Víctor Cardona
Galindo
Vistiendo la yegua
para la danza de El Cortés en San Juan
de las Flores, sierra de Atoyac de Álvarez.
Foto Víctor Cardona
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Según las Relaciones Geográficas del siglo XVI, los cuitlatecos de Atoyac no
pagaban tributos en especie a los aztecas. Su contribución era el valor, ellos
servían de soldados en la guerra que sostenían con los purépechas de Michoacán
y con los yopes de la región de Acapulco. Los costeños han sido aguerridos desde
tiempos inmemorables; por eso en el primer recorrido que realizó el cura
Morelos por la Costa Grande, en aquel tiempo provincia de Zacatula, se encontró
un suelo fértil para la causa.
Nos dice la
historia, que después de entrevistarse con Hidalgo en Charo, Morelos se dirigió
a Carácuaro acompañado de un solo criado, con una escopeta de dos tiros y un
par de trabucos. En Carácuaro se le unieron 20 hombres, con ellos se internó en
lo que ahora es el estado de Guerrero. En Coahuayutla se le unió Rafael
Valdovinos con algunos hombres armados. En Zacatula se les incorporó Marcos
Martínez con cincuenta soldados. Al pasar por Petatlán se le unieron cerca de
doscientos hombres, procedentes de las comarcas vecinas encabezados por Juan
Bautista Cortés.
Entre Tecpan
y El Zanjón se le unieron más de setecientos hombres, en su mayor parte sin
armas. Al pasar por lo que ahora es el municipio de Atoyac, se le sumaron Cesáreo Ramos, Luis Pinzón y
Julián Ávila. Juan Álvarez cabalgó para alcanzarlo en Coyuca y en Pie de la
Cuesta se le adhirieron un grupo numeroso de los naturales de Atoyac.
Justino Castro Mariscal en su libro Galeana
en la Epopeya de la Independencia Nacional, cuenta que “el 9 de noviembre
Morelos emprendió su avance de El Zanjón a Pie de la Cuesta y al Veladero,
tomando el camino de la playa con el grueso de su columna y por el camino
boscoso, ordenó que marcharan los hombres de Atoyac, distinguidos por la
característica de que por no saber pronunciar bien el español les llamaban los
‘naturales’. Al segundo día de la partida, Morelos y sus principales jefes
acamparon en un pequeño poblado cerca de Coyuca de Benítez, lugar convenido
para reunirse con los naturales. Después de mucha espera, el cura llegó a dudar
de la sinceridad de los atoyaquenses y queriendo investigar las causas que
hubieran tenido para regresarse los que tan decididamente se habían presentado en
El Zanjón a luchar por la libertad, y tomando por donde debía de encontrarlos,
recorrió como legua y media y en los instantes de penetrar a un palmar de
coquito de
aceite pudo escuchar que dentro de ese bosque salía una multitud de voces (…) Eran
los naturales que por todo almuerzo comían los sabrosos frutos que a la sazón se
encontraban tirados bajo las sombras de corpulentas palmeras. Ante aquella alharaca
de revolucionarios noveles, el cura Morelos quiso darles una lección por el
descuido en que se encontraban y, al efecto, ordenó que se les marcara el
‘quien vive’, y como en su vida jamás habían oído gritos guerreros ni tampoco
sabían cómo contestarlos, resultó que cuando escucharon la palabra amenazante
de hacerles fuego, respondieron con la exclamaciones de: ¡Santo Dios! Al
escuchar estas ingenuas palabras, Morelos se adelantó y llegando hasta ellos
les trató con amabilidad y cariño, diciéndoles: ‘No hijos, cuando oigan estos
gritos, contestarán: ¡La América! o ¡La Virgen de Guadalupe!’.
Después del incidente, muy contentos, los
naturales prosiguieron el camino en compañía de cura Morelos, para acampar en
Coyuca de Benítez, Bajos del Ejido, El Ejido Viejo y Pie de la Cuesta. Al
llegar al puerto de Acapulco su contingente ya rebasaba los mil hombres. Aunque
mal armados iban todos dispuestos a dar la vida por lograr la independencia.
Una vez
consumada la independencia, la zona no quedó en paz, dice Francisco Gómezjara, en Bonapartismo y lucha campesina en la Costa
Grande de Guerrero, citando a Orozco y Berra: “La de Atoyac… esta
población se componía, en su tercera parte, de familias descendientes de gente
blanca; pero en el año del 30 [1830] se sublevaron una noche los indígenas
contra los de razón, matando a balazos a algunos hombres y mujeres, de cuyas
resultas huyeron los que quedaron para otros puntos abandonando sus casas;
causa porque en el día son todos naturales”.
También en
Tecpan ocurrió algo similar cinco años después. “A ejemplo de los indígenas de
Atoyac y adunado con ellos, se sublevó en septiembre de 1835, contra los de
razón y asesinaron a las once del día 15 de dicho mes al primer alcalde, al
subprefecto y al administrador de alcabalas; y podían haber sacrificado a más
víctimas si no se hubieran fugado precipitadamente”.
Los atoyaquenses siguieron primero a
Morelos, luego a Guerrero en la lucha por la independencia. A Juan Álvarez
luchando por el federalismo en contra del centralismo y en contra de las
dictaduras defendiendo a la república. En la invasión norteamericana
participaron con la División del Sur en la lucha para expulsar al extranjero
que ofendía con su presencia a la patria, en 1847. Los ancestros atoyaquenses
estuvieron en Molino del Rey esperando la orden de atacar, sin embargo las
órdenes no llegaron porque Antonio López de Santa Anna abandonó su posición en
el combate.
Fueron participantes decididos en la
guerra del Plan de Ayutla en 1854, como lo dice don Luis Hernández Lluch
cronista del municipio de San Jerónimo de Juárez: “Los atoyaquenses marcharon unidos a
través del tiempo; al frente del país estaba el nefasto dictador que nos
gobernó once veces, dicho dictador fue Antonio López de Santa Ana y don Juan
Álvarez en el sur se opuso a esta perversa dictadura y proclamó el Plan de
Ayutla, este plan lo proclamó el primero de marzo de 1854, y conociendo Santa
Ana la rebelión de Juan Álvarez mandó a combatirlo con el general Félix
Zuloaga. Este general en lugar de marchar hacia Acapulco, donde estaba Álvarez,
marchó hacia el oeste, atravesando la Sierra Madre Occidental, saliendo por un
poblado llamado Juluchuca y de ahí marchó al este; conociendo el general
Álvarez la maniobra del general santanista movilizó un ejército poderoso y
mandó al general Tomás Moreno y lo esperó en un lugar muy estrecho, llamado El
Calvario, donde se parapetó, ahí fue el
primer encuentro o choque entre las dos fuerzas; Tomas Moreno le ocasionó 200
bajas y luego retrocedió para esperarlo en la hacienda de Nuxco, ahí en ese
lugar los alvaristas organizaron un sitio que duró más de 20 días, y ahí se rindieron
cayendo prisionero el general Zuloaga, que fue remitido al puerto de Acapulco”.
En el sitio de Nuxco participó el coronel Antonio Ayerdi que más tarde sería el
primer presidente municipal de Atoyac.
Eutimio Pinzón Martínez fue de los
primeros revolucionarios que se levantaron secundando el Plan de Ayutla y según
un certificado del general Diego Álvarez fechado en la Hacienda de la Providencia
el 20 de marzo de 1868, el general atoyaquense luchó hasta el triunfo del
movimiento.
Entre otras acciones de armas, destacaron la
toma de Ixtapan de la Sal en el Estado de México, donde junto a Antonio Díaz
Salgado y otros jefes revolucionarios, derrotaron a un coronel santanista de
apellido Romero. Luego vino la toma de Ario Michoacán y el fallido ataque a
Morelia el 24 de noviembre de 1854, donde participó en coordinación con las
brigadas de Epitacio Huerta y Manuel García Pueblita. En esta acción le tocó a
Pinzón atacar y tomar la garita de Santa María. Los jefes revolucionarios
llegaron hasta la Plaza, cuya formidable caballería arrollaba a los jefes
santanistas en todas direcciones, pero cuando el triunfo parecía sonreírles llegó
el refuerzo gobiernista de Román Tavera comandando mil 500 hombres y seis piezas
de artillería. Con ésta fuerza logró la retirada de los partidarios del Plan de
Ayutla.
Después de esta derrota Pinzón regresó al
Sur con su brigada para seguir luchando por el Plan de Ayutla. Al triunfo de la
causa en 1855, el presidente interino de la República, general Juan Álvarez
premió los servicios de Pinzón con el grado de general de brigada rango que después
ratificó el presidente Benito Juárez en San Luis Potosí el 4 de diciembre de
1865.
Durante la guerra
de Reforma nuestros paisanos acudieron al llamado de aquel gran soldado que fue
Eutimio Pinzón Martínez. Los atoyaquenses pelearon también contra la intervención
francesa de 1862 a 1867, concurrieron a la defensa de Puebla sitiada por los franceses
del 16 de marzo al 17 de mayo de 1863, donde estuvieron al mando del general
Diego Álvarez y de Cesáreo Ramos. En esta campaña Eutimio Pinzón participó en
la toma de Puebla el 2 de abril, habiéndose distinguido por su ataque al Fuerte
del Carmen, por lo que mereció elogios del general Porfirio Díaz, jefe del
Ejército de Oriente. Pinzón con su segunda brigada se encargó de la persecución
de Márquez. Actúo en el asedio de la Ciudad de México por la Villa de
Guadalupe, regresando al Estado de Guerrero el 26 de mayo.
Luego los
atoyaquenses apoyaron en 1867 a Diego Álvarez contra Vicente Jiménez, odisea
que le costó la vida al gran soldado liberal Eutimio Pinzón, quien sucumbió el
13 de junio de ese año, peleando contra las huestes del coronel Ignacio
Figueroa en Los Valles de Metlapa, muy cerquita de Iguala.
El general Vicente Jiménez, se había levantado en armas
contra Diego Álvarez el 7 de junio de 1867 en la ciudad de Iguala. Contaba con
las tropas guerrerenses que participaron en la toma de Querétaro. Mientras Diego
Álvarez, regresaba con dos brigadas de la División del Sur del estado de Puebla
donde tomaron parte en la campaña del 2 de abril.
Por este conflicto llegó a Guerrero el general Francisco O.
Arce, comisionado por el gobierno federal para pacificar el estado. Ante la
presencia del nuevo mandatario, Jiménez depuso su actitud el 3 de abril de 1868
y se acuarteló en la ciudad de Tixtla. Pero luego los partidarios de Diego
Álvarez publicaron en Acapulco la intención de reelegirle como gobernador. Por
eso nuevamente el general Jiménez se reveló en contra el gobierno de Arce. El
congreso desaforó al gobernador y vino a sustituirlo Francisco Catalán,
partidario de Jiménez.
Al mismo tiempo la Secretaria de Guerra, envió más tropas
al estado para atacar a Jiménez y nombró jefe de toda esa fuerza a Diego
Álvarez que de inmediato redujo a la rebelión de Jiménez a un movimiento de
pequeñas guerrillas. Con el apoyo del gobierno federal, triunfó Diego Álvarez saliendo
electo nuevamente gobernador del estado y tomó posesión el primero de marzo de
1873.
Al triunfo del Plan de Tuxtepec Porfirio Díaz se instaló en
la ciudad de México y de allá envió fuerzas comandadas por Ignacio Parra para
combatir a don Diego Álvarez, quien se había mantenido leal al presidente
Sebastián Lerdo de Tejada. Con las fuerzas enviadas vino el general Vicente
Jiménez como gobernador y comandante militar. Mientras tanto Diego Álvarez se
marchó a la Costa Grande, pero dejó instaladas en el camino de Amojileca sus fuerzas
armadas que luego fueron derrotadas por las de Jiménez. Álvarez protegió el
paso del ex presidente Lerdo de Tejada hasta que se embarcó en el puerto de Acapulco
el 25 de enero de 1877. Después de esta acción se refugió en Coyuca de Benítez
su pueblo natal, y de este lugar renunció a su cargo como gobernador
manifestando a la federación que se retiraba a la vida privada. Ante eso la
Secretaría de Guerra ordenó a Jiménez, el 10 de marzo de 1877, que se le diera
a él y a todos sus soldados garantías y salvoconductos. Jiménez no obstante a
las órdenes recibidas quiso acabar con los alvaristas y por ello avanzó hacia
la Costa Grande instalando su fuerza en San Jerónimo el Grande y Tecpan.
Los partidos de don Diego Álvarez desesperados porque se
les perseguía en su propio terreno, se organizaron y decidieron jugarse el todo
por el todo. Por ello acatando órdenes de Diego Álvarez, el teniente coronel
Matías Flores se trasladó a Atoyac, mientras las fuerzas voluntarias comandadas
por el coronel Pioquinto Gómez atacaban en San Jerónimo el Grande a las tropas de
línea del general Vicente Jiménez. El combate tuvo lugar a las 22 horas del día
23 de abril de 1877, en donde salieron victoriosas las fuerzas alvaristas. En
esta acción resultó herido de gravedad y de las dos piernas Desiderio Pinzón, “haciéndose
notar la bravura y temeridad de los capitanes Arcadio Fierro y Rómulo Mesino,
así como de los soldados Aurelio Castro, Mauricio Armenta, Juan Gerónimo,
Apolonio Abarca y Antonio Gómez”, asentó Wilfrido Fierro Armenta en su Monografía de Atoyac.
La hazaña fue repetida la madrugada del 27 del mismo mes
cayendo sobre el jefe jimenista Chico Félix,
quien había cometido muchas depredaciones en la hacienda La Providencia. Esa
ocasión los alvaristas casi acabaron con toda la oficialidad, el general
Jiménez se salvó de milagro. Se había quedado a dormir en Tecpan. El 5 de mayo
de 1877 los alvaristas de Atoyac vuelven a atacar en San Gerónimo a los últimos
reductos jimenistas. Los obligaron a abandonar el lugar y a retirarse hasta San
Luis. De ahí acosado por las fuerzas de Álvarez, Jiménez abandonó el estado.
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