sábado, 25 de junio de 2016

Guerrilleros XII


Víctor Cardona Galindo
Había, en 1972, un resentimiento social en contra de los ricos locales y especialmente de los acaparadores de café. De todos circulaban en el pueblo versiones de cómo se habían enriquecido. En el caso de J. Carmen García Galeana la gente murmuraba que hizo su fortuna robándole al Banco de Crédito Rural (Banrural) y a los ejidatarios cafetaleros de Atoyac.
 “Carmelo García Galeana abandonó muy joven la ciudad de Atoyac –recogió don Simón Hipólito en su libro Guerrero amnistía y represión- y se fue a la Tierra Caliente del estado de Guerrero, donde trabajó como comisionista de un acaparador de granos que… después ocupó un alto puesto en el Banco de Crédito Rural, en el sexenio de Miguel Alemán. Este funcionario lo nombra gerente del Banco de Crédito Rural que se instaló en la ciudad de Atoyac y organizó a los ejidatarios en Sociedades de Crédito Rural para otorgarles préstamos refaccionarios. Cuentan viejos ejidatarios que por cada mil pesos que les daba les quitaba cien. Instaló, o como se le llame, el Seguro Agrícola, que nunca pagó aunque se perdieran las cosechas de los cafeticultores. Como es de suponerse, él si los hizo efectivos. Cuentan también que a nombre de las sociedades compró maquiladoras de café, un terreno donde construyó una bodega. Bueno, con fondos ejidales adquirió eso, pero a su nombre dicen los ejidatarios”.
Traslado del cadáver de Genaro Vázquez Rojas de la casa
 de Erasmo Vázquez hacia la iglesia principal
del poblado de San Luis Acatlán.
Foto encontrada en el Archivo General de la Nación (AGN).

“Después de estar al frente de dicha institución bancaria –dice don Simón- la mandó al diablo, instaló por su cuenta compraventas de café, y hasta créditos refaccionarios llegó a otorgar… Maquiladora, terrenos y bodega le quedaron a él”.  Por estas versiones, algunos sectores justificaron el secuestro de Cuauhtémoc García Terán, hijo de Carmelo.
El 30 de marzo Isidro Castro Fuentes responsable de la Brigada de lucha 18 de mayo envió un documento a la revista Por qué? Iba dirigido a la opinión pública y hacían saber:
“Que en relación al secuestro de Cuauhtémoc García Terán, no daremos contacto a su familia hasta saber que ya tengan reunidos los tres millones de pesos; con esto damos a entender que no estamos dispuestos a rebajar el monto del rescate ni a variar en ninguna de las condiciones que hemos puesto; además hicimos la prevención de que mientras más dejen pasar el tiempo, corren el riesgo de que aumentemos las condiciones para el rescate”.
“Hacemos saber que no nos asusta que nos persigan los bandidos del Ejército y de la policía, porque son verdaderas bestias que odia el pueblo y que solo sirven para golpear y matar a gente pacífica y desarmada. Con la persecución sólo corre peligro el secuestrado, a quien ultimaremos si el gobierno continúa torturando y matando a gente que nada tiene que ver con el secuestro, como son los casos que enseguida denunciamos:
En Cacalutla fueron apresadas once personas, una mujer y diez hombres, de los cuales mataron a dos tratando de hacerles decir el paradero de los secuestradores. En Atoyac fueron apresados, torturados y desaparecidos el profesor Luis Cabañas Ocampo y el campesino José Pérez González. En San Vicente de Benítez fue ultrajada la familia del ex coronel zapatista Pedro Cabañas. De Zacualpan se llevaron a los campesinos Rosendo Cortés Tumalán y Bernardino de la Cruz, a quienes golpeó personalmente Joaquín Solano Chagoya, comandante de la 27 Zona Militar. Del poblado de La Remonta se llevaron a los jóvenes Artemio Hernández y Timoteo Vélez, siendo golpeados también; el comisario Alfredo Ríos corrió la misma suerte. Por el mismo rumbo encontraron en su huerta de café al anciano y soldado zapatista Bartolo Silva, quien fue llevado preso y en la cárcel era visitado de continuo por un soldado que lo golpeaba y lo escupía. En el barrio de La Felicidad fue golpeado el comisario municipal y dos campesinos y cerca de esta barrio fueron ametrallados y destrozados los cuerpos de tres indígenas; no sabían hablar español como los soldados, por lo que al verlos mechudos y sin contestar con prontitud el interrogatorio, se les consideró sospechosos y merecedores de la muerte en este ‘año Juárez’ y en plena apertura ‘democrática’, como le han llamado a estos tiempos los enemigos del pueblo”.
Las detenciones siguieron y pronto llegaron hasta la estructura del Partido de los Pobres. Dice Arturo Gallegos en su libro testimonial La guerrillas en Guerrero que a raíz del secuestro de Cuauhtémoc García “el Ejército empezó a peinar la sierra con mayor intensidad, además de revisar sus archivos en busca de sospechosos que pudieran conducirlos al secuestrado”.
Sería la una de la mañana de aquel 19 de abril de 1972, cuando se oyeron los golpes en la puerta del domicilio de la familia Roque Ríos, ubicado en la calle 16 de septiembre, del histórico barrio de La Fábrica. Los cuerpos policiacos detuvieron a toda la familia, a Margarito Roque Texta o Bahena, Romana Ríos García, a seis de sus nueve hijos. Heriberto era el mayor tenía 18 años y Socorro una bebita de escasos tres años. Hugo se salvó por vivir en otro domicilio. También se llevaron a la mamá de don Margarito, Marina Texta Solís que vivía con ellos.
Aprehendieron a los hijos mayores: Heriberto, Margarito y Arsenio, María de la Luz, Aurelio y Socorro. Rosario y Rosalía se quedaron dormidas, los vecinos se hicieron cargo de ellas hasta la llegada de otros familiares. Romana y don Margarito están desaparecidos.
Dice Arturo Gallegos que la señora Romana Ríos ya había sido detenida cuando apresaron a los integrantes del Comando Armado de Guerrero, que secuestró a Jaime Farill Novelo. Al parecer la policía ya sabía que Romana era  hermana de Salomón Ríos García, Ramón; uno de los guerrilleros más activos de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.
“El escándalo que se armó al entrar los elementos policiacos al domicilio, fue bastante notorio, de tal manera que todo el vecindario pudo darse cuenta de la presencia policiaca, pero nadie quiso intervenir al ver que los intrusos estaban armados”, comenta Arturo Gallegos.
A partir de ese momento, la familia detenida fue subida en varios automóviles policiacos y llevada a distintas partes de la ciudad. Después de algunas horas de paseo, finalmente fueron concentrados en el fraccionamiento Las Américas. “Ahí se encontraba una casa tipo residencia con muchas habitaciones, que albergaban a muchas personas que habían sido detenidas con anterioridad y otras que llegaron después, según testigos sobrevivientes. Según María de la Luz, en ese lugar solamente los tuvieron dos días y cuando los llevaban a torturar, lo hacían en una casa distinta, que tenía patio con pasto”, se lee en La guerrilla en Guerrero.
Ese mismo día los cuerpos policiacos catearon el Instituto México y detuvieron a la profesora Concepción Ramírez Altamirano de 62 años, a César Espinobarros, entre otros familiares y trabajadores de la familia Espinobarros. Recordemos que ya Humberto Espinobarros Ramírez estaba detenido en Veracruz acusado de deserción y de estar vinculado a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA). El Instituto México quedó vigilado por la policía y al arribar a él David Rojas Vargas, el 20 de abril, fue detenido.
Romana Ríos García de 36 años, después de las dolorosas torturas a la que fue sometida, dijo que ella fue quien llevó a Guadalupe Castro Molina al campamento guerrillero de Los Mangos, a mediados del mes de diciembre de 1971, señaló que subieron por Zacualpan, pasaron por El Huicón, rumbo a La Pascua donde está el sitio conocido como Los Mangos y que con el grupo de Lucio estaba don Petronilo Castro Hernández, papá de Guadalupe, quien portaba una retrocarga, en el lugar también estaba Arturo Gallegos y Marta Castro, que después de entregar a Guadalupe fue interrogada por Cabañas sobre la detención que sufrió en la Ciudad de México y dijo que volvió al mismo campamento a los 15 días para recoger a Guadalupe.
En los intensos interrogatorios, a los que fue sometida, dijo que todos los guerrilleros que bajaban de la sierra llegaban a la casa de Arturo Gallegos y que otro de los contactos en Atoyac era Isidoro Sánchez, el doctor Antonio Palós Palma, una señora de nombre María que vivía por el Camposanto, Pedro, Ramón García Castro y Juan Mata Severiano. De acuerdo a los datos aportados por Romana, a la policía, Isidoro Sánchez era quien llevaba, a Lucio, las medicinas que el doctor Antonio Palos Palma le mandaba. También señaló que dos guerrilleros que bajaron e iban rumbo a la Ciudad de México le dijeron que el secuestrado lo tenían en un punto cercano a La Remonta.
En esos días los cuerpos policíacos comenzaron a perseguir a Guadalupe Castro Molina, con una foto que llevaban encontraron información en la lavandería del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI). Al saber sus familiares que la buscaban se le avisó a la joven pero ella se negó a abandonar su casa porque no debía nada y porque tenía un trabajo que no quería perder.
“Entre las fotografías de los archivos del Ejército y seguramente de la policía –nos comenta Gallegos- se encontraba la de Guadalupe Castro Molina, fichada durante la detención de noviembre del año anterior en Atoyac. Con esa foto visitaron mi ex domicilio de Río Grande 189 de la colonia Hogar Moderno en Acapulco, personas con aspecto de militares vestidos de civil, preguntaron si ella vivía ahí. A pesar de conocerla los inquilinos se negaron a proporcionar cualquier dato que pudiera conducir a los desconocidos hacia Guadalupe”.
Arturo Gallegos se enteró por casualidad que la policía buscaba a Guadalupe cuando acudió a visitar a unos amigos, cercanos a su anterior domicilio, recordemos que abandonó esa casa después de la detención de Carmelo Cortés, Carlos Ceballos y Gabriel Barrientos. Dice en su testimonio “de pura casualidad pasé a visitar a mis ex vecinos, quienes me informaron lo que aquí he descrito, además de proporcionarme santo y seña de la ropa que Guadalupe vestía en la fotografía que llevaban los aparentemente policías. Era una foto donde aparecía de medio cuerpo, blusa verde botella con rayas horizontales en color blanco”.
El 22 de abril de 1972 la policía asaltó, en Atoyac, la casa de Miguel Onofre Reynada, Pedro; señalado por Romana Ríos como contacto de Lucio, dice un informe policiaco que Miguel Onofre resultó muerto porque disparó con una escopeta contra la Judicial y ésta al repeler la agresión lo mató.
Del caso, don Simón Hipólito Castro en su libro Guerrero amnistía y represión comenta: “El señor Miguel Onofre era ejidatario del El Porvenir, sierra de Atoyac. Allá tenía su parcela toda cultivada con plantas de café; él vivía en la ciudad de Atoyac, a menos de 500 metros del cuartel militar. Su edad rebasaba los setentas años. Su casa era de adobes y tejas, muy grande. Tenía con su esposa, la señora María Ocampo, varios hijos, dos le desaparecieron las fuerzas que perseguían a la guerrilla… Don Miguel Onofre no se metía en nada, más que en la atención de su casa y trabajos, dicen familiares. Pero una noche, ya a altas horas, tocan a la puerta. Él dormía en una hamaca, ya que eran meses de calor y estaba un poco enfermo. Su esposa María se levanta y pregunta quién es. Lo estaban afuera le ordenaron que abriera la puerta; como ella se negó, la derriban y penetran. Se dirigieron a la hamaca donde dormía don Miguel y comienzan a darle culatazos mientras otros registraban la casa. La señora María trata de defenderlo y es derribada de un culatazo. Don Miguel sigue recibiendo golpes, ya perdidos sus sentidos, hasta que una ráfaga lo deja inmóvil. Salen los asesinos llevándose consigo un dinero que se reunió de limosnas en el velorio de un pariente de don Miguel, que en su casa se veló; también se llevan dinero de ellos. Don Miguel quedó muerto, cocido a balazos, la masa encefálica regada por todos lados; la señora María toda golpeada y amoratada”.
Ese mismo día 22 de abril, Matías Perdón Iturio, Elfego; fue detenido en Acapulco al llegar a la casa de Arturo Gallegos, donde acudió a recibir la correspondencia que venía a nombre de Tirso López Mesino uno de los seudónimos de Lucio. Élfego declaró que estaba a cargo de vigilar los movimientos, sobre el dinero del rescate, por el rumbo de San Andrés de la Cruz. Que al secuestrado lo tenían en la huerta de Bartolo Silva cerca de La Remonta y que luego lo cambiaron a la huerta de doña Bernardina. Le dijo a la policía que no habían podido colocar en Loma Larga la bandera roja que sería la señal, porque había mucho movimiento de tropa. La Dirección Federal de Seguridad (DFS) utilizó Élfego como guía por la sierra para buscar el campamento de los guerrilleros.


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