Víctor Cardona Galindo
“Le resultaba difícil aceptar que dos hombres hubieran salido
ilesos del accidente. Y especial que se tratara de los que venían en el asiento
delantero”, reflexiona un soldado en Guerra
en el Paraíso quien pensó: que Bracho no tardaría en caer. “Ahí, en alguna
parte de esa oscuridad de la sierra, estaba apresado, acorralado. No tendría
escapatoria. Tendría que pisar en algún momento esta carretera. Habría que
esperar, solamente”. Así fue.
José Bracho Campos y Salvador Flores Bello, se habían alejado
del lugar del accidente, en el que murió Genaro Vázquez, caminando por el monte.
Los fugitivos iban a oscuras alejados de la carretera, pero siguiendo un curso
paralelo, en un terreno lleno de profundas barrancas, totalmente desconocido
por ellos y en la zona, la guerrilla, no tenía ni la más mínima base de apoyo.
Como Bracho perdía mucha sangre, decidieron que Flores Bello saliera
a pedir un raid para conseguir ayuda.
Cuando se disponía a abordar un autobús, el 3 de febrero, fue detenido por unos
caballerangos colaboradores de la policía y luego entregado al Ejército. Flores
Bello tenía heridas en una pierna, en la cara y en la garganta. Iba descalzo
llevaba únicamente los calcetines.
El Sol de México informó el 5 de febrero, “Bracho
abandonó a Salvador en el Parque Nacional José María Morelos y Pavón, a unos 9
kilómetros del puente contra el que se estrelló el vehículo. Allí fue
descubierto por unos caballerangos, que reportaron su hallazgo al administrador
de ese centro de recreo, Juan García Vázquez, un hombre de 67 años de edad, que
en un rasgo de valentía aprehendió y puso en manos de las autoridades a este
fugitivo”.
Mientras tanto Bracho, ante el patrullaje permanente, continuó
su marcha sin rumbo fijo. Después de dos días, sin probar agua ni comida y con
una herida infectada, a unos kilómetros del lugar del accidente, se acercó
buscando comida a una casa construida en medio del follaje de la zona forestal
José María Morelos y Pavón. La familia se asustó al verlo por su aspecto, madre
e hija salieron corriendo para dar aviso a las autoridades del pueblo.
Mientras el hombre de la casa se negó a venderle comida y dio
inmediatamente parte a la policía de Morelia, por eso soldados de la XXI Zona
Militar y agentes de la Policía Judicial del Estado en unas cuantas horas lo
cercaron. Se informó que unos campesinos avisaron, a los miembros de una
patrulla militar volante, que un hombre vestido con chamarra negra, camisa morada
y pantalón azul claro, que iba herido y armado con una metralleta, obligaba a
los campesinos a darle de comer. Esa versión seguramente era un rumor propagado
para meter miedo en la población, porque aunque Bracho llevaba una pistola
calibre .45 nunca amenazó a campesino alguno.
Dieron con él cuando ya no podía ni ponerse de pie. Mareado,
deshidratado y desangrado fue detenido por el Ejército. Excélsior publicó: “Hambriento, enfermo, con una lesión en la
frente, la cara con sangre recesa, la ropa desgarrada y tiritando de fiebre,
José Bracho Campos –lugarteniente de Genaro Vázquez Rojas- fue capturado ésta
mañana a las ochos horas, entre matorrales por el Ejército”.
Después que el capitán realizó dos disparos al aire, el
guerrillero salió arrastrándose de su escondite entre la maleza. Lo primero que
hizo fue pedir de comer a los soldados. “Su faz lo expresaba todo. Los ojos
hundidos, pálido, la barba crecida. Una lesión bastante grave en la frente que
le dejó la cara manchada de sangre. Casi no podía hablar, balbuceaba. La
mirada, clavada en el piso. Cuando comenzaron a hacerle preguntas sólo movía la
cabeza para afirmar o negar”, decía Excélsior.
De acuerdo a los datos del periódico, Bracho Campos fue
capturado en Triguillos, el 4 de febrero a cuatro kilómetros del lugar del
accidente, que a su vez está a unos doce kilómetros de la ciudad de Morelia,
sobre la carretera de Mil Cumbres. La zona había sido acordonada por elementos
de la XXI zona militar y por agentes de la Policía Judicial del Estado, así
como los servicios de seguridad de esta población.
Fue trasladado casi inconsciente al campo
militar de Morelia, y posteriormente a las 14: 30 de la tarde un avión de la
Fuerza Aérea Mexicana lo llevó a la Ciudad de México, pasó por el Hospital Militar, donde fue torturado para que
declarara quien sería el sucesor de Genaro. Se comenta que José Bracho salvó su
vida gracias a la profunda difusión de la noticia de su detención. Y ante la
falta de atención médica estuvo a punto de perder el ojo izquierdo.
Mientras tanto “el licenciado José Rojo
Coronado solicitó el amparo de la justicia federal ante el juez segundo
Distrito, licenciado Raúl Jiménez O’ Farrill, en favor de las dos mujeres que
resultaron lesionadas en el choque automovilístico en que perdiera la vida el
guerrillero”, informaba Ovaciones el
4 de febrero. Dos días después Sabina Ledesma Javier y María Aguilar
Martínez fueron puestas en
libertad por “falta de pruebas”, bajo las reservas de ley.
El 9 de febrero de 1972 fueron
presentados y consignados los militantes de la ACNR, secuestrados por soldados,
agentes de la Dirección Federal de Seguridad y de la División de
Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, entre el 22 y 24 de
enero, los doctores Eugenio Méndez Bravo y José Gutiérrez Martínez, los
profesores Jorge Mota González, Fausto Ávila Juárez, Abelardo Contreras Castro,
Pedro Contreras Javier y Felipe Mota Hernández, y el licenciado Alfonso Pliego
García.
A esas fechas se propagaba la idea que el
accidente pudo ser provocado. Desde la cárcel de Morelia, Salvador Flores
Bello, tuvo que enviar una carta a la revista Porque? Para defenderse y decía “me hacen aparecer como
‘responsable intencional’ del accidente automovilístico del 2 de febrero del
presente año en el que por desgracia resultara herido el Comandante en Jefe de
las Fuerzas Armadas del ACNR, Genaro Vázquez Rojas. Es arriesgado afirmar las
posibles causas del accidente, pero el pueblo mexicano, que juzga con acierto,
sabe perfectamente que un combatiente con una ideología y trayectoria de acción
definidas, es incapaz de ejecutar acciones suicidas como esta”.
Dice que cuando lo detuvieron los
soldados no denunció el lugar donde se encontraba José Bracho Campos, que
estaba a sólo 50 o 70 metros de distancia, a pesar de las torturas de las que
fue objeto. Comenta que salió a la carretera con el objeto de “tomar prestado”
un carro para poder salir del área de peligro.
Denuncia que “desde el momento en que me
apresaron fui salvajemente torturado a pesar de la gravedad de mi estado de
salud, incluso después de estar en los cuarteles militares de Morelia y de la
Ciudad de México”.
Febrero de 1972 se convirtió en un mes trágico para el movimiento
armado socialista mexicano. El día 6, tan sólo cuatro días después de la muerte
de Genaro, cayó abatido por las balas de la policía en el Distrito Federal, Raúl
Ramos Zavala, la figura más importante del proyecto formativo de la guerrilla
urbana en el ámbito nacional.
Arturo Miranda nos narra, en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después, que regresó el 10
de febrero de 1972 a Cuernavaca para intentar reestructurar a la ACNR, sin
embargo ese mismo día, delatado por su tío, a las 8 de la noche fue detenido
por agentes judiciales comandados por Francisco Bravo Delgado, La Guitarra, el célebre asesino al servicio del
gobierno del general Raúl Caballero Aburto. Tres horas después fue entregado a
la Dirección Federal de Seguridad y trasladado a la Ciudad de México. Durante
nueve días fue brutalmente torturado física y psicológicamente a manos, entre
otros, de los comandantes Rocha Cordero, Obregón Lima y Salomón Tanúz, en una
cárcel clandestina de la DFS ubicada en Tepepan, cerca de Xochimilco.
El 19 de febrero fue trasladado fuertemente escoltado por
agentes federales a Chilpancingo donde fue entregado a la Policía Judicial del
estado y recluido en una celda llena de campesinos acusados de colaborar con la
guerrilla. Finalmente el 22, después de doce días de desaparecido, Arturo fue
presentado a los medios de comunicación. Se le consignó y recluyó en la
Penitenciaría General del Estado, en Chilpancingo, acusado del secuestro del
doctor Jaime Castrejón Díez.
El mismo día en que Arturo ingresó a la Penitenciaría del
Estado en Chilpancingo, fue encarcelado ahí mismo José Bracho Campos. Para ese
entonces ya se encontraban en prisión Vicente Iraís, Carmelo Cortés Castro,
Carlos Ceballos Loya, Gabriel Barrientos, los hermanos Mota, Fausto Ávila,
Cliserio de Jesús, Pedro Contreras, Eugenio Martínez Bravo y José Gutiérrez,
Justino Piza, José Garay y Marcos Saldaña, todos acusados de participar en los
secuestros del Donaciano Luna Radilla y de Jaime Castrejón Díez. Pronto llegó
Gregorio Fernández como consecuencia de las delaciones que realizó Salvador
Flores Bello.
Bracho fue torturado durante quince días, las secuelas del
accidente le dejaron, decía la revista Porque?,
“un trozo de carne colgando de la ceja izquierda, dificultándole la vista y
obligándole a levantar la cabeza para distinguir a la persona con la que
habla”. Una impresionante herida de veinte centímetros dividía el lado
izquierdo de la cara del revolucionario guerrerense.
Ya en la cárcel de Chilpancingo Bracho dio a conocer su
versión: “Anduve caminando cuando pude durante tres días en un remoto intento
de llegar a la sierra. Perdí el conocimiento como tres veces en ese lapso, pero
logré internarme como unos 25 kilómetros orillando la carretera, ya que no
conocía el lugar, hasta que al tercer día, sin fuerza alguna ya, caí una vez
más sin sentido”.
Dijo que después de su detención: “Cargando me trasladaron
ante un general que se encontraba en la carretera. No me interrogó ni me dijo
nada hasta que llegamos al cuartel militar. Allí un individuo bajo, de ojos
claros, vestido de civil, me dio un golpe en el rostro y otros en la espalda”.
Hasta 1974 a los acusados del secuestro de Jaime Castrejón
Díaz se les sentenció a condenas que iban de 18 a 20 años de prisión más la “reparación
del daño” reintegrando al quejoso 2.5 millones de pesos. Por esos motivos los
presos de la ACNR y del Pdlp decidieron intentar escapar de la prisión,
apoyados por sus respectivas organizaciones, sin embargo los planes fracasaron
por la caída en combate de Lucio Cabañas Barrientos el 2 de diciembre de 1974;
en el operativo los soldados le encontraron su diario donde se especificaba
dicha preparación, nos comenta Arturo Miranda.
En un recuento de los militantes caídos durante la lucha
revolucionaria emprendida por la ACNR, desde Cuba los exiliados recordaron
además de Genaro a los guerrilleros: Roque Salgado Ochoa, Filiberto Solís
Morales, Pedro Cortés Bustos, Delfino Ocampo, Agripino de Jesús, Prudencio
Casarrubias, Agustín Ocampo, Antonio Espinobarros, Santiago Morales y Germán Juárez.
Después de la caída de Genaro la ACNR como organización
guerrillera se quedó sin cabeza. “La propia estructura organizativa impidió de
momento sustituir con eficiencia al Comandante en Jefe, cuanto más porque el
núcleo de militantes que conformaba el soporte profesional de la ACNR era muy
reducido. La relación interna entre los órganos de dirección, intermedios y de
base, por su compartimentación, así como la muerte del máximo dirigente, la
detención del segundo en jerarquía y de algunos importantes cuadros de
dirección nacional agravó esa tendencia que desembocó en el aislamiento de los
militantes de base y simpatizantes”, concluyó Andrés Rubio Zaldívar en su
trabajo ACNR y Genaro Vázquez Rojas.
Elementos de las zonas militares XXI de Michoacán, XXVII y
XXXV de Guerrero intensificaron su campaña de persecución y aniquilamiento de
los reductos de la ACNR que todavía quedaban en pie. En las siguientes semanas
y meses los sobrevivientes de la organización o bien se incorporaron, sin
renunciar a su organismo, a las filas del Partido de los Pobres, donde Lucio
siempre los trató con amabilidad sin exigirles que renunciaran a su
organización, lo que los posibilitó reestructurar y volver a impulsar su
proyecto revolucionario, otros se incorporaron a las filas de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Carmelo Cortés Castro.
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