lunes, 22 de diciembre de 2014

Levantamientos recurrentes en la región de Atoyac (Segunda parte)

Víctor Cardona Galindo

Tenía siete años que el levantamiento del general Jiménez había terminado, cuando se vino la llamada Guerra de los Pinzones en 1884. Muchos atoyaquense abrazaron esa causa, donde uno de los valerosos capitales fue, el bisabuelo de Lucio Cabañas, Doroteo Cabañas Calderón.
El Fénix número 49 que se publicó el 16 de diciembre de 1876 dice que la señora Josefa Amaro Galeana peleaba la posesión del predio Las Huertecillas que le fue despojado por el finado coronel Eugenio Pinzón y se condenó a los descendientes del despojante al pago de costas, daños y perjuicios con previa justificación de la parte actora. El fallo a favor de Amaro se dio el día 28 de octubre de 1876, firmado por Martín Solís juez de primera instancia del distrito de Galeana. A partir de ahí los Pinzones acudieron a los buenos oficios de sus amigos en el gobierno, pero  no encontraron apoyo porque la contraparte pertenecía a la también poderosa familia Galeana.
Se dice que las injusticias del gobierno que presidía Manuel González, el acoso del gobernador del estado Diego Álvarez y el pleito de tierras en el predio Huertecillas, dio origen al movimiento armado del año 1884, promovido por los hermanos Pinzón, que llevó como jefe a Dámaso Reyes, El general Zoyate. Estas fuerzas sublevadas fueron atacadas por primera vez en la cuadrilla de El Humo municipio de Atoyac. Después de este combate los pinzones tuvieron que resistir la embestida de la fuerzas federales de los batallones de Infantería 4º, 8º y 24º que comandaban Pioquinto Huato, Gregorio Ney y Esteban Morales respetivamente y que estaban bajo las órdenes del coronel Canuto Neri.
Francisco Galeana Nogueda trató de manera muy amplia la historia de Atoyac en su libro Conflicto sentimental. Memorias de un bachiller en humanidades publicado en 1992.

“La población de Atoyac tuvo que soportar una de la situaciones más difíciles de sus tragedias; sus casas fueron objeto de incendios y de igual suerte corrieron las cuadrilla de El Salto, Mexcaltepec y Cerro Prieto. Sin embargo ante todas esta vicisitudes, las valientes fuerzas de los pinzones soportaron el embate de sus perseguidores, diseminándose en lugares estratégicos en toda la comarca, integradas por Doroteo Cabañas(bisabuelo de Lucio), Julián Nava, Isidro Reyes, Herculano Nava, Cristino Galeana, Doroteo Gervasio, Gregorio Mesino, Andrés Gervasio y Quirino Martínez, todos ellos siguieron imponiendo su entereza y su valor, hasta que fueron invitados a indultarse por el coronel Canuto Neri, quien les ofreció darles garantías y respetar sus vidas, y al mismo tiempo girando órdenes de extenderles salvoconductos a los principales Jefes de la Revolución de Corral Falso, pues interesaba a su gobierno que no se alterara el orden en otros pueblos para que no hubiera mayores repercusiones de la misma índole en el país”, registró el cronista de Atoyac Wilfrido Fierro Armenta.
Una vez indultadas estas fuerzas, el coronel Neri, recibió instrucciones de que los principales jefes rebeldes fueran hechos prisioneros y fusilados. Los detenidos custodiados por un batallón fueron llevados al paraje de Los Tres Brazos, donde fueron ejecutados. En el campo quedaron tirados los cadáveres de: Desiderio, Carlos y Rafael Pinzón. Con ellos murieron también J. Isabel Evangelista, Herculano Salinas y Abraham Radilla. “Este fue el pago que el gobierno dio por sus servicios prestados por mucho tiempo en defensa de la patria en vez del perdón por el error cometido”, concluye Wilfrido.
Esta rebelión cambió la composición de las comunidades, porque muchas de las tropas sublevadas ya no bajaron de la sierra, allá se quedaron a vivir. Los Cabañas, por ejemplo, permanecieron en El Camarón y bajaron hasta el movimiento revolucionario de 1911, cuando Pablo, Pedro y Tiburcio Cabañas participaron en la toma de la ciudad de Atoyac.
El testimonio de Pablo Cabañas Barrientos dice: “Doroteo Cabañas que vivía en Corral Falso se sumó a la lucha y  después de la muerte de los Pinzón, no pudo regresar a su pueblo y se quedó a vivir en El Camarón donde su familia creció. Allá nacieron Pablo, Pedro, Tiburcio, Juana y Ramona. Pero un día siendo don Doroteo ya un viejo unos gavilleros raptaron a Juana. Don Doroteo la quiso defender y lo asesinaron”. El viejito veterano de la lucha de los pinzones quedó tirado en el camino que lleva al cerro de la Bandera.
Después el ya general Canuto A. Neri se levantó en armas en 1893 y en Atoyac encontró decididos partidarios. En 1901 participaron los atoyaquenses apoyando a Rafael Castillo Calderón. El Plan del Zapote fue redactado en Mochitlán pero se dio a conocer en Atoyac donde encontró un importante apoyo.
A los 10 años, los maderistas encabezados por el profesor Silvestre Mariscal González tomaron la ciudad de Atoyac, el 26 de abril de 1911. Después se dieron los pleitos internos, entre maderistas, en los que perdieron la vida el coronel Perfecto Juárez y Reyes y el capitán Florentino López. La muerte de estos dos importantes maderistas, le costó la cárcel y más tarde la vida a Silvestre Mariscal.
En los años 1912 y 1913 esta región fue escenario de la revuelta de Julián Radilla, que exigía la liberación de Mariscal. El gobierno maderista envío al 30 batallón a combatir a los radillistas y se dio aquel histórico combate en la cabecera municipal que duró 7 días. En 1916 Pablo Cabañas Macedo (abuelo de Lucio) enarboló la bandera zapatista en la Costa Grande y en 1918 se sumó al El Cirgüelo, para combatir a los Figueroa y su ejército de verdes integrado por indios Yaquis. Esa vez mariscalistas y zapatistas exigían la libertad del gobernador Silvestre Mariscal.
El 7 de julio de 1919, Arnulfo Radilla se fugó de la prisión de Chilpancingo acompañado de algunos zapatistas, en esta acción murió el mochitleco Cenobio Mendoza quien también intentaba fugarse. Arnulfo Radilla atravesó la sierra y llegó caminando a la ciudad de Atoyac con las ropas raídas, luego se refugió en el cerro de la Cal, donde la leyenda dice que está enterrado el tesoro de la Aduana.
Por eso para 1919, Arnulfo Radilla seguía alzado en la sierra. Patricio Pino escribió en su diario que la noche del viernes 14 de noviembre de 1919, la guarnición militar se sublevó y se unió a los rebeldes que bajaron de la sierra encabezados por Alberto de la Cruz y Arnulfo Radilla. Después de esto el subteniente Genchi y dos soldados que apoyaron a Radilla fueron fusilados. Pino nos muestra en sus escritos como la población estaba sometida a los designios de los militares que vejaban, sometían a los comerciantes a préstamos forzosos y el que no accedía a dar el dinero exigido era conducido como animal a la cárcel pública, como sucedió con Rosendo Galeana Lluch. Mientras los propietarios de las fincas de café casi no subían a la sierra por temor a los rebeldes.
Los zapatistas siguieron en la sierra y en una de las intrigas que se dieron entre los bandos, Pablo Cabañas dio muerte a Arnulfo Radilla por el rumbo de Loma Larga el 12 de enero de 1920. Un año después se amnistió y se sumó a la gente de Álvaro Obregón.
Los combates siguieron en 1923 cuando muchos aguerridos atoyaquenses enarbolaron la bandera del agrarismo junto a Alberto Téllez, Silvestre Castro, El Cirgüelo y Valente de la Cruz. De Atoyac salió una comisión, encabezada por Feliciano Radilla, para rescatar a Juan R. Escudero, pero por la intervención de la madre, Irene Reguera, no pudieron protegerlo en la sierra y más tarde fue asesinado por las guardias blancas de Rosalío Radilla. Es así como las luchas obreristas de los Escudero se pelearon con las armas en la Costa Grande principalmente en Atoyac. 
Los atoyaquenses secundaron a Amadeo Vidales con su Plan del Veladero en 1926, movimiento armado que duró hasta 1929. El cuartel general de Amadeo Vidales estuvo un tiempo en Los Valles y luego en El Fortín, del cerro plateado, municipio de Atoyac. Dice José Carmen Tapia Gómez que “la vida de los campesinos de La Costa Grande guerrerense está profundamente ligada al cerro Plateado, que fue ocupado por Morelos y Galeana en tiempos de la lucha por la independencia y en donde, más tarde, se llegó a decir que Zapata y Villa organizarían un congreso”.
Históricamente el Ejército ha cometido atrocidades contra la población civil, sobre todo en la persecución contra Vidales, quemando pueblos y cortándoles las trenzas a las mujeres que encontraba en la zona del café. Como testigo de esa barbarie que se vivió está el nombre de la población de El Quemado misma que muchas veces fue reducida a cenizas.
Los vidalistas vengaron los agravios, “de emboscada en emboscada fueron acabando al 67 Batallón de Infantería, hasta que una mañana los exterminaron en la barranca de El Morenal, paraje que hoy se localiza en el ejido de Los Valles”, recuerda Simón Hipólito Castro.
En la cañada del Morenal, un paraje de la sierra muy cercano a Los Valles, las tropas del Plan del Veladero encabezadas por el general Amadeo Vidales casi acabaron con un batallón de federales. Aquella batalla sangrienta del 28 de octubre de 1926 dejó muchos soldados muertos. Las aguas del arroyo del Morenal bajaban rojas porque en su cauce quedaron muchos heridos que se desangraban, algunos soldados se acercaron a tomar agua y ahí murieron. Con el paso del tiempo y como testigo de aquella fecha quedó un conjunto de cruces esparcidas por el lugar.
“Aquí siempre se ha mantenido la inquietud levantisca”, recordó don Inés Galeana Dionisio quien nos dijo que 300 hombres se habían enlistado en 1939 en espera de las órdenes de Juan Andrew Almazán para tomar las armas. Ezequiel Padilla encontró mucho apoyo acá en 1946 y Enrique Guzmán en 1952, luego el gazquizmo en 1960.
Aquí los bandos revolucionarios atoyaquenses limaron sus asperezas con las balas y se fueron matando entre ellos hasta consolidarse los grupos que controlaron el municipio en forma de cacicazgos.  En la sierra, Pedro Cabañas Macedo y Toribio Gómez Pino; en el bajo, Crispín Ocampo Bello, quienes encabezaron una época de terror hasta pacificar el municipio. Estos grupos caciquiles que se fortalecieron con el alemanismo, entraron en crisis en 1960, con el surgimiento del movimiento cívico anticaballerista que llevó su cauce hasta la masacre del 18 de mayo de 1967 que marcó el inicio de la guerrilla del Partido de los Pobres comandada por Lucio Cabañas.
También la guerrilla de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) de Genaro Vázquez Rojas se desarrolló en nuestra sierra. Esa organización se fundó en El Triángulo un lugar que se encuentra en los límites con Coyuca de Benítez a un kilómetro de El Posquelite.
Genaro estaba preso en el penal de Iguala donde intentaron asesinarlo. Por ello, el 22 de abril de 1968, el primer comando armado de la Asociación Cívica Guerrerense, lo liberó de la cárcel. Este comando estuvo integrado por siete miembros y Roque Salgado Ochoa fue su comandante, lo conformaban: José Bracho Campos, Filiberto Solís Morales y los atoyaquenses Ceferino Contreras Ventura, Pedro y Donato Contreras Javier y Abelardo Velázquez Cabañas. De esos siete murieron dos, Filiberto y Roque. Salieron heridos Ceferino Contreras y José Bracho.
“Este grupo que llamábamos Comando Armado Vicente Guerrero fue preparado para rescatar a sangre y fuego a Genaro de las garras del estado. Genaro, planeó la estratagema siguiente; fingir un dolor de muela, para que lo trasladaran a una clínica dental que se encontraba a unos 200 metros de la cárcel. El primer intento no dio resultado porque muchos niños que salían de la escuela Herlinda García, estuvieron en peligro de perder sus vidas”, escribió Antonio Sotelo.
La segunda vez. “Cuando la policía conducía al compañero Genaro, el comandante Roque Salgado le marcó el alto y le ordenó que dejaron en libertad al reo, pero la policía en forma imprudente, empezó a disparar contra los cívicos; el comando armado contestó el fuego y se trabó un tiroteo”, dice Sotelo.
De acuerdo a Orlando Ortiz, cosas estuvieron así: “A las diez y media de la mañana Vázquez Rojas salió de la prisión custodiado por el sargento de la policía urbana Librado Mendoza Espino y el policía José Rodríguez Flores, así como el agente de la judicial Maclovio Salgado Ocampo”, quienes fueron encargados de llevarlo al centro de salud. El enfrentamiento con la policía duró como siete minutos.




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