Víctor Cardona Galindo
Cuando íbamos rumbo a Mendoza Argentina, volamos
por Aeroméxico la verdad yo sentí que el avión se iba a despedazar al despegar.
Esa línea nos llevó hasta Perú.
En Lima nos hospedamos en el Hostal Víctor
Airport Hostel, ubicado en Manuel Matos 325 en la demarcación de San Martín de
Porres.
En Perú todo es bien barato, encontramos comida
de un sol, lo de cinco pesos mexicanos. Es una delicia probar el mole amarillo
y una inca kola. En el centro de Lima está el museo de la comida peruana, donde
puedes ver todos los alimentos que Perú aportó al mundo. A un costado están los
restaurantes que venden la comida típica. Muy delicioso todo.
En el centro la comida china es muy barata. Dimos
una vuelta por Miraflores que es la zona turística de Lima Perú. Vimos una
figura de broce del escritor Ricardo Palma sentado en una banca. Fue muy
emocionante caminar por Miraflores. Lo malo es que nada más estuvimos un día,
al siguiente volamos en LAN rumbo a Chile.
En Santiago de Chile comimos en Nuria. El hotel
en que llegamos está en Agustinas 681. Un taxi cobraba 15 mil pesos. Con siete
mil pesos chilenos comían dos.
El Mote con huesillo es una bebida tradicional
chilena sin alcohol. Se puede probar al subir el cerro de Santa Lucía. Entre
pimientos y eucaliptos está la plaza del conquistador Pedro de Valdivia.
El 18 de marzo de 2013 estuvimos, la doctora
Judith y yo, en el cerro de San Cristóbal escuchando canciones de Piero, en el
santuario de la Inmaculada Concepción. En las escaleras de Vicuña con Santiago
atrás.
“Juan boliche, Juan Boliche va”, se escucha en el
pequeño sonido de una palomero italiano feliz. De padres italianos.
Pio Nono es una calle de plátanos. En ella está
la facultad de derecho y otras universidades. Venden, como en todo Santiago,
jugos de chirimoyas y frambuesa. Venden unas cervezotas de un litro. Son como
nuestras caguamas pero largas. Santiago se da un parecido a Roma, con menos
ruinas, claro.
En el restaurante de Nuria que está en Agustinas almorcé
un “pollo a lo pobre”. Es un platillo de pollos con papas y cebolla. Me llené demasiado
eran las siete de la tarde y todavía no me daba hambre. Los chilenos usan
términos como “enenantes”, que nosotros ya dejamos de usar desde hace tiempo.
Todavía resiste aquí el español viejo.
Fuimos al museo de la solidaridad “Salvador Allende”
pero estaba cerrado. Peumo es un árbol chileno.
Fuimos a tomar café a la casa que fue de Pablo
Neruda, ahí probé por primera vez la stevia como sustituto de azúcar. Chascona
quiere decir despeinada. Así le decía Neruda a Matilda su última mujer, por eso
la casa se llama La Chascona.
En el camino a Mendoza, el Caracol es una
inmensidad de curvas para subir al Aconcagua. Habíamos querido atravesar Los
Andes de día, pero estaban reparando El Caracol y había un solo carril. Por la
mañana entraban los automóviles a Santiago y por la noche salían. Por eso,
camino a Mendoza me la pasé viendo siluetas de cerros y una inmensidad de estrellas.
Los tres reyes brillaban majestuosos al costado izquierdo y parecían escapar de
las puntas de los cerros.
El camino de Santiago de Chile a Mendoza
Argentina es largo. En la frontera hace mucho frío y con ese frío hay que
checar el visado; luego emprender el camino hasta llegar a la planicie
argentina donde está Mendoza.
Los de la casa de cambio chilena en la Estación Central
son honestos. Me cambiaron mis pesos mexicanos por argentinos. Llegando a
Mendoza chequé en internet y no me hicieron transa, a pesar de que fue obvio mi
ignorancia en este tipo de transacciones.
En Chile uno come sin placer la comida es insípida,
sin chile. A mí me gusta el palmito, pero ya en una ensalada chilena no me supo
bien. En el restaurante Nuria pedí café y me llevaron agua caliente y un
sobrecito para Nescafé.
El pollo a lo pobre y el salmón a lo pobre,
llenan pero no son sabrosos. Con un “pollo a lo pobre” que es un pollo
rostizado, con papas, cebolla y dos huevos estrellados, no me dio hambre en
todo el día. Creo que aquí lo mejor son las pastas, la comida italiana. En
Mendoza Argentina una carne a la cazuela ya es otra cosa. Ahí se come rico.
Frente a la facultad de filosofía de la Universidad
del Cuyo cantaba un “pitojuan” así se conoce a allá a nuestros luises. Cantaba debajo de los plátanos o carolinos,
pimientos, álamos blancos, moras, eucaliptos y paraísos. También existen unas
avecillas que cantan igual a los luisillos que le llaman zorzal gato.
La Heras, donde comimos asado en Mendoza, le
pareció a Judith la calle de Reichemberger strasse de Berlín.
El 22 de marzo 2013 en Mendoza los luisillos
cantaban alegres todo el tiempo en el parque de San Martín: Cerca del lago, del
viento que suena las hojas de los árboles. Cerca de las palomas que pasan
volando rápido en busca de comida. Cerca de los corredores y remeros. Los luises
son los dueños de aquí.
Volamos de Mendoza a Buenos Aires, en un avión
azul con blanco de Aerolíneas Argentinas. Buenos Aires me pareció una ciudad
vieja y sucia. Llegamos el 24 de marzo, a 37 años del golpe de estado que
instauró la última dictadura. Presenciamos una grandísima marcha. Los grupos
democráticos toman todos los años la avenida de mayo.
En Buenos Aires visitamos las instalaciones de lo
que fue la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) donde nos explicaron que en
los años de represión la doctrina era fundamental. Ésta estaba basada en la
guerra moderna surgida en Francia, en la doctrina de Seguridad Nacional y en
doctrina hemisférica emprendida por Estados Unidos. La doctrina de seguridad
nacional se formó en la escuela de la Américas en Panamá. Los militares
argentinos se amparan en el pacto de silencio. Igual que los militares
mexicanos que participaron en la represión en la década de los setentas que
desparecieron a muchos de nuestros compatriotas.
La ESMA funcionó con un Centro Clandestino de
Detención, Tortura y Exterminio. Había un grupo de tarea que tenía un área de
inteligencia encargada de torturar y de procesar la información, un área
operativa que secuestraba y un área de logística que proveía todo, armas,
dinero y vehículos. El Tigre Acosta era gente de Macera. Tenían los presos en
la capucha del edificio donde la radio estaba prendida las 24 horas del día.
Eran muy duras las torturas.
La Florida y La Valle son dos calles peatonales
en Buenos Aires.
Después de acudir a varios lugares para conocer
más sobre el terrorismo de Estado no subimos a un avión de American Airlines
que nos trajo a Perú, era un avión grande que iba hasta Nueva York, había
sobrecargos hombres, fuertes y fornidos que parecían militares. Tal vez el
avión estaba custodiado por que iba a Estados Unidos. Nosotros nos bajamos en
Lima Perú, para abordar Aeroméxico de regreso a casa. No quisimos pasar las
horas de espera dentro del Aeropuerto, así que salimos a caminar por la ciudad.
De regreso la policía de Aduana por poco nos hace el Papanicolaou. Nos pasaron
por todas las revisiones, incluyendo una maquina donde se veía el esqueleto. Después
de casi una hora de revisiones nos dejaron venir.
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