Víctor Cardona Galindo
Dice
Aturo Miranda que el 18 de noviembre de 1971, Genaro Vázquez Rojas les
manifestó a sus compañeros su deseo de buscar la posibilidad de unir su
movimiento con el de Lucio Cabañas Barrientos, una vez que éste no estuviera
supeditado a las decisiones del mal llamado Partido Comunista Mexicano. Más
cuando ahora sabemos que Lucio nunca renunció a ese partido.
Por
medio de los documentos que se encuentran en el Archivo General de la Nación
(AGN), la prensa y los testimonios que Arturo Miranda Ramírez ha plasmado en
diversos libros, podemos seguir los últimos días de Genaro Vázquez Rojas.
Un
periódico de aquella época, Excélsior del 2 de
diciembre de 1971, luego que fue
liberado Jaime
Castejón Díez. Foto
Víctor Cardona Galindo.
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El
vehículo en que fue secuestrado el rector Jaime Castrejón Díez estaba a nombre
del profesor Vicente Iris Sánchez Antonio, con domicilio en la colonia Aragón
del Distrito Federal hoy Ciudad de México. Ese colaborador fue detenido el
mismo día del secuestro por agentes federales y por la policía secreta.
Inmediatamente fue conducido al Campo Militar Número 1 donde fue torturado
cruelmente para que delatara a Genaro.
Sánchez
Antonio en su declaración delató a Jorge Mota González quien fue detenido a
mediados de enero cuando se disponía visitar un domicilio que ya estaba ubicado
por la policía. Este después de su respectiva sesión de tortura empezó por
entregar al profesor Fausto Ávila Juárez, “quien a pesar de haberse alejado
unos meses antes, no escapó a la tortura y a ser recluido en la Penitenciaría
General del Estado en Chilpancingo”, comenta Aturo Miranda. También caen
prisioneros los doctores José Gutiérrez y Eugenio Martínez Bravo.
Laura
Castellano en su libro México Armado,
comenta: “La acometida no es exclusiva del ACNR, se extiende a los diversos
grupos urbanos armados que surgen en el país. Este periodo queda registrado en
el calendario de la guerrilla mexicana con el nombre de ‘invierno trágico’,
pues mientras las detenciones se multiplican en la sierra de Atoyac, son
aplastadas las dirigencias del Comando Armado del Pueblo (CAP), del Frente
Urbano Zapatista (FUZ), de los Comandos Armados de Chihuahua, y capturan a
integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) que habían sido
entrenados en Corea del Norte”.
Dice
Laura Castellanos que el licenciado José Rojo Coronado agotaba todas las
instancias ante la embajada cubana para lograr que la familia Vázquez Solís
fuera asilada en Cuba. No lo logra. Luego el 26 de enero Consuelo fue secuestrada
junto con su hija y dos amigos de la familia. Fueron trasladados al Campo
Militar Número 1, pero la rápida intervención del abogado logró que un juez
diera curso a una demanda de amparo y las víctimas fueron liberadas tres días
después.
Al saber de su desaparición el licenciado Rojo Coronado recorrió los
periódicos de la capital para denunciar el hecho. Dijo que “la desaparición de
la esposa del profesor Vázquez Rojas ocurrió cuando hacía trámites para irse a
Cuba con sus seis hijos… El profesional afirmó categóricamente que Consuelo
Solís no tenía ya ninguna relación con su esposo, prófugo en la sierra de
Guerrero y señalado como el responsable de varios secuestros y asaltos”,
informaba el Excélsior aquel 28 de
enero de 1972.
“La mujer, indicó el
abogado, le habló por teléfono poco antes de las 20: 00 horas para avisarle que
iba a su despacho a firmar los papeles; le informó que llegaría en treinta
minutos y que desde hacía rato la seguían dos hombres, al parecer agentes
policíacos...Según el abogado, desde hace mucho tiempo varios agentes, al
parecer de la D.F.S., vigilan de cerca a la esposa de Vázquez Rojas”.
Consuelo era
profesora de la escuela primaria Carlos Zapata Vela ubicada en avenida Del
Recreo, colonia Tlacotal, frente a la secundaria 61. Vivía en la colonia Ramos
Millán, en la calle Tlacotal letra Z número 2432, con su madre y sus hijos:
América de doce años, Consuelo de once, Francisco de diez, Genaro de nueve,
Ulises de siete y Roque Filiberto de cuatro años.
En junio de 1971
también fue secuestrado Genaro Vázquez Solís hijo de Genaro Vázquez rojas y
Consuelo Solís, por la policía del DF, eso
lo informó el abogado quien denunció que querían “obligarla a decirles dónde
está Jenaro. Nada dijo porque nada sabe”. Consuelo tenía cuatro años sin ver a
su esposo.
Luego ese día, 26 de
enero, junto a la señora Consuelo desaparecieron su hija adoptiva Austreberta,
de catorce años de edad y los hermanos Guadalupe y Alejandro Mota de 18 y 16
años respectivamente, que la acompañaban cuando acudía a la entrevista con su
abogado. Como no acudió a la cita. “Rojo Coronado fue a buscarla a su casa, la
esperó hasta medianoche y no llegó. Ayer en la mañana fue a la escuela y supo
que no había ido a clases. En la casa le informaron que no llegó a dormir, cosa
que no había hecho nunca; sus hijos estaban con su abuelita”.
El abogado dijo que
la buscó en varias dependencias policíacas pero le dijeron que no la tenían.
Por eso en la noche empezó a preparar la denuncia que presentaría ese 28 a las
9: 00 horas en la Procuraduría de Justicia del Distrito y la demanda de amparo
que enviaría al juez primero de distrito, licenciado Eduardo Ferrer McGregor.
Por otro lado Jorge Mota
González llevó a la policía a la casa de Elpidio Ocampo Mancilla, quien fue
aprehendido y conducido al Campo Militar Número 1, según les consta a varios
detenidos que en ese lugar hablaron con él, pero jamás se volvió a saber de su
paradero. “La ACNR perdía a uno de sus mejores cuadros de la ciudad. Era el
responsable de todo el trabajo político a nivel del movimiento de masas y del
apoyo logístico”, dice Miranda. “Este cívico seguramente murió en la tortura
pero no entregó a Genaro porque, a decir verdad, era el único que realmente
sabía su ubicación cuando andaba abajo”.
Fue el 30 de enero de 1972, cuando agentes de la Dirección
General de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia llegaron hasta
el hogar de Elpidio Ocampo Mancilla, en Atencingo Puebla, lo detuvieron y lo
desaparecieron. Nunca más regresó a su casa. Desde entonces lo busca su hijo,
Moisés Ocampo Delgado, dirigente del Movimiento Urbano Popular de Iguala (MUPI)
y profesor de la escuela preparatoria 32.
“Llegaron cerca de 15 vehículos con alrededor de 30
agentes judiciales vestidos de civil y fuertemente armados; llevaban a Jorge
Mota González y Fausto Ávila, notoriamente golpeados porque habían sido
detenidos días antes; seguramente fueron golpeados para acusar a varios compañeros”,
dijo una ocasión a la presa Moisés Ocampo.
Jorge Mota y Fausto Ávila vieron cuando torturaban a
Elpidio Ocampo en las instalaciones de la Dirección General de Policía, en
Tlaxcoaque, Distrito Federal. Donde también coincidieron con la esposa de
Genaro Vázquez, que estaba ahí detenida junto con otros miembros de la ACNR. De
Tlaxcoaque fueron trasladados al Campo Militar Número 1.
En los dos lugares, los detenidos fueron torturados.
Luego todos fueron puestos en libertad salvo Ocampo, quien hasta la fecha está
desaparecido. Su esposa, Reyna Delgado Moreno, recorrió varias corporaciones
policiacas en el DF, en Puebla, en Chilpancingo y Atoyac Guerrero. También
visitó el Campo Militar Número 1, en ningún lugar le dieron razón.
La historia de Elpidio es la historia de los
cívicos. Aquel 10 de septiembre de 1959, que en la Ciudad de México, quedó
constituida la Asociación Cívica Guerrerense (ACG) se nombraron comisiones para
recorrer el estado de Guerrero y formar los comités cívicos municipales. Se
buscaba recoger las quejas del pueblo contra el gobernador Raúl Caballero
Aburto para denunciarlas ante el gobierno federal. En el primer recorrido que
realizó Genaro Vázquez Rojas por la entidad, se sumó en Iguala Elpidio Ocampo
Mancilla, quien se convirtió en uno de los integrantes más destacados del
movimiento cívico en esa localidad. El mitin realizado el 20 de abril de 1960
en la “ciudad de los tamarindos” le valió su primera orden de aprehensión.
Elpidio Ocampo
Mancilla nació nació el 4 de marzo de 1929 en la comunidad de
Ojo de Agua municipio de Taxco de
Alarcón, Guerrero. En su juventud emigró a Iguala para dedicarse a la
sastrería. Una vez integrado al movimiento contra Caballero Aburto, su
domicilio de la calle Abasolo 1 se convirtió en el cuartel general de los
cívicos, que se reunían ahí para organizar manifestaciones pacíficas frente al
palacio municipal.
La ciudad de Iguala fue uno de los bastiones más
fuertes de los cívicos y estaba en pie de lucha permanente: todos los días se
realizaban manifestaciones. Los caciques acusaron a Israel Salmerón, Elpidio
Ocampo Mancilla y Enrique Bucio de intentar quemar el automóvil del presidente
municipal Darío Arrieta Leyva, razón por la cual fue detenido Enrique Bucio.
Elpidio, sin duda uno de los dirigentes más
reconocidos de la Asociación Cívica Guerrerense, fue comandante de la policía
municipal en el consejo cívico que encabezó Israel Salmerón en 1961. “El
municipio de Iguala, por primera vez en la historia política de Guerrero, vivió
un momento de verdadera democracia; las decisiones eran sometidas a discusiones
con el pueblo, la policía municipal era designada a sugerencia de la
ciudadanía. El comandante de esa corporación, Elpidio Ocampo Mancilla, fue
nombrado democráticamente por una asamblea popular de
igualtecos”, recordó Antonio Sotelo Pérez, en su libro Breve historia de la Asociación Cívica Guerrerense, jefaturada por Genaro Vázquez Rojas.
El 24 de julio de 1966, en Iguala, Genaro Vázquez se
reunió con los cívicos en la casa de Elpidio Ocampo Mancilla y de ahí partió a
la Ciudad de México porque la policía le pisaba los talones. Tres días después
a las seis de la tarde el 27 de julio, la casa de Elpidio fue rodeada por
cientos de policías para detener a todos los dirigentes, entre ellos el propio
Elpidio y Genaro. El comandante Mario González de los Santos gritaba que iba
“por órdenes de Abarca Alarcón para detener vivo o muerto a Genaro Vázquez”.
Entraron por la
puerta mientras disparaban hacia todos lados y otros empezaron a brincar por la
barda al interior de la sastrería. La mayoría de los presentes salieron ilesos,
menos Delfino Ocampo, de 14 años, hijo de Elpidio. “Los
policías irrumpieron en la casa, disparando al interior y es ahí donde cayó
muerto mi hermano y otras dos personas salieron heridas”, narró Moisés Ocampo.
Otros testimonios dicen que ese día los judiciales también hirieron mortalmente a la niña Elvia Solorio, quien
falleció después. Elpidio fue detenido, aunque le concedieron permiso para
asistir al sepelio de su hijo.
Los judiciales que actuaron en esa ocasión jamás
mostraron orden de cateo o detención. Se vejó, golpeó y encarceló en la prisión
municipal a los cívicos y miembros del Consejo de Autodefensa del Pueblo (CAP)
de Iguala, Elpidio Ocampo Mancilla, Jesús Orduña Mejía, Raúl Hernández e Isaías
Ocampo. Además, la policía robó bienes propiedad de la familia Ocampo por valor
de 24 mil pesos. Ante estos hechos, tras salir de la cárcel, Elpidio consideró
que ya no había condiciones para seguir viviendo en Iguala y se trasladó con
sus hijos y esposa a Atencingo Puebla. Hasta allá llegaron a detenerlo después
del secuestro de Jaime Castrejón Díez.
Por su parte Consuelo Solís al regresar, el 1 de febrero de 1972, a su casa concedió una
entrevista al periódico Excélsior, en
la que narró su estancia en los separos y afirmó “me siento viuda” y en la que
confirmaba su intención de pedir asilo político en Cuba, dada la terrible
persecución y acoso al que estaba sometida.
Cuando el reportero le preguntó por Genaro, negó la posibilidad de
volver a verlo vivo. “Estoy segura que morirá feliz por sus ideales (…) Es un
presentimiento fundado en muchas realidades. Morirá por su lucha, veo muy
difícil que pueda llegar ante las autoridades para que se haga juicio de sus
actividades. Yo ya me resigné a perderlo, me he ido haciendo la idea de que no
lo volveremos a ver, y a mis hijos los preparo para que comprendan que algún
día su padre será hombre muerto”. Al día siguiente se cumpliría su predicción.
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