domingo, 9 de junio de 2019

La fábrica de hilados y tejidos “Progreso del Sur Ticuí” III y última


Víctor Cardona Galindo
Cuando había creciente del río, las aguas del canal subían y en la reja que estaba a la entrada de la turbina quedaban atrapados muchos camarones y distintas especies de peces. Los obreros del turno de la noche llenaban hasta tres cubetas de langostinos, aloncillos, charritos, gueveninas, truchas, cuatetes y hasta robalos. Ahora de esa turbina que sirve de nido a miles de murciélagos sólo quedan atrapados en el fondo de un foso los fierros viejos que los saqueadores no pudieron llevarse a pesar de que usaron poleas.
Bartolomé Martínez Radilla, Guillermo Ortega
y Prisciliano Valle.

Los viejos recuerdan los mejores años de la fábrica, cuando se instaló un consultorio médico gratuito; el primero en su género de la región. Había un médico pasante que daba atención a obreros y a gente de El Ticuí. La fábrica otorgó becas para que los jóvenes estudiaran para ingenieros y técnicos textiles en las ciudades de México y Puebla. Con esas becas estudiaron: Antonio Galeana Pano, Adolfo Carreto Bello, Efrén y Refugio Ríos,  quienes egresaron de la Escuela Superior de Ingeniería Textil del Instituto Politécnico Nacional. Antonio Galeana (“Toñito”) se especializó en diseño textil y trabajó en importantes empresas como gerente de diseño de telas para tapicería. De los demás hablaremos más adelante.
El Ticuí presume haber tenido la primera escuela federal de la región, la primaria “Valentín Gómez Farías” en donde estudiaron muchos personajes destacados del municipio y recuerda aquella cruzada de alfabetización que sacó de la oscuridad a muchos obreros y campesinos. Pero de pronto esos tiempos de prosperidad se vinieron abajo cuando el gerente Enedino Ríos Radilla murió en un trágico accidente aéreo el 15 de diciembre de 1951, junto al industrial Elías Hanan y el profesor Rómulo Alvarado.
Con la muerte del líder la empresa fue puesta en manos de su hijo Efrén Ríos quien la administró de 1952 a 1956, pero por falta de experiencia la dejó caer. Las actividades tuvieron que suspenderse porque no se contaba con contratos para la producción y acabó por traspasarla al español Antonio Esparza en 1956. Dicho empresario consiguió algodón y contratos para la producción en los años de 1956 a 1958. Ya para entonces los obreros se dividieron en dos grupos: los esparcistas y los que estaban en contra, por eso muchos dicen que este español explotó a los obreros de manera injusta y violó sus derechos como trabajadores, realizó los contratos sin tomar en cuenta a los agremiados por medio de sobornos a los integrantes del Consejo Consultivo y otros dicen que era un visionario que estaba remodelando la fábrica y comenzaba a diversificar las actividades de la industria entrando a la comercialización de copra y café que era la moda en ese momento.
Por cierto, el 22 de enero de 1956 a las cinco y media de la tarde hubo un incendio en las instalaciones textiles, las alarmas sonaron  y con el apoyo de la población lograron sofocar el siniestro.
En 1958, los obreros se organizaron y lograron independizarse del español. Continuaron trabajando bajo la dirección del gerente José Valdés. Nulificaron el contrato que existía ante la Secretaría de Industria y Comercio; hicieron un nuevo contrato con la compañía “Costal-Mex” SA, el 6 de mayo de 1960 con lo que recuperaron sus derechos como obreros y la comunidad siguió siendo una de las más importantes de la región. El Ticuí era considerado un lugar próspero, era notable la llegada de muchas personas otras latitudes en busca de trabajo, destacaban los poblanos, muchos de ellos se quedaron a vivir definitivamente en El Ticuí.
Armando Fierro Gallardo entrevistó a don Cruz Valle, quien fue obrero y el último presidente de la cooperativa, él le explicó cómo funcionaba la fábrica:
El algodón era llevado a una máquina despepitadora donde se separaba la semilla; después pasaba a otra llamada batiente que a través de un ventilador lo despicaba, se batía todo de manera que iba saliendo y se enrollaba en un rodillo. Posteriormente pasaba a las cardas, una máquina que afinaba el algodón hasta convertirlo en hilo grueso que luego era llevado a los manuales, un aparato de rodillos donde el hilo grueso era adelgazado, después era dirigido a los veloces gruesos cuya función era afinar más el hilo, de aquí entraba a otra máquina que se llamaba veloces finos, también integrada por rodillos en los cuales se enrollaba el hilo y continuaba su procesamiento de adelgazamiento que lo conducía a los trociles donde el hilo terminaba su proceso y estaba listo para dar paso a la fabricación de la tela.
Al salir de los trociles el hilo se enrollaba en unos objetos de madera llamados canillas, después pasaba al carretero donde era enrollada en un cono para después ser trasladado a otra maquinaria de nombre hurdidor, aquí pasaban los conos y se enrollaban en un solo carrete, para ser trasladados al engomador que tenía forma de un cajón de metal donde se ponía a hervir el almidón, por el cual pasaba el hilo para empaparse del líquido que le daba consistencia; al ir pasando por la secadora, que era como un tanque de cobre que contenía vapor, el hilo se secaba instantáneamente, para posteriormente irse enrollando en unos carretes. De aquí al repaso, con mallas agujeradas que servían para dividir el hilo y distribuirlo en los telares, encargados de tejer para producir la manta.
Al ir saliendo la tela se enrollaba en otros rodillos para ser cortados en rollos de 100 metros. Después era llevada a una prensa hidráulica que formaba pacas de 500 metros y así se trasladaba al almacén para posteriormente salir en camiones a la ciudad de México y a Puebla, donde se pintaba de diferentes colores y finalmente se distribuía para su comercialización.
Durante 1961 y 1962 el presidente de la Cooperativa fue Antonio Galeana Hernández y el gerente, José Valdés. Había 277 obreros de los cuales 196 eran cooperativistas y el resto asalariados. Tenía la producción de 45 mil metros de tela harinera que se maquilaba para la firma Costalmex, SA. El contrato logrado con muchos esfuerzos permitió a la Sociedad Cooperativa mover semanalmente 80 mil pesos para el pago de sueldos.
El 23 de febrero de 1963 Pedro Bello fue electo presidente del Consejo de Administración de la cooperativa “David Flores Reynada”, contendió contra Celestino Juárez que se inconformó generándose un conflicto interno que paralizó las labores de ese centro de producción tanto que el Presidente Municipal Luis Ríos Tavera tuvo que intervenir para unificar a los trabajadores, sin embargo poco pudo hacerse.
Luego pasó a ser presidente de la cooperativa Juan Pino y para 1964, Celestino Juárez. A partir de ese año la fábrica comenzó a decaer, ya se tenían pocos obreros.
El 28 de octubre de 1963, la Fábrica de Hilados y Tejidos “Progreso del Sur Ticuí” dejó de trabajar temporalmente debido a un fuerte adeudo fiscal de más de 90 mil pesos, que tuvo con la Oficina Federal de Hacienda. El ingeniero Adolfo Bello Carreto, quien en compañía del industrial José Elías Hanan (hijo) se hicieron cargo de la fábrica e intentaron una restructuración de la maquinaria y, el 11 de marzo de 1966 nuevamente la factoría abrió sus puertas, empezando así otra etapa con el funcionamiento de nueva tecnología.
Fue el 2 de junio de 1965 cuando la fábrica de El Ticuí dejó de abastecer de energía eléctrica a la cabecera municipal para dar paso a la red que tendió por primera vez la Comisión Federal de Electricidad.
De 1965 a 1966, la presidencia de la cooperativa estuvo a cargo de Cruz Valle. Fue en el año de 1966, cuando los trabajos de la fábrica quedaron suspendidos definitivamente y la destrucción inició los  estragos de la obra industrial más grande que haya tenido la región. La sociedad cooperativa denominada “David Flores Reynada S. C. L” se encuentra registrada en la Secretaría de Industria y Comercio con el número 2468.
En los años posteriores, el asoleadero de la fábrica fue utilizado para secar coco y café, luego en  los setentas se hacían grandes bailes populares; ahí debutaron “Los Tigros” que más tarde se darían a conocer como “Los Brillantes de la Costa Grande”.
Muchos obreros viven y recuerdan el proceso de destrucción. Dice don Celestino Fierro Olea que: “La quiebra fue porque principalmente la materia prima se puso cara, traían el algodón desde Monterey, porque el de la Costa Chica no abastecía. Se estaban robando el fierro y lo vendían a los acaparadores de café. En Atoyac muchas poleas de la fábrica se utilizaron para hacer piladoras. Hasta las ventanas se estaban robando, por eso se decidió vender la maquinaria como fierro viejo para ayuda de los obreros, de la venta donaron 100 mil pesos a la secundaria que lleva el nombre de ‘Enedino Ríos Radilla’ ubicada en esta localidad. A cada socio le dieron 500 pesos. Ese fue el finiquito. Y Todavía muchos vendedores de Fierro viejo van a ver que encuentran”.
José García Salinas dice que “la quiebra de la fábrica se debió en parte a los daños que produjo el huracán Tara que hundió toda la presa del río y el agua ya no entró con fuerza al canal. No había agua suficiente para mover la turbina y la fábrica no trabajaba al 100 por ciento. Otra es que se fueron acabando las refacciones y se fueron desmantelando unos aparatos para reparar otros, de los 150 telares con los que contó la fábrica, en los años setentas, ya había ochenta nada más. La maquinaria era obsoleta, un tejedor se pasaba todo el día metiendo el hilo cuando se reventaba y el algodón lo traían de Coahuila”.
Bartolomé Martínez Radilla atribuye el debacle de la fábrica a la división de los obreros, a la corrupción de los líderes, a los malos administradores y el saqueo del que fue objeto esta factoría por propios y extraños. Porque muchos se quedaron hasta con los terrenos que eran de la factoría se apropiaron de ellos sin ninguna resistencia y vendieron los mejores fierros sin ningún control.
Don José Solís dice que el último consejo de administración de fábrica comenzó vendiendo los escritorios, las máquinas de escribir, las básculas y luego vendieron la maquinaria como fierro viejo “se la llevaban de noche a México en tráiler, a los socios les dieron una migaja, 100 pesos por certificado y los líderes se repartieron con la cuchara grande”. Don José recuerda que él cambió sus dos certificados que los acreditaban como cooperativista por dos millares de tejas. Eso fue lo que alcanzó en el tiempo de Efrén Ríos.
Al final tampoco se rendía cuentas de cuanto se cobraba por energía eléctrica en la ciudad de Atoyac, había tantos líderes que no se ponían de acuerdo, aunque se hicieron intentos de producir su propio algodón y durante algún tiempo se sembró en las tierras que luego fueron de Gumersindo Suástegui, pero no era de la calidad que se necesitaba para la producción de manta. El año de 1971 fue el último año que trabajó la fábrica, paró por falta de contratos y de materia prima. Se sumó a esto los actos de corrupción de los líderes que manipulaban el dinero de la cooperativa a su antojo y desaparecieron de la noche a la mañana la tienda de los obreros. Algunos líderes hasta pusieron una tienda en Acapulco que les dejó muchas ganancias y se cimentaron algunas fortunas. Otros se fueron a vivir a esa ciudad donde construyeron casas con los recursos que les redituó desmantelar la fábrica.
Se llevaron toda la maquinaria en camiones rumbo al puerto de Acapulco donde se pesaba, pero nunca quedó claro ni se informó con detalle del peso y el costo real de los fierros que fueron vendidos como desecho.
Ante este panorama se concluye que fueron los opositores a Esparza los que trajeron a Hanan, les hicieron creer a los obreros que iban a modernizar la fábrica y comenzaron con demoler la maquinaria más antigua, se llevaron los mejores fierros y todo el acero, en su lugar trajeron maquinaria moderna pero muy endeble. Cuando Celestino Juárez fue presidente de la cooperativa, todos apoyaron la venta de fierro, pero los más beneficiados fueron los líderes.
Cuando yo era niño mi padre cantaba un corrido del cual únicamente me acuerdo de un verso: “El señor Concho Villalobos/ grito un día que andaba borracho/ mueran todos los fierreros/ y vivan todos los guachos”. Hermilo Hernández (“Hermilo El Diablo”) compuso también un corrido donde menciona el desvalijamiento de la fábrica. Pero ese será tema de otra página de Atoyac.

No hay comentarios:

Publicar un comentario