Víctor Cardona Galindo
El día primero
de enero de 1994, por medio de la televisión se conoció el levantamiento armado
del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, de inmediato
la prensa local y nacional volvieron los ojos hacia Atoyac. Acá se sabía, que
en 1984, cuadros renovados del Partido de los Pobres (Pdlp) en alianza con el
Partido Obrero Clandestino-Unión del Pueblo (Procup) llegaron a construir una
nueva guerrilla. El órgano de información y propaganda de esa organización
armada, El Proletario, llegaba a
nuestros domicilios sin que pagáramos la suscripción.
Se venía de una
elección que se caracterizó por la intolerancia y agresividad en contra de la
oposición, un ejemplo fue el 11 de noviembre de 1992, cuando un grupo de
priistas impidió que perredistas realizaran pintas, en la colonia 18 de mayo,
de su candidato a gobernador Félix Salgado Macedonio que competía contra Rubén
Figueroa Alcocer. Aquél día el dirigente del PRD Secundino Catarino Crispín
denunció: “la candidatura de Rubén Figueroa, ha traído como consecuencia un
cuadro de inseguridad y violencia, misma que trae consigo la inestabilidad en
el municipio… la única manera de evitar otro genocidio como el de los años 70s,
es la derrota electoral de las fuerzas autoritarias y parapoliciacas
representadas por el abanderado del tricolor”. Para esas fechas los priistas de
Corral Falso habían borrado las pintas que los perredistas había hecho en esa
comunidad. Esa entre muchas agresiones.
Ese año 1992 se
supo que alguien había robado un arma larga de la guardia del 49 Batallón de
Infantería, lo que provocó una movilización militar en las colonias aledañas al
cuartel y en la sierra de Tecpan de Galeana. Finalmente se supo que los
soldados recuperaron el arma. El 16 de septiembre de 1993 aparecieron varias
pintas en diferentes bardas de la ciudad de Atoyac que decían “Únete a la
guerrilla, Procup-PDLP”.
Para entonces los secuestros ya eran una constante en el municipio
desde el 15 de octubre de 1989, a las 7 de la mañana, fecha y hora en que
secuestraron a Marcelino Garibo Hernández y hasta 1994 ya habían secuestrado
unas noventa personas en todo el estado, con mayor incidencia en la Costa
Grande principalmente en Atoyac. Era un secreto a voces que la policía judicial
estaba detrás de esos plagios.
Pero el 3 de octubre de 1993 María de la Luz Núñez
Ramos ganó la presidencia municipal de Atoyac, por el PRD, y como alcaldesa de
oposición enfrentó al reducto figueroista de El Paraíso, encabezado por
Epifanio Hernández Vélez quien controló el ejido por 20 años y había sido
miembro de un grupo de judiciales al servicio de Mario Arturo Acosta Chaparro
un militar responsable de muchas desapariciones forzadas en los setentas.
Haciendo justica al PRD, Núñez Ramos convocó a nuevas elecciones y la comisaria
municipal quedó en manos de ex priistas aliados al partido del sol azteca,
mientras la atención nacional se centraba en este municipio cafetalero, cuna
del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos.
A raíz del levantamiento de Chiapas, en enero de 1994
comenzaron los sobrevuelos de helicópteros y aviones en la sierra de Atoyac y
el sábado 8 de enero estalló una granada en la Palacio Federal de Acapulco, acción
que reivindicó el Procup-Pdlp. La detonación causó daños leves en la parte de
atrás del inmueble donde estaban las oficinas del Banjercito. La sospecha de
que la guerrilla se estaba formando creció, pero como siempre los órganos de
inteligencia del Estado dieron palos de ciego.
El 2 de febrero
de 1994, en la primera plana de El Sol de
Acapulco, José Antonio Rivera Rosales publicó la nota “Detectan grupos
subversivos en la Sierra de Guerrerense”, donde daba a conocer un informe que implicaba
a Severo Oyorzabal con un grupo subversivo y hablaba de un campamento de
adiestramiento en Pandoloma, en la parte alta de la sierra. Severo era el líder
del Consejo Supremo de los Pueblos del Filo Mayor, organización que había
surgido el 22 de febrero de 1992, para pedir mayor atención gubernamental en la
zona de La Sierra que estaba totalmente olvidada.
En el cuerpo de
la nota se decía que hubo movimientos de gente armada el 8 de enero, en la zona
de El Quemado y Tepetixtla y al día siguiente en El Paraíso y Cucuyachi. Se
hablaba de la llegada a Guerrero de diciembre a enero de 20 mil armas
automáticas, entre otros datos y avistamientos guerrilleros.
Con la llegada
de Rubén Figueroa Alcocer a la gubernatura del estado, en Atoyac los agentes de
gobernación estatal se multiplicaron, inteligencia militar estaba hasta en la
sopa y la Policía Judicial amplió el número de madrinas.
Así estaban las
cosas cuando el 21 de enero, la policía municipal detuvo en El Ticuí a Antonio
Ramírez Moreno y Nicolás Carmona Dorantes, dos policías estatales, que
pretendían secuestrar al niño Ramiro Torres Radilla, hijo de la directora de la
escuela primaria Valentín Gómez Farías. Esa fue la muestra que los cuerpos
policiacos estaban inmiscuidos en el clima de inseguridad que se vivía en
Atoyac.
Y estando al
mando del 49 Batallón de Infantería el coronel Rubén Benzor se intensificó la
presencia militar en la sierra durante el mes de febrero. María de la Luz pedía
que se quedara el ese Batallón, que estaba por cambiar su sede a Petatlán, y
que salieran todos los grupos policíacos estatales, para formar un cuerpo de
seguridad ciudadana con gente conocida y honorable del municipio.
El 24 de
febrero Cuauhtémoc Cárdenas recorrió la Costa Grande, en su tercera gira por el
estado. De acuerdo a la nota de Maribel Gutiérrez, Félix Salgado Macedonio dijo
en el mitin de Coyuca de Benítez que “las condiciones sociales, económicas y
políticas en Guerrero, son similares a las que provocaron el levantamiento
armado en Chiapas –pero luego agregó- Cuauhtémoc Cárdenas nos ha llamado a
mantenernos en la lucha pacífica”.
Ya para esa
gira del principal líder de la izquierda, el subcomandante Marcos vocero del EZLN eran uno de los íconos de la
lucha, su rostro ya estaba pintado en varias mantas. En Atoyac Ángeles Santiago
Dionisio, ante Cárdenas recordó los alrededor de 600 desaparecidos políticos de
la llamada Guerra Sucia, “queremos que usted, cuando sea presidente, escuche el
clamor para que se resuelvan estas casos”.
La planilla de
comisarios de El Paraíso que se eligió el 20 de febrero de 1994 quedó integrada
por el propietario Evaristo Castillo, como suplente Rafael Adame Juárez y como
vocales Alberto Sotelo Lucena y Ricardo Lucena Basave. María de la Luz les tomó
protesta el 27 de febrero, en un cabildo abierto, donde se informó que la
señora Engracia Sotelo se negaba a entregar el registro civil de esa población.
Manuel García
Cabañas era el delegado del gobierno del Estado en la Costa Grande y Juan
Méndez Mejía tenía la delegación municipal que funcionaba como un Ayuntamiento
paralelo. Y El Paraíso era el punto de conflicto, donde el gobierno estatal y
el municipal medían fuerzas.
En 1994 segundo
año de gobierno de Rubén Figueroa Alcocer, Guerrero estaba convulsionado sumido
en la pobreza hecho que se reflejaba principalmente en las comunidades de la
Sierra y la Montaña.
En este
contexto y ante la situación de miseria y represión que se vivía varios
campesinos reunidos acordaron llamar a formar la Organización Campesina de la
Sierra del Sur (OCSS).
Y surgió esa
agrupación para pedir la presentación con vida de los alrededor de las 600
víctimas de la desaparición forzada y castigo a los culpables, exigir que las
autoridades atendieran sus demandas para el mejoramiento de viviendas,
introducción de agua potable y energía eléctrica, apoyos a la comercialización
de los productos del campo y alto a tala indiscriminada de los bosques. Se
pedía además el respeto a los derechos humanos y un alto a la represión de los
militares, policías estatales y municipales a los campesinos. Exigían se les
respetara su libertad a manifestarse.
Fue un grupo de
dirigentes campesinos el que convocó, el 14 de febrero de 1994, a la creación de la
OCSS, entre los que estaban Marino Sánchez, Benigno Guzmán y el atoyaquense Hilario
Mesino Acosta. Ellos fueron los fundadores.
Hilario Mesino
Acosta, nació el 14 de enero de 1938 en San Juan de las Flores es hijo de Ramón
Mesino Castro y Juana Acosta Martínez. Es el sexto de 12 hermanos: Francisca,
Juana, Margarito, Salomón, Severiana, Sulpicia, Inés, Lucía, Hermenegilda,
Alberto y Bernardo. Está casado con Alicia Mesino Castro con quien tuvo ocho
hijos: María de la Luz, María del Carmen, Miguel Ángel, Eugenia, Norma, Víctor,
Rocío y Carlos.
Dos de sus
hijos han sido víctimas de la violencia, Miguel Ángel que era el tercero y
Rocío que era la cuarta. El fundador de la Organización Campesina de la Sierra
del Sur, es sobreviviente de la Guerra Sucia de los años setentas, su hermano
Alberto Mesino Acosta fue desaparecido por el Ejército el 18 de junio de
1974.
Layo, como le dicen de cariño, vivió la mayor parte de
su vida en El Escorpión de donde salió en 1994, a raíz de la represión que se
desató en contra de la Organización Campesina de la Sierra del Sur.
Fue en un
congreso del 19 y 20 de marzo de 1994, con la participación de unos 300 campesinos
que la organización quedó formalmente constituida en la comunidad de Tepetixtla
municipio de Coyuca de Benítez. Se sabe que fue Miguel Ángel Mesino quien hizo
la propuesta del nombre a la agrupación.
La organización
creció muy rápido, tenía militantes en Coahuayutla, La Unión, Petatlán, Atoyac
y Coyuca de Benítez. Desde un principio el gobernador Rubén Figueroa Alcocer manifestó
su sospecha de que la OCSS estaba vinculada a grupos armados. Aunque la
agrupación no contempla en su declaración de principios, ni en su programa la
vía armada para la toma del poder. También algunos medios de comunicación
dijeron que la OCSS era fachada de un grupo guerrillero.
La declaración
de principios de la OCSS dice que su lucha será popular: “pues aspiramos a
representar los intereses del pueblo trabajador; por su funcionamiento será
democrática, ya que seremos todos los integrantes de ella quienes decidamos la
política a seguir y la manera de cumplir las tareas que nos planteamos; por su
relación con otras organizaciones será solidaria, pues sólo un amplio apoyo
permitirá lograr la consecución de nuestros objetivos, así como contribuir a
que otros trabajadores logren los suyos; por la forma de luchar por sus
demandas será combativa, pues la experiencia ha demostrado que con la lucha
firme y decidida puede obligarse a la burguesía y al Estado a reconocer los
derechos del pueblo y a respetar sus conquistas” publicó Álvaro Delgado en un
reportaje titulado: “La situación en la sierra guerrerense, similar a la que
abonó la guerrilla de Lució Cabañas”, en la revista Proceso, número 975 del 10 de junio de 1995.
La OCSS se
propuso llevar a cabo un programa de 12 puntos, entre ellos la dotación de
servicios a la población pobre; la obtención de créditos para la producción y
comercialización de sus productos; cese de la represión por parte de la policía
motorizada, judicial y del Ejército; castigo a los responsables de la
represión, cese de la violación a los derechos humanos, libertad a los presos
políticos, educación política al pueblo y respeto a la voluntad popular.
En sus
documentos, la OCSS reprueba también que todavía mueran miles de niños por
enfermedades curables y que carezcan de educación, la discriminación de los
indígenas y, por eso, propone: “Que unidos los campesinos con los obreros y el
pueblo trabajador podemos luchar por los intereses de México que hoy están
siendo vendidos por la clases dominante”.
“La
organización desde su nacimiento ha utilizado métodos de lucha calificados como
radicales por los propios perredistas y otros dirigentes campesinos. Algunos de
sus militantes son familiares de los desaparecidos durante los años de la
guerrilla de Lucio Cabañas”, dice el reportaje de Álvaro Delgado.