerda una camioneta Ford, y
trajo también el primer radio de bulbos, lo instaló en la calle Juan Álvarez 18
la gente hacía filas para oír esa caja que hablaba.
El
cronista Wilfrido Fierro Armenta fecha la llegada del aparato el 10 de
septiembre de 1932. “El
médico práctico Luis Cadena Trejo, trae el primer aparato de Radio marca
Emerson. Este aparato receptor puede considerarse como el primero en la Costa
Grande. Era de onda larga y corta. Los habitantes de esta población solían
asistir con frecuencia a oír los programas musicales, así como las noticias de
la Segunda Guerra Mundial, preferentemente la civil de España. Unos meses antes
y para su venta habían traído uno similar, siendo exhibido en la casa de doña
Mariana Herrera, pero no funcionó”.
Dice también que el 8 de agosto de 1938 el señor
Feliciano Ponce trajo a esta ciudad la primera Sinfonola marca Wurlitzer, que
vendió a la señora Antonia Ayerdi viuda de Reyes. El aparato fue instalado en
su salón de billares, ubicado frente a la puerta mayor de esta Parroquia,
causando la admiración de los vecinos. Dice don Simón Hipólito Castro que con
monedas de cobre de veinticinco centavos se podía escuchar una canción. “Una
tarde de un sábado que bajé de la sierra, fui y le eché una moneda para que
tocara La Calandria interpretada por
Pedro Infante. Ingenuamente, una señora de avanzada edad se me acerca y me
dice: ‘por favor dígale al señor que está dentro que vuelva a cantar La calandria’”.
Mi tía Rosita Santiago, a sus ya casi 100 años de
edad, recuerda que pegado a donde Luis Cadena estaba una
embotelladora de refrescos que se llamaba El Pato Pascual y que José Navarrete
vivía atrás de la iglesia y tenía su tienda La Vencedora en la esquina donde
estuvo el consultorio del doctor Orlando Santiago y donde venden ahora
cartuchos para cacería. Y que el Jardín de niños Cuauhtémoc se fundó en 1946 en
la esquina de Emilio Carranza y Aldama, donde ahora está Milano.
En la
memoria está aquel médico japonés que llegó donde los Cadena, se emborrachó y a
su mujer que estaba embarazada la abrió y le sacó el chamaco. Otro era el
doctor Medina que andaba borrachito pero daba buenas recetas, era blanco con
ojos azules, se quedaba tirado de borracho en los corredores y ahí lo iban a
consultar. José Ferreira era médico de origen español y mucho usaba la camisa
blanca y azul, como vestían los doctores de la época y tenía su consultorio
donde ahora está Bancomer. Por cierto ese banco llegó el 16 de febrero de 1967,
El Rayo del Sur reportó que se abrió
una sucursal del Banco de Comercio de Guerrero y que las oficinas quedaron
instaladas en avenida Juan Álvarez y callejón 5 de Mayo y su primer gerente fue
Justino Hernández de la Cruz.
En esa
zona se abrió la primer tienda OXXO el 2 de diciembre del 2011, quedó instalada
debajo de la casa de la familia Galeana Luna, donde antes estuvieron las
oficinas del agua lodable, perdón potable, igual se abrió otro frente al arco
de entrada a la ciudad y en la gasolinera Quinto Patio.
Venta de conserva de coacoyul, en la calle principal de Atoyac; al fondo el ingeniero José Nogueda, un chistero atoyaquense nato. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Al
caminar por el centro un vendedor de herbalife
sale al paso con su folleto, se siente magnifico pregúntale como, mucho han
proliferado esos negocios con cortinas verdes, que invitan a comer menos. La
gente no les hace caso y todavía en Atoyac la carne de cuche es lo que más se
vende y se consume. Por eso nada más imaginen como nos afectó en al ánimo la
aparición de la influenza porcina.
La
zona de los bancos está saturada de carros. Sólo un día a la semana se ve
despejado porque los huaracheros y los de la tienda El Buen Precio, son
cristianos y cierran los sábados. El Buen Precio da barato todos quieren
comprar ahí, con ellos se surten las tiendas de los barrios, muchos se paran a
sacar dinero de los cajeros. Es un soberano desmadre, en los días de quincena.
Por
cierto, cuando construyeron el supermercado El Buen Precio descubrieron un
túnel. Doña Juventina Galeana, Judith Solís y yo nos metimos, estaba amplio y
cabía una persona parada. Ahí fue la casa del coronel Alberto González, el
eterno enemigo del general Silvestre Mariscal. La gente dice que los Fierro,
propietarios de la tienda, encontraron un tesoro por eso ahora el Buen Precio
abrió una sucursal atrás de la parroquia Santa María de la Asunción y otra al
sur de la ciudad casi frente a la gasolinería. La verdad es que Los Fierro dan
barato, ganan poco y venden mucho, yo diría que muchísimo. Y ya andando por el
sur de la ciudad les comento que Saúl Pérez Juárez, El maestro Quico, abrió un restaurante frente al Buen Precio, probé
la chanfaina y está sabrosísima.
Los
días 14 y 28 de cada mes el centro de la ciudad se llena de patrullas de la
policía del estado, los agentes polvosos vienen a cobrar sus quincenas. Llegan
de La Guitarra, Puerto el Gallo, Linda Vista. Todos los policías de la sierra
bajan ese día. El centro está invadido de azules, que recorren el mercado las
tiendas, Elektra, comprando y enviando dinero a sus familias. Los R-15, adornan
el paisaje.