Víctor
Cardona Galindo
Rubén
Ríos Radilla escribió el libro Aljaba.
Vivencias y crónicas. Donde destaca algunas particularidades del campo
costeño. “Entre los zanates que bajan en parvadas a comer maíz, hay varios con
plumas blancas en las alas” y algunos dichos, “cuando nunca mono en misa”. En
este texto describe a muchos personajes populares, principalmente de su
comunidad la Colonia Miranda Fonseca, de El Ticuí y Atoyac.
Pigüe “nos
hablaba con la boca, con los ojos, con las cejas, las manos y hasta los codos,
como decimos en la costa un ‘Tarabilla’. A Elías un campesino de Poza Honda los
del Rastro le vendieron el chile del toro que no podían cortar ni con machete. Destacan,
en el texto, las aventuras de un campesino apodado La Chaca. “Una ocasión el arroyo de ‘La Maye’ crecía y las vacas no
podían pasar, muchas se tiraban sobre la corriente y salían con mucha
dificultad arroyo abajo. La Chaca
logró pasar, quizás el arroyo no estaba tan hondo como él lo comentó a quien
encontró a su paso, diciéndole: ‘No vas a poder pasar, el arroyo está muy
hondo, yo logré pasar encima de una hoja de plátano que eché sobre el agua’”.
Aquí
Rubén Ríos cuenta lo que le sucedió a Hermilo Hernández, El Diablo, en Coyuca de Benítez cuando fue invitado a tocar para la
alcaldía de ese lugar.
“Buenas
tardes; nuestros invitados son originarios de El Ticuí, tocan la guitarra y a mí
me encanta que amenicen mis reuniones, decía la presidenta municipal de Coyuca,
en clara referencia a Hermilo El Diablo
y Ángel Fierro.
En
dicha reunión estaba todo el cabildo, funcionarios del Ayuntamiento de
Acapulco, y estaba el comandante de la XXVII Zona Militar y dos o tres
capitanes.
Después
de la presentación Hermilo —quien perdió la vista, de tanto jugar brisca
con candil expresó: Si señores, entre serio y riéndose, semos del Ticuí, de
allí pues de Atoyac, la tierra de Lucio Cabañas, ja ja ja ja, le ponía una
chinga a los guachos, que vieras, ja ja ja.
Ángel
Fierro quien si veía, lo codeaba para que se callara, pues el general estaba
oyendo.
Hermilo
no entendía los codazos, y seguía riéndose de los guachos: ¡vieras! Eran unos
venados como los cargaba a chingadazos, y ellos rajaus, rajau, los jijos de su
madre, ja ja ja ja, los vieran visto ja ja ja ja.
Ángel
lo codea y le habla al oído: —ahí está el general y los capitanes — ¿aquí
en la mesa? —si aquí están.
General,
Buenos días, pos a qué hora llegó —y replica— mire no se fije de lo que yo
estaba diciendo, ya uno de viejo habla pura pendejada”.
***
Hay
personajes que un momento de su vida los marcó para siempre y lo aceptan con
gusto como Laurentino Santiago a quien le dicen El Gallito Pelón, porque cuando la primera campaña de Cuauhtémoc
Cárdenas compuso un corrido que dice: “Ya nosotros tenemos un gallo /un gallo
muy fino de muy buen color /ahora los priistas ya cargan el suyo /un gallito
corriente pescuezo pelón”. Lo cantaba tan chistoso que arrancaba la risa de
todos los presentes. Por ese verso Laurentino es para todos El Gallito Pelón.
***
Hay
otros personajes como El Licenciado de la
Cucha, quien siendo muy joven egresado de la Universidad, dotado de un gran
vozarrón regresó a su tierra a ejercer la abogacía, el primer caso que le cayó
fue el pleito de una marrana, no quiso conciliar y llevó el pleito al juzgado
de distrito donde perdió ante un abogado hecho a machete de nombre Miguel
Serrano a quien apodaban El Cocol.
Desde entonces la gente le comenzó a decir El
Licenciado de la Cucha y así le quedó para toda su vida. Comentan que
cuando en la borrachera alguien le recuerda el tema, él contesta “no sean
cabrones, cuando menos díganme el Licenciado
de la Cerda, para que no se oiga tan feo”.
***
En San
Jerónimo de Juárez está el Licenciado
Bonote, quien estaba llevando el pleito de una huerta de coco. Su defendido,
preocupado le iba a decir —licenciado están chaponando la huerta —él
contestaba —espérate hombre, sirve que la recibes ya
limpia. Más tarde le fueron a decir —ya están tumbando el coco —el
abogado contestó —espérate hombre, este caso ya está ganado,
sirve que recibes el coco amontonado. Luego el dueño de la huerta corrió a
decirle —ya lo van a partir, ya van a partir el coco —aquel
dijo —espérate
tantito hombre ya la vamos a ganar, sirve que recibes la copra ya limpia. Así
estuvo, el caso se prolongó que cuando fueron a ver en la huerta sólo quedaban
los bonotes. Y como la broza no perdona le pusieron el mote de El Licenciado Bonote.
***
Hablando
de abogados, está otro que a pesar de tanto bullying
que le hicimos en la escuela y en la calle nunca se traumó. Le decíamos El Poclai por los dientotes que tenía
salidos. Es que cuando éramos niños, a El Ticuí, llegó una máquina excabadora
para abrir los canales que se llamaba Poclaín y la broza le endilgó ese apodo a
José Luis Juárez Hernández, él lo aceptó con agrado. A pesar de que ya no tiene
los dientotes de fuera, así se le sigue llamando, algunos solamente le dicen La Pocla. Es un buen abogado y se hizo
famoso porque no cobra, solamente pide para las copias “si manito, claro, para
eso estamos, nada más júntate cinco mil para las copias”. Le va muy bien porque
su casita y su cochecito los levantó a base de puras copias. Sin van a El Ticuí
todos los caminos conducen al Poclai
y lo encontrarán siempre risueño guaqueando con todo mundo.
***
Ya encarrilado
me acordé del licenciado Tornillo,
así le decían a Jorge Radilla Galeana, había engordado tanto que ya solamente
se le asomaba un tornillito debajo de las lonjas. Tenía demandado al
Ayuntamiento, por un millón de pesos, y quería quitarle a la comuna el edificio
del centro, donde está el DIF municipal. Un día le dio por defender a los
jicameros que el Ayuntamiento quería desalojar del primer cuadro de la ciudad.
Ganó el pleito y solamente les cobró un costal de jícamas, de las que compartió
con éste cronista una docena. Era orgulloso descendiente del coronel Arnulfo
Radilla Mariscal y siempre compartía conmigo sus historias. Me dijo que su
sueño era ganarle el edificio al Ayuntamiento para instalar su recamara donde
estaba la oficina de la presidencia. El primer día que tomara posesión del
inmueble haría una cena donde estarían invitados sus amigos más cercanos entre
ellos yo. Un día le sugerí que bajara de peso y me dijo que él se moriría
gordo, que ya su familia tenía instrucciones de cremarlo, que recogerían la
mantequita para embazarla, la ceniza se llevaría al cementerio y la mantequita
la venderían en pequeños frascos para que se la untaran en aquella parte los impotentes.
***
Un día
de 1975 cinco jóvenes traviesos se metieron a robar a la tienda Conasupo de El
Rincón de las Parotas. Solamente se llevaron algunos paquetes de galletas y tal
vez algunas latas de sardinas. Para despistar pintaron en las paredes de la Conasupo
“Viva Lucio Cabañas y Viva Genaro Vázquez”, al otro día el encargado de la
Conasupo encontró que se habían metido a la tienda, y como es común, aumentó el
monto del robo. Ya no fueron solamente galletas y algunas latas, también fue
dinero y otras mercancías más valiosas. Se vino rápidamente a dar parte al
Batallón militar de Atoyac. Dos jóvenes eran del Rincón y tres de La Florida
estos últimos se fueron comiendo y por el camino a su pueblo iban dejando las
envolturas de las galletas. En un lugar se sentaron a descansar y olvidaron un
machetito. Al otro día el Ejército siguió la pista y encontró el machetito.
Llegaron a las 10 de la mañana a La Florida. Los campesinos de la comunidad
andaban arreglando la escuela y el teniente les dijo todos —me van
dejar sus machetes aquí y van a formar una fila dando la vuelta, viendo hacia
el otro lado.
Cuando
los campesinos voltearon el teniente puso el machetito entre el montón de
machetes. Les dijo ahora recoja cada quien su machete, cada quien recogió el
suyo, pero como quedó el machetito les dijo — ¿y ese
machete de quien es? Los campesinos se miraron entre ellos y nada dijeron, pero
andaba un niño como de ocho años que dijo —creo
que ese machetito es de mi hermano —y donde está tu hermano —preguntó
el teniente —está dormido —contestó
el infante —pues vamos a verlo, está muy desvelado el
cabrón.
Así
dieron con la banda robaconasupos. Ahora la historia se cuenta como guaca pero
sin que escuchen los protagonistas porque se dan una encabronada de aquellas.
***
Mi
compadre Toño Peralta fue músico en su juventud, pero después por dedicarse a
la cacería, se olvidó del viejo tololoche que tocaba. Un día hubo una boda en
San Francisco del Tibor y no se completaban los músicos. Lo fueron a ver los
familiares del novio y le dijeron —anda Toño haznos el favor de tocar. Aceptó y
nada más le dio unos trapazos al viejo tololoche al sacarlo de la covacha donde
lo tenía. Se fue a la boda que ya estaba repleta de gente y comenzó la música,
ton ton, ton ton tocaba el tololoche. Cuando mejor se iba a poner el ambiente un
enjambre de abejas salió del tololoche y se fue contra la gente que corría por
todos lados atacada por los insectos. Después de eso se acabó la fiesta.
***
Un día
le pidieron a mi compadre Toño Peralta que dirigiera un discurso la noche del
15 de septiembre y dijo: “La noche que Miguel Hidalgo y Costilla dio el grito
de independencia el sol reverberaba en el cielo”, —era de
noche, pendejo, —gritó una voz desde lo oscuro del auditorio —era el
sol de la libertad compañeros —enderezó mi compadre.
El corrido de la pulga
Gilberto
Rebolledo Fierro, El Tramo, era de El
Río Chiquito tocaba muy bien la guitarra, siempre estaba componiendo y haciendo
puntadas. Descompuso “El corrido de la pulga” donde incluyó a dos miembros del
famoso grupo Los Brillantes de Costa Grande. Don Tramo ya murió y de recuerdo quedaron estos versos:
“Una
pulga reparando /no cupo en un corredor /toda la gente decía /que era un gran
gobernador.
Para
matar a la pulga /vinieron gente de donde quiera /le dieron 300 mil balazos /en
su pura calavera.
El
cuerito de la pulga /no dilató ni una hora /se lo llevó Abel Olea /para
arreglar su tambora.
Las
tripitas de la pulga /como salieron de noche /se las llevó Catarino /para las cuerdas
del tololoche.
Las
costillas de la pulga /como salieron tan blancas /se las llevó don Chon Pino /para hacer 400 bancas.
Los
ojitos de la pulga /como se estaban secando /el más chiquito tenía /como la
luna llenando”.
***
Una
ocasión la radio anunció que dos astros se iban a juntar a medio día y que el
fenómeno podría verse desde algunas partes del mundo. Entonces Anselmo
Martínez, El Chulo, se colocó en el Zócalo
y exactamente a medio día comenzó a ver al cielo y a decir —se
están juntando, se están juntando. Seguía viendo hacia arriba y volvía a decir —se
están juntando, se están juntando. Los que pasaban se sumaban a ver, y mientras
El Chulo decía “se están juntando, se
están juntando” aquellos abrían los ojos para distinguir algo en aquel cielo
inmensamente azul. Hasta que uno se atrevió a preguntar —amigo
¿Qué se está juntando? No veo nada. El Chulo
dijo abandonando el lugar —la
bola de pendejos.
***
En los
tiempos que el español Antonio Esparza trabajaba la fábrica de hilados y
tejidos Progreso del Sur Ticuí, había un ladrón que, tiro por viaje, le robaba el
algodón que traía desde los estados del norte. Un día el español compró dos
perros dóberman machos, muy briosos y bravos, esos perros tenían la fama de ser
muy peligrosos. Ante un grupo de trabajadores Esparza exclamo: “A ese mañoso,
ahora si lo reto que me robe”. Pero para un cabrón, cabrón y medio. El ladrón
como no era tarugo se buscó una perra en brama y por la noche se la soltó a los
perros que se fueron corriendo atrás ella. Así pudo llevarse hasta dos
carretadas de algodón.
***
Un día
el líder de la Coalición de Ejidos Zohelio Jaimes Chávez le pidió a Fabio Tapia
que compusiera un corrido porque David Ochoa, Calilla; aquél famoso borrachito servicial ya se había muerto. Se
decía que sus familiares se lo habían llevado lejos para sepultarlo.
Fabio
comenzó con los versos y cuando ya estaba por terminarlo apareció de nuevo Calilla por Atoyac. Al verlo Fabio exclamó
“híjole ya me echó a perder toditito de mi corrido”. Zohelio le grito: “Hey
Calilla pensamos que te habías muerto y ya te queríamos enviar las coronas”, Calilla contestó “pues mándamelas primo,
pero bien frías”. Calilla siguió su
camino, pero acordándose de la ideología de Zohelio se regresó y le comentó:
“no primo es que andaba en Cuba fui a conocer a Fidel”. Así Zohelio se vio
obligado a invitarle las frías.
Calilla
dejó de recuerdo esas frases: “Quisiera sueño, corredores me sobran” y “No sé
porque le ponen bardas a los panteones, si los que están adentro no se pueden
salir y los que estamos afuera no nos queremos meter”.
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