Víctor Cardona Galindo
Había, en 1972,
un resentimiento social en contra de los ricos locales y especialmente de los
acaparadores de café. De todos circulaban en el pueblo versiones de cómo se
habían enriquecido. En el caso de J. Carmen García Galeana la gente murmuraba
que hizo su fortuna robándole al Banco de Crédito Rural (Banrural) y a los
ejidatarios cafetaleros de Atoyac.
“Carmelo García Galeana abandonó muy joven la
ciudad de Atoyac –recogió don Simón Hipólito en su libro Guerrero amnistía y represión- y se fue a la Tierra Caliente del
estado de Guerrero, donde trabajó como comisionista de un acaparador de granos
que… después ocupó un alto puesto en el Banco de Crédito Rural, en el sexenio
de Miguel Alemán. Este funcionario lo nombra gerente del Banco de Crédito Rural
que se instaló en la ciudad de Atoyac y organizó a los ejidatarios en
Sociedades de Crédito Rural para otorgarles préstamos refaccionarios. Cuentan
viejos ejidatarios que por cada mil pesos que les daba les quitaba cien.
Instaló, o como se le llame, el Seguro Agrícola, que nunca pagó aunque se
perdieran las cosechas de los cafeticultores. Como es de suponerse, él si los
hizo efectivos. Cuentan también que a nombre de las sociedades compró
maquiladoras de café, un terreno donde construyó una bodega. Bueno, con fondos
ejidales adquirió eso, pero a su nombre dicen los ejidatarios”.
Traslado del cadáver de Genaro Vázquez Rojas de
la casa de Erasmo Vázquez hacia la iglesia principal del poblado de San Luis Acatlán. Foto encontrada en el Archivo General de la Nación (AGN). |
“Después de
estar al frente de dicha institución bancaria –dice don Simón- la mandó al
diablo, instaló por su cuenta compraventas de café, y hasta créditos
refaccionarios llegó a otorgar… Maquiladora, terrenos y bodega le quedaron a
él”. Por estas versiones, algunos
sectores justificaron el secuestro de Cuauhtémoc García Terán, hijo de Carmelo.
El 30 de marzo
Isidro Castro Fuentes responsable de la Brigada de lucha 18 de mayo envió un
documento a la revista Por qué? Iba
dirigido a la opinión pública y hacían saber:
“Que en
relación al secuestro de Cuauhtémoc García Terán, no daremos contacto a su
familia hasta saber que ya tengan reunidos los tres millones de pesos; con esto
damos a entender que no estamos dispuestos a rebajar el monto del rescate ni a
variar en ninguna de las condiciones que hemos puesto; además hicimos la prevención
de que mientras más dejen pasar el tiempo, corren el riesgo de que aumentemos
las condiciones para el rescate”.
“Hacemos saber
que no nos asusta que nos persigan los bandidos del Ejército y de la policía,
porque son verdaderas bestias que odia el pueblo y que solo sirven para golpear
y matar a gente pacífica y desarmada. Con la persecución sólo corre peligro el
secuestrado, a quien ultimaremos si el gobierno continúa torturando y matando a
gente que nada tiene que ver con el secuestro, como son los casos que enseguida
denunciamos:
En Cacalutla
fueron apresadas once personas, una mujer y diez hombres, de los cuales mataron
a dos tratando de hacerles decir el paradero de los secuestradores. En Atoyac
fueron apresados, torturados y desaparecidos el profesor Luis Cabañas Ocampo y
el campesino José Pérez González. En San Vicente de Benítez fue ultrajada la
familia del ex coronel zapatista Pedro Cabañas. De Zacualpan se llevaron a los
campesinos Rosendo Cortés Tumalán y Bernardino de la Cruz, a quienes golpeó
personalmente Joaquín Solano Chagoya, comandante de la 27 Zona Militar. Del
poblado de La Remonta se llevaron a los jóvenes Artemio Hernández y Timoteo
Vélez, siendo golpeados también; el comisario Alfredo Ríos corrió la misma
suerte. Por el mismo rumbo encontraron en su huerta de café al anciano y
soldado zapatista Bartolo Silva, quien fue llevado preso y en la cárcel era
visitado de continuo por un soldado que lo golpeaba y lo escupía. En el barrio
de La Felicidad fue golpeado el comisario municipal y dos campesinos y cerca de
esta barrio fueron ametrallados y destrozados los cuerpos de tres indígenas; no
sabían hablar español como los soldados, por lo que al verlos mechudos y sin
contestar con prontitud el interrogatorio, se les consideró sospechosos y merecedores
de la muerte en este ‘año Juárez’ y en plena apertura ‘democrática’, como le
han llamado a estos tiempos los enemigos del pueblo”.
Las detenciones
siguieron y pronto llegaron hasta la estructura del Partido de los Pobres. Dice
Arturo Gallegos en su libro testimonial La
guerrillas en Guerrero que a raíz del secuestro de Cuauhtémoc García “el
Ejército empezó a peinar la sierra con mayor intensidad, además de revisar sus
archivos en busca de sospechosos que pudieran conducirlos al secuestrado”.
Sería la una de
la mañana de aquel 19 de abril de 1972, cuando se oyeron los golpes en la
puerta del domicilio de la familia Roque Ríos, ubicado en la calle 16 de
septiembre, del histórico barrio de La Fábrica. Los cuerpos policiacos
detuvieron a toda la familia, a Margarito Roque Texta o Bahena, Romana Ríos
García, a seis de sus nueve hijos. Heriberto era el mayor tenía 18 años y
Socorro una bebita de escasos tres años. Hugo se salvó por vivir en otro
domicilio. También se llevaron a la mamá de don Margarito, Marina Texta Solís
que vivía con ellos.
Aprehendieron a
los hijos mayores: Heriberto, Margarito y Arsenio, María de la Luz, Aurelio y
Socorro. Rosario y Rosalía se quedaron dormidas, los vecinos se hicieron cargo
de ellas hasta la llegada de otros familiares. Romana y don Margarito están
desaparecidos.
Dice Arturo
Gallegos que la señora Romana Ríos ya había sido detenida cuando apresaron a
los integrantes del Comando Armado de Guerrero, que secuestró a Jaime Farill
Novelo. Al parecer la policía ya sabía que Romana era hermana de Salomón Ríos García, Ramón; uno de los guerrilleros más
activos de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.
“El escándalo
que se armó al entrar los elementos policiacos al domicilio, fue bastante
notorio, de tal manera que todo el vecindario pudo darse cuenta de la presencia
policiaca, pero nadie quiso intervenir al ver que los intrusos estaban
armados”, comenta Arturo Gallegos.
A partir de ese
momento, la familia detenida fue subida en varios automóviles policiacos y
llevada a distintas partes de la ciudad. Después de algunas horas de paseo,
finalmente fueron concentrados en el fraccionamiento Las Américas. “Ahí se
encontraba una casa tipo residencia con muchas habitaciones, que albergaban a
muchas personas que habían sido detenidas con anterioridad y otras que llegaron
después, según testigos sobrevivientes. Según María de la Luz, en ese lugar
solamente los tuvieron dos días y cuando los llevaban a torturar, lo hacían en
una casa distinta, que tenía patio con pasto”, se lee en La guerrilla en Guerrero.
Ese mismo día
los cuerpos policiacos catearon el Instituto México y detuvieron a la profesora
Concepción Ramírez Altamirano de 62 años, a César Espinobarros, entre otros
familiares y trabajadores de la familia Espinobarros. Recordemos que ya
Humberto Espinobarros Ramírez estaba detenido en Veracruz acusado de deserción
y de estar vinculado a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA). El
Instituto México quedó vigilado por la policía y al arribar a él David Rojas
Vargas, el 20 de abril, fue detenido.
Romana Ríos
García de 36 años, después de las dolorosas torturas a la que fue sometida,
dijo que ella fue quien llevó a Guadalupe Castro Molina al campamento
guerrillero de Los Mangos, a mediados del mes de diciembre de 1971, señaló que
subieron por Zacualpan, pasaron por El Huicón, rumbo a La Pascua donde está el
sitio conocido como Los Mangos y que con el grupo de Lucio estaba don Petronilo
Castro Hernández, papá de Guadalupe, quien portaba una retrocarga, en el lugar
también estaba Arturo Gallegos y Marta Castro, que después de entregar a
Guadalupe fue interrogada por Cabañas sobre la detención que sufrió en la
Ciudad de México y dijo que volvió al mismo campamento a los 15 días para
recoger a Guadalupe.
En los intensos
interrogatorios, a los que fue sometida, dijo que todos los guerrilleros que
bajaban de la sierra llegaban a la casa de Arturo Gallegos y que otro de los
contactos en Atoyac era Isidoro Sánchez, el doctor Antonio Palós Palma, una
señora de nombre María que vivía por el Camposanto, Pedro, Ramón García Castro y Juan Mata Severiano. De
acuerdo a los datos aportados por Romana, a la policía, Isidoro Sánchez era quien
llevaba, a Lucio, las medicinas que el doctor Antonio Palos Palma le mandaba.
También señaló que dos guerrilleros que bajaron e iban rumbo a la Ciudad de México le
dijeron que el secuestrado lo tenían en un punto cercano a La Remonta.
En esos días
los cuerpos policíacos comenzaron a perseguir a Guadalupe Castro Molina, con
una foto que llevaban encontraron información en la lavandería del Instituto
Nacional de Protección a la Infancia (INPI). Al saber sus familiares que la
buscaban se le avisó a la joven pero ella se negó a abandonar su casa porque no
debía nada y porque tenía un trabajo que no quería perder.
“Entre las
fotografías de los archivos del Ejército y seguramente de la policía –nos
comenta Gallegos- se encontraba la de Guadalupe Castro Molina, fichada durante
la detención de noviembre del año anterior en Atoyac. Con esa foto visitaron mi
ex domicilio de Río Grande 189 de la colonia Hogar Moderno en Acapulco,
personas con aspecto de militares vestidos de civil, preguntaron si ella vivía
ahí. A pesar de conocerla los inquilinos se negaron a proporcionar cualquier
dato que pudiera conducir a los desconocidos hacia Guadalupe”.
Arturo
Gallegos se enteró por casualidad que la policía buscaba a Guadalupe cuando
acudió a visitar a unos amigos, cercanos a su anterior domicilio, recordemos
que abandonó esa casa después de la detención de Carmelo Cortés, Carlos
Ceballos y Gabriel Barrientos. Dice en su testimonio “de pura casualidad pasé a
visitar a mis ex vecinos, quienes me informaron lo que aquí he descrito, además
de proporcionarme santo y seña de la ropa que Guadalupe vestía en la fotografía
que llevaban los aparentemente policías. Era una foto donde aparecía de medio
cuerpo, blusa verde botella con rayas horizontales en color blanco”.
El
22 de abril de 1972 la policía asaltó, en Atoyac, la casa de Miguel Onofre
Reynada, Pedro; señalado por Romana
Ríos como contacto de Lucio, dice un informe policiaco que Miguel Onofre
resultó muerto porque disparó con una escopeta contra la Judicial y ésta al
repeler la agresión lo mató.
Del
caso, don Simón Hipólito Castro en su libro Guerrero
amnistía y represión comenta: “El señor Miguel Onofre era ejidatario del El
Porvenir, sierra de Atoyac. Allá tenía su parcela toda cultivada con plantas de
café; él vivía en la ciudad de Atoyac, a menos de 500 metros del cuartel
militar. Su edad rebasaba los setentas años. Su casa era de adobes y tejas, muy
grande. Tenía con su esposa, la señora María Ocampo, varios hijos, dos le
desaparecieron las fuerzas que perseguían a la guerrilla… Don Miguel Onofre no
se metía en nada, más que en la atención de su casa y trabajos, dicen
familiares. Pero una noche, ya a altas horas, tocan a la puerta. Él dormía en
una hamaca, ya que eran meses de calor y estaba un poco enfermo. Su esposa
María se levanta y pregunta quién es. Lo estaban afuera le ordenaron que
abriera la puerta; como ella se negó, la derriban y penetran. Se dirigieron a
la hamaca donde dormía don Miguel y comienzan a darle culatazos mientras otros
registraban la casa. La señora María trata de defenderlo y es derribada de un
culatazo. Don Miguel sigue recibiendo golpes, ya perdidos sus sentidos, hasta
que una ráfaga lo deja inmóvil. Salen los asesinos llevándose consigo un dinero
que se reunió de limosnas en el velorio de un pariente de don Miguel, que en su
casa se veló; también se llevan dinero de ellos. Don Miguel quedó muerto,
cocido a balazos, la masa encefálica regada por todos lados; la señora María
toda golpeada y amoratada”.
Ese
mismo día 22 de abril, Matías Perdón Iturio, Elfego; fue detenido en Acapulco al llegar a la casa de Arturo
Gallegos, donde acudió a recibir la correspondencia que venía a nombre de Tirso
López Mesino uno de los seudónimos de Lucio. Élfego declaró que estaba a
cargo de vigilar los movimientos, sobre el dinero del rescate, por el rumbo de
San Andrés de la Cruz. Que al secuestrado lo tenían en la huerta de Bartolo
Silva cerca de La Remonta y que luego lo cambiaron a la huerta de doña
Bernardina. Le dijo a la policía que no habían podido colocar en Loma Larga la
bandera roja que sería la señal, porque había mucho movimiento de tropa. La Dirección
Federal de Seguridad (DFS) utilizó Élfego
como guía por la sierra para buscar el campamento de los guerrilleros.
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