sábado, 11 de febrero de 2017

Ciudad con aroma de café XX


Víctor Cardona Galindo
Los hermanos Rea Salgado inauguraron un muralismo muy local. Han pintado murales de caricaturas, héroes nacionales, leyendas y diversos temas en casi en todas las primarias y jardines de niños del municipio de Atoyac. En todas las comunidades de la sierra y el bajo se ha visto el trabajo de sus pinceles. Durante mucho tiempo, la entrada de la escuela preparatoria número 22 expuso una réplica, pintada por los Rea, del mural “La Maestra” de Diego Rivera. Ahora la escuela primaria Lázaro Cárdenas y la Emiliano Zapata lucen sendos murales que fueron encargados a los miembros de ésta familia.
Mural “La maestra”, una réplica del original de 
Diego Rivera, pintado por los hermanos Rea 
en el antiguo edificio de la escuela preparatoria 
número 22. Foto: Víctor Cardona Galindo.

Cléver, Cuauhtémoc y Octavio recibieron clases del pintor tixtleco Secundino Catarino Crispin, quien les enseñó las técnicas básicas y traían el talento de nacimiento. Aun siendo niños Cuauhtémoc y Octavio pintaron un cuadro de un caballo blanco cabalgando en el campo, mismo que durante muchos años adornó, en Santo Domingo, el corredor de la casa de Lidia Castro Enríquez, abuela de los Rea.
Los hermanos Rea Salgado son: Eloy, René, Ana Bertha, Oralia, Melitón, Félix, Blanca Eneida, Cléver, Cuauhtémoc, Octavio, Omar y Eréndira. De ellos Octavio, Cléver, Omar, Erendira, Cuauhtémoc y René se dedicaron a la pintura.
La Comunidad Cultural Atoyaquense que encabeza Pedro Peñaloza Carmona le realizó un homenaje a René Rea Salgado, mediante una semana de eventos culturales que fue inaugurada por el secretario de Cultura en el estado, Mauricio Leyva Castrejón el vienes 27 de enero. Los programas fueron en plaza Las Fuentes, donde se instaló una exposición de pintura y fotografía denominada “Una mirada a mi pueblo” que estuvo hasta el 3 de febrero, con la participación de pintores locales y de Tlapa de Comonfort. La actividad fue clausurada por el alcalde Dámaso Pérez Organes quien reconoció el legado que dejó el maestro René Rea Salgado al sembrar la semilla del conocimiento y compartir su experiencia con los niños y jóvenes interesados en el arte de la pintura.
René Rea Salgado

Durante ocho días hubo bailes folclóricos, canto, chistes, lecturas de cuentos, conferencias y se presentaron videos sobre las leyendas locales realizados por alumnos de la escuela preparatoria número 22. La plaza Las Fuentes instalada en la entrada de ésta ciudad estuvo muy concurrida esos días.
René Rea Salgado nació el 12 de septiembre de 1963, en la comunidad serrana de Santo Domingo, ubicada a tres horas de la cabecera municipal de Atoyac. Hijo de la señora María de Jesús Salgado Bahena y Félix Rea Castro, fue el segundo de los 12 hermanos, ocho hombres y cuatro mujeres. Murió el 4 de noviembre de 2016, le sobrevive su hijo Samuel Rea Reyes de 14 años que procreó con Lidia Reyes Yanes.
Desde muy pequeño Rene fue muy vivaracho e inteligente, siempre se mostró con un espíritu bondadoso y responsable, apoyando en las tareas de la casa y ayudando a sus hermanos  menores. Estudiaba en la escuela primaria Benito Juárez de Santo Domingo pero allá solamente se cursaba hasta cuarto año por falta de profesores, por eso en 1976 su madre compró un predio en la cabecera municipal, para hacer una casita, donde la familia pudiera vivir y los niños continuaran sus estudios.
Al llegar a la cabecera municipal, con 13 años de edad, René comenzó a estudiar en la escuela primaria Modesto Alarcón,  y al mismo tiempo consiguió un carrito de raspados con el que se inició en el trabajo. Con su hermano Eloy recorría las calles vendiendo raspados, con esto aportaban recursos a la casa y ayudaban a sostener a sus hermanos menores.
Al terminar la primaria se inscribió en la Secundaria General Numero 14 Mi patria es primero donde únicamente cursó hasta segundo año, tuvo que abandonar la escuela por falta de recursos económicos, pues su familia atravesaba por una crisis, por esos comenzó a trabajar tiempo completo en lo que se pudiera.
Su familia recuerda que a los 15 años entró a trabajar como peón de albañil y únicamente viendo a los maestros aprendió el oficio y se hizo albañil, luego fue plomero, mecánico, electricista y arreglaba también aparatos electrodomésticos. Muchas de sus habilidades las aprendió estudiando por correspondencia.
Tenía 17 años cuando le ofrecieron peleas de box en una pequeña arena, aquí en la ciudad, fue así como El Gallito debutó en el boxeo y comenzó su carrera boxística ganando la mayoría de sus peleas. Muchos atoyaquenses disfrutaron de sus encuentros en el ring. Ya a los 19 años se le presentó la oportunidad de probar suerte en la Ciudad de México como peleador profesional, pero un hombre de familia como él atendió los ruegos de su madre y se quedó a trabajar con los suyos.
En temporada de las cosechas de café siempre era el primero en arreglar sus cosas para irse a trabajar a las huertas donde lo mismo cortaba café, chaponaba, media a los peones y cargaba las bestias para transportar el aromático grano. Él era encargado de hacer los jatos (campamentos) en el cerro para que la familia habitara durante la corta del café. Amaba su trabajo no importaba cual fuera, amaba a los animales silvestres, los agarraba, los acariciaba y después los soltaba. Un día lo mordió una serpiente cuernilla, lo bajaron de la sierra a lomo de bestia para que lo atendiera un médico. Aun así no se le quitó el hábito de atrapar animales silvestres que le dejaron muchas cicatrices en el cuerpo. Con su valentía siempre daba mucha seguridad a la familia cuando estaban allá en el campamento de la huerta de café.
En 1999 junto con su hermano Cléver entraron a trabajar al Ayuntamiento municipal cuando era presidente Acacio Castro Serrano, quien los mandó a capacitar como operadores de maquinaria pesada, luego por sus aptitudes se convirtieron en los responsables del parque maquinaria que tenía la comuna, por lo que René viajaba seguido a  la sierra y se quedaba allá varios días y sólo bajaba a llevar diésel.
Ya en el último año del gobierno de Acacio Castro había muchas solicitudes para pintar murales en las escuelas, por eso se armó un proyecto de dibujo y pintura que comenzaron a ejecutar René y Cléver, así pintaron muchos murales, pero como la demanda crecía, René mandó a traer a sus hermanos Octavio y Cuauhtémoc quienes en ese momento estudiaban la licenciatura, el primero en Acapulco en la escuela de Psicología y el segundo la Facultad de Comunicación en Chilpancingo.
Dice Cuauhtémoc que ni Cléver ni René tenían experiencia con el dibujo y la pintura pero al atreverse a pintar en las paredes de las escuelas fueron tomando mucha experiencia. Les comenzó a gustar la pintura artística, por lo que cada vez pintaban con más entusiasmo en todas las comunidades. René nunca se dio por vencido a pesar de que ya estaba grande, aprendió a pintar muy bien, “cosa que admiramos por su capacidad, entrega y paciencia para hacerlo”. Los jardines de niños y las primarias aún conservan los recuerdos de su trabajo, al igual que algunos lienzos que a un quedaron comenzados en espera de que René terminara su trabajo.
Al llegar a la presidencia municipal Germán Adame Bautista colocó a René, a Clever y a Cuauhtémoc en la casa de la Cultura, como instructores del taller de pintura, en esas fechas, mediante un proyecto, elaboraron un escenario tridimensional, para la feria del café, de 17 metros de ancho por 6 metros de alto, todo pintado en triplay recortado. En el escenario, que lució el teatro del pueblo resaltaba la figura del Cortés, la iglesia Santa María de la Asunción, una pizcadora de café, la fábrica de hilados y tejidos. El trabajo le gustó mucho al alcalde quien presumía con los visitantes la habilidad de los pintores atoyaquenses.
Siendo instructores de la Casa de la Cultura, después de ver tantas carencias en los talleres, comenzaron una lucha para exigir al gobierno municipal la remodelación del edificio donde laboraban. Después de una lucha constante que se mantuvo contra el gobierno, lograron que se destinaran 520 mil pesos para la remodelación del auditorio de lo que antes fue el cine Galápagos. En una de las manifestaciones que realizaron, los trabajadores de la Casa de la Cultura, bloquearon el centro de la ciudad colocando cuadros  y haciendo eventos artísticos a media calle.
René Rea Salgado siempre era muy aventado para todo y nunca se le dificultaba, pintó muchos cuadros y salía a exponer a otros estados de la República, un día trajo a este municipio a un grupo de Oaxaca con la Gelagetza, con ellos aprendió hacer tamales y otros platillos oaxaqueños.
Siempre que René salía a exponer a otros estados regresaba contento contando lo que había aprendido y a las personas que había conocido. En el año 2001, en una exposición que se realizó en Chilpancingo un capitán del Ejército llegó a ver los cuadros y le dijo a Cuauhtémoc que quería un mural grande, por lo que éste le habló a su hermano René para ver el precio y si lo podían hacer, René no dudo y dijo “si lo hacemos”. Eso lo caracterizaba a él, la confianza que se tenía.
Convinieron con el capitán de la 35 Zona Militar, le dieron el precio de un mural en manta y al óleo. El oficial no lo dudó, les dio ocho días para terminarlo, les entregó la mitad del costo y la otra mitad cuando terminaran el trabajo. El mural fue pintado por Octavio, René y Cuauhtémoc quienes terminaron por la madrugada del 19 de febrero y la entrega sería a las 8 de la mañana.
Pero por las prisas, a los pintores, se les olvidó poner los ojos a la mujer del mural y el capitán, como andaba chocante con la pintura, llamó a todos los oficiales y les enseñó el trabajo, y al percatarse el jefe de mayor rango de que faltaban los ojos, le dijo al capitán que no tenía ojos la mujer, al oír esto el capitán miró a Cuauhtémoc. Cuauhtémoc y René dijeron “es que la señora está lejos y no se le distinguen los ojos  y también el mensaje es que muchos de los que tenemos ojos no podemos ver o no queremos ver”. El capitán quedó conforme y encargó otros cinco cuadros más, mismos que pintó René. Quedaron muy bonitos y coloridos, “a pesar de que pensábamos que por su falta de experiencia no podría hacerlo, lo hizo, ahí aprendí que cuando se quiere no hay ningún obstáculo para hacer las cosas”, dice Cuauhtémoc Rea.
Cuando  René  salía a pintar a las escuelas siempre iba con gran entusiasmo y alegría, fue así como se ganó a las personas de las distintas comunidades, que le brindaban su cariño, respeto y admiración, a ese  gran ser humano, que siempre tenía una solución para cada problema y un lado positivo para lo negativo, siempre fue fuerte hasta el día que falleció.
Él sabía que tarde o temprano la muerte, que ya lo perseguía, lo alcanzaría. Si un día se enfermaba trataba de ocultarlo. Su mayor preocupación fueron sus alumnos de la Casa de la Cultura y cuando se enfermaba pedía que no le avisara a su madre, “no le digan para no preocuparla”.
Hasta el último momento siempre acudió a dar clases a sus alumnos de la Casa de la Cultura. Nunca se dio a la pena y aunque sea a paso lento llegaba a dar clases, siempre apoyando a sus compañeros y a los maestros. René dejó pendiente una visita a Tixtla, con el director de la Casa de la Cultura Agustín López Flores. Estaba muy entusiasmado, quería ir, pero ese día enfermó y avisó que no iría, con su cara triste y con una gran impotencia. Ya enfermo con gusto veía las publicaciones que se hacían por el Facebook, imágenes y películas de los eventos en Tixtla durante la semana cultural en honor al  natalicio del general Vicente  Guerrero.
René cayó grave desde octubre de 2016, un día acostado en la cama, ya enfermo, contó que en la noche lo visitó la muerte, dijo que era un hombre alto delgado con capa, y guantes blancos, que se le quedó mirando y saltó por la ventana, al irse dejó un fuerte aroma a rosas en la cama, “yo lo vi”, comentó al día siguiente.
Después de ese suceso se agravó mucho más y terminó en el hospital general Juventino Rodríguez donde después de una larga lucha contra la muerte, René perdió la batalla el 4 de noviembre de 2016,  dejó un gran vacío en la familia pero un gran legado como recuerdo. Su muerte fue tranquila primero quedo inconsciente y de ahí falleció, siempre fue creyente de Dios y eso mantenía su espíritu vivo. “Lo recordamos siempre por su sencillez y lealtad, así como sus palabras ‘miedo a la muerte si para morir nacimos’, ‘Aunque sea con frijolitos’, ‘no hagan corajes’ entre otras frases que recordamos siempre con gran alegría, y orgullo de a ver contado con un gran hermano en toda la extensión de la palabra. Era el pilar de la casa”, dice Cuauhtémoc Rea.
“Donde quiera que esté y con quien esté lo recordamos y recordaremos siempre, con su sonrisa, con sus bromas, con su entusiasmo para hacer las cosas, porque siempre fue pacífico. Se fue uno de  los grandes, un ejemplo para la familia, aquel que hasta de médico la hacía cuando mi madre enfermaba o uno de sus hermanos porque lo mismo sabía inyectar, aplicar sueros o curar heridas, sabía también de medicamentos y de herbolaria, era pues un gran hombre”.




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