viernes, 25 de marzo de 2016

Fray Juan Bautista Moya y Valenzuela


(Segunda parte)
Víctor Cardona Galindo
Dice la tradición oral, y los mismos textos de historia, que el agustino Juan Bautista Moya y Valenzuela tras una estadía en Valladolid, salió a su misión a Guerrero y se entregó por entero a su labor en Cutzamala, Petatlán, Tlapehuala, Atoyac, Pungarabato, Coyuca de Catalán, Ajuchitlán y Zirándaro, por eso mereció el título de “Apóstol de Tierra Caliente”.
Por eso se sabe que los indios del territorio que ahora ocupa Atoyac fueron congregados en Mexcaltepec por fray Juan Bautista Moya quien iba y venía de la costa a la Tierra Caliente. Cuando él llegó por estas tierras muchos indios vivían en cuevas o andaban como gitanos con sus pobres pertenencias, cargando a sus hijos y sus mujeres de un lugar a otro huyendo del dominio español. El agustino caminó por escarpados cerros buscándolos y organizándolos para vivir en comunidad. Además de aprender el náhuatl, dominó muy bien él tarasco y el cuitlateco.
La vieja parroquia de Atoyac, vista de frente, 
actualmente únicamente le sobrevive la torre 
de la derecha, la otra fue demolida y no 
se volvió a construir. También perdió su reloj. 
Foto: cortesía de Dagoberto Ríos Armenta.

En Mexcaltepec se encontraron los vestigios, cerca del panteón, donde estuvo la primera capilla de la localidad que fue construida bajo las órdenes de fray Juan Bautista de Moya y Valenzuela “el Apóstol de Tierra Caliente” o tal vez de su alumno fray Francisco de Villafuerte, quien pasó muchos años evangelizando y construyendo la religión católica en la Costa Grande, de hecho la consolidación de la fe cristiana en la zona se le debe a Villafuerte. Por eso con toda seguridad se puede decir que fue un fraile de la orden de San Agustín el que congregó y evangelizó a los indios cuitlatecas en Mexcaltepec.
Dice Juan de Grijalva en su libro Crónica de la Orden de San Agustín que fray Francisco de Villafuerte fue “gran ministro del Evangelio entre los tarascos, donde trabajó mucho así en lo espiritual de la conversión de los indios, como en los edificios y fábricas de los conventos. Fue hombre muy penitente y de mucha oración, continuos ayunos y pesadas disciplinas. En fin fue puntualísimo en la observancia de la religión y de la vida estrecha que en aquella primitiva iglesia hacia ésta Providencia. Fue muy discípulo y procuró imitar grandemente al santo fray Juan Bautista y así siguió su pasos pasando muchos años en aquella tierras fragosas y calientes de los Apusagualcos”.
Los agustinos fundaron su convento en Tacámbaro Michoacán. Su primer prior fue fray Juan Bautista Moya, quien luego se regresó a la Tierra Caliente “porque sabía que era ésta… el lugar a donde se habían retirado para hacerse fuerte los demonios, y estos sólo con la oración y el ayuno se vencen… fue su oración, ayuno y penitencias perpetuas”, dice Felipe Castro Gutiérrez en Eremitismo y mundialidad en la América Thebaida de Fray Matías Escobar.
“Por ello comía sólo tamales cenicientos que dejaba enmohecer previamente, y un poco de maíz tostado; ayunaba casi totalmente los cuarenta días de la cuaresma; evitaba tomar agua como mortificación, llegando a no probarla durante 17 días. Se flagelaba y su vestimenta –además de estar deliberadamente llena de parásitos, que le mortificaban– era de lana burda y gruesa para sufrir más durante el calor. Finalmente, acostumbró desnudarse diariamente, para que los mosquitos y otros insectos le picaran, de modo que sus llagas eran constantes. Todo esto tenía el fin de combatir el demonio y purificarse para facilitar la comunicación del alma con Dios”.  
Fray Juan Bautista Moya eligió el poblado de Pungarabato como el lugar de su residencia, congregando al vecindario. Instaló un hospital, creó la escuela, abrió caminos, levantó la iglesia y puso una escuela de música. “En Pungarabato, donde para el culto divino, ordenó que se hiciese una iglesia muy buena, la cual hizo de cal y canto”, asentó fray Diego de Basalenque en la Historia de la provincia de San Nicolás Tolentino.  
El cronista de Ciudad Altamirano, Félix Manuel Villela Hernández, en su artículo “Por los caminos de Dios, Juan Bautista Moya”, en revista Amate, número 15 de 1998, describe al religioso: “Sus místicas sandalias de suela cruda y correa tosca se hacían trizas en la agreste y solitaria ruta que emprendió amoroso […] Su cayado de pastor hispano daba complemento a la circunspección de su figura enjuta y trashumante, tan sólo ataviada por el grueso y simple hábito de la orden”.
El padre Moya, en el año de 1555, contaba con 51 años de edad cuando llegó a Pungarabato en donde fundó su cabecera misional. Cuenta la tradición que en Coyuca (de Catalán) a un lado de la iglesia, plantó su cayado en los momentos que iba a predicar a los indígenas. Al salir de la iglesia vieron todos con asombro que el árido leño había echado retoños y crecía rápidamente de manera que en pocos días quedó convertido en un alto y frondoso árbol llamado Parota.
Se dice también que en los tiempos cuando el río Balsas estaba crecido, para auxiliar a los enfermos y moribundos, lo cruzaba parado sobre la espalda de un gran caimán. Se le atribuyen muchos milagros, dicen que hacía brotar agua de las piedras. Fray Juan Bautista Moya era “constante en la meditación, exactísimo en la obediencia, admirable en la penitencia, sublime en la humildad, ejemplar en la pobreza, puntual en la observancia, purísimo en la castidad, perfecto en la caridad, precursor veloz en la predicación y conversor de indios, solícito, inteligente y encantador”, nos dice Carlos Illades en Guerrero textos de historia.
De la gran obra de los agustinos desarrollada en Morelia se destaca la labor de fray Juan Bautista Moya, no sólo como encargado de las misiones sino por el gran apoyo que brindó a la actividad de la construcción del templo de San Agustín alrededor del año de 1552, cuando se responsabilizaba de proporcionar alojamiento y comida a los trabajadores que acudían a la empresa constructiva, incluso trabajando como peón de albañilería.
El ex convento de San Agustín no es la excepción al guardar innumerables leyendas, pero sobresale la que se refiere a fray Juan Bautista Moya, en aquel  entonces “refitolero” del convento, que era tan solícito y cuidadoso en el empeño de sus labores, que toda la comunidad le estaba verdaderamente agradecida.
Solamente una vez tuvo que reprenderlo duramente el padre prior, porque había repartido todo el pan entre una multitud de pobres hambrientos que lo esperaban en la portería. Irritado el prior por tan lamentable suceso, pues el fraile había dejado sin comer a los obreros, le echó en cara su mal proceder al preferir a los desocupados. Afligido el santo varón ruega al superior le permita ir a la despensa para ver si había sobrado algún pan para traerlo. Bien sabía él que no había quedado ni una sola pieza, pero con gran fe en Dios, va a la despensa y no tarda en volver con un gran cesto rebosante del magnífico alimento. Con gran asombro del padre prior y de los que presenciaron el suceso, el superior confesó, estupefacto, que aquel hecho insólito debía calificarse como milagroso.
En la Monografía del municipio de Cuetzala del Progreso Guerrero, Remigio Estrada Román escribió un capitulo XI titulado “Así fue la aparición del Señor del Perdón” dice: “Por ese entonces Fray Juan Bautista Moya (el apóstol de la Tierra Caliente), que dominaba las lenguas: náhuatl, Amuzga, Mixteca, Cohuixca y Matlaltzinca, había sido destacado por la superioridad agustina ya que el pertenecía a la Orden de Ermitaños de San Agustín, precisamente a la Tierra Caliente hoy estado de Guerrero. De este lugar Fray Juan Bautista se desplazaba a los pueblos vecinos para realizar sus tareas evangelizadoras por los cuatro puntos cardinales y fue así como los pueblos de: Huetamo, Carácuaro, Apatzingan, Uruapan, Cutzamala, Tlalchapa, Coyuca de Catalán, Pungarabato (hoy Ciudad Altamirano), Zacatula, Coahuayutla, Técpac y Petatlán. En uno de sus recorridos que hacía para catequizar llegó a Mexicapan, pueblo aledaño a Teloloapan, ahí se encontró con los religiosos franciscanos que trabajaban al igual que él; Fray Juan Bautista evangelizó a los naturales de ese lugar”.
Tras haber cambiado expresiones con los franciscanos se dirigió por los caminos escabrosos para llegar a Cuetzala, Oxtotitlán y Apaxtla dedicándose a la predicación a los naturales de esos pueblos.
De la misma manera como había hecho en otros pueblos en toda esa región fue dejando imágenes de Jesús Crucificado en los pueblos más grandes para evangelizarse. Tras haber permanecido en Cuetzala, fray Juan Bautista logró que los naturales aceptaran la nueva religión y consintieran ser bautizados.
Se despidió de ese lugar muy sentimental preocupado por no permanecer más tiempo con ellos y con palabras de convencimiento del ánimo para que continuaran sirviendo al señor del pensamiento, palabra y obra; abandonó esta comunidad.
“A los 8 días de su ausencia volvió cauteloso a Cuetzala; llegó hasta un hermoso ojo de agua donde brotaba un borbollón de refréscate líquido y donde se hacía una poza regular al pie de un sombroso y gigantesco árbol llamado amate que conforme los años pasaron sólo quedó un tronco, don Fray Juan Bautista llevaba en la mano una imagen de Jesús crucificado subió como pudo al árbol con la imagen cuidadosamente la puso sobre unas pajoneras de bejucos de trepadora resistentes, la imagen quedó colocada boca abajo casi sobre la poza del ojo de agua una vez hecho esto se encaminó hacia la comunidad de Apaxtla y esperó los acontecimientos”.
No tardaron en llegar, a los ocho días de su ausencia, dos naturales de Cuetzala el viejo hoy de la Reforma, sofocados por la gran caminata y angustiados por la emoción le narraron la aparición del Señor del Perdón dentro del agua. “Don Fraile se preparó y se encaminó con dos indios, durante el caminar de Apaxtla a Cuetzala, Juan Bautista les habló con más calor del crucificado y su doctrina de amor; inclusive les enseñó 2 alabanzas o cantos religiosos que más tarde ellos multiplicaron entre los demás y que en la actualidad todavía se repiten en español y en mexicano”.   
De los muchos milagros atribuidos a Moya después de muerto, uno es el nacimiento de Agustín de Iturbide ocurrido en Morelia: “En penoso trance del parto encontrábase la madre de Iturbide en peligro próximo de muerte, pues no podía dar a luz, lleváronle el hábito de Fray Juan y, tan luego como se lo puso, quedó aliviada, dando a luz a un niño que fue bautizado por un religioso agustino, imponiéndole por indicación de sus padres, el nombre de Agustín”.
Fray Juan Bautista Moya y Valenzuela, nació en Villa del Reino de España, sus padres fueron Jorge Moya y Teresa Valenzuela, falleció en la Tierra Caliente el 20 de diciembre de 1567, a la edad de 67 años.
Junto al altar de la virgen de la Consolación, en el templo de San Agustín de Morelia Michoacán, en el recinto principal, se encuentran dos urnas de madera tallada, una contiene los restos de Fray Juan Bautista Moya y la otra los del cronista de la orden de San Agustín, Fray Diego de Basalenque.
Los pueblos de la región de Tierra Caliente y Michoacán rinden homenaje de alguna manera a Fray Juan Bautista Moya, famoso evangelizador de la Tierra Caliente y de los pueblos de la Costa de Pacífico, hasta Acapulco. En el escudo de Huetamo aparece su silueta en recuerdo de que fundó esa ciudad.
En el escudo de Turicato Michoacán aparece una imagen del báculo y el sombrero pastoral del agustino fundador de ese pueblo y de cuyos prodigios fue testigo el lugar. En ciudad Altamirano y en Iguala hay calles que se llaman Fray Juan Bautista Moya. En Tlalchapa hay una iglesia, en la cabecera municipal, erigida en memoria del gran fraile.


Fray Juan Bautista Moya y Valenzuela


(Primera parte)
Víctor Cardona Galindo
A la llegada de los españoles, una expedición encabezada por Juan Álvarez Chico exploró la Costa Grande, en el invierno de 1521-1522, el primer jefe blanco que recorrió nuestra región moriría en Colima enfrentando a los nativos. Después que se asentaron, los hispanos formaron la provincia de Zacatula e integraron, para la explotación del territorio, las llamadas encomiendas, que fueron un premio de la Corona española a los oficiales que participaron en la conquista. Las famosas encomiendas consistían en una extensión de tierra y la explotación de los indígenas que vivieran en ella.
La encomienda de Juan Rodríguez de Villafuerte tenía su cabecera en el poblado cuitlateca de Mexcaltepec; misma que en la década 1550 pasó a manos de su hija, Aldonza, quien se casó con Rodrigo García de Albornoz.
Juan Rodríguez de Villafuerte fue capitán de uno de los bergantines que vinieron con Hernán Cortés. Después de la caída del Imperio Azteca, colocó en el Templo Mayor, la primera imagen de la Virgen de los Remedios en lugar de un monolito a Huitzilopochtli. En 1522 capitaneó la incursión al territorio del actual estado de Colima, pero fue derrotado por el ejército del tlatoani Colímotl en Tecomán. A raíz de ese descalabro fue sustituido del mando y después de la caída del imperio colimense recorrió la provincia de Cihuatlán, donde se le encomendaron las tierras y de aquí se fue a fundar el pueblo de Villafuerte, hoy puerto de Acapulco, después atacar a los yopes que no pudo someter. Según los datos encontrados fue Juan Rodríguez de Villafuerte quien descubrió el puerto de Acapulco al que llamó bahía de Santa Lucía.
Así era la vieja iglesia de Atoyac, fue derribada para 
construir la existe ahora, solo sobrevive la torre, los
 restos del viejo panteón que la rodeaba fueron utilizados 
para construir sus cimientos, únicamente quedó intacta
 la tumba de insurgente Luis Pinzón misma que todavía
 se encuentra a un costado de la torre. 
Foto Archivo histórico municipal de Atoyac

La llamada encomienda obligaba a los indígenas a dar tributo en especie y a otorgar servicios personales. Incluían los derechos de explotación de los recursos de la tierra, además de los tributos que los indios daban al encomendero, quien tenía derecho de rentar las tierras y disponer del trabajo de los naturales.
Muchos encomenderos trataron con rigor excesivo a los nativos, lo que fue mermando la población, por eso es que algunos grupos étnicos sólo quedan de recuerdo en los libros de historia. La población indígena fue diezmada tanto por la brutalidad de la conquista como por las enfermedades traídas por los europeos y nunca vistas en el Nuevo Mundo. Hubo grandes epidemias entre 1545-1546 y 1576-1579.
En el territorio que sería el estado de Guerrero se formaron 76 encomiendas y en lo que ahora conforma el municipio de Atoyac hubo esa con cabecera en Mexcaltepec y se habla que en el pueblo tepuzteco de Chiantepec hubo otra, cuya cabecera sería lo que ahora es la comunidad de Cerro Prieto.
De acuerdo con la disposición que la Corona emitió en 1569, las encomiendas sólo deberían existir mientras viviera el beneficiario, sin que pudieran heredarse (como ya se venía haciendo) al fallecer el encomendero. A partir de esa orden real, cuando el encomendero pasaba a mejor vida las tierras pasaban a ser propiedad de la Corona de España.  A finales del siglo XVI, se decretó la desaparición de las encomiendas, sustituyéndola por repartimiento de indios.
Después la Corona reorganizó la asignación de la fuerza de trabajo y la encomienda fue sustituida por el repartimiento forzoso de trabajadores, mediante el cual cada poblado debía entregar cierta cantidad de brazos a la semana. En 1632, se suprimió este reparto. El trabajador forzado fue sustituido por una mano de obra libremente contratada. En esos años, en distintas regiones del país iniciaron su expansión la hacienda y el rancho.
También los españoles para controlar a los nativos formaron una unidad de gobierno que se llamó República de Indios. En el territorio que ahora es Atoyac se conformó una República de Indios cuya cabecera era Mexcaltepec. Al parecer Cacalutla también era cabecera de otra. Estas entidades eran encabezadas por un gobernador indio y su cabildo con representantes por cada uno de los pueblos sujetos. De esta manera los antiguos señores mantuvieron sus títulos nobiliarios y ayudaron a los españoles a gobernar las regiones.
“El historiador Rafael Rubí –dice Miguel Ángel Gutiérrez- prefiere llamar para el caso de Guerrero, ‘Dominio Español’ en lugar de época colonial, aduciendo que los españoles no tuvieron capacidad de ‘colonizar’ el territorio del actual estado de Guerrero a causa de los escasos hombres europeos que se instalaron en el territorio de la Nueva España, por lo que debieron fundar Repúblicas de Indios y dejar en manos de un cacique indígena, miembro de la antigua nobleza, su pueblo cabecera para que gobernara y administrara el tributo que debía entregárseles a los conquistadores”.
Los españoles, también trajeron misioneros que vinieron a evangelizar a los indios. Tres órdenes religiosas fueron las encargadas de cristianizar lo que ahora es nuestro país; los dominicos, los franciscanos y los agustinos, bajo la responsabilidad de estos últimos estuvo la misión de Guerrero, quienes tuvieron que aprender las lenguas de las etnias que deseaban convertir, fray Juan Bautista Moya y fray Francisco de Villafuerte debieron hablar muy bien el cuitlateco.
“El año de 1524, salieron de España y llegaron a las Indias doce frailes de la observancia de nuestro P.S. Francisco, tan pobres, tan caritativos y tan grandes ministros del Evangelio, que así como eran en el oficio, así también pudieran gozar del título, y deben gozar del premio de los Apóstoles… De allí en adelante prosiguieron con tanta continuación, que no hubo año en que viniesen otros, todos de muchas letras, y de grande espíritu y devoción, con que se continuaba y crecía la obra”, dejó escrito Juan de Grijalva en la Crónica de la orden de San Agustín.  
En 1926 llega la primera misión de los dominicos al Nuevo Mundo. Se tienen datos que en 1931, había ya un sacerdote en la ciudad española de San Luis Acatlán, sin precisar si era dominico o franciscano. Dos años más tarde, los primeros agustinos, Agustín de la Coruña y Jerónimo San Esteban, llegaron a la región norte, estableciéndose en Chilapa.
De ese trabajo de evangelización se conservan diversas danzas que aún se bailan en el estado y en la región de la Costa Grande. Miguel Ángel Gutiérrez en su libro La historia de Guerrero a través de su cultura asentó: “La existencia de diversas danzas para este fin han sido un indicio de la estrategia de los religiosos para lograr la conversión: era necesario incidir en la conciencia de los pueblos y hacerles asimilar las ideas maniqueístas de lo bueno y lo malo, del cielo y del infierno, de dios y satanás, de los fieles y los infieles, de los vencidos y los vencedores. Esta es la lógica de las danzas-teatro que enseñaron a los indígenas bajo un mismo parámetro, por ejemplo en danzas como Los doce pares de Francia, Moros y Cristianos, las diversas versiones de los Santiagos”.
“Esta danza e imagen del Señor Santiago es la que más ha impactado en el imaginario de los pueblos indígenas no sólo de México sino de otros países del continente como Perú o Cuba, donde la segunda ciudad en importancia es precisamente Santiago”, por eso vemos que en Atoyac en el siglo XVI la primera comunidad con nombre no indígena era precisamente Santiago. Sobreviven ahora Santiago de la Unión, Los Llanos de Santiago y Río Santiago donde se lleva a cabo una gran fiesta patronal todos los años.
Dice Gutiérrez Ávila que la representación del Señor Santiago en las danzas “hace recordar la idea que tenían los antiguos mexicanos de considerar al caballo y el hombre como un solo animal” y que tal vez aquí esté la causa de la duración en los siglos de esta danza-teatro. Y cita a Santano González Villalobos quien investigó danzas como la de El Cortés que “surge a principios de la colonización y conquista española, donde Hernán Cortés a caballo y machete en mano golpea a los indígenas”.
El Cortés, “vestido a la usanza española en tiempos de la Conquista, va montado en un brioso caballo, portando en la mano derecha una espada o machete, demostrando su habilidad y destreza al golpear a los toreadores que representan a los aztecas, estos individuos se protegen con un gabán y un machete de madera”, dice Santano González Villalobos en su libro Danzas y bailes tradicionales del estado de Guerrero.
En la zona de Atoyac, se bailaba el siglo pasado Los doce pares de Francia, despareció también la danza del Chareo y la de los Moros de vez en cuando se monta. Sobreviven aún diversas versiones de los Santiagos y Los Chinelos, herencia de la evangelización y la representativa danza de El Cortés.
La población que habitaba lo que ahora es nuestro municipio fue evangelizada por el misionero español fray Juan Bautista Moya y Valenzuela de la orden de San Agustín; otras versiones atribuyen la evangelización a fray Francisco de Villafuerte. Aunque la mayoría de los historiadores coinciden que Atoyac fue evangelizado por el misionero agustino Bautista Moya, llamado también el “Apóstol de Tierra Caliente”, a quien el imaginario colectivo le atribuye muchos milagros. Era un santo que levitaba y era capaz de cruzar el río Balsas montado en el lomo de un gigantesco caimán.
El 22 de mayo de 1533, llegaron a la Nueva España los primeros siete religiosos de la orden de San Agustín. Habían partido el 3 de marzo de Sevilla. Tardaron dos meses con 19 días en altamar. Los primeros agustinos que llegaron fueron: Francisco de la Cruz, Agustín de la Coruña, Jerónimo Jiménez de San Esteban, Juan de San Román, Juan Oseguera, Alfonso de Borja y José de Ávila. De los ocho que habrían de venir solamente se quedó fray Juan Bautista Moya que por visitar a un hermano no pudo abordar el barco.
Luego el 27 de mayo partieron de Veracruz a la Ciudad de México, a donde llegaron el sábado 7 de junio. Escribió Grijalva: “fueronse derechos al convento de nuestro Padre glorioso Santo Domingo, porque enviaron al camino a pedírselo con encarecimiento; allí estuvieron cuarenta días”, y luego alquilaron una casa por el rumbo de Tacuba. Los primeros agustinos llegaron, inicialmente, al marquesado del Valle de Oaxaca cuyo titular era Hernán Cortés. En lo que ahora es el estado de Guerrero arribaron, primero, a Chilapa y Tlapa. En menos de un año evangelizaron en su totalidad el marquesado.
Dice Heriberto Moreno García del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán que “los recién llegados optaron por la porción meridional, que corresponde al actual estado de Guerrero, y la inabarcable región otomí del norte. Comenzaron por fundar bases, en Chilapa y Tlapa, enlazadas luego, a lo largo del camino, por los conventos de Ocuituco, Totolapan, Yecapixtla y Zacualpan. En un segundo momento se moverían por la Sierra Alta hacia las huastecas veracruzana y potosina y, más tarde, a Michoacán”. Con el tiempo la misión agustina llegaría hasta China y Filipinas.
“Estaban dos provincias, que eran la de Chilapa y Tlapa, todavía en la espesura de sus errores, sin que les hubiese entrado un rayo de la luz; por ser ásperas y remotas; estas les señaló la Audiencia Real para la espiritual conquista, el Padre venerable escogió para esta empresa al Padre fray Jerónimo de S. Esteban, que se llamaba así, y fray Jorge de Ávila, los cuales aceptaron con gran regocijo de su alma y se pusieron en camino”, comenta Grijalva.
A su paso por Ocuituco los religiosos que iban rumbo al sur, fundaron un convento. Muy pronto quedaron catequizados, bautizados y casados los nativos del lugar, desapareciendo por entero la idolatría y superstición de la comarca y floreciendo la cristiandad. Por tal motivo Ocuituco es la misión más antigua de la orden de los agustinos de América. San Esteban y Coruña llegaron a Chilapa el 5 de octubre de 1533.
En 1535, llegó a la Nueva España el segundo grupo de doce agustinos, poco a poco se fueron internando en el territorio de la Nueva España evangelizando lo que ahora es Michoacán, Guerrero y la Huasteca.
Corría 1536, cuando llegó el tercer grupo de doce agustinos en el que venía fray Juan Bautista Moya y Valenzuela, el “apóstol de tierra caliente”, evangelizador de esa región y de pueblos de la Costa Grande como Petatlán y Atoyac.
En 1539, llegó a México la cuarta barcada de agustinos que trajo a diez frailes, quienes fueron congregando a su paso a los indios dispersos por la conquista. En esta misión llegó fray Francisco de Villafuerte. Lo primero que hicieron los nuevos religiosos fue aprender la lengua de los nativos, luego los catequizaron, los bautizaron y les enseñaron las nuevas leyes que contenía el evangelio.


La Feria del café


Resumen
Víctor Cardona Galindo

Esta festividad es polémica, porque nunca llena las expectativas de muchos. Pero esta  feria es un lugar de recreo, de baile, un lugar donde saludar a los amigos y pasar unos días con la familia.
Y haciendo historia, la primera Feria del Café se celebró en 1960 en San Vicente de Jesús durante el gobierno de Raúl Caballero Aburto y del presidente municipal Raúl Galeana Núñez, es el antecedente de esta que realizamos ahora.  Aunque en Semana Santa siempre hubo diversión, los volantines de Atracciones Rosales fueron clásicos en el pasado.
En 1991 cuando se cumplieron 31 años de la primera Feria del Café realizada en San Vicente de Jesús, surgió la idea del gobernador del estado José Francisco Ruiz Massieu, y la delegación de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) presidida en ese entonces por el médico Miguel Ángel Ponce Jacinto, asumió la responsabilidad  de organizar lo que fue la primera Feria Regional del Café “Atoyac, 91”, evento que se celebró en el mes de diciembre de ese año y fue inaugurada por el propio Ruiz Massieu y el presidente municipal Evodio Argüello de León. Se presentaron diversas opciones de diversión como el palenque, los juegos mecánicos, exposición comercial, teatro del pueblo. Y el espectáculo principal fueron los "Voladores de Papantla" que por vez primera vinieron a nuestra ciudad.
La Feria. Lienzo de Rafael Martínez Ibarra

En 1992, la nueva administración de la Canaco presidida por Donaciano Luna Ríos, acordó cambiar la feria de fecha y celebrarla en la Semana Santa, buscando mayor éxito para el evento. Y fue así como se celebró la segunda Feria Regional del Café "Atoyac, 93" aún bajo la administración municipal de Evodio Argüello de León. 
Después, siendo presidente de la cámara de comercio Lucio Galeana Flores, se dio a la tarea de organizar la tercera feria, que se financió con recursos generados de la venta de stands comerciales y patrocinadores, la cual se celebró en el mes de marzo de 1994 y fue inaugurada por la presidenta municipal María de la Luz Núñez Ramos y Gabino Fernández Serna, quien acudió en representación del gobernador del estado Rubén Figueroa Alcocer.
La Cuarta Feria Regional del Café "Atoyac 95", que se celebró del 7 al 16 de abril, fue organizada por primera vez por el Ayuntamiento encabezado por María de la Luz Núñez Ramos.
En el periodo del alcalde Javier Galeana Cadena. La feria salió del centro de la ciudad y se realizó por primera vez en los terrenos del predio El Rondonal donde ahora se encuentra la colonia María Isabel Gómez Romero, donde se realizó muchos años.
Esta festividad ha cambiado de nombre varias veces. Durante el mandato de María de la Luz se llamó “Feria del Café”; cuando fue presidente Javier Galeana se llamó “Feria del Café y del Comercio”; con Acacio Castro Serrano volvió a ser “La Feria del Café”; con Germán Adame fue la “Feria de Atoyac”; el licenciado Pedro Brito la llamó “Expo Café” y al llegar Armando Bello se celebró la “Expo Atoyac”. Con Ediberto Tabares Cisneros volvió “La Feria del Café” y hoy le llamamos Expo Feria del Café.                     
A ser invadido por familias precaristas el predio de El Rondonal, ésta festividad de Semana Santa se comenzó a organizar en el terreno de la familia Bello junto al río y la Feria del Café 2013 se llevó a cabo, en el lugar conocido como El Rancho de los Coyotes, en este predio ubicado a un costado del boulevard Juan Álvarez, donde estamos ahora.
Muchos dicen que la feria de no debería llamarse del café, porque los cafetales están en peligro de extinción por el bajo precio y por la presencia de la plaga de la roya. Pero creo que con más razón debe hacerse énfasis en el nombre, porque para nuestro municipio es muy importante ese producto, porque debido a eso nuestra sierra de Atoyac es la más arbolada del estado de Guerrero, gracias a que bajo su sombra se cultiva el cafeto, que es una planta muy noble que puede coexistir entre otras plantaciones y el bosque.
La vegetación nativa que se mantiene en las regiones cafetaleras del estado es aporte importante al medio ambiente, en la cosecha de agua, porque son ambientes no alterados, donde aún convive la flora y la fauna. No existe otro cultivo que armonice con el entorno natural de las regiones productoras, toda vez que su cosecha se da bajo la sombra de árboles, los cuales contribuyen a brindar el oxígeno necesario para la subsistencia humana. 
Como dije en las zonas cafetaleras existe una mayor presencia de la fauna nativa, lo que propicia la conservación de los bosques y los cultivos alternos. Pero para los que dicen que el café es dañino para la salud, le digo que hace poco mediante un estudio realizado por investigadores de la UNAM se comprobó que el café no perjudica la salud de los consumidores y son los desórdenes alimenticios, los que afectan la vida de las personas que acostumbran acompañar una taza de café con un cigarro u otros alimentos irritantes; “el café es una bebida que hasta el momento no se ha comprobado clínicamente que origine algún daño irreversible en la salud”.
Por todo lo anterior  “el cafetal es un espacio de vida, que provee sabor y placer”. El café, al ser un cultivo armonioso a la naturaleza, resulta fundamental en los tiempos actuales, para contrarrestar los efectos del cambio climático que afecta el medio ambiente, que ya impacta de manera negativa en la vida diaria de las personas. 


La Feria y Café[1]

Esta festividad es polémica, porque nunca llena las expectativas de muchos y tal vez otros nos conformamos con poco. Porque para mí la feria siempre ha sido un lugar de recreo, de baile y un lugar donde saludar a los amigos. Un lugar donde comer unos buenos elotes y degustar unos buenos tacos,  como los de Lute, con Los López, donde Chucho Juárez o unas costillitas a la barbiquiu en el expendio de La Huerta. O comer a las cinco de la mañana unos chilaquiles afuera del estacionamiento. La feria es desvelo, es diversión y una ceremonia a la gula.
Los que más jala son los espectáculos públicos que se desarrollan en el teatro del pueblo, que siempre está lleno, hay familias que sólo asisten a eso; es quizá, la única oportunidad que tienen cada año de ver espectáculos en vivo; por eso desde muy temprano apartan su lugar, el elenco va desde la presentación de cómicos hasta cantantes de renombre. Ahora estuvo Tico Mendoza y la espectacular presentación del grupo Liberación que nos dejó con la boca abierta durante su show.
Los elotes no faltan en cada esquina. Los pabelloneros usando el calor y el aire hacen la golosina que es muy popular entre los niños, y los globeros le dan colorido al lugar. En la feria durante el Jueves Santo vale un comino la vigilia;  todos comen carne, carnitas hay por todos lados. Tacos de carne con tabla y tierrita. A veces las astillas quedan entre los dientes, pero aun así le entramos. Algunos le llaman “la feria del taco” donde la gula es el principal pecado. En el 2010 por internet circuló un ingenioso cartel donde en lugar de granos de café tenía tacos. Ni la nube de polvo inhibe a los comensales. Las pizzas están por todos lados y tienen mucha demanda. En esta feria los diabéticos no tienen cabida porque el dulce abunda. Hay golosinas en todos los rumbos.
En la muestra artesanal todos los años se hacen presentes los hermanos: Enrique y Salvador Hernández Meza quienes presentan su material tallado de madera y con semillas de diferentes árboles de la región. Los vendedores de miel y de café, como la familia Arguello Fabián donde paso por mi cafecito todos los días. Gracias a ese cafecito que se cultiva en La Siberia he podido aguantar bailando hasta las cuatro de la mañana, como ese día que vinieron los Yonics.
Muchos reniegan del café, dicen que la feria de no debería llamarse del café, porque los cafetales peligran por el bajo precio y por la presencia de la plaga de la roya. Pero creo que con más razón debe hacerse énfasis en el nombre, porque para nuestro municipio es muy importante ese producto, porque debido a eso nuestra sierra de Atoyac es la más arbolada del estado de Guerrero, gracias a que bajo su sombra se cultiva el cafeto, que es una planta muy noble que puede coexistir entre otras plantaciones y el bosque.
La vegetación nativa que se mantiene en las regiones cafetaleras del estado es aporte importante al medio ambiente, en la cosecha de agua, porque son ambientes no alterados, donde aún convive la flora y la fauna. No existe otro cultivo que armonice con el entorno natural de las regiones productoras, toda vez que su cosecha se da bajo la sombra de árboles, los cuales contribuyen a brindar el oxígeno necesario para la subsistencia humana.
Como dije en las zonas cafetaleras existe una mayor presencia de la fauna nativa, lo que propicia la conservación de los bosques y los cultivos alternos. Pero para los que dicen que el café es dañino para la salud, le digo que hace poco mediante un estudio realizado por investigadores de la UNAM se comprobó que el café no perjudica la salud de los consumidores y son los desórdenes alimenticios, los que afectan la vida de las personas que acostumbran acompañar una taza de café con un cigarro u otros alimentos irritantes; “el café es una bebida que hasta el momento no se ha comprobado clínicamente que origine algún daño irreversible en la salud”.
Por todo lo anterior  “el cafetal es un espacio de vida, que provee sabor y placer”. El café, al ser un cultivo armonioso a la naturaleza, resulta fundamental en los tiempos actuales, para contrarrestar los efectos del cambio climático que afecta el medio ambiente, que ya impacta de manera negativa en la vida diaria de las personas.

La Feria del Café[2]

La primera Feria del Café se celebró en 1960 en San Vicente de Jesús durante el gobierno de Raúl Caballero Aburto y del presidente municipal Raúl Galeana Núñez, es el antecedente de la que se realiza ahora.
Aunque en Semana Santa siempre hubo diversión, de acuerdo con nuestro cronista Wilfrido Fierro Armenta: “fue en la feria de Semana Santa de 1910 cuando el italiano Ángel Mazzine trajo el primer cinematógrafo a esta población. Las primeras funciones fueron en la barda conocida como “La Zacatera” en la calle Aldama. Y es que en los primeros años del siglo pasado en la feria había únicamente juegos de azar, bailes de tarima, peleas de gallo y carreras de caballos, pero la diversión se fue diversificando cuando llegó el cine. Los juegos mecánicos comenzaron a llegar a nuestra ciudad al terminar la década de los veinte y principios de los treinta. Vinieron por una brecha de la playa que conectaba con Acapulco. Los carros que los traían venían llenos de ramas que arrancaron al pasar por los caminos plenos de vegetación.
Ya para 1940 cuando empezaba la feria de Semana Santa los pueblos de la sierra quedaban vacíos, todos bajaban para surtirse de abarrotes, comestibles y herramientas para el cultivo. En los años cincuenta se notaba la prosperidad, había algunos “sierreños” que encendían su cigarro con un billete. Recordando esas épocas Antonio Solís Martínez escribió que “las sillas voladoras en su rotación casi rozaban la casa de Manuel Radilla Mauleón”. Un día se desprendió una silla voladora y una mujer fue a caer arriba de las tejas de una casa, al parecer se trató de Petra Cabañas.
“Todos nos queríamos subir a los volantines, como se les llamaba a los juegos... El merolico pregonando que si le dabas un peso no te quedabas pobre, pero tampoco él se hacía rico”, es parte de lo que Juan Martínez Alvarado recuerda de las ferias a fines de los cincuentas y “la llegada de Don Matías con su lotería de estampas típicas mexicanas con premios para cuadro chicho, cuadro grande, líneas como salgan o carta llena; para llevarse un juego de loza, una cubeta del número veinte o sea una tina… la tradicional Ola Marina y el Carrusel de Caballitos; la gigantesca Rueda de la Fortuna, la espectacular Silla Voladora”.
Eran los tiempos en que se pagaba a cuarenta y cinco pesos el quintal de café capulín.
Las ferias de los sesentas y setentas son recordadas por Felipe Fierro Santiago quien escribió en su libro Tierra Mojada: “El disfrutar de los juegos mecánicos, el de pasear y distraerse durante la Semana Santa en Atoyac, resultaba gratis o fácil para las familias de la parte alta de la sierra; antes del disfrute, la familia en casa tenía que programarse económicamente tres meses con anticipación. Como en este periodo se cosecha café, los integrantes de la familia se van a la ‘repepena’ o a recoger café, que consiste en volver a repasar las huertas, planta por planta, recogiendo de ellas o del suelo el café que se escapó de las manos de los peones… Al llegar el día, camionetas enteras de familias llegaban a la cabecera municipal. Los juegos mecánicos instalados en el zócalo municipal, los gritos del señor de la lotería, la mujer que se convirtió en serpiente por ser grosera con sus padres; los caballitos, el transa de la bolita, la rueda de la fortuna, además de la promoción de las ya tan conocidas marcas de cervezas, dejaban con la boca abierta a los paisanos y con los ojos con el signo de pesos a los promotores de la feria. Claro, la verdadera Feria del Café se hacía en aquellos tiempos”.
La gente antes no decía como ahora “vamos a la feria”, decía “vamos a los caballitos” en referencia al carrusel, porque ese era el juego preferido de los niños, mismo que igual que la rueda de la fortuna son emblemas de las ferias. Siempre eran las “Atracciones Rosales” los que amenizaban la Semana Santa, quienes todos años donaban talegas de dinero para construir la iglesia.
Ahora La Feria del Café es tradicional en la región, se organizan palenques de gallos, jaripeos, teatro del pueblo, exposición artesanal y comercial.
Durante dos años en el periodo de Armando Bello se organizó una Expo Ganadera. El más concurrido es el teatro del pueblo donde actúan artistas de renombre para todo el público. Pero lo que más emociona es la elección de la reina de las fiestas, la gente se vuelca para apoyar a su favorita.
Eduardo Valderrama compuso esa canción titulada “Vamos ya” que dice: “La región cafetalera /se engalana, sí señor /Atoyac está de fiesta /Ya la expo comenzó… La belleza atoyaquense /es el rostro del café /todo el mundo ríe y baila /y lo que cante usted… Vamos ya… Aquí hay muchas atracciones /diversión a la niñez /también muestras comerciales /sin faltar la del café.”
Recordemos como comenzó la tradición. En 1991 cuando se cumplieron 31 años de la primera Feria del Café realizada en San Vicente de Jesús, surgió la idea del gobernador del estado José Francisco Ruiz Massieu, y la delegación de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) presidida en ese entonces por el médico Miguel Ángel Ponce Jacinto, asumió la responsabilidad  de organizar lo que fue la primera Feria Regional del Café “Atoyac, 91”, evento que se celebró en el mes de diciembre de ese año y fue inaugurada por el propio Ruiz Massieu y el presidente municipal Evodio Argüello de León. Se presentaron diversas opciones de diversión como el palenque, los juegos mecánicos, exposición comercial, teatro del pueblo. Y el espectáculo principal fueron los "Voladores de Papantla" que por vez primera vinieron a nuestra ciudad.
En 1992, la nueva administración de la Canaco presidida por Donaciano Luna Ríos, acordó cambiar la feria de fecha y celebrarla en la Semana Santa, buscando mayor éxito para el evento. Y fue así como se celebró la segunda Feria Regional del Café "Atoyac, 93" aún bajo la administración municipal de Evodio Argüello de León. 
Después, siendo presidente de la cámara de comercio Lucio Galeana Flores, se dio a la tarea de organizar la tercera feria, que se financió con recursos generados de la venta de stands comerciales y patrocinadores, la cual se celebró en el mes de marzo de 1994 y fue inaugurada por la presidenta municipal María de la Luz Núñez Ramos y Gabino Fernández Serna, quien acudió en representación del gobernador del estado Rubén Figueroa Alcocer.
La Cuarta Feria Regional del Café "Atoyac 95", que se celebró del 7 al 16 de abril, fue organizada por primera vez por el Ayuntamiento encabezado por María de la Luz Núñez Ramos.
Rafael Arzeta Cervantes en un texto llamado “Ecos de la Feria del Café Atoyac” publicado en la Revista La Costa (mayo de 1995) escribió: “con su agradable calor costeño y su maravillosa amistad, celebró las festividades de Semana Santa con la realización de la IV Feria Regional del Café ‘Atoyac 95’…Todo se iluminó de alegría y entusiasmo, con los objetivos logrados, al traerle al pueblo atoyaquense momentos de esparcimientos y de cultura con la variedad de espectáculos presentados en cada una de las áreas”.
El acto de la inauguración de la feria estuvo a cargo de Patricio Medina Andrade, secretario de Desarrollo Económico del Estado, quien acudió en representación del gobernador del estado, Rubén Figueroa Alcocer. Las festividades estuvieron enriquecidas de los ingredientes que toda feria debe contar como: juegos mecánicos, eventos culturales, artísticos, jaripeo, palenque, muestra comercial, industrial, artesanal y el teatro del pueblo que exhibió espectáculos de primera calidad; cerrando con broche de oro un grupo representativo de La Guelaguetza del estado de Oaxaca el 16 de abril por la noche. Ese día la plaza principal de Atoyac lució abarrotada.
Una de las más memorables fue la encabezada por Lucio Galeana Flores, como Oficial Mayor del Ayuntamiento, en el periodo del alcalde Javier Galeana Cadena. La feria salió del centro de la ciudad y se realizó por primera vez en los terrenos del predio El Rondonal donde ahora se encuentra la colonia María Isabel Gómez Romero. Esta vez Lucio Galeana dio muestras de su buen gusto, demostró su capacidad de organización, le dio colorido a los eventos y mejoró la escenografía del teatro del pueblo.
La feria del 2002 fue inaugurada con la presencia del guitarrista Chamín Correa. Aquí el primer edil Acacio Castro Serrano dijo que la expo estaba dedicada al autoconsumo. Invitó a los productores a no abandonar sus parcelas, porque preservar el café es preservar la flora y fauna, porque su producción se realiza bajo sombra. Doña Guillermina Galeana y Francisco del Valle Fajardo fueron del patronato dejando un buen sabor de boca.
El 12 de abril del 2003, fue inaugurada la feria del Café por el alcalde Germán Adame en compañía del senador Héctor Astudillo Flores, quien apadrinó la primera corrida de toros y Héctor Manuel Popoca Boone asistió en representación del gobernador. En la clausura estuvo presente en el jaripeo el diputado federal Celestino Bailón Guerrero y el senador Héctor Vicario Castrejón. Germán Adame en su discurso mencionó que su gobierno tenía el objetivo de hacer de Atoyac un polo de actividad económica con la instalación de nuevas empresas y consolidar la cultura exportadora.
En el acto oficial de clausura de la feria 2003 se entregaron premios a los escritores Julio César Ocaña Martínez, Felipe Fierro Santiago, Graciano Galena Mateos y Juan Martínez Alvarado, quienes fueron ganadores del primer concurso de cuento, organizado por René García Galeana.
Esta festividad ha cambiado de nombre varias veces. Durante el mandato de María de la Luz se llamó “Feria del Café”; cuando fue presidente Javier Galeana se llamó “Feria del Café y del Comercio”; con Acacio Castro Serrano volvió a ser “La Feria del Café”; con Germán Adame fue la “Feria de Atoyac”; el licenciado Pedro Brito la llamó “Expo Café” y al llegar Armando Bello se celebró la “Expo Atoyac”. Con Ediberto Tabares Cisneros volvió “La Feria del Café”. “Ahí se exhibe el ganado /y también la apicultura /claro sin dejar de lado /el acervo y la cultura”, es una copla del trovador Jorge Lara Gómez.                    
La Expo Café 2006 que fue inaugurada el 9 de abril, aunque la programación inició desde  el siete por la mañana- En la” Cueva del Club de Leones” fue elegida y coronada “La Reina de la Juventud Acumulada”  y resultó ganadora la señora María de Jesús Pino Pino de 67 años de edad. En este evento se reunieron los clubes de la tercera edad del municipio, convocados por el patronato. Por la tarde se llevó a cabo la elección y coronación del “Monstruo del Café” que no es más que El Rey Feo, título que ganó Marco Antonio Castro Escarramán. Estos dos títulos se eligieron por primera vez en la feria.
Un multicolor desfile de carros alegóricos, de escuelas y empresas del municipio, acompañaron a las participantes a rostro del café. Recorrieron las principales calles con la tradicional música de chile frito, con caballos bailadores y motociclistas del  puerto de Acapulco, que impactaron al público con sus acrobacias. La estrella del teatro del pueblo fue Reyli originario del estado de Chiapas, quien se dijo asiduo consumidor de café, el cual le ha servido de inspiración en algunas de sus creaciones en los momentos de tardes y lluvias inolvidables con buenos romances: “el olor a café es una bendición y de los mejores recuerdos de mi infancia, porque en mi casa se toma buen café”.
El alcalde Pedro Brito García clausuró la madrugada del lunes 17 de abril del 2006, las actividades de la Expo Café 2006, celebradas durante 8 días en la ciudad de Atoyac. En donde hubo exposición artesanal, venta de diferentes marcas de café, miel, licores de café y mango. Según el reporte de los organizadores, cada noche arribaron seis mil asistentes a las instalaciones de la Expo Café ubicada en El Rondonal.
El alcalde se congratuló de que durante 8 días se reportó saldo blanco y felicitó a los atoyaquenses por mostrar su hospitalidad a los visitantes y a los artistas que animaron el teatro del pueblo como “Reyli”, Lorena Herrera, el comediante Teo Gonzáles y el cierre con broche de oro con la cantante y actriz Maribel Guardia. La artista deleitó a más de 8 mil asistentes que desde muy temprano abarrotaron la explanada del teatro del pueblo, rompiendo record de asistencia.
A ser invadido por familias precaristas el predio de El Rondonal, ésta festividad de Semana Santa se comenzó a organizar en el terreno de la familia Bello junto al río y la Feria del Café 2013 se llevó a cabo, del 24 al 31 de marzo, en el lugar conocido como El Rancho de los Coyotes, en un predio ubicado a un costado del boulevard Juan Álvarez.





[1] Texto publicado el 2015 en el periódico El Despertar de la Costa.
[2] Texto publicado en el libro Vientos de la Costa hacia la sierra. Crónicas de mi ciudad, 2015.