Víctor Cardona Galindo
“La
joven maestra Ana María caminaba inquietamente de un lado a otro en la sala de
su casa, exasperada salió al patio y observó el cielo: la luna era una rayita
curva, parecía una uña brillante acompañada por un prendedor; respiró
profundamente, como queriendo darse valor, faltaba un día para que iniciaran
las clases después de las vacaciones de diciembre y aún no había decidido qué
hacer: había sido notificada”, así comienza el libro Cuentos verdaderos del maestro Gilberto Solano López que el viernes
9 de junio presentamos en Atoyac y el 10 en el campus de la Universidad Pedagógica
Nacional (UPN) en San Jerónimo de Juárez.
El maestro Gilberto Solano
López durante la presentación
de su libro Cuentos
verdaderos en Atoyac, acompañado
del dirigente de la CETEG en este lugar
Faustino Rebolledo.
Foto: Víctor Cardona
Galindo.
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En
el evento de Atoyac estuvieron presentes maestros de la Coordinadora Estatal de
Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) encabezados por su dirigente
Faustino Rebolledo y líderes sociales como Wilibaldo Rojas Arellano y Fortunato
Hernández Carbajal. En San Jerónimo nos recibió el profesor Luis Rosas
Gutiérrez coordinador del sub centro UPN San Jerónimo, el maestro Miguel
Emigdio Santos Silva docente de la UPN y director de la escuela preparatoria
número 23.
Cuentos verdaderos es un
libro dedicado a la lucha magisterial y en contra de la mal llamada reforma
educativa. El maestro Gilberto Solano López se jubiló hace dos años, es
egresado de la Escuela Normal Rural Lázaro Cárdenas del Río ubicada en la
comunidad de Tenería Estado de México, ha militado en las filas del magisterio
democrático aun antes del nacimiento de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), por eso en este texto se encuentran historias
reales aunque con un poquito de ficción.
El
primer texto se llama “La maestra notificada”. Aquí el maestro Solano describe
todas las situaciones que se viven en un primer día de clases, la emoción, la
energía de los niños y el amor que tienen a sus maestros, incluso las carencias
que se viven en las escuelas y los lazos de amistad entre los mismos maestros. Un
contexto que el gobierno busca reducir a un simple examen de evaluación.
Por
eso la maestra Ana María después de sentir el cariño de sus alumnos decide
entrar en rebeldía, no presentarse al examen de evaluación y participar en la
lucha magisterial. Dice el maestro Solano que aquí quiso “abordar la psicosis
en que se encuentran los maestros jóvenes que nos saben que hacer, algunos
deciden hacer la evaluación, aunque en Guerrero la mayoría se fue a la lucha.
En lugares como Chihuahua y Sonora siguen notificando y quien no se presenta lo
dan de baja. Únicamente en Guerrero, Oaxaca y Michoacán por la lucha que se dio
el examen se dejó como voluntario, solamente se envía una ‘invitación’ a la
evaluación”. Aunque consideró que después del 2018 se volverá a reactivar por
eso la lucha debe continuar.
Cuentos verdaderos es un
libro lleno de emociones y sorpresas. En el relato “Camaradas por siempre” el maestro
Gilberto Solano trae al presente a Misael Núñez Acosta fundador de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a quien reúne, en
la misma época de lucha, con otros luchadores históricos Arturo Nava Torres,
Nélida de Marcos Prudente y Antonio Vivar Díaz, todos ellos ya fallecidos pero
que dejaron una huella imborrable en el movimiento magisterial y en la lucha
popular.
Para
la memoria del movimiento es necesario recordar que la tarde del 30 de enero de
1981, alrededor de la siete de la noche, cuatro disparos acabaron con la vida
del profesor Misael Núñez Acosta. Fue herido por la espalda, cayó sobre la
banqueta, a unos metros de la escuela primaria Héroes de Churubusco. “Quienes
lo mataron no imaginaron que con su desaparición física se convertiría en uno
de los símbolos más representativos del movimiento magisterial democrático de
finales del siglo xx, que a 36 años de distancia aún sigue vigente”, comenta
Laura Poy Solano en su texto “Misael Núñez Acosta un símbolo de la lucha
magisterial”.
Al
ser asesinado, Misael tenía 31 años de edad, era padre de tres hijos, maestro
normalista y líder social, había acumulado en su corta existencia una larga
lista de luchas por la defensa de obreros, colonos y maestros. Creció en la
pobreza fue hijo de campesinos de la huasteca hidalguense y de religión protestante.
Su
asesinato se debió a su activismo como líder del Consejo Central de Lucha (CCL)
del Valle de México, corriente alterna y democrática del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación (SNTE) de la sección 36. Siempre se señaló como
autora intelectual a Elba Esther Gordillo en ese tiempo líder charra de la
sección.
Misael
Núñez Acosta nació el 1° de agosto de 1949 en Tenango, municipio de
Chapulhuacán, Hidalgo. Estudió la carrera de profesor de Educación Primaria en
la Escuela Normal Rural Luis Villarreal del Mexe, Hidalgo. En noviembre de 1972
llegó al Valle de México, para trabajar en Xalostoc, Ecatepec, Estado de
México, y tiempo después fue director de la escuela primaria Héroes de
Churubusco, situada en Santa María Tulpetlac. También creó una escuela para
alfabetizar adultos. En ese municipio fundó escuelas en las colonias de Texalpa
y Tecuexcómac. Asesoró a los obreros que trabajaban en las fábricas de General
Electric, Kelvinator y Hornos de México.
Un
año después los asesinos materiales fueron detenidos. Rufino Vences Peña, Joel
Vences Hernández y Jorge Mejía Pizaña, declararon ante el Ministerio Público
que cobraron 300 mil pesos, y que fueron contratados por Clemente Villegas
Villegas, entonces secretario auxiliar del secretario general del SNTE, Ramón
Martínez Martín. Por su participación en el homicidio un juez les dictó 30 años
de prisión, pero a los seis meses se fugaron del penal de Barrientos en Tlanepantla
Estado de México.
En
noviembre de 2002, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos
del Pasado (Femospp) citó a Elba Esther Gordillo a declarar por el asesinato
del profesor Misael Núñez Acosta, no hubo avances el caso quedó desechado. Al
maestro Gilberto Solano le tocó convivir con Misael Núñez Acosta quien era muy
joven y estaba estudiando sociología rural en la Universidad Autónoma
Metropolitana.
Y
el caso más reciente ocurrió en Tlapa. Antonio Vivar Díaz, un joven de 28 años
cayó asesinado al pie de la imagen de la Virgen de Guadalupe, por una bala que
le dio en el pecho, en la colonia Tepeyac. Ese día los pobladores de esa
ciudad mantenían retenidos a 30 elementos de la Policía Federal en pleno día de
elecciones. Los hechos de ese 7 de junio de 2015 se dieron en un contexto de
agitación. Había en Tlapa un movimiento muy importante en contra del proceso
electoral, por eso el gobierno envió un fuerte dispositivo de policías
federales a esa ciudad. Después de la detención de maestros disidentes, la
gente retuvo 30 policías y los encerró en la capilla de la colonia Tepeyac. Al
amparo de la noche llegaron más agentes federales para rescatar a sus
compañeros a sangre y fuego. En el operativo murió Antonio Vivar Díaz, quien era
un joven estudiante de origen tu’un savi
activista del Movimiento Popular Guerrerense (MPG). Un tiro certero en el pecho,
disparado por la policía federal, le perforó el pulmón, dejando viuda a Itzel,
su esposa, y huérfano a Galeano, su hijo
de 8 meses.
Antonio
Vivar Díaz participaba en las manifestaciones de la CETEG se hacía llamar
Comandante 0, tocaba muy bien la guitarra y cantaba canciones de protesta. Por
eso Gilberto Solano lo trae a “Camaradas por siempre” junto a Nélida de Marcos
Prudente aquella dirigente magisterial que enfrentó a caciquismo magisterial en
la primera década de éste siglo, quien fue regidora de educación del
Ayuntamiento de Tlapa y luego murió de cáncer. También confluye Arturo Nava
Torres que murió hace poco y a quien la CETEG le debe una reivindicación. Este
es un texto donde trata el tema de la infiltración del Estado al movimiento
magisterial, quien con argucias los apapacha, “nos hacen sentir que somos
iguales, que somos parte del poder. Algunos se la creen. Los apapachan y les
gusta ese confort, pero cuando salimos no somos nada”, comenta Solano.
El
texto número tres “La última batalla de un maestro jubilado” es un homenaje al
maestro Claudio Castillo Peña quien murió el 24 de febrero de 2015 a manos de
la policía federal y describe todo lo que se vio. El maestro Claudio durante
muchos años estuvo al frente de la camioneta blanca, no podía caminar y usaba
muletas. Los federales lo agarraron por sorpresa y eso impidió que pudiera
salir de esa trampa.
“Desde el mediodía, en el Boulevard de las
Naciones una marcha magisterial avanzó rumbo al Aeropuerto Internacional
Acapulco. La encabezaba una camioneta blanca en la que, con su legendario
bastón y el micrófono en la mano, el maestro Claudio, con una gran convicción,
arengaba e invitaba al pueblo a unirse a la acción de la protesta. A pesar de
estar jubilado nunca faltaba a las manifestaciones, pues sentía en su corazón
la necesidad de apoyar, de estar junto a los jóvenes docentes que resistían heroicamente
las agresiones del gobierno.
La
demanda principal: derogar la ‘Reforma educativa’ y salvaguardar el derecho al
trabajo y de los maestros. Muchos, miles de profesores y profesoras, jóvenes y
viejos, padres de familia y alumnos, marchaban protestando y gritando
consignas, como queriendo convencer de los justo de su demanda a los oídos
sordos de los funcionarios del gobierno.
Cuando
el sol empezó a desaparecer entre los cerros, los docentes aún permanecían
cercanos al aeropuerto. Miles de policías federales armados con escudos,
cascos, rodilleras, pecheras, coderas, toletes y armas de fuego formaron una
valla para contener el paso de los manifestantes. Hasta ahí llegó su marcha”.
“Frente
a los antimotines, para tratar de contenerlos y evitar provocaciones, el
movimiento acordó que se formaran tres filas; todas ellas eran de mujeres, la
mayoría, maestras.
Los
maestros se ubicaron en otros lugares y ‘el grupo de avanzada’, que era el
encargado de proteger al movimiento, se sentó confiado en las banquetas,
esperando información de sus representantes. Todo parecía normal, algunas
maestras como para distraerse piropeaban a los federales, otras, con largas
explicaciones trataban de convencerlos de los justo y correcto de la lucha,
mientras que la mayoría gritaba consignas con pasión.
Inesperadamente
irrumpió un autobús frente a las maestras. Una voz se escuchó gritar: -son
compañeros. –Pero aquel no se detuvo y siguió avanzando hacia la valla. Ante el
peligro de ser arrolladas, las mujeres corrieron aterrorizadas hacia los lados;
el camión de pasajeros se precipitó contra los antimotines, se paró en seco,
sólo tocando levemente sus escudos y de inmediato dio reversa. Las maestras
quedaron atrás, ante el riesgo de ser atropelladas, por instinto de conservación,
se aventaron fuera del alcance.
Al
unísono, como parte de un perverso plan, las lámparas del alumbrado público se
apagaron y reinó la oscuridad amenazante. Como a una señal, los antimotines se
lanzaron tirando implacable y cobardemente macanazos, escudazos, patadas y todo
tipo de golpes, contra la multitud despavorida y desorientada que no sabía
hacia dónde dirigirse”.
Cerca
del fatídico autobús se encontraba la camioneta blanca, y dentro de ella el
maestro Claudio Castillo Peña, con su bastón aun lado, valiéndose del micrófono
exhortaba a los antimotines para que no se mancharan las manos de sangre. Y les
explicaba: -Ustedes también son pueblo, ustedes llevan a sus hijos a nuestras
escuelas, por ellos, respeten, respeten… -Fue en vano; el automóvil blanco como
el color de las paloma o las banderas que anuncian la paz, fue atacado por los
federales, hombres y mujeres dirigidos por su comandante.
Agredieron
al maestro, lo sacaron con violencia y ya fuera del carro lo golpearon con saña
hasta que su cuerpo no resistió y le sobrevino la muerte”.
El
último texto se llama “La fuerza de la juventud”, es una crítica al
neoliberalismo, se hace hincapié en la incapacidad que tiene el capitalismo de
darle trabajo a todos los profesionistas que salen de la universidad a pesar de
ser excelentes. Durante el discurrir del libro se repite mucho el número 43.
Dice el maestro Gilberto Solano que es porque los muchachos no aparecen. “Seguimos
como los padres con la esperanza que aparezcan los 43 estudiantes desaparecidos
de la normal de Ayotzinapa”.
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