Víctor
Cardona Galindo
El silencio del viento, es el tercer libro de Felipe Fierro Santiago. En
1998 publicó Tierra Mojada, y el haber
vivido de cerca la represión de los campesinos de la sierra en la década de los
setentas lo llevó a escribir en el 2006 sobre la guerrilla del Partido de los Pobres
(PDLP) y de su fundador Lucio Cabañas, cristalizándose el proyecto en el libro:
El último disparo.
Versiones de la guerrilla de los 70´s.
Felipe Fierro es maestro en educación y tiene
también una maestría en matemáticas. Es profesor de escuelas secundarias,
periodista, catedrático de la Universidad Autónoma de Guerrero. Ha dirigido
durante varios años el periódico Atl y participó
en el encuentro Poetas
y Narradores en la Selva Cafetalera del cual se
editó una memoria. Los trabajos de Felipe Fierro reflejan el amor por su
tierra, pues los personajes de sus crónicas, cuentos y leyendas son extraídos
de la vida cotidiana, de la sierra y de los pueblos de Atoyac.
Nació en 1962 en la parte alta de la sierra
cafetalera, en la comunidad de Plan del Carrizo su padre es Tomás Fierro Zarco
y su madre Severina Santiago Serrano. Estudió en la Escuela Primaria Rural
Federal “Benito Juárez García” de la comunidad de Agua Fría y los estudios de
la secundaria los realizó en la Escuela Técnica Agropecuaria 174, de Río Santiago,
de donde egresó en 1978 cuando estaba por terminar ese periodo doloroso al que
se llamó “Guerra Sucia”.
Felipe es un hombre como pocos, maestro de
secundaria, de preparatoria, periodista, escritor y músico. Es un hombre que se
educó bajo la disciplina del campo, donde no se vale amanecer dormido. Los campesinos amanecen afilando
el machete, Felipe amanece pegado a su escritorio escribiendo, haciendo los
cuadros de su escuela o preparando clases.
Esta disciplina le ha permitido publicar sus
artículos en diversas revistas, editar desde ya hace 15 años el periódico ATL periodismo en transición, asistir a
foros donde ha presentado ponencias y darnos tres libros en donde se plasman
los temas recurrentes de nuestra tierra Atoyac, como el café, la guerrilla y la
guerra sucia. Así como sus leyendas y la vida campirana.
Felipe Fierro, forma parte de una generación de
escritores atoyaquenses, a quienes la Guerra Sucia, los marcó profundamente.
Como es el caso de Jesús Bartolo Bello que escribió el poemario No es el viento el que disfrazado viene y
de Enrique Galeana Laurel que en Tempestades
recoge varias crónicas sobre la guerrilla de Lucio Cabañas y la violencia que
el gobierno ejerció sobre el pueblo de Atoyac. También Judith Solís Téllez
mediante sus ensayos ha ido rescatando los “ecos de la guerra sucia en la
literatura guerrerense”.
Felipe Fierro, Jesús Bartolo y Judith Solís son lo
mejor que en letras ha dado Atoyac, porque muchos de sus escritos han
trascendido el ámbito local y su trabajo tiende a ser más universal, han dejado
de ser los escritores improvisados y le han dedicado tiempo a su formación,
para darnos piezas de calidad.
En el libro El
silencio del viento el personaje principal es la exuberancia de la sierra.
Esa orografía que sube y que baja pero más sube que baja. Esa tierra que ha
sido fertilizada por la sangre de sus hijos, muertos en combate o llevados por
la fuerza de sus casas para nunca más volver.
El libro de Felipe refleja las estampas de nuestra
tierra, de la sierra de Atoyac, desde el maestro que llegó a la sierra
desafiando las inclemencias del tiempo, que luchó no solo contra la ignorancia
del pueblo, sino también en contra de las enfermedades, que durmió en el suelo
y comió pobremente como comen todos los campesinos. En este libro se hace
presente el cacique pueblerino que le entró a todo, no sólo a las filas del
partido oficial, sino además a la siembra de amapola y que expulsaba a los
maestros de los pueblos, porque nos les convenía que los niños se educaran.
Las leyendas que se cuentan en los pueblos, que
muchas veces tienen a sus moradores, encerrados en sus domicilios a temprana
hora. El Silencio del viento es un
libro que retrata al pueblo de Atoyac, pero que puede ser cualquier pueblo que
tenga, calles que se llamen, Miguel Hidalgo y Guadalupe Victoria, en donde se
siembre café y se sienta su aroma. Donde haya hombres indómitos dispuestos a
escribir su propia historia.
Los que somos de Atoyac nos sentiremos
identificados con este libro, porque los cuentos y crónicas que aquí encontramos,
son parte de nuestra cultura. Este libro de Felipe Fierro es para disfrutarlo
sentado en el quicio de la puerta, tomando una taza de café, o bien para leerlo
en la hamaca, antes de ir a dormir.
El libro de Felipe Fierro desmiente aquellos que
dicen que la cultura de Atoyac languidece. Obras como estas fortalecen nuestra
cultura, la hacen más sólida y podemos decir que en Atoyac hay escritores
sólidos, con oficio y que amenazan con ser los mejores escritores de Guerrero,
y quizá, algún día, de México.
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