(Primera parte)
Víctor Cardona Galindo
A la llegada de los españoles,
una expedición encabezada por Juan Álvarez Chico exploró la Costa Grande, en el
invierno de 1521-1522, el primer jefe blanco que recorrió nuestra región
moriría en Colima enfrentando a los nativos. Después que se asentaron, los
hispanos formaron la provincia de Zacatula e integraron, para la explotación
del territorio, las llamadas encomiendas, que fueron un premio de la Corona
española a los oficiales que participaron en la conquista. Las famosas
encomiendas consistían en una extensión de tierra y la explotación de los
indígenas que vivieran en ella.
La encomienda de Juan Rodríguez
de Villafuerte tenía su cabecera en el poblado cuitlateca de Mexcaltepec; misma
que en la década 1550 pasó a manos de su hija, Aldonza, quien se casó con
Rodrigo García de Albornoz.
Juan
Rodríguez de Villafuerte fue capitán de uno de los bergantines que vinieron
con Hernán Cortés. Después
de la caída del Imperio Azteca, colocó en el Templo Mayor, la primera imagen de la
Virgen de los Remedios en lugar de un monolito a Huitzilopochtli. En 1522 capitaneó
la incursión al territorio del actual estado de Colima, pero fue derrotado por el
ejército del tlatoani Colímotl en Tecomán. A raíz de ese descalabro fue
sustituido del mando y después de la caída del imperio colimense recorrió la
provincia de Cihuatlán, donde se le encomendaron las tierras y de aquí
se fue a fundar el pueblo de Villafuerte, hoy puerto de Acapulco, después atacar a los yopes
que no pudo someter. Según los datos encontrados fue Juan Rodríguez de
Villafuerte quien descubrió el puerto de Acapulco al que llamó bahía de Santa
Lucía.
La llamada encomienda obligaba a
los indígenas a dar tributo en especie y a otorgar servicios personales.
Incluían los derechos de explotación de los recursos de la tierra, además de
los tributos que los indios daban al encomendero, quien tenía derecho de rentar
las tierras y disponer del trabajo de los naturales.
Muchos encomenderos trataron con
rigor excesivo a los nativos, lo que fue mermando la población, por eso es que
algunos grupos étnicos sólo quedan de recuerdo en los libros de historia. La
población indígena fue diezmada tanto por la brutalidad de la conquista como
por las enfermedades traídas por los europeos y nunca vistas en el Nuevo Mundo.
Hubo grandes epidemias entre 1545-1546 y 1576-1579.
En el territorio que sería el
estado de Guerrero se formaron 76 encomiendas y en lo que ahora conforma el municipio
de Atoyac hubo esa con cabecera en Mexcaltepec y se habla que en el pueblo
tepuzteco de Chiantepec hubo otra, cuya cabecera sería lo que ahora es la
comunidad de Cerro Prieto.
De acuerdo con la disposición que
la Corona emitió en 1569, las encomiendas sólo deberían existir mientras
viviera el beneficiario, sin que pudieran heredarse (como ya se venía haciendo)
al fallecer el encomendero. A partir de esa orden real, cuando el encomendero
pasaba a mejor vida las tierras pasaban a ser propiedad de la Corona de España.
A finales del siglo XVI, se decretó la
desaparición de las encomiendas, sustituyéndola por repartimiento de indios.
Después la Corona reorganizó la
asignación de la fuerza de trabajo y la encomienda fue sustituida por el
repartimiento forzoso de trabajadores, mediante el cual cada poblado debía
entregar cierta cantidad de brazos a la semana. En 1632, se suprimió este
reparto. El trabajador forzado fue sustituido por una mano de obra libremente
contratada. En esos años, en distintas regiones del país iniciaron su expansión
la hacienda y el rancho.
También los españoles para
controlar a los nativos formaron una unidad de gobierno que se llamó República
de Indios. En el territorio que ahora es Atoyac se conformó una República de
Indios cuya cabecera era Mexcaltepec. Al parecer Cacalutla también era cabecera
de otra. Estas entidades eran encabezadas por un gobernador indio y su cabildo
con representantes por cada uno de los pueblos sujetos. De esta manera los
antiguos señores mantuvieron sus títulos nobiliarios y ayudaron a los españoles
a gobernar las regiones.
“El historiador Rafael Rubí –dice
Miguel Ángel Gutiérrez- prefiere llamar para el caso de Guerrero, ‘Dominio
Español’ en lugar de época colonial, aduciendo que los españoles no tuvieron
capacidad de ‘colonizar’ el territorio del actual estado de Guerrero a causa de
los escasos hombres europeos que se instalaron en el territorio de la Nueva
España, por lo que debieron fundar Repúblicas de Indios y dejar en manos de un
cacique indígena, miembro de la antigua nobleza, su pueblo cabecera para que
gobernara y administrara el tributo que debía entregárseles a los
conquistadores”.
Los españoles, también trajeron misioneros
que vinieron a evangelizar a los indios. Tres órdenes religiosas fueron las
encargadas de cristianizar lo que ahora es nuestro país; los dominicos, los
franciscanos y los agustinos, bajo la responsabilidad de estos últimos estuvo
la misión de Guerrero, quienes tuvieron que aprender las lenguas de las etnias
que deseaban convertir, fray Juan Bautista Moya y fray Francisco de Villafuerte
debieron hablar muy bien el cuitlateco.
“El año de 1524, salieron de
España y llegaron a las Indias doce frailes de la observancia de nuestro P.S.
Francisco, tan pobres, tan caritativos y tan grandes ministros del Evangelio,
que así como eran en el oficio, así también pudieran gozar del título, y deben
gozar del premio de los Apóstoles… De allí en adelante prosiguieron con tanta
continuación, que no hubo año en que viniesen otros, todos de muchas letras, y
de grande espíritu y devoción, con que se continuaba y crecía la obra”, dejó
escrito Juan de Grijalva en la Crónica de
la orden de San Agustín.
En 1926 llega la primera misión
de los dominicos al Nuevo Mundo. Se tienen datos que en 1931, había ya un
sacerdote en la ciudad española de San Luis Acatlán, sin precisar si era
dominico o franciscano. Dos años más tarde, los primeros agustinos, Agustín de
la Coruña y Jerónimo San Esteban, llegaron a la región norte, estableciéndose
en Chilapa.
De ese trabajo de evangelización
se conservan diversas danzas que aún se bailan en el estado y en la región de
la Costa Grande. Miguel Ángel Gutiérrez en su libro La historia de Guerrero a través de su cultura asentó: “La
existencia de diversas danzas para este fin han sido un indicio de la
estrategia de los religiosos para lograr la conversión: era necesario incidir
en la conciencia de los pueblos y hacerles asimilar las ideas maniqueístas de
lo bueno y lo malo, del cielo y del infierno, de dios y satanás, de los fieles
y los infieles, de los vencidos y los vencedores. Esta es la lógica de las
danzas-teatro que enseñaron a los indígenas bajo un mismo parámetro, por
ejemplo en danzas como Los doce pares de Francia, Moros y Cristianos, las
diversas versiones de los Santiagos”.
“Esta danza e imagen del Señor
Santiago es la que más ha impactado en el imaginario de los pueblos indígenas
no sólo de México sino de otros países del continente como Perú o Cuba, donde
la segunda ciudad en importancia es precisamente Santiago”, por eso vemos que
en Atoyac en el siglo XVI la primera comunidad con nombre no indígena era
precisamente Santiago. Sobreviven ahora Santiago de la Unión, Los Llanos de
Santiago y Río Santiago donde se lleva a cabo una gran fiesta patronal todos
los años.
Dice Gutiérrez Ávila que la
representación del Señor Santiago en las danzas “hace recordar la idea que
tenían los antiguos mexicanos de considerar al caballo y el hombre como un solo
animal” y que tal vez aquí esté la causa de la duración en los siglos de esta danza-teatro.
Y cita a Santano González Villalobos quien investigó danzas como la de El
Cortés que “surge a principios de la colonización y conquista española, donde
Hernán Cortés a caballo y machete en mano golpea a los indígenas”.
El Cortés, “vestido a la usanza
española en tiempos de la Conquista, va montado en un brioso caballo, portando
en la mano derecha una espada o machete, demostrando su habilidad y destreza al
golpear a los toreadores que representan a los aztecas, estos individuos se
protegen con un gabán y un machete de madera”, dice Santano González Villalobos
en su libro Danzas y bailes tradicionales
del estado de Guerrero.
En la zona de Atoyac, se bailaba
el siglo pasado Los doce pares de Francia, despareció también la danza del Chareo
y la de los Moros de vez en cuando se monta. Sobreviven aún diversas versiones
de los Santiagos y Los Chinelos, herencia de la evangelización y la
representativa danza de El Cortés.
La población que habitaba lo que
ahora es nuestro municipio fue evangelizada por el misionero español fray Juan
Bautista Moya y Valenzuela de la orden de San Agustín; otras versiones
atribuyen la evangelización a fray Francisco de Villafuerte. Aunque la mayoría de los historiadores
coinciden que Atoyac fue evangelizado por el misionero agustino Bautista Moya,
llamado también el “Apóstol de Tierra Caliente”, a quien el imaginario
colectivo le atribuye muchos milagros. Era un santo que levitaba y era capaz de
cruzar el río Balsas montado en el lomo de un gigantesco caimán.
El 22 de mayo de 1533, llegaron a
la Nueva España los primeros siete religiosos de la orden de San Agustín.
Habían partido el 3 de marzo de Sevilla. Tardaron dos meses con 19 días en
altamar. Los primeros agustinos que llegaron fueron: Francisco de la Cruz,
Agustín de la Coruña, Jerónimo Jiménez de San Esteban, Juan de San Román, Juan
Oseguera, Alfonso de Borja y José de Ávila. De los ocho que habrían de venir
solamente se quedó fray Juan Bautista Moya que por visitar a un hermano no pudo
abordar el barco.
Luego el 27 de mayo partieron de
Veracruz a la Ciudad de México, a donde llegaron el sábado 7 de junio. Escribió
Grijalva: “fueronse derechos al convento de nuestro Padre glorioso Santo
Domingo, porque enviaron al camino a pedírselo con encarecimiento; allí
estuvieron cuarenta días”, y luego alquilaron una casa por el rumbo de Tacuba.
Los primeros agustinos llegaron, inicialmente, al marquesado del Valle de
Oaxaca cuyo titular era Hernán Cortés. En lo que ahora es el estado de Guerrero
arribaron, primero, a Chilapa y Tlapa. En menos de un año evangelizaron en su
totalidad el marquesado.
Dice Heriberto Moreno García del
Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán que “los recién
llegados optaron por la porción meridional, que corresponde al actual estado de
Guerrero, y la inabarcable región otomí del norte. Comenzaron por fundar bases,
en Chilapa y Tlapa, enlazadas luego, a lo largo del camino, por los conventos
de Ocuituco, Totolapan, Yecapixtla y Zacualpan. En un segundo momento se
moverían por la Sierra Alta hacia las huastecas veracruzana y potosina y, más
tarde, a Michoacán”. Con el tiempo la misión agustina llegaría hasta China y
Filipinas.
“Estaban dos provincias, que eran
la de Chilapa y Tlapa, todavía en la espesura de sus errores, sin que les
hubiese entrado un rayo de la luz; por ser ásperas y remotas; estas les señaló
la Audiencia Real para la espiritual conquista, el Padre venerable escogió para
esta empresa al Padre fray Jerónimo de S. Esteban, que se llamaba así, y fray
Jorge de Ávila, los cuales aceptaron con gran regocijo de su alma y se pusieron
en camino”, comenta Grijalva.
A su paso por Ocuituco los
religiosos que iban rumbo al sur, fundaron un convento. Muy
pronto quedaron catequizados, bautizados y casados los nativos del lugar,
desapareciendo por entero la idolatría y superstición de la comarca y
floreciendo la cristiandad. Por tal motivo Ocuituco es la misión más antigua de
la orden de los agustinos de América. San Esteban y Coruña llegaron a Chilapa
el 5 de octubre de 1533.
En 1535, llegó a la Nueva España
el segundo grupo de doce agustinos, poco a poco se fueron internando en el
territorio de la Nueva España evangelizando lo que ahora es Michoacán, Guerrero
y la Huasteca.
Corría 1536, cuando llegó el
tercer grupo de doce agustinos en el que venía fray Juan Bautista Moya y
Valenzuela, el “apóstol de tierra caliente”, evangelizador de esa región y de
pueblos de la Costa Grande como Petatlán y Atoyac.
En 1539, llegó a México la cuarta
barcada de agustinos que trajo a diez frailes, quienes fueron congregando a su
paso a los indios dispersos por la conquista. En esta misión llegó fray
Francisco de Villafuerte. Lo primero que hicieron los nuevos religiosos fue
aprender la lengua de los nativos, luego los catequizaron, los bautizaron y les
enseñaron las nuevas leyes que contenía el evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario