Víctor
Cardona Galindo
Retomando
el hilo de nuestra cronología sobre el caso Aguas Blancas, las indagaciones de
la Suprema Corte de Justicia Nación (SCJN) concluyeron el primero de abril de
1996, veinticinco días de investigación que comenzaron el 6 de marzo, en ese
tiempo, los ministros hicieron la reconstrucción de los hechos en el vado de
Aguas Blancas, entrevistaron a testigos y al mismo Rubén Figueroa Alcocer,
recibieron las pruebas aportadas por el PRD e incorporaron el testimonio de la
alcaldesa de Atoyac, María de la Luz Núñez Ramos, que fue fundamental en la
investigación.
Los
magistrados recopilaron toda la información que se ventiló en los medios de
comunicación, incluyendo las fotos de El
Sol de Acapulco, donde se muestra que se plantaron las armas en las manos
de los campesinos masacrados. El resultado de su investigación fue el
expediente 3/96 integrado por 156 fojas.
Mientras
el proceso a los 43 servidores públicos implicados por el caso Aguas Blancas
continuaba. El 12 de abril, cuando se presentaron para ampliar sus declaración
al Jugado penal de Acapulco, Rosendo Armijo de los Santos, culpó al mayor Manuel
Moreno González quien estuvo al frente de la operación aquel 28 de junio. Elías
Reachi Sandoval dijo que “‘alguien sembró las armas’, porque cuando nosotros
llegamos ya estaban en manos de los campesinos”.
Días
después, el 19 de abril, el perito en balística, Alfonso Alonso Piedra dijo que
12 de las armas encontradas, habían sido accionadas. Algo que se contradijo con
la investigación de la fiscalía que concluyó que cuatro de las 12 armas que
presuntamente se recogieron en el lugar “no funcionaban adecuadamente”. Declaró
que no recogió, de esas armas, ni un casquillo de bala a pesar de que
rastrearon el lugar. La también perito Rafaela Cruz Suástegui señaló
“levantamos los cadáveres los cuales tenían armas”. Se notó que los declarantes
estaban aleccionados para coincidir en las versiones y así evadir su
responsabilidad. Todos negaron haber ocultado información y haber manipulado la
escena del crimen.
El 22
de abril se supo que las versiones del video filmado en Aguas Blancas y dadas a
conocer por el gobierno del estado y por Televisa omitieron escenas del multihomicidio,
porque el original tiene una duración de 20 a 25 minutos, eso declaró a los
medios de comunicación el agente de gobernación Gustavo Martínez Galeana quien entregó
el video con todo y cámara a su jefe Esteban Mendoza Ramos.
Aunque
el contenido del informe de la Suprema Corte de la Nación se filtró días antes,
fue el martes 24 de abril cuando se dio a conocer públicamente. Aquí los
ministros plantearon: “No hay justificación legal para la existencia de retenes
que impidan el libre tránsito en caminos en donde transita lícitamente la
población en transporte público. No había ordenes de aprehensión para detener a
alguna o algunas personas de entre los manifestantes, aun cuando el gobernador
afirmara en medio televisivo lo contrario. No hay justificación para hacer
descender el pasaje de un camión y registrarlo. No es entendible el gran
despliegue de elementos armados en los caminos del estado bajo el pretexto de
‘dialogar’ con algunas personas descontentas, y no contra el gobierno del
estado, sino en contra de un Ayuntamiento. No se entiende la razón para escoger
elementos policiales sensibilizados por anteriores ataques de apenas unos días
–lo cual los descalificaba-, y que debe entenderse se encontraban llenos de
rencor”, recogió Maribel Gutiérrez en su libro Violencia en Guerrero.
Otra
irregularidad que se encontró durante este suceso fue la autoridad que el
Congreso Local delegó en el fiscal especial, constituyéndolo “como un verdadero
procurador, distinto del Constitucional, autónomo del Constitucional, y diversificado
del Constitucional... Creando así, un órgano ambiguo y difuso que alejó la averiguación
y los correspondientes procesamientos de su cauce constitucional, y de este
modo imperó el capricho y la improvisación”, dice el informe.
En
informe de la SCJN se sumó a la prueba irrefutable del video, donde se comprobó
que los campesinos acribillados no portaban armas y de que muchos de ellos ni
siquiera iban al mitin ni mantenían relación con la Organización Campesina de
la Sierra del Sur, “y con la manipulación de las pesquisas del caso Aguas
Blancas, denunciada tanto por la sociedad civil como por los grupos
internacionales, así como por los grupos políticos; fue lo que condujo
decisivamente a la caída de un gobernador que volvió a reiniciar el círculo
trágico que históricamente ha predominado en el escenario político guerrerense”,
dice Gabriel Alfonso Castillo Leyva y coautores, en la tesis Inestabilidad Política en el estado de
Guerrero. El Caso “Aguas Blancas” y su contexto, en referencia a que en
nuestro estado la mayoría de los gobernadores no terminan su mandato.
Veinte
años después de la matanza el ejecutivo federal no ha atendido la recomendación
del expediente 3/93 elaborado por los ministros de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación (SCJN), Juventino Castro y Castro y Humberto Román Palacios,
quienes atribuyeron “la mayor responsabilidad” de esos hechos al entonces
gobernador Rubén Figueroa Alcocer.
En la resolución que emitieron el 12 de abril de 1996 y que fue entregada por la Corte al presidente Zedillo, establecen que la mayor responsabilidad recae en el entonces gobernador Rubén Figueroa Alcocer por el “imprudente” manejo de una cuestión sumamente delicada, al poner en manos “inadecuadas” conflictos tan destacados, y porque, después de los hechos, actuó como “grupúsculo detentador del poder al que había que conservar, aun cuando ello implicara ocultar la verdad y proteger a los responsables de los hechos”.
Los ministros sostienen la tesis de que hubo un provocador infiltrado que “al bajar del segundo camión disparó para excitar la reacción de los policías, y que después fue protegido por algunos de éstos para su ocultamiento y evitar ser lesionado o detenido”.
Como dije antes la investigación alterna de la SCJN se realizó cuando ya estaban sujetas a proceso penal 43 personas como probables responsables de los delitos de homicidio, lesiones, abuso de autoridad, ejercicio indebido y abandono de la función pública ante el Juzgado Tercero de Primera Instancia del Distrito Judicial de Tabares, y luego de que –se argumenta en el expediente- “subsiste en la comunidad nacional un sentimiento de preocupación por el cabal esclarecimiento de los hechos y la determinación de sus consecuencias conforme a la Ley”.
A los ministros llamó la atención que Rosendo Armijo de los Santos encargado de supervisar el operativo, persona de la total confianza del gobernador, simplemente no se presentó en el lugar y después argumentó que esta comisión se debió a que el día de los hechos su esposa estaba gravemente enferma de cáncer y le era absolutamente necesario atenderla.
En la resolución que emitieron el 12 de abril de 1996 y que fue entregada por la Corte al presidente Zedillo, establecen que la mayor responsabilidad recae en el entonces gobernador Rubén Figueroa Alcocer por el “imprudente” manejo de una cuestión sumamente delicada, al poner en manos “inadecuadas” conflictos tan destacados, y porque, después de los hechos, actuó como “grupúsculo detentador del poder al que había que conservar, aun cuando ello implicara ocultar la verdad y proteger a los responsables de los hechos”.
Los ministros sostienen la tesis de que hubo un provocador infiltrado que “al bajar del segundo camión disparó para excitar la reacción de los policías, y que después fue protegido por algunos de éstos para su ocultamiento y evitar ser lesionado o detenido”.
Como dije antes la investigación alterna de la SCJN se realizó cuando ya estaban sujetas a proceso penal 43 personas como probables responsables de los delitos de homicidio, lesiones, abuso de autoridad, ejercicio indebido y abandono de la función pública ante el Juzgado Tercero de Primera Instancia del Distrito Judicial de Tabares, y luego de que –se argumenta en el expediente- “subsiste en la comunidad nacional un sentimiento de preocupación por el cabal esclarecimiento de los hechos y la determinación de sus consecuencias conforme a la Ley”.
A los ministros llamó la atención que Rosendo Armijo de los Santos encargado de supervisar el operativo, persona de la total confianza del gobernador, simplemente no se presentó en el lugar y después argumentó que esta comisión se debió a que el día de los hechos su esposa estaba gravemente enferma de cáncer y le era absolutamente necesario atenderla.
Al
hablar del momento de la masacre, dicen que: “El fuego es tan devastador que
produce un número desorbitado de muertos y heridos y una cosa es bien clara y
queda de manifiesto: sólo dos policías son heridos de menor gravedad por armas
cortantes, mientras que todos los muertos y heridos eran pasajeros y fueron
tocados por armas de fuego”.
Según
los ministros, todas las personas que entrevistaron coincidieron en señalar que
los policías actuaron “compulsivamente, fría y prepotentemente por irritación,
sin responder a esquemas medianamente lógicos, puesto que no consta que
respondieran a un ataque con armas de fuego contra ellos”.
Los
ministros ponen especial atención en tres detalles que pudieron marcar el
inicio de la matanza, un disparo inaudible en la grabación, desde la parte
posterior de la camioneta azul, hecho por una persona desconocida que no puede
identificarse si era civil o policía, otro disparo o explosión no bien
identificado que produce “abundante humo blanco”, que tampoco se aprecia quién
lo hace; y de acuerdo con la versión oficial, dos machetazos que provocaron
heridas leves en dos policías por los supuestos miembros de la OCSS.
Pero
insisten en su tesis del “infiltrado provocador”, y el texto dice: “Los
policías del llamado retén esperaban la señal de la explosión, pues
prácticamente todos empezaron a disparar al unísono”. Aseguran que en las
entrevistas con los distintos actores, muchos de éstos les mencionaron que en
el segundo camión estaba “infiltrado un provocador” que al bajar del mismo disparó
para incitar la reacción de los policías, y que después fue protegido por los
mismos agentes para su ocultamiento y evitar que fuera lesionado o detenido.
En el
expediente 3/96 elaborado por los ministros, señalan que después de la matanza,
el gobernador mandó al secretario de Gobierno, Rubén Robles Catalán, y al
director de Comunicación Social, Carlos Carrillo Santillán, “no a investigar y
a exigir responsabilidades, sino aparentemente a ocultarlos y a crear confusión
informativa”.
Y en
ese sentido mencionan que “hubo manejo especial de los hechos por las altas autoridades
del estado para disculpar a éste de los sangrientos acontecimientos, cuando
hubiese sido más sencillo reconocer los excesos de sus enviados y de los
policías que los acompañaron en una misión pacífica de convencimiento, mostrar
íntegramente la videograbación y evitar todo ocultamiento y engaño, y no optar
como lo hizo, tratar de protegerlos como si existiera un compromiso
delincuencial”.
Castro
y Castro y Román Palacios concluyen, también, que “hubo negligencia,
irresponsabilidad y falta de respeto a la dignidad humana por parte del
gobernador del estado, de funcionarios menores y de policías incompetentes”.
Sostienen
que “en esta tesitura, la mayor responsabilidad para el gobernador del estado
se finca en el imprudente manejo de una cuestión sumamente delicada, dentro de
una serie de anteriores precedentes preocupantes y la de poner en manos
inadecuadas conflictos tan destacados; no atendió el conflicto por conducto del
secretario general de Gobierno o el procurador, suponiendo que por sus
ocupaciones él no pudiese desplazarse personalmente, sino que lo ordenó a un
inferior, quien a su vez lo ordenó a un comandante de la Policía Motorizada”.
En otra de sus conclusiones establecen que “en el Vado de Aguas Blancas se cometió una grave violación del derecho a la vida de 17 campesinos y se causaron heridas a 25 más y aun así no hay evidencia de que el gobierno del estado hubiera actuado como era su responsabilidad; como mandatario de los habitantes de la entidad, más bien actuó como grupúsculo detentador del poder que había que conservar aun cuando ello implicara ocultar la verdad y proteger a los responsables de los hechos”.
En otra de sus conclusiones establecen que “en el Vado de Aguas Blancas se cometió una grave violación del derecho a la vida de 17 campesinos y se causaron heridas a 25 más y aun así no hay evidencia de que el gobierno del estado hubiera actuado como era su responsabilidad; como mandatario de los habitantes de la entidad, más bien actuó como grupúsculo detentador del poder que había que conservar aun cuando ello implicara ocultar la verdad y proteger a los responsables de los hechos”.
“Por
tal motivo, es evidente la responsabilidad de los entonces gobernador,
procurador General de Justicia, y secretario general de Gobierno. Además de los
restantes funcionarios consignados, porque actuaron como cultivadores del
engaño; la maquinación y la ocultación, con la consecuente violación grave de
las garantías antes citadas”.
Refieren
que es allí donde aparece como sumamente preocupante para la sociedad mexicana
“la persistencia en incurrir en una política falta de ética, de ocultamiento,
de engaño y de desprecio a la propia sociedad por parte de quienes son elegidos
o designados precisamente para defenderla y servirla”.
Han
pasado 20 años después de la matanza de los campesinos de la OCSS, el entonces
gobernador Rubén Figueroa Alcocer, el secretario de Gobierno Rubén Robles
Catalán, ejecutado el 6 de julio de 2005 afuera del hotel Mirador en Acapulco,
y el procurador Antonio Alcocer Salazar, no fueron procesados, a pesar de que
los resultados de la investigación de los magistrados les implicaron
responsabilidades, el informe fue entregado al presidente Ernesto Zedillo y en
el Congreso de la Unión se dieron acaloradas discusiones, por la propuesta de
los partidos de oposición de realizar un juicio político a Figueroa.
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