domingo, 30 de agosto de 2015

21 años de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), novena parte


Víctor Cardona Galindo
El 5 de julio de 1995, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) solicitó ante la comisión permanente del Congreso de la Unión, que se integrara una comisión especial para dar seguimiento a los acontecimientos de Coyuca de Benítez y se convocara a un período extraordinario de sesiones para tratar el tema de la desaparición de poderes en Guerrero. Pero todas las propuestas fueron rechazadas por la mayoría priista.
Ese mismo día, miércoles 5, se suscitó otra masacre en el estado. Una banda de cuando menos 10 hombres, con rifles de asalto, asesinaron a balazos a otras 12 personas, entre hombres, mujeres y cuatro niños, cerca de San Rafael municipio de San Miguel Totolapan. Dos días después, en Cualac murieron emboscados cinco policías.
También el PRD presentó, el 7 de julio, una demanda formal y legal, ante la Procuraduría General de la República (PGR), a través del secretario de Asuntos Jurídicos y Reforma del Estado del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, Samuel del Villar contra del gobernador del estado de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer y las autoridades policiacas estatales responsables del homicidio colectivo en Aguas Blancas.
Fue en estas fechas cuando el gobernador Rubén Figueroa Alcocer expresó: “al parecer, los miembros de la organización forman parte de grupos clandestinos como el Partido Revolucionario Obrero Campesino Unión del Pueblo (PROCUP) y el Partido de los Pobres (Pdlp) que participaron en la guerrilla guerrerense”.
Los dirigentes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) en la Costa Grande encabezados por Hilario Mesino Acosta negaron tener vínculos con el PROCUP-PdlP, dijeron que el gobernador del estado comentó eso “sólo con el fin de justificar los crímenes cometidos por el gobierno y justificar las próximas detenciones, desapariciones y asesinatos”. Luego el 11 de julio el PROCUP-PdlP negó tener nexos con la OCSS.
En esos días el padre Máximo Gómez Muñoz, el líder de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande Zohelio Jaimes Chávez y la alcaldesa de Atoyac María de la Luz Núñez Ramos dijeron al reportero de Proceso Álvaro Delgado “que las condiciones de violencia que prevalecen ‘son las mismas que abonaron el surgimiento’ de la guerrilla, que dejó centenares de desaparecidos, quienes siguen siendo reclamados por sus familiares”.
Antes de los hechos de violencia ocurridos en Coyuca de Benítez, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) hizo, al gobierno de Rubén Figueroa, diversas recomendaciones de suspensión de funcionarios públicos por excesos, abuso de poder y violaciones a los derechos humanos, mismas que no fueron atendidas por el ejecutivo estatal. Como la que pedía la destitución del director de Seguridad Pública mayor Manuel Moreno González por el desalojo violento a los miembros del Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena y Negra, ocurrido el 14 de septiembre de 1994, donde al menos 30 personas resultaron golpeadas por la policía estatal, por lo que la CNDH emitió la recomendación 32/95.
Al crecer las movilizaciones de descontento social, el gobierno del estado respondió con una ofensiva hacia el movimiento, primero fue la campaña de desprestigio contra la OCSS y el PRD, luego ofreció dinero a los representantes de la OCSS y les propuso atender todas sus demandas a cambio de entablar un diálogo con el gobierno, frenar las marchas y plantones en exigencia de la desaparición de poderes.
La ofensiva gubernamental también incluyó la militarización en la mayor parte del estado, bajo el argumento que era un operativo por el combate a las drogas y no para intimidar a las comunidades donde tenía presencia la OCSS y otras organizaciones independientes. “Hemos encontrado un gran número de efectivos y con armamento sofisticado”, declaró a los medios de comunicación Rubén Aguirre Ponce líder perredista en Petatlán. Mientras en Atoyac la alcaldesa María de la Luz Núñez Ramos fue amenazada de muerte mediante anónimos y ella públicamente responsabilizó al secretario general de gobierno Rubén Robles Catalán.
Con la presencia de este clima de incertidumbre, el sábado 15 de julio de 1995, asesinaron en Tepetixtla a Ismael Mena Álvarez y Eugenio Aguirre Bahena, cuando salían de las oficinas de la OCSS, con los que sumaron 19 militantes de esta organización ultimados en menos de un mes.
Para el 24 de julio se hablaba de gente encapuchada en Tepetixtla, mientras efectivos del Ejército y algunos agentes de la Policía Judicial Federal se mantenían en las cercanías del pueblo. Habían visto subir a la tropa en grandes números pero nadie estaba seguro ni los priistas ni los miembros de la OCSS.
Había muchas movilizaciones que pedían la desaparición de poderes en Guerrero. Como la que se realizó el 28 de julio en Acapulco convocada por la Coordinadora Suriana por la Paz y la Democracia. Ese día, un grupo de militantes de la OCSS, muy radicalizados, con el rostro cubierto y portando cuchillos y machetes, se dedicaron a realizar pintas y en diversos edificios por donde pasó la movilización, a la altura de la Gran Plaza estuvo a punto de darse un enfrentamiento entre los campesinos enmachetados y perredistas de Atoyac, cuando éstos últimos no quisieron participar en la golpiza que le propinaron, los otros, a un policía desarmado afuera de ese centro comercial.
Buscando justicia, el PRD llevó el caso a las instancias internacionales, presentó una denuncia ante la Comisión lnteramericana de Derechos Humanos (CIDH) para que ésta instancia solicitara al gobierno mexicano permiso para investigar el caso Guerrero. De igual forma, dirigentes y legisladores de ese partido presentaron ante la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, una denuncia contra el gobernador Rubén Figueroa como responsable de la masacre de Aguas Blancas.
Por otro lado, el secretario de Asuntos Políticos de los Estados Unidos Joseph Manso, visitó la entidad con motivo de la muerte de los 17 campesinos, pero según la embajada de ese país fue para entender y tratar de manera apropiada los asuntos de la relación entre México y Estados Unidos y no con la finalidad de investigar los hechos.
El primero de agosto apareció una nota en El Sol de Acapulco donde priistas denunciaban un complot de Cuauhtémoc Cárdenas y Arturo Martínez Nateras para desestabilizar el estado, “este último desde la cooperativa La Pintada… politiza delincuentes y pretenden crear un corredor violento desde Chiapas, Michoacán y Guerrero”.
Luego se denunció una vez más que en Tepetixtla se vieron 12 hombres vestidos de negro, con botas militares y encapuchados. Se decía que eran pistoleros que subieron a matar a los de la OCSS. Y otros especulaban que eran los de la OCSS que ya andaban alzados. A este grupo se le atribuyeron asaltos y asesinatos.
El 4 de agosto de 1995, un grupo de perredistas, encabezado por Martha Morales Vázquez y Reynaldo Soria Juárez, protestaron por los hechos de Aguas Blancas y destruyeron el templete que sería utilizado para recibir al gobernador Rubén Figueroa en Tecpan de Galeana. Luego, cuando unos 800 priistas realizaban una marcha en apoyo al mandatario estatal, los perredistas les salieron al paso y le lanzaron proyectiles entre los que iban piedras, huevos y jitomates. Hubo varios priistas descalabrados que fueron al hospital.
A las 7:30 de la mañana se suscitó el primer connato de violencia cuando los priistas instalaban el templete en la plaza cívica para recibir al gobernador Rubén Figueroa, los perredistas que tenían 20 días en un plantón para exigir la desaparición de poderes en estado destruyeron lonas y templete. Más tarde cuando los priistas marchaban y los perredista les hicieron frente.
Félix Rea escribió en El Novedades que hubo “dos heridos por el partido oficial, mientras los solaztequistas, quienes iniciaron la agresión a huevazos, solo una señora recibió un golpe en pómulo que le rompió la piel hasta el hueso”. Después de esto Rubén Figueroa no llegó al acto que tenía programado para entregar recursos a la región.
Casi a diario había movilizaciones, el 9 de agosto perredistas realizaron un bloqueo parcial a la altura del puente del río Coyuca para exigir el desafuero del presidente municipal Jesús Herrera Vélez. La protesta inició a las 9 y media de la mañana frente al Ayuntamiento provisional y a las una de la tarde se trasladaron al puente de la carretera federal donde instalaron un retén informativo. Además de la salida de Jesús Herrera Vélez, pudieron justicia para el caso Aguas Blancas y la desaparición de poderes en Guerrero.
Al día siguiente, 10 de agosto, a las cinco de la tarde, fue asesinado el campesino Juan Rodríguez Nieves de 45 años de edad en la calle principal de Coyuca, del crimen acusaron al dirigente de la OCSS José Ascencio Rodríguez y a Benito Aguirre Bahena. Según el Ministerio Público de Coyuca a Juan Rodríguez Nieves se le seguía una averiguación previa por el crimen de Ismael Mena y Eugenio Aguirre Bahena.
El Congreso del Estado nombró una comisión especial plural para darse seguimiento al caso Coyuca. Pero tuvieron que pasar varios días y muchas movilizaciones por parte de organizaciones políticas y campesinas guerrerenses, para que Figueroa decidiera relevar al fiscal especial para la investigación del multiasesinato, Adrián Vega Cornejo, y nombró a la presidenta de la Barra de Abogados de Acapulco, Virginia López Valencia. La recomendación de la CNDH dejó fuera esa decisión porque recomendó que el fiscal especial debiera ser un jurista ajeno a los grupos políticos de Guerrero.
En 360 páginas de la recomendación 104/95 con fecha 14 de agosto, la CNDH hizo 15 recomendaciones y señaló que en su investigación sobre el caso “encontró numerosas irregularidades en la integración de la averiguación previa de los hechos y calificó las conclusiones de los criminalistas de la Procuraduría de Justicia del Estado (PJE) como infundadas, erróneas y aventuradas” y luego envió la recomendación al gobernador donde pedía la remoción y arraigo de 22 funcionarios, entre los que destacaban el secretario de Gobierno Rubén Robles Catalán y el procurador Antonio Alcocer Salazar.
La CNDH recomendó fincarles responsabilidades administrativas y averiguaciones previas contra Elías Riachi Sandoval y Javier Reyes Grande, agentes del Ministerio Público de Acapulco; Francisca Flores Rizo agente del Ministerio Público de Coyuca de Benítez; Gonzalo Barrera Abarca y Rafaela Cruz Suástegui, peritos criminalistas; así como a Juan Olea Ventura y Carlos Gruintal Santos, peritos químicos forenses de la procuraduría; “por su ilícita, irregular, deficiente y negligente participación en la integración de la Averiguación Previa TAB/I/3208/95, por haber ocultado, destruido o impedido la observación de evidencias fundamentales”.
La Coordinadora Suriana por la Paz y la Democracia, un frente compuesto por distintas organizaciones, agrupadas después de la masacre de Aguas Blancas exigieron al gobernador que no sólo destituyera a los principales funcionarios de su gabinete, sino que también cumpliera las recomendaciones de la CNDH de poner en marcha programas de apoyo al campo, de desarrollo social, de asistencia y seguridad pública, de procuración y administración de justicia, de creación de condiciones para la vigencia de los derechos humanos y de representación política y democracia.
A los pocos días de haber recibido la recomendación de la CNDH, Rubén Figueroa comenzó a cumplir parcialmente las recomendaciones y realizó cambios en su gabinete, el presidente del Congreso local Zotico García Pastrana sustituyó a Rubén Robles Catalán. Para la oposición y para las organizaciones integradas en la Coordinadora Suriana por la Paz y la Democracia, la remoción de funcionarios no constituyó un cambio real en el gobierno, fueron cambios meramente formales, “cambios por escalafón”, se diría



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