Víctor
Cardona Galindo
Salomón
García Jiménez en su libro Jerga y
modismos de Guerrero México, define el termino Guaca como relajo, burla.
Para nosotros los costeños la guaca es cotidiana, es una forma de llevarse la
vida de manera divertida. Por eso la guaca es una broma, es una mentira, un
cuento o cualquier anécdota divertida.
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El
hombre del costal. Se llama Bernabé
Gervasio y camina por las calles de
Atoyac
ya está viejo, algunos le llaman
Karma otros El Caminante. Cuando
éramos niños nos decían que era un
robachicos y nos asustaban con que
nos iba a llevar en su
costal, solamente
el tiempo nos enseñó que era inofensivo.
Foto Víctor Cardona Galindo.
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Canuto
Nogueda Radilla además de ser El rey del
amparo, era también El rey de la
guaca, eso salió a la luz pública cuando dijo que Lucio Cabañas Barrientos
le pidió 300 pesos como cooperación para sacar a Genaro Vázquez de la cárcel,
“como pensé que iba a contratar un abogado se los di, nunca pensé que lo sacara
a balazos”, comentó a la prensa aquella vez. Es obvio que Lucio nada tuvo que
ver con el rescate de Genaro.
Enrique
Galeana Laurel, El Indio camaronero,
escribió el libro Atoyacadas, donde
narra las guacas de Carmelo Ríos, de Carlos Morlet, de El Chulo y muchos otros atoyaquenses que tienen la fama de
guaqueros.
Por
otro lado Oscar Blanco inventó una tecnología para que los papayos parieran
casi al nacer. Pero al crecer las papayas arrancaban las plantas y se le murió
todo el papayal. Luego aprendió, y comenzó arrancándoles la primeras papayitas
que iban brotando. Solamente así su tecnología fue exitosa.
Rómulo
Ocampo Juárez está promoviendo la formación de otro país, México del Sur cuya
capital sería San Juan de las Flores. Tendría su propio himno y una moneda con
águila por los dos lados, para cuando nos echemos un volado ganemos todos.
Gumersindo
Suástegui “Gume”
Era un adolescente cuando se fue a la revolución, en
uno de los combates recibió un balazo en la clavícula que le salió por la
espalda. Luego en una batalla de Coyuca de Benítez estuvo escondido en un horno
con El Carnecuche tomando un tequila,
salieron a festejar ya cuando sus compañeros habían ganado la batalla. Aunque
en otras ocasiones salieron corriendo a toda velocidad hacia el monte cuando
habían perdido. Muchas veces fue el encargado de llevar la comida, de donde estaban
las mujeres echando tortillas hasta las trincheras, sentía la lluvia de balas.
Cuando terminó la revolución a Gume le tocaron unas
tierras en el repartimiento que hizo el gobierno. Decidió hacerse ganadero, y
compró unos picheles, le decía la gente: —Bueno
Gume para que quieres picheles. —Él contestaba —para mis vacas —pero
si tú no tienes vacas —pero las voy a tener —argumentaba.
Después que compró las reatas y se iba todas las
tardes, a gritar al potrero, ¡acas!, ¡acas! ¡acas hijas de la chingada¡ Después
de gritar un buen rato, regresaba a su casa atravesando el barrio con las
reatas y los picheles en el hombro.
A Gume le dio también por sembrar palmas de coco,
desde oscura la mañana acarreaba agua en palancas para regar una a una las
palmeras, hasta que crecieron y dieron frutos. Para ese tiempo ya tenía sus
vacas y ordeñaba. Fue en el tiempo de bonanza de la copra. Se convirtió en un
hombre rico, fue el primero en tener un carro en el pueblo, con el que sacaba
el coco e iba a ordeñar y movía sus vacas. Pero siendo rico comenzó a beber con
frecuencia. Las mujeres que lo conocían estaban pendientes a donde iba al baño
don Gume Suástegui, porque se limpiaba con puros billetes.
Toño Peralta
Mi
compadre Antonio Peralta es un campesino y cazador nato. Le han pasado muchas
cosas y las cuenta cada que tiene oportunidad. Vamos a escucharlo.
Compadre
un día me llegó una invitación para la boda de mi sobrino en la tierra caliente
de Michoacán. Pensé en irme en camión de Chilpancingo a la Tierra Caliente, o de
Zihuatanejo al pueblo de mis mayores, sin embargo para ahorrarme el dinero y
porque no me gusta dar vuelta, decidí que me iría en mi cuaco, atravesando la
sierra. Le dije a mi vieja que me diera las espuelas de plata que tengo para la
ocasión y monté el caballo. Me hice tres días atravesando el Filo Mayor, llegue
hasta el río Balsas.
Pero
como tenía que atravesar el río y estaba crecido, solté el caballo, para que
pastara, me quedé con el freno en el hombro. Para descansar y luego buscar
donde vadear el río, me senté en un tronco. Pero el tronco se movió y me di
cuenta que era un enorme cocodrilo que caminaba hacia el río. Como no me había
quitado las espuelas, apreté al cocodrilo con las espuelas de plata y al abrir
el hocico le metí los frenos del caballo, el cocodrilo se quiso resistir pero
con todas mis fuerzas lo sometí. ¡No hombre compadre!, montado en él me pasé el
río. Llegué a la boda de mi sobrino montado en el cocodrilo y la gente me
admiraba. Lo dejé amarrado debajo de un cirían, le dije -ahí te quedas
hijuelachingada para que me pases de regreso, es que el río estaba muy crecido
compadre. La gente que me vio llegar montado en el cocodrilo se tomaba fotos conmigo,
ya ni pelaron a los novios. Era tan grande la novedad que salí retratado en National Geographic.
***
Compadre,
un día de estos te voy a invitar a San Francisco del tibor, para que comas
camarones. ¡No hombre compadre! esos si son camarones. Una vez el toro suizo
que me llevé pa’ semental, esa vez que vino el gobernador a entregarlos, se arrimó
al arroyo a beber agua, un camarón lo agarró con las tenazas de las narices lo
jaló y lo estaba ahogando, nomás bufaba el toro y no se podía soltar, ¿verdad
vieja? —Sí viejo, sí, —contesta
su mujer.
¡No hombre
compadre! para quitárselo tuve que agarrar el mango del hacha, le di un
garrotazo en la cabeza al camarón y se apendejó, lo saqué afuera del agua y ahí
anduvo brincando, lo maté a garrotazos compadre. Mi mujer lo cocinó. Un solo
camarón compadre, no cabía en el tambo del Nixcome y de la pura tenaza comimos
tres días, y eso que somos siete de familia compadre. De la cola y la cabeza
todavía tenemos carne. ¡No hombre compadre, eso sí son camarones!, no
pendejadas.
***
Allá
en la sierra, cerca de mi pueblo encuentras muchas cosas. Un día me bajé a
cazar rumbo de La Remonta, había caminado un poquito, cuando veo un oso polar,
compadre, ¡Un oso polar¡ —Que le digo —no
chingue compadre y que andaba haciendo un oso polar por la Remonta. —Eso mismo
le preguntaba yo compadre, ¿qué andas haciendo papacito, que andas haciendo?,
cuando le clavaba mi daga en el pecho. ¡No hombre compadre! lo pelé y ahora
tengo el cuero de alfombra en mi cuarto. Cada vez que me levanto lo primero que
piso es la piel del oso polar.
***
El
otro día andaba de cacería y acababa de tirar un balazo, ya sabe compadre que
mi escopeta es cuaxtlera. Ya no tenía pólvora y cuando veo un venado de esos
que parece que tienen ramas en la cabeza, ¡compadre!, no tenía con que tirarle
que le tiro con la varilla y que le atravieso el pescuezo, cayó el venado, y lo
arrastre al camino y ahí lo dejé, como la varilla le había atravesado el
pescuezo no estaba, me regresé a buscar la varilla, la busqué ahí entre la
maleza, debajo de un tronco secó, en eso sin querer que agarro un conejo de la
orejas que me araño los brazos, así brincando, vivo lo metí a mi morral. No
estaba ahí la varilla y vi la trayectoria que llevaba, ¡No hombre compadre!,
había atravesado un palo seco que estaba chorreando de miel. Que agarro el bule
y lo pongo a capear la miel, me saqué cuatro tambos de miel de ese único palo.
Seguí buscando la varilla, había caído en un arroyo, la encontré, la jale,
compadre traía una docena de camarones ensartados, dos truchas y una guevina.
Tuve que echar varios viajes a la casa para llevar todo lo que agarre ese día
de un solo varillazo.
***
Fuimos
con mi hijo a chaponar para hacer milpa. Cuando vemos una iguanota, que se
metió en una cueva, le dije a mi hijo tráete el diésel, ahorita vamos a sacar
esta hija de la chingada. Le rociamos de diésel la cueva, luego le aventé un
cerillo y no prendió, y que le aviento el otro y nada. Le aviento el otro y
nada. Le aviento el cuarto y me asomo. Bueno compadre la pinche iguana antes
que cayera el cerillo le soplaba, fussss, fusss y lo apagaba. Por eso no
prendía el diésel. Agarro el quinto y como no hay quinto malo, se lo aventé muy
cerquita que no tuvo tiempo de apagarlo. ¡No hombre compadre! salió esa iguana
prendida y corrió con las llamas por todo el corral, dio tantas vueltas que me
quemó toditito el potrero. La seguimos y quería subirse a una palma, varias
veces lo intentó pero no pudo, porque se resbalaba, a la pinche iguana ya se le
habían quemado las uñas. La agarramos y la trajimos para la casa, del puro
pescuezo le salieron cinco docenas de albóndigas. No te imaginas compadre la
cantidad de carne que le salió del mazo de la cola. Todavía estoy comiendo
carne iguana, compadre, la tengo congelada en el refri.
***
El
otro día me bajé de San Francisco rumbo a La Remonta me colgué la cuaxtlera iba
a ver si mataba un venado, cuando veo que por la carretera venía un león
corriendo a toda velocidad. Compadre, le volaba la melena y digo ahorita me voy
a chingar ese animal, que me bajo al camino y que me pongo en una curva a
esperarlo, apuntando, venía tan recio ese animal que al salir de la curva me
vio que lo tenía apuntado, iba a dispararle cuando vi que frenó, enterró las
uñas en la tierra y se detuvo, pero venía tan recio ese animal que todo el
cuero se le arremango para adelante, ya no hubo necesidad de dispararle porque
él solito se ahorcó con el culo que le apretó el pescuezo. Ahora el cuero
enterito sin ningún rasguño está de tapete, en el suelo, del lado de donde se
baja mi mujer cuando se levanta de la cama.
***
El
Firulais es un perro que siempre me acompaña, cuando voy de cacería, ya ves
compadre que mí me gusta cazar, íbamos caminando por el monte cuando el
Firulais, encontró un armadillo, que lo sigue y el pinche armadillo que se encueva
y el Firulais que lo sigue en la cueva nada más se oía el ladrido donde lo iba
siguiendo. Yo escarbé con una barretilla pero no encontré ni a Firulais ni al
armadillo. Nomás se oía el ladrido debajo de la tierra. Me cansé de escarbar y
lo dejé. Me vine triste para la casa pues Firulais ya no volvió, se lo tragó la
tierra junto con el armadillo.
Eso ya
tenía tres meses compadre, pero el domingo mis hijos me dijeron —papá
vamos a la playa, —Les dije —vamos que chingaos —pues
todavía andaba triste por lo del Firulais. Llegué a la Hacienda de Cabañas. Tendí
una toalla en la playa y me acosté a tomar el sol. ¡No hombre compadre! cuando
siento que se mueve la tierra, dije ¡hay madres un tsunami! Pero en eso veo que
sale un armadillo de la arena y atrás iba el Firulais, y se fueron corriendo
por toda la playa, yo creo que todavía va siguiendo al armadillo compadre. Es bueno ese Firulais.
***
Me
quedé sin rifle compadre y a su comadre, se le antojaron las palomas, fui de
cacería pero sin rifle, me fui cerca de un ajonjolinal y me senté debajo de un
palo donde se sentaban las palomas, y vi que en una laja había un charquito
donde bajaban a tomar agua muchas palomas. Entonces se me ocurrió una idea. Le
saqué el agua al charquito y en su lugar le puse el medio litro de mezcal que
llevaba para curarme la cruda, ahí bajaban las palomas a tomar agua, pero como era
mezcal se quedaban dormidas. Se emborrachaban las palomas compadre, y bien
pedas yo las agarraba y las amarraba de
la silla de mi burro que había dejado suelto comiendo en la orilla del camino.
Eran tantas las que llegaban que me envicié agarrando palomas y no me di cuenta
que las que agarré primero ya se les había pasado la borrachera y que vuelan.
Eran tantas compadre que al volar se elevaron con todo y burro, ahí se fue mi
burro volando colgado de las palomas, quien sabe a dónde me lo irían a jondear.