sábado, 28 de mayo de 2016

Guerrilleros VIII


Víctor Cardona Galindo
Después del accidente, aún con vida Genaro Vázquez Rojas fue levantado por una ambulancia de la Cruz Roja que lo llevó al hospital doctor Miguel Silva de Morelia donde murió, luego el cadáver voló en un avión de la fuerza aérea a la Ciudad de México, en el hospital militar se lo entregaron a su viuda Consuelo Solís y fue trasladado por tierra a su natal San Luis Acatlán, donde una multitud lo acompañó hasta su última morada. El pueblo no tenía memoria de un sepelio de tal magnitud. Se filtró a la prensa que las autoridades castrenses corrieron con los gastos de funerarios.
El cadáver de Genero Vázquez después de 
la autopsia, se la puede apreciar la herida 
en el cráneo en forma de V que le causó
 la muerte. Foto Anexo fotográfico del informe 
de la Comverdad.   

En la edición del Excélsior del 3 de febrero de 1972, se publicó una extensa crónica sobre la muerte de Genaro Vázquez dice: “Durante el examen que hicieron de las ropas del rebelde se encontró una tarjeta de crédito de la Americán Express a nombre del doctor Jaime Castrejón Díez, rector de la Universidad de Guerrero, secuestrado el pasado diciembre”.
“Llevaba, además, el pequeño libro rojo con las ideas de Mao, en donde había hecho varias anotaciones y había escrito direcciones y teléfonos. En la mano izquierda tenía una sortija matrimonial con la siguiente grabación: ‘Enero 1959. G.V.R’”. Se le encontró también un recorte de la revista Por qué? Donde hablaba del Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) comandada por él.
En su investigación Excélsior reporta: “El automóvil salió a toda velocidad de una curva y entró a una pequeña recta. Se fue sobre el acotamiento del lado contrario, sin control. Finalmente, después de un zigzagueo, se estrelló contra uno de los alerones del puente y quedó destrozado del frente”.
El coche obstruía poco más de la mitad de la carretera, incrustado en el alerón izquierdo del puente. “Una porción del mencionado alerón quedó destrozada y se encontraron pedazos de concreto a varios metros de distancia, sobre la carretera”. Más tarde se supo que el automóvil estaba registrado a nombre de María Teresa Pérez con domicilio en la colonia Del Valle del Distrito Federal.
La Cruz roja recibió una llamada de la Penitenciaría, a las 2:35 de la mañana, solicitando el servicio de una ambulancia. Cuando la ambulancia número uno iba al lugar del choque, fueron detenidos por dos jóvenes que tripulaban un Volkswagen de color claro, quienes llevaba a bordo de su auto a dos muchachas que se habían accidentado.
“Los ambulantes se apresuraron a cambiar a las dos mujeres al vehículo de socorro y los jóvenes los conminaron a que se dirigieran al lugar de los hechos, porque, indicaron, ahí había un hombre que se estaba desangrando de la cabeza”. Según la versión de los camilleros encontraron a Vázquez Rojas con la cabeza incrustada en el parabrisas, en el asiento del lado derecho y sangraba profusamente. Lo recogieron ya con estertores. Fue pasado en una camilla a la ambulancia y los tres heridos fueron llevados al hospital civil.
“Vázquez Rojas llevaba un pantalón de mezclilla, una camiseta blanca, una chamarra cazadora café y zapatos de gamuza”. Los camilleros dieron por terminado su traslado a las tres de la mañana. A las cuatro el automóvil fue retirado de la carretera y en los círculos de poder la noticia se movía rápidamente, al tiempo que Ejército y la Policía Judicial salían en busca de los prófugos, José Bracho Campos y Salvador Flores Bello que heridos huyeron al monte.
Así quedó el automóvil Dodge Dart modelo 
1965 color azul, en que viajaban los guerrilleros
 después del accidente en que perdió la vida 
Genaro Vázquez Rojas. Foto Anexo fotográfico
 del informe de la Comverdad.   

Mientras tanto en la casa de los Vázquez Solís, la señora Consuelo se resistía a creer en la muerte de su esposo e inquiría detalles, suplicante, a cuanta persona suponía que estaba bien informada. Su esperanza se sostuvo hasta que conoció el detalle de la sortija de boda. Entonces pareció derrumbarse, pero reaccionó y se enfrentó a la realidad. Llamó a sus hijos y les dio la mala noticia.
El Sol de México envió un reportero a la casa de la familia por eso nos enteramos de los detalles. “Eran las tres de la tarde con quince minutos cuando la señora Consuelo Solís de Vázquez, vestida de negro, con la voz opacada por los sollozos, dio a sus pequeños la noticia… Los niños se precipitaron en sus brazos, y por largos momentos la familia de Genaro Vázquez Rojas se confundió en un solo llanto”.
“Consuelito Vázquez Solís, la hijita mayor, enjugándose las lágrimas nos platicó: mi papá traía esa sortija porque perdió la primera, en la que estaba la fecha de su matrimonio 26 de enero de 1959”. Por su parte doña Consuelo repuesta de la impresión, manifestó a la prensa que ya no tenía objeto irse a Cuba. “Así como su padre tenía ideales tan arraigados por los cuales ofrendó su vida, quiero que mis hijos crezcan en mi patria, que la amen”. Roque Filiberto el más chiquito de los hijos de Genaro, engendrado en la cárcel no conoció a su padre.
El cadáver del guerrillero Genaro Vázquez Rojas fue transportado a la capital de la república, en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM), un DC-3 que aterrizó a las 17 horas del 2 de febrero con su carga en el aeropuerto de la Ciudad de México. De inmediato se le condujo a bordo de una ambulancia al Hospital Militar.
“Es el mismo bimotor de la FAM, que se estacionó en la plataforma militar, se trajo al Distrito Federal a Arcelia y María Martínez Aguilar, quienes resultaron heridas en el accidente automovilístico en el que perdió la vida Vázquez Rojas”, informaba el periódico Ovaciones del 3 de febrero, y agregaba que ellas también fueron trasladadas al nosocomio dependiente de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y fueron puestas a disposición de la Procuraduría General de la República (PGR).
El cadáver fue mostrado a la prensa ya autopsiado, cuando la viuda llegó a reclamarlo los militares no dejaron que tuviera contacto con los reporteros. El cadáver de Genaro Vázquez, identificado por su esposa Consuelo Solís y fue trasladado bajo estrictas medidas militares a San Luis Acatlán, Guerrero. “Un convoy militar acompañó a la viuda y a sus seis hijos hasta la tierra donde naciera el guerrillero en 1931”, publicó El Sol de México el 3 de febrero.
Un reporte de la Dirección Federal de Seguridad dice: “A bordo de un ambulancia y a bordo de dos automóviles particulares en que iban los familiares, salieron a las 23.55 con rumbo a San Luis Acatlán”.
En esos días la viuda no hizo declaraciones a la prensa aunque más tarde también manejó la hipótesis del asesinato. Doña Consuelo Solís dijo a Carlos Rentería: “Genaro no murió... a Genaro lo asesinaron, lo mataron, tenga por seguro que lo asesinaron... Efectivamente cuando me entregaron su cuerpo en el Hospital Militar, y cuando me preguntaron en la fiscalía especial ¿Cómo sabe que lo mató el ejército? El ejército lo va persiguiendo, sucede lo del choque... me lo entregan autopsiado, ¡con permiso de quien! ... luego lo trasladan en un avión militar, lo dejan en el hospital militar y allí me llevaron a mí para que lo identificara”.
El cuerpo del líder de la ACNR llegó a San Luis Acatlán, la mañana del 3 de febrero, a la vivienda localizada en la calle de Galeana número 22, propiedad de Heriberto Vázquez Suástegui, primo de Genaro, donde fue recibido por decenas de simpatizantes. La población mostró muestras de duelo a su paso por los pueblos de Jolochitán, El Carmen, La Concordia, Yoloxóchitl y Zoyatlán. Desde las cinco de la mañana, en decenas de camiones de redila centenares de campesinos de la sierra y pueblos aledaños a la cabecera municipal, comenzaron a llegar para asistir a su sepelio.
Durante el 3 de febrero, espontáneamente en Chilpancingo centenares de estudiantes de la Universidad salieron a las calles lanzando vivas a Genaro Vázquez. “Unos 150 estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero salieron esta noche a las calles y lanzaron vítores a Genaro Vázquez Rojas. También lanzaron mueras al imperialismo extranjero y a las fuerzas negativas que privan en el país”, decía la nota de Excélsior publicada el 4 de febrero.
El 4 de febrero de 1972, en San Luis Acatlán, el cadáver del profesor y máximo dirigente de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), Genaro Vázquez Rojas, fue llevado a la iglesia principal donde se celebró una misa de cuerpo presente. Posteriormente se le trasladó al cementerio local. El cortejo fúnebre, según datos del gobierno, se conformó por cerca de mil 500 personas.
“El cuerpo de Genaro Vázquez Rojas fue sepultado a las 11:05 horas en el cementerio de esta población… Unas dos mil personas, entre parientes, coterráneos, amigos, periodistas, policías y soldados, después de una fría noche de desvelo, iniciaron el cortejo fúnebre a las 9 horas, desde la casa número 22 de la calle Galeana, hasta la iglesia San Luis Rey”, decía la nota de Excélsior el 5 de febrero y agregaba: “Al paso del féretro, donde hileras de personas –en un lado hombres y el otro mujeres- formaron valla, en tanto algunas señoras y niñas, con gladiolos blancos en la mano, marchaban adelante, llorosas, cabizbajas”.
Para supervisar el operativo del sepelio, había llegado en helicóptero desde Acapulco el general Joaquín Solano Chagoya comandante de la 27 zona militar. Mientras agentes federales, judiciales del estado, del puerto de Acapulco y decenas de soldados, se entremezclaron con la multitud de dolientes. El pueblo estaba totalmente militarizado, sin embargo la gente no se intimidó y asistió a sepultar a uno de los mejores hijos de San Luis Acatlán.
Durante años el Ejército intentó evitar a toda costa que sus familiares y los pobladores de la región le hicieran cualquier acto en su memoria; ocuparon militarmente la población, el cementerio, ultrajaron su tumba, sin embargo su esposa Consuelo, sus hijos y amigos de lucha evadieron la vigilancia y cada año celebraron un evento para mantener presente el legado del maestro y comandante guerrillero.
Al ser asesinado, le sobrevivieron su esposa Consuelo Solís Morales y seis hijos: América de 12 años, Consuelo de 11, Francisco de 10, Genaro de 7, Ulises de 5 y Roque Filiberto de 3 años. En el transcurso de los años, la viuda adoptó a otros cinco niños, hijos de compañeros caídos en la lucha emprendida por su esposo.
El 5 de febrero el Partido de los Pobres hizo público un comunicado, firmado por Lucio Cabañas Barrientos, Isidro Castro Fuentes, Agustín Álvarez Ríos, Enrique Velásquez Fuentes y José Luis Orbe Ríos, lamentando profundamente el asesinato del comandante en jefe de la ACNR.  Iba dirigido a los revolucionarios y a la familia de Genaro Vázquez Rojas.
“Es muy triste reconocer que el compañero Genaro Vázquez Rojas ha muerto, los periódicos de la clase rica y del mal gobierno han dicho muchas mentiras sobre él. Para el pueblo que sufre hambre, cárceles y masacres, la caída del compañero es motivo de tristeza, porque significa un golpe a su esperanza de redención; para los millonarios y para el mal gobierno les es motivo de alegría tal como se alegraron los carrancistas de la muerte de Emiliano Zapata”.
“De nada les sirve a los tiranos la muerte de Zapata. Esta nueva revolución que se inspira en los limpios defensores de la patria como Cuauhtémoc, Hidalgo y Benito Juárez, no podrá ser detenida por ningún accidente, por ninguna traición, ni por ningún ejército bestializado. De los grupos combativos de ahora surgirán los partidos revolucionarios del mañana que seguirán la triunfal y última batalla de todos los oprimidos que no apartan de su mente a los otros caídos como Arturo Gámiz, Oscar González, Angelina Gallegos, etc.”.
“Nunca hemos sido gente de Genaro lo aclaramos porque para el gobierno es doloroso reconocer la existencia de dos grupos de revolucionarios en armas con mandos diferentes… Estamos seguros que a pesar de la muerte del compañero Genaro, su grupo seguirá adelante con la misma valentía y decisión que mostraron cuando él vivía… Va para sus familiares todo nuestro cariño y nuestro apoyo moral en estos momentos de tristeza”, decía el Partido de los Pobres, mientras algunos medios informativos anunciaban que ahora seguía Lucio Cabañas en la lista del gobierno.

 “Pueblecito de Acatlán /tu que tanto lo has querido /Genaro no se haya muerto /nomás se encuentra dormido. Su sangre sigue enseñando /entre todos los presentes /que la muerte no hace nada /cuando hay razones urgentes”, Oscar Chávez

domingo, 22 de mayo de 2016

Guerrilleros VII


Víctor Cardona Galindo
“En el cielo de Guerrero, un lucero apareció / que nos marca el nacimiento /de quien muriendo nació /fue niño joven y hombre /y Genaro se llamó”, cantó José de Molina.
Del 31 de diciembre de 1971 al 4 de enero de 1972 Genaro y su grupo ocuparon como casa de seguridad una residencia localizada en Humboldt 210, a 200 metros del Palacio de Gobierno de Cuernavaca Morelos misma que fue contratada por Arturo Miranda. El que haya ocupado ese domicilio, después de su muerte fue objeto una “campaña perniciosa que hizo El Heraldo de México, al dar a conocer su estancia en ‘tan lujosa residencia’. Lo acompañaba Sabina Ledezma Javier, con quien apareció en las fotografía tomadas por el propio Bracho y que fueron encontradas en el vehículo el día del accidente”, dice Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después.
El líder de la Asociación Cívica Nacional 
Revolucionaria, Genaro Vázquez Rojas, 
duró cuatro años luchando con las armas 
en las manos contra el gobierno, desde su 
escape de la cárcel de Iguala el 22 de abril 
de 1968 hasta su muerte el 2 de febrero 
de 1972. Foto Anexo fotográfico del 
informe de la Comverdad.   

“La policía explotó las fotos promoviendo su publicación en todos los periódicos nacionales y locales para desacreditar al movimiento guerrillero y a los más destacados luchadores sociales de aquella época; se pretendió exhibir a Genaro como un vulgar mujeriego y vividor del producto de los secuestros”.
Al abandonar Cuernavaca, Genaro y acompañantes se dirigieron a Tlanepantla, Estado de México, a un domicilio propiedad del licenciado Mario Padilla. De acuerdo al testimonio de Arturo Miranda ahí permanecieron hasta las 8 de la noche, del primero de febrero de 1972, cuando Genaro decidió regresar a la Sierra de Atoyac, donde tenía sus bases de apoyo, dando la vuelta por Michoacán.
El chofer que se consiguió para realizar ese trayecto, fue Salvador Flores Bello, Fidel; quien era novel en el volante. Así viajaban Genaro, José Bracho, Sabina Ledesma Javier, María Aguilar Martínez, Araceli y Salvador Flores manejando el automóvil Dodge Dart modelo 1965 color azul placas LKL 056 del Distrito Federal.
Dice Alberto López Limón: “Por contar con cobertura legal y ser el único que sabía manejar, conducía el automóvil Salvador Flores Bello, conductor inexperto de reciente reclutamiento utilizado como chofer, distribuidor de mensajes y dinero que no estaba detectado por los cuerpos policiales. El 1 de febrero había estado a punto de ser detenido en Tizayuca, Estado de México, pero logró evadir el cerco policial y llegar al refugio de Genaro en Cuernavaca y luego al Estado de México”.
A la 01:30 de la mañana del 2 de febrero de 1972, al llegar al puente angosto de Irapeo Michoacán, ubicado en el kilómetro 226. 7, Flores Bello se durmió. “Bracho comenta que sintió cuando el vehículo extrañamente adquiría mayor velocidad y sin darle tiempo de nada se estrelló contra el alero del puente”. El coche quedó prácticamente destrozado. De los que viajaban en la parte delantera José Bracho, recibió tremenda herida a lo largo de la cara; Araceli perdió su dentadura y Salvador Flores Bello que iba al volante, apenas recibió un leve golpe en la garganta.
Dice Miranda, “Cuando Bracho recuperó el conocimiento, vio a Flores Bello caminando por la carretera como sonámbulo; Araceli parecía muerta y Genaro roncaba como dormido; asegura que trató de rescatarlo pero le fue imposible por lo incomodo del carro y sus propias condiciones. Comprobó que estaba vivo y tiene la convicción de que fue asesinado en el cuartel del Ejército en Morelia luego de que fue identificado”.
“La noche era muy negra y no se podía ver casi nada. Intenté levantarlo y no le sentí herida alguna ni toqué algo que pareciera sangre. El dolor en la cabeza era insoportable y busque a Fidel para que me ayudara con Genaro. Camine unos veinte metros y perdí de nuevo el conocimiento. Cuando desperté, vi muchas luces junto al carro y unas muy fuertes que parecían de camión. Me retiré del lugar aturdido y atropelladamente... Genaro viajaba en el lugar menos peligroso para un accidente de esa naturaleza, aparte de que ninguno de nosotros salió seriamente lesionado”, comentó Bracho.
Genaro murió 20 minutos después de llegar al hospital de la Cruz Roja en Morelia. La causa de la muerte fue una fractura en el cráneo. La versión más socorrida entre los grupos de izquierda es que la fractura no fue resultado del accidente, más bien fue asesinado por el Ejército. Esa es la hipótesis que maneja Carlos Montemayor en esa historia narrativa que se llama Guerra en el paraíso, en una de las escenas un militar reflexiona: “le resultaba difícil aceptar que dos hombres hubieran salido ilesos del accidente. Y en especial que se tratara de los que venían en asiendo delantero”.
La hipótesis de su asesinato se refuerza al considerarse que viajaba en la parte trasera y de acuerdo al impacto del vehículo, no existe algún objeto que haya podido dejarle el tipo de herida que presentaba en el cráneo. La herida tenía forma de V que pudo ser la marca de la culata de un mosquetón, arma reglamentaria que usaban los soldados en esa época. “No se haga pendejo sargento. Su ordenanza le partió la madre de un culatazo”, escribe Montemayor.
El Dueto Igualteco cantó en su corrido “Genaro fue asesinado en un trágico accidente /el gobierno así vivió /planeando muy bien su muerte /no quisieron peligrar /sabían que era hombre valiente”.
Es que una ambulancia rescató a Genaro y a las dos mujeres que fueron trasladados al hospital Miguel Silva de la ciudad de Morelia, Michoacán. Mientras tanto patrullas y carros del ejército llegaron a la escena del accidente, al revisar el auto y sacar a los heridos se encontraron el armamento, literatura y propaganda guerrillera del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) muchos rollos de película filmada, fotografías, cintas grabadas y manifiestos dirigidos al pueblo de México.
La policía ya tenía ubicado el vehículo, porque Jorge Mota, bajo tortura, había dado los datos sobre las características y placas del coche en que viajaban los guerrilleros. En el vehículo llevaban armas, propaganda, parque y dinero, millón y medio de pesos, de los que la policía sólo presentó trescientos ochenta mil. Un reporte de la policía dice que llevaban un M-2 con ocho cargadores, dos bolsas de lona con cartuchos, libros marxistas leninistas, unos binoculares. Unas grabadoras, doce casetes y billetes de diferentes denominación con un total de medio millón de pesos.
A Genaro también le encontraron fotografías, cintas grabadas, su diario con nombres y direcciones de muchos compañeros. Así se conoció la casa de Humboldt y las fotos que se tomó con Sabina. Un capitán de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) se quedó con la pistola de Genaro como un trofeo de guerra.
José Bracho Campos, lugarteniente de Genaro fue capturado cuatro días después, cuando ya la herida que tenía en el rostro estaba infectada, fue trasladado a México y luego a la penitenciaría de Chilpancingo.
Bracho declaró que transportaban millón y medio de pesos, de los cuales sólo aparecieron alrededor de trescientos ochenta mil, la diferencia fue el clásico botín de guerra que los cuerpos de seguridad obtenían en su lucha contra la insurgencia armada. En poder del Ejército y de la Procuraduría General de la República quedaron la propaganda, armas, parque, dinero y otros materiales comprometedores que eran trasladados en el vehículo.
Conforme a Salvador Flores Bello, “llegó el ejército, militarizó el hospital, desalojaron al personal civil y los reemplazaron con enfermeras y médicos militares. El día siguiente nuestro comandante amaneció muerto, fue asesinado, tenía una herida provocada por una estructura triangular, como para aparentar que fue un accidente”
Las primeras noticias que se difundieron de la muerte de Genaro fueron confusas. La primera información llego a través de la radio, que decía que Genaro había muerto en un enfrentamiento con el Ejército. La primera edición de los diarios de ése día ya habían salido de las rotativas cuando se dio a conocer la noticia, ninguno de los diarios de la mañana pudieron dar la información, Excélsior publicó la entrevista que un día antes les había concedido la profesora Consuelo Solís. Vázquez Rojas murió el mismo día que se publicó la entrevista en que su esposa Consuelo Solís, declaró que ya se sentía viuda.
Al otro día Excélsior así anunció su muerte: “Pereció Jenaro Vázquez rojas en un choque en el camino a Morelia”
Dos mujeres que iban con el rebelde, heridas.-Llevaba en el auto trescientos cincuenta mil pesos, bombas, armas, parque, películas y propaganda.
La nota fue de Víctor Payán, firmada en Morelia. “El profesor Jenaro Vázquez Rojas, jefe de un grupo de rebeldes en la sierra de Guerrero, pereció esta madrugada en el Hospital Civil de esta población, a consecuencia de las lesiones que sufrió al chocar el automóvil en que viajaba contra la barda de un pequeño puente en el kilómetro doscientos veintiséis de la carretera México-Morelia, a las 1:20 horas”, publicaba el Excélsior el 3 de febrero. 
José Bracho lugarteniente de Genaro Vázquez confirmo la versión del accidente: “Nos habían cerrado las puertas de las montañas y la única que se pudo abrir fue la de la ciudad. Ya estábamos detectados, varios compañeros habían caído, otros fueron torturados para que hablaran y algunos estaban desaparecidos, como Elpidio Ocampo Mancilla. Nos seguían el rastro y fuimos a refugiarnos al Estado de México. Teníamos que salir apuradamente, porque el compa que nos había prestado su casa fue visitado por la policía. ‘Tienen que salir’, fue el aviso, además de que nosotros también advertimos movimientos raros. Pardeaba la tarde del primero de febrero de 1972 cuando salimos casi corriendo a bordo del Dodge Dart que pintamos de color azul íbamos Genaro, el chofer Salvador López Bello, dos compañeras que nada tenían que ver con la lucha y yo; ellas decidieron acompañarnos para despistar a la policía, pues iban por otro rumbo”.
“Genaro iba en el asiento de atrás con una de ellas y nosotros adelante. Nos dirigíamos a Morelia. Ya en la noche, Salvador se quejó de tener un poco de sueño... más adelante, sin precisar el lugar exacto, nos detuvimos para descansar. A la medianoche proseguimos el camino y no tuvimos ningún contratiempo hasta que se dio el accidente. Era ya de madrugada, pero no podría precisar a ciencia cierta lo que pasó”, dijo Bracho a la revista Proceso número 457 del 5 agosto de 1985.
Genaro Vázquez Rojas murió en el hospital civil de Morelia la mañana del 2 de febrero de 1972, al que llegó con vida, según informaron los paramédicos que lo trasladaron. Murió cuando estaba siendo preparado para una intervención quirúrgica, unos veinte minutos después de llegar al hospital, “fractura de cráneo por contusión”, fue la causa de la muerte dijeron los médicos.
Al cuerpo de Genaro le aplicaron la autopsia, sin autorización de su esposa, e inmediatamente fue trasladado al hospital militar de la Ciudad de México, donde se lo entregaron a su viuda. Consuelo Solís siempre ha dicho que lo asesinaron. Quisieron evitar el problema que se desencadenaría por su futuro juicio y de los probables nuevos intentos por rescatarlo de la cárcel.
La hipótesis se fortalece por los resultados arrojados por la autopsia a su cadáver y la rápida forma en que el gobierno obligó a los familiares a enterrarlo, en su natal San Luis Acatlán.
Según los resultados arrojados por la autopsia que se le practicó a su cuerpo, Genaro “Tiene dos heridas contusas, la primera de ellas situada en la parte anterior de la región occipital frontal sobre la línea media en forma de “V” con su vértice hacia delante, midiendo cuatro y medio centímetros el lado izquierdo y cinco centímetros el derecho, está interesado el cuero cabelludo. En el lado izquierdo del labio superior se encuentra la segunda herida contusa de dos centímetros de extensión, de bordes irregulares que interesó dicho labio en todo su espesor”.
La causa determinante de la muerte fue fractura de cráneo por contusión, esta lesión se califica como mortal por necesidad. Nunca se abrió alguna investigación judicial y se desecharon rápidamente cualquier cuestionamiento a la versión oficial.
“Vuela vuela palomita /vuela vuela entre las balas /que el corazón de Genaro /lo llevas entre las alas”, dice un verso de Oscar Chávez.


sábado, 14 de mayo de 2016

Guerrilleros VI

Víctor Cardona Galindo

Dice Aturo Miranda que el 18 de noviembre de 1971, Genaro Vázquez Rojas les manifestó a sus compañeros su deseo de buscar la posibilidad de unir su movimiento con el de Lucio Cabañas Barrientos, una vez que éste no estuviera supeditado a las decisiones del mal llamado Partido Comunista Mexicano. Más cuando ahora sabemos que Lucio nunca renunció a ese partido.
Por medio de los documentos que se encuentran en el Archivo General de la Nación (AGN), la prensa y los testimonios que Arturo Miranda Ramírez ha plasmado en diversos libros, podemos seguir los últimos días de  Genaro Vázquez Rojas.
Un periódico de aquella época, Excélsior  del 2 de 
diciembre de 1971, luego que fue liberado Jaime 
Castejón Díez. Foto Víctor Cardona Galindo.

El vehículo en que fue secuestrado el rector Jaime Castrejón Díez estaba a nombre del profesor Vicente Iris Sánchez Antonio, con domicilio en la colonia Aragón del Distrito Federal hoy Ciudad de México. Ese colaborador fue detenido el mismo día del secuestro por agentes federales y por la policía secreta. Inmediatamente fue conducido al Campo Militar Número 1 donde fue torturado cruelmente para que delatara a Genaro.
Sánchez Antonio en su declaración delató a Jorge Mota González quien fue detenido a mediados de enero cuando se disponía visitar un domicilio que ya estaba ubicado por la policía. Este después de su respectiva sesión de tortura empezó por entregar al profesor Fausto Ávila Juárez, “quien a pesar de haberse alejado unos meses antes, no escapó a la tortura y a ser recluido en la Penitenciaría General del Estado en Chilpancingo”, comenta Aturo Miranda. También caen prisioneros los doctores José Gutiérrez y Eugenio Martínez Bravo.
Laura Castellano en su libro México Armado, comenta: “La acometida no es exclusiva del ACNR, se extiende a los diversos grupos urbanos armados que surgen en el país. Este periodo queda registrado en el calendario de la guerrilla mexicana con el nombre de ‘invierno trágico’, pues mientras las detenciones se multiplican en la sierra de Atoyac, son aplastadas las dirigencias del Comando Armado del Pueblo (CAP), del Frente Urbano Zapatista (FUZ), de los Comandos Armados de Chihuahua, y capturan a integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) que habían sido entrenados en Corea del Norte”.
Dice Laura Castellanos que el licenciado José Rojo Coronado agotaba todas las instancias ante la embajada cubana para lograr que la familia Vázquez Solís fuera asilada en Cuba. No lo logra. Luego el 26 de enero Consuelo fue secuestrada junto con su hija y dos amigos de la familia. Fueron trasladados al Campo Militar Número 1, pero la rápida intervención del abogado logró que un juez diera curso a una demanda de amparo y las víctimas fueron liberadas tres días después.
Al saber de su desaparición el licenciado Rojo Coronado recorrió los periódicos de la capital para denunciar el hecho. Dijo que “la desaparición de la esposa del profesor Vázquez Rojas ocurrió cuando hacía trámites para irse a Cuba con sus seis hijos… El profesional afirmó categóricamente que Consuelo Solís no tenía ya ninguna relación con su esposo, prófugo en la sierra de Guerrero y señalado como el responsable de varios secuestros y asaltos”, informaba el Excélsior aquel 28 de enero de 1972.
“La mujer, indicó el abogado, le habló por teléfono poco antes de las 20: 00 horas para avisarle que iba a su despacho a firmar los papeles; le informó que llegaría en treinta minutos y que desde hacía rato la seguían dos hombres, al parecer agentes policíacos...Según el abogado, desde hace mucho tiempo varios agentes, al parecer de la D.F.S., vigilan de cerca a la esposa de Vázquez Rojas”.
Consuelo era profesora de la escuela primaria Carlos Zapata Vela ubicada en avenida Del Recreo, colonia Tlacotal, frente a la secundaria 61. Vivía en la colonia Ramos Millán, en la calle Tlacotal letra Z número 2432, con su madre y sus hijos: América de doce años, Consuelo de once, Francisco de diez, Genaro de nueve, Ulises de siete y Roque Filiberto de cuatro años.
En junio de 1971 también fue secuestrado Genaro Vázquez Solís hijo de Genaro Vázquez rojas y Consuelo Solís, por la policía del DF,  eso lo informó el abogado quien denunció que querían “obligarla a decirles dónde está Jenaro. Nada dijo porque nada sabe”. Consuelo tenía cuatro años sin ver a su esposo.
Luego ese día, 26 de enero, junto a la señora Consuelo desaparecieron su hija adoptiva Austreberta, de catorce años de edad y los hermanos Guadalupe y Alejandro Mota de 18 y 16 años respectivamente, que la acompañaban cuando acudía a la entrevista con su abogado. Como no acudió a la cita. “Rojo Coronado fue a buscarla a su casa, la esperó hasta medianoche y no llegó. Ayer en la mañana fue a la escuela y supo que no había ido a clases. En la casa le informaron que no llegó a dormir, cosa que no había hecho nunca; sus hijos estaban con su abuelita”.
El abogado dijo que la buscó en varias dependencias policíacas pero le dijeron que no la tenían. Por eso en la noche empezó a preparar la denuncia que presentaría ese 28 a las 9: 00 horas en la Procuraduría de Justicia del Distrito y la demanda de amparo que enviaría al juez primero de distrito, licenciado Eduardo Ferrer McGregor.
Por otro lado Jorge Mota González llevó a la policía a la casa de Elpidio Ocampo Mancilla, quien fue aprehendido y conducido al Campo Militar Número 1, según les consta a varios detenidos que en ese lugar hablaron con él, pero jamás se volvió a saber de su paradero. “La ACNR perdía a uno de sus mejores cuadros de la ciudad. Era el responsable de todo el trabajo político a nivel del movimiento de masas y del apoyo logístico”, dice Miranda. “Este cívico seguramente murió en la tortura pero no entregó a Genaro porque, a decir verdad, era el único que realmente sabía su ubicación cuando andaba abajo”.
Fue el 30 de enero de 1972, cuando agentes de la Dirección General de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia llegaron hasta el hogar de Elpidio Ocampo Mancilla, en Atencingo Puebla, lo detuvieron y lo desaparecieron. Nunca más regresó a su casa. Desde entonces lo busca su hijo, Moisés Ocampo Delgado, dirigente del Movimiento Urbano Popular de Iguala (MUPI) y profesor de la escuela preparatoria 32.
“Llegaron cerca de 15 vehículos con alrededor de 30 agentes judiciales vestidos de civil y fuertemente armados; llevaban a Jorge Mota González y Fausto Ávila, notoriamente golpeados porque habían sido detenidos días antes; seguramente fueron golpeados para acusar a varios compañeros”, dijo una ocasión a la presa Moisés Ocampo.
Jorge Mota y Fausto Ávila vieron cuando torturaban a Elpidio Ocampo en las instalaciones de la Dirección General de Policía, en Tlaxcoaque, Distrito Federal. Donde también coincidieron con la esposa de Genaro Vázquez, que estaba ahí detenida junto con otros miembros de la ACNR. De Tlaxcoaque fueron trasladados al Campo Militar Número 1.
En los dos lugares, los detenidos fueron torturados. Luego todos fueron puestos en libertad salvo Ocampo, quien hasta la fecha está desaparecido. Su esposa, Reyna Delgado Moreno, recorrió varias corporaciones policiacas en el DF, en Puebla, en Chilpancingo y Atoyac Guerrero. También visitó el Campo Militar Número 1, en ningún lugar le dieron razón.
La historia de Elpidio es la historia de los cívicos. Aquel 10 de septiembre de 1959, que en la Ciudad de México, quedó constituida la Asociación Cívica Guerrerense (ACG) se nombraron comisiones para recorrer el estado de Guerrero y formar los comités cívicos municipales. Se buscaba recoger las quejas del pueblo contra el gobernador Raúl Caballero Aburto para denunciarlas ante el gobierno federal. En el primer recorrido que realizó Genaro Vázquez Rojas por la entidad, se sumó en Iguala Elpidio Ocampo Mancilla, quien se convirtió en uno de los integrantes más destacados del movimiento cívico en esa localidad. El mitin realizado el 20 de abril de 1960 en la “ciudad de los tamarindos” le valió su primera orden de aprehensión.
Elpidio Ocampo Mancilla nació nació el 4 de marzo de 1929 en la comunidad de Ojo de Agua municipio de Taxco de Alarcón, Guerrero. En su juventud emigró a Iguala para dedicarse a la sastrería. Una vez integrado al movimiento contra Caballero Aburto, su domicilio de la calle Abasolo 1 se convirtió en el cuartel general de los cívicos, que se reunían ahí para organizar manifestaciones pacíficas frente al palacio municipal.
La ciudad de Iguala fue uno de los bastiones más fuertes de los cívicos y estaba en pie de lucha permanente: todos los días se realizaban manifestaciones. Los caciques acusaron a Israel Salmerón, Elpidio Ocampo Mancilla y Enrique Bucio de intentar quemar el automóvil del presidente municipal Darío Arrieta Leyva, razón por la cual fue detenido Enrique Bucio.
Elpidio, sin duda uno de los dirigentes más reconocidos de la Asociación Cívica Guerrerense, fue comandante de la policía municipal en el consejo cívico que encabezó Israel Salmerón en 1961. “El municipio de Iguala, por primera vez en la historia política de Guerrero, vivió un momento de verdadera democracia; las decisiones eran sometidas a discusiones con el pueblo, la policía municipal era designada a sugerencia de la ciudadanía. El comandante de esa corporación, Elpidio Ocampo Mancilla, fue nombrado democráticamente por una asamblea popular de igualtecos”, recordó Antonio Sotelo Pérez, en su libro Breve historia de la Asociación Cívica Guerrerense, jefaturada por Genaro Vázquez Rojas.
El 24 de julio de 1966, en Iguala, Genaro Vázquez se reunió con los cívicos en la casa de Elpidio Ocampo Mancilla y de ahí partió a la Ciudad de México porque la policía le pisaba los talones. Tres días después a las seis de la tarde el 27 de julio, la casa de Elpidio fue rodeada por cientos de policías para detener a todos los dirigentes, entre ellos el propio Elpidio y Genaro. El comandante Mario González de los Santos gritaba que iba “por órdenes de Abarca Alarcón para detener vivo o muerto a Genaro Vázquez”.
Entraron por la puerta mientras disparaban hacia todos lados y otros empezaron a brincar por la barda al interior de la sastrería. La mayoría de los presentes salieron ilesos, menos Delfino Ocampo, de 14 años, hijo de Elpidio. “Los policías irrumpieron en la casa, disparando al interior y es ahí donde cayó muerto mi hermano y otras dos personas salieron heridas”, narró Moisés Ocampo. Otros testimonios dicen que ese día los judiciales también hirieron mortalmente a la niña Elvia Solorio, quien falleció después. Elpidio fue detenido, aunque le concedieron permiso para asistir al sepelio de su hijo.
Los judiciales que actuaron en esa ocasión jamás mostraron orden de cateo o detención. Se vejó, golpeó y encarceló en la prisión municipal a los cívicos y miembros del Consejo de Autodefensa del Pueblo (CAP) de Iguala, Elpidio Ocampo Mancilla, Jesús Orduña Mejía, Raúl Hernández e Isaías Ocampo. Además, la policía robó bienes propiedad de la familia Ocampo por valor de 24 mil pesos. Ante estos hechos, tras salir de la cárcel, Elpidio consideró que ya no había condiciones para seguir viviendo en Iguala y se trasladó con sus hijos y esposa a Atencingo Puebla. Hasta allá llegaron a detenerlo después del secuestro de Jaime Castrejón Díez.
Por su parte Consuelo Solís al regresar, el 1 de febrero de 1972, a su casa concedió una entrevista al periódico Excélsior, en la que narró su estancia en los separos y afirmó “me siento viuda” y en la que confirmaba su intención de pedir asilo político en Cuba, dada la terrible persecución y acoso al que estaba sometida.
Cuando el reportero le preguntó por Genaro, negó la posibilidad de volver a verlo vivo. “Estoy segura que morirá feliz por sus ideales (…) Es un presentimiento fundado en muchas realidades. Morirá por su lucha, veo muy difícil que pueda llegar ante las autoridades para que se haga juicio de sus actividades. Yo ya me resigné a perderlo, me he ido haciendo la idea de que no lo volveremos a ver, y a mis hijos los preparo para que comprendan que algún día su padre será hombre muerto”. Al día siguiente se cumpliría su predicción.



sábado, 7 de mayo de 2016

Guerrilleros V


Víctor Cardona Galindo
El 3 de diciembre de 1971, el propio rector Jaime Castrejón Díez clausuró el Consejo Universitario declarado en sesión permanente desde 21 de noviembre, dos días después de su secuestro. El 6 de diciembre rindió su segundo informe de labores al frente de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), parecía que las cosas marcharían como antes.
Pero hubo sucesos que siguieron complicando la situación del estado, en enero de 1972, un comando del Partido de los Pobres secuestró al ingeniero Jaime Farill Novelo director de la Preparatoria Número 2, la escuela más numerosa de la UAG, ahora UAGro.
El guerrillero Genaro Vázquez Rojas con uno de 
sus hijos. Foto tomada del archivo de Alberto 
López Limón.

Parece que eso influyó para que un mes más tarde, el primero de marzo de 1972, Jaime Castrejón presentara su renuncia al Consejo Universitario. Quien luego en una entrevista al periódico Excélsior, declaró que a pesar de haber renunciado, la reforma universitaria iniciada por él continuaría con el rector que resultara electo. Anunciaba que el Consejo Universitario le prometió elegir a una de tres personas de su absoluta confianza: el doctor Juan José Rojo, Patricio Dawos o el biólogo Mario Ochoa Martínez, quienes estaban comprometidos seriamente con el trabajo de “Autoestudio” que era la base de su reforma.
La renuncia de Castrejón abrió un periodo de vacío de poder y de alternativas oficiales. Después de un apretado proceso electoral, en el cual fracasaron los intentos de poner un sucesor de estricta confianza del ex rector, resultó nombrado, casi por unanimidad, el hasta entonces desconocido doctor Rosalío Wences Reza. De inmediato llevó a cabo un plan de reformas radicales que desembocarían en el experimento original de la Universidad-Pueblo que llevaría a la institución al enfrentamiento permanente con la política estatal.
Inicialmente para esa elección se presentaron cuatro candidatos: “Uno del rector Jaime Castrejón; otro del gobernador Nogueda Otero; otro de la oposición dentro del consejo y uno más de la Preparatoria de Acapulco –en aquel momento la escuela más numerosa- todos candidatos del PRI”, escribió Saúl López López, en su escrito “20 años de Lucha Universitaria, el caso de la UAG”, publicado en la Revista de la Universidad Autónoma de Guerrero, de abril-septiembre de 1983.
Como no hubo tiempo para dar a conocer a los aspirantes, era muy probable la imposición del candidato de Castrejón, porque sus partidarios tenían el control del Consejo. Por eso los opositores, principalmente alumnos de la prepa 2 y de la escuela de derecho, se instalaron en forma masiva frente al edificio donde sesionaba el Consejo y exigieron que el voto fuera abierto.
Los estudiantes con ladrillos rompieron cristales del edificio de la Universidad y mediante gritos y empujones abortaron el Consejo Universitario del día 10 de marzo de 1972 en el que se elegiría rector. Estaban presentes 68 consejeros. De los disturbios del 10 se responsabilizó a los alumnos de la prepa 2 de Acapulco.
Después de varias discusiones, se logró el consenso que el candidato debería ser guerrerense, que hubiera trabajado en la UAG, que contara con estudios de postgrado y no tuviera nexos con el gobierno estatal. Se tenía la certeza que con estas condiciones no habría opositor para Amín Zarur Ménez.
Pero un grupo de maestros y alumnos impulsó la candidatura del doctor Rosalío Wences Reza y cuando el 14 de marzo de 1972 el Consejo Universitario emitió una nueva convocatoria para elegir rector. Se registró Wences Reza quien inició una campaña de concientización buscando el apoyo de la bases.
“Los partidarios del biólogo Amín Zarur subestimaron el trabajo en las bases y el grado de concientización en que se encontraba una buena parte de ellas; también menospreciaron los efectos que produjo el secuestro del rector Jaime Castrejón Diez”, dice Saúl López López.
Así el 19 de abril de 1972 se llevó a cabo la elección de rector, resultando favorecido Rosalío Wences Reza para el periodo del 4 de mayo de 1972 al 3 de mayo de 1975. Los consejeros le dieron un triunfo indiscutible: 54 votos y 4 abstenciones, prácticamente votó a su favor todo el Consejo Universitario.
Wences tomó posesión el 4 de mayo de 1972 a partir de ese día inició una nueva política educativa, completamente ajena a la anterior y abrió la puerta de la Universidad de nuevo a todos los activista expulsados en 1965 y 1966. También se les dio cobijo a todos los maestros de izquierda, sin ver a qué partido pertenecían. Llegaron los perseguidos por la represión de 1968 y 1971 en la ciudad de México. La Universidad comenzó a defender a sus estudiantes perseguidos como es el caso de Nicomedes Fuentes que fue detenido por primera vez en agosto de 1972.
Se abrieron las casas del estudiante, se creó el comedor universitario, se redujo la cuota de inscripción, con esto se abrieron las puertas de la Universidad a los hijos de obreros y campesinos. La extensión universitaria dejó de ser un comité organizador de festivales y se comenzaron a formar las brigadas de alfabetización, los bufetes jurídicos y los servicios médicos y laboratorios de análisis clínicos.
Este proceso de democratización puso a la universidad nuevamente al lado del pueblo. La universidad comenzó a solidarizarse, a dar apoyo a todos los movimientos populares, campesinos, colonos, maestros democráticos, con las luchas contra la represión, por la libertad de los presos políticos y la presentación con vida de los desaparecidos. La gente correspondió participando en las luchas por la defensa de la autonomía o por aumento del subsidio a la UAG.
Pero volviendo a los problemas que enfrentaba el Partido de los Pobres. Vale decir que los tres detenidos, Carmelo Cortés, Carlos Ceballos y Gabriel Barrientos, negaron la culpabilidad de Guadalupe Castro, por lo que después de ocho días torturas, fue conducida de regreso a la 27 Zona Militar con sede en Acapulco, en donde fue fichada, con las fotos de rigor el 26 de noviembre de 1971 y luego liberada.
Mientras sus tres compañeros fueron puestos a disposición de las autoridades competentes. Después de estar más tiempo en el Campo Militar Número 1, fueron llevados a la penitenciaría de Chilpancingo. Estaba comprobada su participación en el asalto del Banco de Comercio de Acapulco. Decían los reportes policíacos que además habían confesado que tenían planeado asaltar el supermercado Blanco y la armería Dos Patos, que además realizarían diversos secuestros a fin de allegarse armamento, municiones y dinero. Con esos cargos fueron internados en la penitenciaría de Chilpancingo. El 8 de diciembre de 1971, la prensa da cuenta de la noticia a ocho columnas, incluyendo la foto de rigor, aparecieron retratados Carlos Ceballos Loya, Julián; Carmelo Cortes Castro, Cuauhtémoc y Gabriel Barrientos Reyes, Fernando.
Después de su detención, don Petronilo Castro Hernández, decidió que Guadalupe se subiera a la sierra para prevenir una nueva aprehensión. Por eso la Navidad de 1971 la pasó en las montañas, con otros miembros de su familia, que subieron para participar de manera permanente en la guerrilla. Aunque tuvo el seudónimo de Sandra, Guadalupe usaba su verdadero nombre. A una de sus hermanas que también subió se le asignó el seudónimo de Zulema. Allá en la sierra convivían en la Brigada con varias mujeres, la mayoría solteras, de distintos orígenes y formación social. Sandra a sus 19 años era relajada y bromista, por un incidente con otras guerrilleras, a los pocos días de haber llegado voluntariamente abandonó el campamento, aquel 26 de diciembre de 1971. Junto a su padre que tenía el seudónimo de Elías, Zulema y Arturo Gallegos Nájera, Edel, caminaron por los montes hasta llegar a la carretera donde tomaron el autobús que los llevó de nuevo al puerto de Acapulco.
La presencia militar cada vez aumentaba más, 11 de diciembre de 1971 arribaron a la ciudad 16 comandos del Ejército, con brigadas médicas y enfermeras, para hacer una aparente labor social en Atoyac de Álvarez, Coyuca de Benítez y Tecpan de Galeana, venían impartiendo vacunas, curaciones gratis y alimentos.
Luego la madrugada del 28 de diciembre, las fuerzas federales tuvieron contacto con el forajido Edith Hernández, Edito en el poblado de El Ticuí, éste logró herir en la balacera a dos militares del 50 Batallón de Infantería, luego escapó y se remontó a la sierra donde se integró a la guerrilla del Partido de los Pobres, allá se le conoció como La Totola, ocasionando muerte y división en la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, esa historia está en los episodios narrados por Carlos Montemayor, en su novela Guerra en el paraíso.
Fue a las 9 de la noche del 7 de enero de 1972 cuando secuestraron a Jaime Farrill Novelo. La acción la hicieron los llamados Comandos Armados de Guerrero, una de las peticiones era 3 millones de pesos por su rescate. La dirección de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento se enteró ese mismo día del plagio, por medio de la radio, cuando la mayoría del grupo de guerrillero acampaba cerca de La Remonta.
La prensa dio a conocer los hechos: “Cuatro hombres armados con rifles, al parecer M1, se llevaron en este puerto, con lujo de violencia, al ingeniero Jaime Farrill Novelo, cuando éste salía de la escuela Preparatoria Número 2, de la que es director a las 21:05 horas”, informaba El Universal en su edición del 8 de enero. En ese tiempo la Preparatoria 2 estaba sobre la avenida Universidad. “Eran cuatro hombres, uno de ellos con sombrero de palma y con tipo costeño, lo sujetaron y lo subieron a un vehículo”.
Según el Excélsior se lo llevaron cuatro sujetos armados, cuando salía del plantel “lo obligaron a subir a un automóvil y enfilaron hacia la costera Miguel Alemán”.
“Los Comandos Armados de Guerrero y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres, pidieron tres millones de pesos, la publicación de un documento y la devolución del cincuenta por ciento de las cuotas que cobra la Preparatoria local por inscripción del alumno, a cambio de la libertad del ingeniero Jaime Farill Novelo”, escribió Enrique Díaz Clavel.
Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después, consideran: “El secuestro del Dr. Jaime Castrejón Diez  en la UAG, por el ACNR y la del Ing. Jaime Farill Novelo, director de la Preparatoria Nº 2 de Acapulco, por el Pdlp ya en si hacían inevitable que los jóvenes universitarios de una u otra manera se vieran influidos por la propaganda armada que realizaban éstas organizaciones en el campo y en la ciudad; sobre todo si consideramos que en ocasiones eran incluidas algunas demandas muy sentidas por los estudiantes como la planteada por el Pdlp en 1972”.
Al saberse del secuestro de Farrill Novelo se convocó a una sesión extraordinaria de Consejo Universitario que se realizó el 10 de enero de 1972, donde el consejero alumno de la Preparatoria Número 2 informó del secuestro del director y la asamblea tomó el único acuerdo de enviar un telegrama urgente al presidente de la república, donde se solicitaba su intervención para localizar a los plagiarios de Farill Novelo.
Luego el 13 de enero fue convocado de nuevo el Consejo Universitario donde “El H. Consejo Universitario decidió cumplir con la petición de los secuestradores relativa a la devolución del 50% de las cuotas de inscripción, y se ha enviado ya el cheque a la sociedad de padres de familia para su distribución entre los alumnos y pide al Gobierno Estatal intervenga ante el ejército y ordene a su fuerza de seguridad que se suspenda inmediatamente la búsqueda que se está llevando en el puerto de Acapulco, porque consideramos que esta pone en peligro la vida del Ing. Farill Novelo”, recogieron Miranda y Villarino, de lo publicado en aquellas fechas.
Finalmente ese mismo 13 de enero el Ejército y la policía rescataron a Farill, quien al regresar a su escuela personalmente comenzó a devolver la mitad de las cuotas a los alumnos. Por este secuestro fueron detenidos: Guillermo Bello López, José; Francisco Fiero Loza, Abel Rodríguez; Octaviano Santiago Dionicio, Abrahan Molina, José Albarran Pérez, Calvino y Rubén Ramírez Lozano, La Chiquitilla.
El balance que hizo el Partido de los Pobres de esa acción considera: “que de las exigencias que puso el comando que secuestró a Farill sólo no se cumplió el pago de los 3 millones”, la lectura del comunicado se hizo y la publicación también y se les devolvió el 50 por ciento de las cuotas de inscripción a los alumnos.