Víctor Cardona Galindo
Allá en mi pueblo,
Los Valles, a las parteras les llamábamos “Abuela”. Las encargadas ayudar en
los alumbramientos eran: Elvira Cruz, María de Jesús Escorza y Maximiana
Martínez Torres, ellas se las sabían de todas todas, con sólo ver la barriga de
una mujer sabían si nacería niño o niña, en sus manos nadie se moría. Grandes
mujeres aquellas.
Cuando yo vine al mundo, los vecinos eran muy solidarios
para ayudar en un nacimiento, iban por la partera luego mataban una gallina y
hacían el caldo. La gallina que murió para festejar mi nacimiento todavía no
despertaba cuando la tomaron de una pata y la bajaron del palo para jalarle el
pescuezo. Sus últimas fuerzas se fueron en aletazos, pero de comer no faltó ese
día.
Maximiana Martínez estaba presente en la mayoría de los
alumbramientos del pueblo, desde hacía ya varias generaciones, por eso muchos al
verla pasar le besábamos la mano diciendo: “Abuela Chimiana”, ella contestaba
diciendo “Dios te bendiga”.
Mi nacimiento estuvo marcado por un acontecimiento. Me
rescataron de las llamas, porque se prendieron los trapos mojados de alcohol
que habían usado para desinfectar el machete con que me cortaron el ombligo.
Como en Los Valles no había energía eléctrica, la partera se alumbró con rajas
de ocote y al chorrear la resina prendida provocó un incendio que por poco
acaba conmigo al comenzar la vida. A lo mejor este sería el augurio que todas
las acciones de mi existencia serían siempre una llamarada de petate,
aparatosamente grande pero de efímera existencia, por eso me ha dicho mi madre:
“Tú tienes entrada de caballo bueno y salida de burro flojo”, y eso que de
regreso a casa no hay burros flojos.
En Los Valles había la costumbre de colgar los ombligos de
los morillos. No los enterraban. En aquellos tiempos los pedazos de ombligos
que se les caían a los niños los metían en pequeños envoltorios de trapo y los colgaban
de los morillos de las casas. La familia cuidaba mucho los ombligos. Hay un
dicho que dice que “uno siempre vuelve donde quedó enterrado el ombligo”. En mi
caso he de volver donde quedó colgado mi ombligo.
En esta Página de Atoyac hablaremos de
esos Ángeles de la vida que se llaman parteras. Y haciendo historia el mejor cronista
de Atoyac Wilfrido Fierro Armenta registró en su Monografía de Atoyac como matronas o parteras rudimentarias a las
señoras Apolonia, La Zotaca;
Feliciana Vázquez, Tomasa y María Acosta, personas que por su experiencia
práctica en esta rutina se hicieron famosas.
Rubén Ríos Radilla en su libro Aljaba
recuerda que en El Ticuí, como pueblo de mayor desarrollo, estaban como parteras
doña Narcisa Ozuna, Felipa Landeros, Chaya
Radilla, otra señora que sólo se le conocía como Micailona, La Güera
Rodríguez, Luz La Chaparra y Hermila Rodríguez. Esas parteras que
sacaban el chamaco hasta cuando venía al revés. Yo mucho recuerdo a doña María
Torreblanca que vivió en El Cacao y que era buena para arreglar a los chamacos
cuando venían más atravesados que la mula del seis.
Ahora existen más de 70 parteras registradas ante la Secretaría de
Salud en todo el municipio de Atoyac, aunque hay otras que ejercen el oficio
sin estar registradas y son buenas también. En
muchas comunidades rurales y marginadas las parteras son la única opción
para atender embarazos y partos ante la insuficiente
cobertura de los servicios estatales de salud.
Por eso el año de 2016 el Ayuntamiento de Atoyac, que
encabeza el priista Dámaso Pérez Organes, a propuesta de un grupo de mujeres,
entregó a la partera María Gloria Olmedo Silva, vecina de la comunidad de San
Vicente de Benítez ubicada en la parte media de la sierra, la presea al mérito
civil “Profesora Hilda Flores Solís” en el marco del Día Internacional de la
Mujer, en reconocimiento a su esfuerzo e importante
contribución para la preservación de la vida.
Desde hace más de 40 años, María Gloria Olmedo aplica sus
conocimientos tradicionales para mejorar la salud de las mujeres embarazadas de
la región y apoyándose también con la capacitación que ha recibido de las
instituciones de salud ha contribuido en disminuir los índices de muertes
maternas en la sierra de Atoyac. La
presea al mérito civil “Profesora Hilda Flores Solís” consta de una medalla y
un apoyo económico con el que se reconoce la labor de las mujeres en beneficio
de la comunidad atoyaquense.
La galardonada agradeció el
apoyo del presidente Dámaso Pérez por reconocer su trayectoria como partera
tradicional y curandera en su pueblo, donde ha logrado ayudar a varias
generaciones que acuden a su casa para que los atienda por problemas de
espanto, empacho y otros padecimientos.
A raíz de la difusión que dieron
los medios de comunicación a la entrega de la presea, le ha cambiado la vida, porque
la gente le tiene más confianza, incluso ha recibido la visita de pacientes de
otras partes del estado, por ello, sigue
capacitándose para continuar sirviendo a la sociedad.
Lizeth Nayeli Rodríguez Flores, integrante de Comunidad
Raíz Zubia elaboró una semblanza de María Gloria Olmedo Silva, quien es una mujer afromexicana, cafeticultora,
promotora de salud y partera, tiene 76 años, nació en Cuajinicuilapa Guerrero y
desde muy joven vive en la localidad de San Vicente de Benítez, ubicada en el
corazón de la sierra de Atoyac de Álvarez, tiene más de 40 años de
experiencia como partera, atiende en su localidad y en comunidades aledañas,
donde le llaman La Curandera.
Durante el
huracán Ingrid y la tormenta tropical
Manuel en el 2013, cuando ocurrió la
desgracia en la comunidad de La Pintada, la tormenta se vino en fin de semana y
esos días no había médico. María Gloria fue llamada para auxiliar a las mujeres
embarazadas, algunas estaban en los días y otras por la impresión del desastre
se les adelantó el parto. Llegó a atender a siete mujeres de las cuales se
murieron tres niños que no eran de tiempo, pero salvó la vida de las
parturientas que en las condiciones en que se encontraban hubieran perecido.
Como partera
y promotora brinda atención prenatal a las embarazadas, da acompañamiento a
mujeres que lo requieran, canaliza a parturientas en caso de identificar un
embarazo de alto riesgo, convence a mujeres para que se atiendan con el médico,
atiende partos, brinda atención post parto, promueve el uso de métodos anticonceptivos,
tiene una relación estrecha con el personal del centro de salud y hace curaciones
de empacho, ojo, da masajes y soba para arreglar descomposturas de huesos.
Dentro de
los servicios que dado en su comunidad, están el de promotora de salud y vocal del
programa Oportunidades. Ha coordinado acciones de difusión con profesores de su
comunidad para la prevención del embarazo en jóvenes y adolescentes en el marco
del proyecto “Las Luciérnagas Comunitarias”, coordinado por la asociación civil
Comunidad Raíz Zubia.
Desde 1998
asiste a las capacitaciones convocadas por la Jurisdicción Sanitaria 05 de la
Costa Grande y con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) donde ha profundizado en los conocimientos de
atención de primeros auxilios, atención a la mujer embarazada, detección
de embarazos de alto riesgo y atención de parto limpio.
A través de
organizaciones sociales ha participado en encuentros de parteras a nivel
municipal, regional y estatal, y ha recibido capacitaciones sobre los derechos
humanos de las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos, derecho a
decidir y salud intercultural.
Gloria es
una mujer campesina que sin un interés económico o político, ha
contribuido en mejorar la salud de las mujeres de su comunidad y en el
municipio de Atoyac, se destaca por un alto compromiso social comunitario, por
su solidaridad y entusiasmo en ayudar a las mujeres que requieran de su
sabiduría ancestral.
Como Gloria
existen 2 mil 425 parteras registradas en todo el estado de Guerrero. En la
Costa Grande existen 110 parteras registradas y en Atoyac son 70 parteras las
que existen, según datos de la Secretaría de Salud.
La partería
es una práctica ancestral que ha sido marginada por la medicina moderna y las
políticas públicas en salud. Sin embargo el papel de las parteras sigue siendo
preponderante en las comunidades rurales, campesinas e indígenas. Por eso no es
gratuito que los estados del sur son los que más partos son atendidos por
parteras. Las parteras se vuelven alternativa ante el encarecimiento del
servicio médico, una cesárea cuesta en Atoyac 18 mil pesos, un parto sin dolor
siete mil pesos y normal cinco mil. Los médicos ven a los partos como una
actividad mercantil, pues en la Costa Grande, cuatro de cada seis mujeres dan a
luz en cesáreas innecesarias. Los médicos ejercen cierta violencia hacia las
embarazadas, las culpabilizan y prácticamente las obligan a realizarse las
cesáreas.
Organizaciones como Raíz Zubia coinciden que hay un aumento
desproporcionado de cesáreas en el país, que actualmente es de alrededor del 50
por ciento. El 40 por
ciento de los nacimientos en Guerrero es por cesárea y en Costa Grande el
porcentajes es del 56 por ciento, donde se ha detectado una fuerte
discriminación hacia las parteras. “Hubo un doctor que me dijo un día: ‘Ustedes
son una especie destinada a la extinción’. Yo le respondí: ‘Somos necesarias
para la vida”, dijo María Gloria Olmedo.
Según datos
de Raíz Zubia la partería está ligada a la pobreza y a la marginación. Por eso
las cifras resultan más relevantes a la hora de que miramos en las entidades y
dentro de sus comunidades, sobre todo en aquellas con alta distribución de
población rural e indígena, donde la presencia e importancia de las parteras es
mayor.
En el caso
de Chiapas, la atención del parto por una partera alcanzó 25.3 por ciento,
aunque en población rural fue de 48.1 por ciento; en Guerrero fue de 9.3 por
ciento, y en población rural llegó a 24 por ciento; y en Oaxaca las cifras son
de 7.2 y 13.4 por ciento, respectivamente.
Lo anterior
nos indica que Guerrero se ubica en el segundo lugar en atención del parto por
parteras. En las zonas rurales, al menos dos de cada 10 partos son atendidos
por ellas. En la entidad, 42 por ciento de la población vive en zonas rurales
(localidades menores a 2 mil 500 habitantes), con niveles de marginación muy
alto y alto, y donde 14 por ciento de su población es indígena.
Por eso organizaciones
como Comunidad Raíz Zubia han documentado la importancia de las parteras
tradicionales en las comunidades, ya que a pesar de que las políticas
públicas no las consideran como agentes clave de salud comunitaria, las organizaciones
siguen llamando a su reconocimiento y a la erradicación de la discriminación,
del abuso de la medicalización en el parto, la morbi-mortalidad
materna-infantil, y los partos en vía pública.
En el foro
“Construyendo sinergias a favor de la partería” que se desarrolló el primero de
agosto en Atoyac” el doctor Germán Hernández Neri dijo que están haciendo que
las parteras se sientan respaldadas por las autoridades de salud. María
Martínez Ibarra de la Asociación Mexicana de Partería comentó que es importante
que las parteras tengan educación.
Alicia
Mesino Castro expuso que ella tuvo ocho hijos todos con partera sólo uno se
complicó pero que la experiencia y el conocimiento de la partera la salvó. Lucina
Palacios Bautista dijo que tiene 45 años de partera actividad que comenzó a los
14 años de edad siguiendo la tradición familiar, su madre y su abuela fueron
parteras. Ella soba y arregla la matriz caída. Y que es en los lugares alejados
donde las parteras dan la cara.
Lizeth
Nayeli Rodríguez Flores de la comunidad Raíz Zubia comentó que las parteras
tienen una sabiduría y compromiso social, además contribuyen al tejido social
comunitario. Señaló que en el hospital de Coyuca de Benítez las mujeres han
parido en los pasillos, por eso dijo que
es necesario que se apruebe la Ley de Partería en Guerrero.
Ángeles
Santiago Dionicio habló que una partera la atendió cuando dio a luz su primer
hijo y con sus conocimientos la indujo a un buen parto y después con sus
conocimientos de medicina tradicional curó a su hijo de los ojos. Rosa Ruth
Rodríguez Mendiola destacó la labor de doña Paulina Rosas como partera conocida
y reconocida en la cabecera municipal.
Las parteras
consideran que lo que saben hacer es un don especial y dicen que es bonito dar
auxilio y vida a una persona que lo necesita. Muchas saben hacer remedios para
que las mujeres queden embarazadas, con tecitos de hierbas limpian la matriz.
En los pueblos la gente confía más en ellas que en los médicos, porque soban,
arreglan descomposturas y asisten durante el embarazo a las mujeres. Muchas de
ellas les dan el lugar que corresponde a los doctores, pero los doctores no les
han a ellas su importancia.
Las mujeres
que han sido atendidas por parteras dicen que estas les tienen mayor estimación
y paciencia que en el hospital. Las parteras van a domicilio
atienden a mujeres que difícilmente podrían costear el seguimiento de un médico.
Las madres paren en sus casas con todas las comodidades, acompañadas por sus
parejas o familiares, mujeres que evaden la violencia obstétrica que permea los
hospitales y centros de salud.
La partería juega un papel importante en las regiones donde
aún no se cuenta con las instalaciones, estructura, equipo médico suficiente para
atender a miles de mujeres que viven en las zonas más remotas de México. Por
eso hay que saber que desde 1992, cada 5 de mayo se celebra el Día
Internacional de las Parteras, para resaltar su papel a favor de la salud de
millones de mujeres en el mundo.
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