Víctor
Cardona Galindo
Juan
Álvarez Hurtado es el héroe nacional más importante que tenemos, por eso la
escuela primaria del centro de la ciudad lleva su nombre. La segunda colonia
que se formó en la cabecera municipal, la calle principal y el boulevard se
llaman Juan Álvarez. Tata Juan es un
orgullo para los atoyaquenses, es de quien más se habla y más obras se han
escrito.
Por
eso un monumento al general Juan Álvarez Hurtado engalana la plaza principal de
Atoyac. Es aquí donde cada año las autoridades acuden a rendir homenaje al
primer gobernador del estado de Guerrero y principal dirigente de la Revolución
de Ayutla que llevó a los liberales al poder.
Aunque
los festejos en grande se han hecho en San Jerónimo de Juárez. Todos los años
los poderes del estado se trasladan a Arenal de Álvarez, donde se monta una
guardia de honor y se realiza un desfile cívico-militar ante el monumento de
don Juan Álvarez Hurtado que ahí se encuentra. En Atoyac los gobiernos pasados
instituyeron la medalla al mérito cívico Juan Álvarez misma que han recibido el
padre Máximo Gómez Muñoz y Tom
Shaffer fundador de la clínica Bethel.
Y
ahora del 23 al 27 de enero se desarrolló la primer semana Alvarista promovida
desde la Secretaría de Cultura cuyo titular Mauricio Leyva Castrejón es un
admirador del atoyaquense y en su honor escribió la novela Juan Álvarez entre el zorro y la pantera.
Juan
Álvarez es muy difundido, pero a pesar del tiempo algunos políticos e
instituciones educativas siguen recurriendo en el error de llamarlo Juan N
Álvarez, incluso la tienda Coppel le puso el nombre Juan N Álvarez a la
sucursal de Atoyac el cual luce con letras gigantes en la fachada principal
ignorando que la “N” no tiene razón de ser.
Eso pasa cuando se toma como base escritos y fuentes de internet
que no son fidedignas. Se sigue cometiendo el error de escribir Juan N Álvarez,
cuando la “N” nunca existió en la firma de nuestro héroe, lo demuestran
documentos certificados y su testamento. Se decía que se llamaba Juan
Nepomuceno pero una investigación que realizó la señora Juventina Galeana, con
el grupo Convivencia Cultural Atoyac, demostró que lo de Nepomuceno es un mito.
Aun así algunas instituciones parecen ignorar que hubo un decreto
del Congreso del Estado fechado el 7 de enero de 2000, con el
que se determina rectificar la “N” del nombre de Juan Álvarez Hurtado, impuesto
y colocado en lugares públicos en el estado de Guerrero. Ese decreto ordenaba que se le quitara la “N” al aeropuerto
de Acapulco y a todas las escuelas primarias e instituciones del estado que
llevaran la “N”, en algunos casos ese decreto no se ha cumplido.
Tomando
como fuente a don Hermilo Castorena Noriega, el error de escribir la “N” intermedia
en el nombre de don Juan Álvarez se inició con la publicación, en 1971, de un
folleto hecho por el gobierno del estado titulado Los Ejecutivos del Estado.
El
cronista de Chilpancingo argumenta que si Juan Álvarez nació el 27 de enero de
1790, ese día corresponde a San Juan Crisóstomo Obispo, doctor de la iglesia
griega, según el calendario del más antiguo Galván, editado en 1886. Así, si a
don Juan Álvarez le hubieran puesto un segundo nombre de acuerdo al día de su
nacimiento, hubiera sido “Crisóstomo” y en vez de “N” se intercalaría la “C”.
Al
héroe de las tres guerras, por la provincia en que nació su padre, lo apodaban Juan Gallego. Y en las batallas contra
Santa Ana, después de la promulgación del Plan de Ayutla, le llamaron La Pantera del Sur.
La
historia de los homenajes a Juan Álvarez comienzan por el decreto número 60
firmado por el gobernador del estado Francisco O. Arce y emitido por el Segundo
Congreso Constituyente el 24 de junio de 1872, en su artículo 1 dice: “En
memoria del nacimiento del C. General de División y Benemérito de la Patria,
Juan Álvarez, se declara Ciudad al pueblo de Atoyac, en el Distrito de Tecpan
de Galeana y llevará el nombre de Atoyac de Álvarez”.
Ese
mismo decretó bautizó a Coyuca como Coyuca de Benítez por haber nacido ahí doña
María Faustina Benítez esposa de Juan Álvarez y facultó al gobierno del estado
para que construyera dos monumentos uno en el barrio de la Tachuela municipio
de Atoyac y otro en el barrio de San Nicolás municipio de Coyuca de Benítez.
Sin
embargo fue hasta 1945 que Cirilo Heredia Álvarez nieto de Juan Álvarez donó el
busto que se colocó en Arenal de Álvarez, para ese entonces ya municipio de San
Jerónimo de Juárez. El busto fue sustituido en 1974 por una estatua que el
presidente Fidel Galeana Agatón gestionó ante el gobernador Israel Nogueda
Otero y el busto fue llevado a la escuela primaria Juan Álvarez de esa
localidad.
Hay una hermosa pintura de don Juan
Álvarez, que actualmente se encuentra en la Casa de la cultura de Atoyac titulada
“La batalla de Texca”. El cronista Wilfrido Fierro asentó que con fecha 27 de
enero de 1962, la escuela primaria federal José María Morelos y Pavón de Tixtla
obsequio al municipio de Atoyac esa obra de arte siendo presidente del Consejo
Municipal Félix Roque Solís.
Se trata de un cuadro
al óleo que retrata al general Juan Álvarez en la batalla de Texca del 30 de
septiembre de 1830, la obra fue realizada por los hermanos Dámaso y Efrén
Ubaldo Parra originarios de Tixtla. El cuadro de referencia mide un metro con 70
centímetros por 2 metros con 20 centímetros.
La
entrega se llevó a cabo en sesión solemne del Cabildo a las 10 de la mañana,
con la presencia del presidente del Concejo Municipal Félix Roque Solís y el secretario
Rogelio Juárez Godoy. La comisión entrega estaba encabezada por el profesor
Ramón Catalán Verbera, promotor del trabajo; Manuel Sandoval, regidor del
Ayuntamiento de Tixtla y Leopoldo Astudillo Vargas, representante de la Junta
de Acción Cívica de Tixtla.
Años
más tarde la ciudad de Atoyac quiso tener una
estatua del Benemérito de la patria y comenzaron a realizar actividades para su
construcción. En 1966 lo que se recaudó en la elección de la reina del Carnaval
se destinó para la erección de la estatua del general Juan Álvarez y esa vez salió
electa Florentina Radilla del Río. Pero fue hasta el el 6
de junio de 1972 que se iniciaron los trabajos para construir el pedestal donde
se instalaría el monumento al general Juan Álvarez Hurtado que llegó el 16 de
ese mes, dice Wilfrido Fierro “a las 11 horas de la mañana, llegó el carro No.
13 de Líneas Unidas del Sur, S. A, trayendo ya la estatua de bronce” obra del
escultor Miguel del Águila Pineda.
Y el
24 de junio, a las 11 de la mañana, el gobernador del estado Israel Nogueda
Otero develó la estatua del ilustre atoyaquense. Al acto asistieron los tres
poderes del estado y se llevó a cabo una sesión pública de la Cámara de
Diputados y un desfile cívico y militar recorrió las principales calles de la
ciudad.
Muchos
años más tarde se instalaría otro monumento de Juan Álvarez en el triángulo de
la Y Griega, pero pocas gentes identifican, en la imagen, al primer gobernador
del estado de Guerrero.
Juan
Álvarez Hurtado, nació el 27 de enero de 1790 en el barrio de la Tachuela, hoy
Arenal de Álvarez y a sus 20 años se sumó con José María Morelos a la lucha por
la independencia, el 17 de noviembre de 1810, en el pueblo de San Miguel ahora
Coyuca de Benítez.
De
niño Juan Álvarez asistió a la que en ese tiempo fue la mejor escuela de México
al lado del profesor Ignacio Avilés, y al morir su padre siendo muy joven tuvo
que abandonar sus estudios para venir a La Tachuela a trabajar como vaquero de su
propia hacienda.
Juan
Álvarez desenfundó su machete para usarlo en contra del ejército español que
oprimía estas tierras, participando en múltiples combates. Durante el ataque al
Fuerte de San Diego fue herido de ambas piernas. También, defendió con heroísmo
la ciudad de Tixtla cuando los realistas querían rescatarla de los insurgentes.
Después
de la muerte de Morelos y bajo el mando de Vicente Guerrero se convirtió en
guerrillero y como un rayo caía sobre el ejército realista, cuyos soldados sólo
veían, antes de morir, relumbrar el filo de su machete y el nombre de Juan Gallego, como llamaban a Juan Álvarez, se
volvió el terror para los realistas en las tierras del sur.
Juan
Álvarez fue consecuente con sus convicciones, siempre fue liberal, nunca cambio
de bando, fue un hombre de una sola pieza, no claudicaba ante nada. Era un
hombre de gran corazón que amaba a su esposa, a su familia y cultivaba la
tierra. Estaba listo siempre para defender una causa justa y tomar su machete a
favor de la patria.
Al
frente de sus fieles seguidores iba y venía del combate para construir la
patria que hoy tenemos. Tuvo el honor de estar al lado de tres hombres grandes
de nuestra historia, José María Morelos, Vicente Guerrero y Benito Juárez. Con
el primero para iniciar la lucha por la libertad nacional; con Guerrero luchó
para lograr la independencia, desterrar la tiranía y consolidar la nación, con
Benito Juárez consolidó la estructura político-jurídica del país, y el
afianzamiento de la soberanía nacional con el triunfo de nuestro pueblo en
contra de la intervención.
El
fin de su vida coincidió con la caída del segundo imperio encabezado por
Maximiliano de Habsburgo. Juan Álvarez, estuvo en muchos momentos de nuestra
historia, desde la independencia, la intervención norteamericana, el Plan de
Ayutla, la intervención francesa y la formación del Estado de Guerrero del cual
fue su primer gobernador. Fue un patriota de tiempo completo, de sus 77 años de
vida, sirvió a la nación cincuenta y seis años, nueve meses, cuatro días. Desde
su incorporación a la lucha de independencia el 17 de noviembre de 1810 hasta
su muerte en la hacienda la Providencia el 21 de agosto de 1867.
Diversos
historiadores definen a Juan Álvarez como un hombre tenaz, que trabajó como
vaquero de su propia hacienda, a quien le gustaba pasar tiempo con los
buscadores de perlas en Petatlán y desde muy temprana edad se rodeó de gente
muy humilde.
Juan
Álvarez como todos los hombres polémicos tiene muchos detractores, actores que
muchas veces han buscado mermar su grandeza, pero los logros de su actuar lo
defienden por sí solos. Debemos recordar que de la revolución de Ayutla
salieron los hombres de la Reforma y sobre los hombros de Juan Álvarez iban
gigantes como Benito Juárez, el
Benemérito de las Américas.
La
Providencia, una hacienda de adobe y piso de tierra, de la cual sobrevive su
capilla, fue el refugio de los que luchaban en México por la libertad. En los
terrenos de esa hacienda se cultivaba frijol y maíz, se fabricaban cartuchos y
albergaba soldados dispuestos a dar la vida y volver a la carga en defensa de
la patria.
La
hacienda la Providencia era el hogar de la heroica División del Sur, que
participó en defensa de la patria, cuando el norteamericano invasor ofendía el
suelo mexicano. Aunque algunos cuestionan su actuar en la batalla de Molino del
Rey, pero lo cierto es que no recibió las órdenes adecuadas del tirano Santa
Anna, a quien se le acusó de estar en complicidad con el invasor.
Su
lucha por las libertades democráticas lo llevó a combatir contra Santa Anna
hasta derrocarlo. Encabezar la revolución de Ayutla le permitió llegar a la
presidencia de la República pero sólo duró en el cargo del 4 de octubre de 1855
al 8 de diciembre del mismo año, fecha en que renunció a esa investidura,
porque un hombre de campo como él, forjado en el trabajo y la batalla, no podía
permanecer en la política soportando las intrigas de muchos políticos que
agazapados aspiraban al poder.
Renunció
pronunciando aquellas palabras que resumen su grandeza, “Pobre entré a la presidencia
y pobre salgo de ella, pero con la satisfacción de que no pesa sobre mí la
censura pública, porque dedicado desde mi tierna edad al trabajo personal sé
manejar el arado para mantener a mi familia sin necesidad de los puestos
públicos, donde otros se enriquecen con ultraje de la orfandad y de la
miseria”.
Después
de renunciar a la presidencia se retiró a vivir en su hacienda. Le tocó
hostigar a los franceses cuando intentaban tomar Acapulco y en la Providencia
estuvo Porfirio Díaz, buscando apoyo del veterano patriota que le proporcionó
algunas armas para que fuera a combatir a los franceses en la platera ciudad de
Taxco.
Fue
federalista en contra de los centralistas, defendió la república en contra de
la tiranía de Iturbide y de Santa Anna. Defendió la soberanía nacional y
durante el poco tiempo que estuvo en la presidencia se redactó lo que después
sería conocida como Ley Juárez, misma que sentó las bases de una república
democrática para nuestro México.
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