Víctor Cardona Galindo
Los
hermanos Rea Salgado inauguraron un muralismo muy local. Han pintado murales de
caricaturas, héroes nacionales, leyendas y diversos temas en casi en todas las
primarias y jardines de niños del municipio de Atoyac. En todas las comunidades
de la sierra y el bajo se ha visto el trabajo de sus pinceles. Durante mucho
tiempo, la entrada de la escuela preparatoria número 22 expuso una réplica,
pintada por los Rea, del mural “La Maestra” de Diego Rivera. Ahora la escuela
primaria Lázaro Cárdenas y la Emiliano Zapata lucen sendos murales que fueron
encargados a los miembros de ésta familia.
Mural “La maestra”, una réplica del original de
Diego Rivera,
pintado por los hermanos Rea
en el antiguo edificio de la escuela preparatoria
número 22. Foto: Víctor Cardona Galindo.
|
Cléver,
Cuauhtémoc y Octavio recibieron clases del pintor tixtleco Secundino Catarino
Crispin, quien les enseñó las técnicas básicas y traían el talento de
nacimiento. Aun siendo niños Cuauhtémoc y Octavio pintaron un cuadro de un
caballo blanco cabalgando en el campo, mismo que durante muchos años adornó, en
Santo Domingo, el corredor de la casa de Lidia Castro Enríquez, abuela de los
Rea.
Los
hermanos Rea Salgado son: Eloy, René, Ana Bertha, Oralia, Melitón, Félix,
Blanca Eneida, Cléver, Cuauhtémoc, Octavio, Omar y Eréndira. De ellos Octavio,
Cléver, Omar, Erendira, Cuauhtémoc y René se dedicaron a la pintura.
La Comunidad
Cultural Atoyaquense que encabeza Pedro Peñaloza Carmona le realizó un homenaje
a René Rea Salgado, mediante una semana de eventos culturales que fue inaugurada
por el secretario de Cultura en el estado, Mauricio Leyva Castrejón el vienes
27 de enero. Los programas fueron en plaza Las Fuentes, donde se instaló una
exposición de pintura y fotografía denominada “Una mirada a mi pueblo” que
estuvo hasta el 3 de febrero, con la participación de pintores locales y de
Tlapa de Comonfort. La actividad fue clausurada por el alcalde Dámaso Pérez
Organes quien reconoció el legado que dejó el
maestro René Rea Salgado al sembrar la semilla del conocimiento y compartir su
experiencia con los niños y jóvenes interesados en el arte de la pintura.
René Rea Salgado |
Durante ocho
días hubo bailes folclóricos, canto, chistes, lecturas de cuentos, conferencias
y se presentaron videos sobre las leyendas locales realizados por alumnos de la
escuela preparatoria número 22. La plaza Las Fuentes instalada en la entrada de
ésta ciudad estuvo muy concurrida esos días.
René Rea Salgado
nació el 12 de septiembre de 1963, en la comunidad serrana de Santo Domingo,
ubicada a tres horas de la cabecera municipal de Atoyac. Hijo de la señora
María de Jesús Salgado Bahena y Félix Rea Castro, fue el segundo de los 12
hermanos, ocho hombres y cuatro mujeres. Murió el 4 de noviembre de 2016, le
sobrevive su hijo Samuel Rea Reyes de 14 años que procreó con Lidia Reyes
Yanes.
Desde
muy pequeño Rene fue muy vivaracho e inteligente, siempre se mostró con un
espíritu bondadoso y responsable, apoyando en las tareas de la casa y
ayudando a sus hermanos menores. Estudiaba en la escuela primaria Benito
Juárez de Santo Domingo pero allá solamente se cursaba hasta cuarto año por
falta de profesores, por eso en 1976 su madre compró un predio en la cabecera
municipal, para hacer una casita, donde la familia pudiera vivir y los niños
continuaran sus estudios.
Al
llegar a la cabecera municipal, con 13 años de edad, René comenzó a estudiar en
la escuela primaria Modesto Alarcón, y al mismo tiempo consiguió un
carrito de raspados con el que se inició en el trabajo. Con su hermano Eloy
recorría las calles vendiendo raspados, con esto aportaban recursos a la casa y
ayudaban a sostener a sus hermanos menores.
Al
terminar la primaria se inscribió en la Secundaria General Numero 14 Mi patria
es primero donde únicamente cursó hasta segundo año, tuvo que abandonar la
escuela por falta de recursos económicos, pues su familia atravesaba por una
crisis, por esos comenzó a trabajar tiempo completo en lo que se pudiera.
Su
familia recuerda que a los 15 años entró a trabajar como peón de albañil y
únicamente viendo a los maestros aprendió el oficio y se hizo albañil,
luego fue plomero, mecánico, electricista y arreglaba también aparatos
electrodomésticos. Muchas de sus habilidades las aprendió estudiando por
correspondencia.
Tenía
17 años cuando le ofrecieron peleas de box en una pequeña arena, aquí en la
ciudad, fue así como El Gallito debutó
en el boxeo y comenzó su carrera boxística ganando la mayoría de sus peleas.
Muchos atoyaquenses disfrutaron de sus encuentros en el ring. Ya a los 19 años se le presentó la oportunidad de probar
suerte en la Ciudad de México como peleador profesional, pero un hombre de
familia como él atendió los ruegos de su madre y se quedó a trabajar con los
suyos.
En
temporada de las cosechas de café siempre era el primero en arreglar sus cosas
para irse a trabajar a las huertas donde lo mismo cortaba café, chaponaba,
media a los peones y cargaba las bestias para transportar el aromático grano. Él
era encargado de hacer los jatos
(campamentos) en el cerro para que la familia habitara durante la corta
del café. Amaba su trabajo no importaba cual fuera, amaba a los animales
silvestres, los agarraba, los acariciaba y después los soltaba. Un día lo
mordió una serpiente cuernilla, lo
bajaron de la sierra a lomo de bestia para que lo atendiera un médico. Aun así
no se le quitó el hábito de atrapar animales silvestres que le dejaron muchas
cicatrices en el cuerpo. Con su valentía siempre daba mucha seguridad a la
familia cuando estaban allá en el campamento de la huerta de café.
En
1999 junto con su hermano Cléver entraron a trabajar al Ayuntamiento municipal
cuando era presidente Acacio Castro Serrano, quien los mandó a capacitar como
operadores de maquinaria pesada, luego por sus aptitudes se convirtieron en los
responsables del parque maquinaria que tenía la comuna, por lo que
René viajaba seguido a la sierra y se quedaba allá varios días y sólo
bajaba a llevar diésel.
Ya
en el último año del gobierno de Acacio Castro había muchas solicitudes para
pintar murales en las escuelas, por eso se armó un proyecto de dibujo y pintura
que comenzaron a ejecutar René y Cléver, así pintaron muchos murales, pero como
la demanda crecía, René mandó a traer a sus hermanos Octavio y Cuauhtémoc
quienes en ese momento estudiaban la licenciatura, el primero en Acapulco en la
escuela de Psicología y el segundo la Facultad de Comunicación en Chilpancingo.
Dice
Cuauhtémoc que ni Cléver ni René tenían experiencia con el dibujo y la pintura
pero al atreverse a pintar en las paredes de las escuelas fueron tomando mucha
experiencia. Les comenzó a gustar la pintura artística, por lo que cada vez
pintaban con más entusiasmo en todas las comunidades. René nunca se dio por
vencido a pesar de que ya estaba grande, aprendió a pintar muy bien, “cosa que
admiramos por su capacidad, entrega y paciencia para hacerlo”. Los jardines de
niños y las primarias aún conservan los recuerdos de su trabajo, al igual que
algunos lienzos que a un quedaron comenzados en espera de que René
terminara su trabajo.
Al
llegar a la presidencia municipal Germán Adame Bautista colocó a René, a Clever
y a Cuauhtémoc en la casa de la Cultura, como instructores del taller de
pintura, en esas fechas, mediante un proyecto, elaboraron un escenario
tridimensional, para la feria del café, de 17 metros de ancho por 6 metros de
alto, todo pintado en triplay recortado. En el escenario, que lució el teatro
del pueblo resaltaba la figura del Cortés, la iglesia Santa María de la
Asunción, una pizcadora de café, la fábrica de hilados y tejidos. El trabajo le
gustó mucho al alcalde quien presumía con los visitantes la habilidad de los
pintores atoyaquenses.
Siendo
instructores de la Casa de la Cultura, después de ver tantas carencias en los
talleres, comenzaron una lucha para exigir al gobierno municipal la remodelación
del edificio donde laboraban. Después de una lucha constante que se mantuvo
contra el gobierno, lograron que se destinaran 520 mil pesos para la remodelación
del auditorio de lo que antes fue el cine Galápagos. En
una de las manifestaciones que realizaron, los trabajadores de la Casa de la
Cultura, bloquearon el centro de la ciudad colocando cuadros y haciendo
eventos artísticos a media calle.
René
Rea Salgado siempre era muy aventado para todo y nunca se le dificultaba, pintó
muchos cuadros y salía a exponer a otros estados de la República, un día trajo
a este municipio a un grupo de Oaxaca con la Gelagetza, con ellos aprendió
hacer tamales y otros platillos oaxaqueños.
Siempre
que René salía a exponer a otros estados regresaba contento contando lo que
había aprendido y a las personas que había conocido. En el año 2001, en una
exposición que se realizó en Chilpancingo un capitán del Ejército llegó a
ver los cuadros y le dijo a Cuauhtémoc que quería un mural grande, por lo
que éste le habló a su hermano René para ver el precio y si lo podían hacer,
René no dudo y dijo “si lo hacemos”. Eso lo caracterizaba a él, la confianza que
se tenía.
Convinieron
con el capitán de la 35 Zona Militar, le dieron el precio de un mural en manta
y al óleo. El oficial no lo dudó, les dio ocho días para terminarlo, les
entregó la mitad del costo y la otra mitad cuando terminaran el trabajo. El
mural fue pintado por Octavio, René y Cuauhtémoc quienes terminaron por la
madrugada del 19 de febrero y la entrega sería a las 8 de la mañana.
Pero
por las prisas, a los pintores, se les olvidó poner los ojos a la mujer del
mural y el capitán, como andaba chocante con la pintura, llamó a todos los
oficiales y les enseñó el trabajo, y al percatarse el jefe de mayor rango de que
faltaban los ojos, le dijo al capitán que no tenía ojos la mujer, al oír esto
el capitán miró a Cuauhtémoc. Cuauhtémoc y René dijeron “es que la señora está
lejos y no se le distinguen los ojos y también el mensaje es que muchos
de los que tenemos ojos no podemos ver o no queremos ver”. El capitán quedó
conforme y encargó otros cinco cuadros más, mismos que pintó René. Quedaron muy
bonitos y coloridos, “a pesar de que pensábamos que por su falta de experiencia
no podría hacerlo, lo hizo, ahí aprendí que cuando se quiere no hay ningún
obstáculo para hacer las cosas”, dice Cuauhtémoc Rea.
Cuando
René salía a pintar a las escuelas siempre iba con gran entusiasmo y
alegría, fue así como se ganó a las personas de las distintas comunidades, que
le brindaban su cariño, respeto y admiración, a ese gran ser humano, que
siempre tenía una solución para cada problema y un lado positivo para lo
negativo, siempre fue fuerte hasta el día que falleció.
Él
sabía que tarde o temprano la muerte, que ya lo perseguía, lo alcanzaría. Si un
día se enfermaba trataba de ocultarlo. Su mayor preocupación fueron sus alumnos
de la Casa de la Cultura y cuando se enfermaba pedía que no le avisara a su
madre, “no le digan para no preocuparla”.
Hasta
el último momento siempre acudió a dar clases a sus alumnos de la Casa de la
Cultura. Nunca se dio a la pena y aunque sea a paso lento llegaba a dar clases,
siempre apoyando a sus compañeros y a los maestros. René dejó pendiente una
visita a Tixtla, con el director de la Casa de la Cultura Agustín López Flores.
Estaba muy entusiasmado, quería ir, pero ese día enfermó y avisó que no iría,
con su cara triste y con una gran impotencia. Ya enfermo con gusto veía las
publicaciones que se hacían por el Facebook, imágenes y películas de los
eventos en Tixtla durante la semana cultural en honor al natalicio del general
Vicente Guerrero.
René
cayó grave desde octubre de 2016, un día acostado en la cama, ya enfermo, contó
que en la noche lo visitó la muerte, dijo que era un hombre alto delgado con
capa, y guantes blancos, que se le quedó mirando y saltó por la ventana, al
irse dejó un fuerte aroma a rosas en la cama, “yo lo vi”, comentó al día
siguiente.
Después
de ese suceso se agravó mucho más y terminó en el hospital general Juventino
Rodríguez donde después de una larga lucha contra la muerte, René perdió la
batalla el 4 de noviembre de 2016, dejó un gran vacío en la familia pero
un gran legado como recuerdo. Su muerte fue tranquila primero quedo
inconsciente y de ahí falleció, siempre fue creyente de Dios y eso mantenía su
espíritu vivo. “Lo recordamos siempre por su sencillez y lealtad, así como sus
palabras ‘miedo a la muerte si para morir nacimos’, ‘Aunque sea con
frijolitos’, ‘no hagan corajes’ entre otras frases que recordamos siempre con
gran alegría, y orgullo de a ver contado con un gran hermano en toda la
extensión de la palabra. Era el pilar de la casa”, dice Cuauhtémoc Rea.
“Donde
quiera que esté y con quien esté lo recordamos y recordaremos siempre, con su
sonrisa, con sus bromas, con su entusiasmo para hacer las cosas, porque siempre
fue pacífico. Se fue uno de los grandes, un ejemplo para la familia,
aquel que hasta de médico la hacía cuando mi madre enfermaba o uno de sus
hermanos porque lo mismo sabía inyectar, aplicar sueros o curar heridas, sabía
también de medicamentos y de herbolaria, era pues un gran hombre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario