Víctor Cardona
Galindo
Linderos es una apasionante novela escrita
por Victoria Enríquez y publicada por la editorial Garrobo en el año 2001. Aquí
la revolución se vive dentro de una casa de una familia aristocrática de
Chilpancingo. Los balazos suenan por doquier y mientras las mujeres rezan el
indio Cayetano cura a Tofi, con hierbas. Después: “El tiempo se detuvo, no
había viento, ni pájaros, ni ruidos, no se escuchaba ni el fragor de la guerra
nadie hablaba y nadie se movía”.
En
esta novela están presentes los Temblores, no únicamente los sociales,
balaceras, fantasmas, y aparecidos, La Llorona, el Charro Negro. Las
Sihuatatoyotas que salían de los troncos de los árboles para peinar sus largas
cabelleras y así atrapar a los incautos.
Dice
Alejandra Cárdenas: “En Linderos son especialmente interesantes los personajes
femeninos. Mujeres solas, sin pareja, que rezan el Ángelus a las seis de la
tarde y para quienes el viento del sur derrama noches temblorosas sobre sus
camas solitarias”.
Por
su parte Aida Amar comenta: “La novela hace actuar esta cultura de familias
porfirianas y la hace actuar bajo las sombras de las montañas de Guerrero,
alrededor de tlacololeros, pozole y tías sabias que flotan en el aire, frente a
unos niños boquiabiertos –unos amados niños- que tuvieron la ocurrencia de
nacer en un espacio que comenzaba a morir”.
“La
historia está relatada a través de la mirada contemplativa de unos niños.
Sueños recuerdos voces, ecos de imágenes y asombros sensoriales en que la
familia Valbuena permanece y dura”, dice José Gómez Sandoval.
Después
de leer la novela, rescato algunas imágenes, “Morir es irse, es la gente
hablando en secreto, caminando de puntitas, el olor de la velas y las flores,
las flores que se cortan, se marchitan. Despedirse para no volver”. Después del
temblor de 1907 “una nube de polvo se quedó por varios días detenida sobre
Chilpancingo.
Zapata
que estaba abriendo el camino para una sociedad nueva basada en la igualdad,
atacó a las tropas de Cartón, por eso “el 25 de marzo amaneció en silencio,
electrizado y oprimido por el ronco ulular de los cuernos”. El relato de la
toma de Chilpancingo por los zapatistas transcurre dentro de una casa con
jardín, me imagino una casa de adobe con cocina interior, donde cabían galerones
y diversos cuartos, con una fuente o noria al centro, con naranjos y toronjos a
los lados. Y en un rincón un horno para el pan.
“En
esas madrugadas de estar como esperando no se sabía bien que, nos daban te de
toronjil y los señores se echaban un traguito de mezcal con ‘prodigiosa’ para
que no se les derramara la bilis y nosotros, los niños, nos poníamos hacer
palomitas de papel de esas que si les jalas la cola mueven las alas”.
“Si
me acuerdo es del miedo, del miedo de las mujeres rezando, del olor a pólvora y
del silencio. Muchos días cominos tortilla con chile porque no se podía prender
el fogón” y el pan duro remojado con café.
Es
un relato triste, donde la incertidumbre siempre está presente, de sueños donde
se escucha “el rítmico e hipnótico sonar de la flauta y el tambor tlacololero
bajando por San Mateo. La muerte siempre presente: “Con el tiempo el cuerpo se
vuelve demasiado pesado para el alma”.
En
fin. Linderos es una novela apasionante, indispensable para vivir el
Chilpancingo de la segunda década del siglo XX. Su magia, sus olores, sus
sabores y sonidos.
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