domingo, 21 de julio de 2019

Nuestro Café II


Víctor Cardona Galindo
Entre noviembre y diciembre los arrieros llegaban a vender sus recuas de 20 a 30 burros. Vestían sombrero de ala ancha, listón negro y gabán. Venían de Tierra Caliente.
En esos tiempos, recuerda El Prieto Serafín que el café lo bajaban a lomo de burros y mulas. También había muchos arrieros calentanos que venían con sus recuas a trabajar en la temporada, portaban unas bolsas negras al frente a la altura de la cintura a las que les llamaban güichos, ahí traían su dinero y son de alguna manera antecedente de las cangureras.
estibador de sacos de café. Foto de Francisco
Magaña

Algunos viejos arrieros se acuerdan que en la Cuesta del Santo, llegaron a encontrar una recua y un arriero invisible. Sentían como los iban atropellar las mulas y el movimiento de los caballos, se quedaban estáticos en el camino pero sólo pasaba el sonido de las sillas, los cascos, el resoplido de los animales y los gritos del arriero que los apuraba. Otros dicen haberse perdido entre las huertas, en una especie de encanto, que no los dejaba salir.
Más bien el encanto se acabó cuando a partir de 1987 comenzó a caer el precio internacional y la crisis llegó a su clímax en 1989. Fue cuando muchos comenzaron a sembrar otra cosa o a emigrar a los Estado Unidos.
Durante mucho tiempo se mantuvo la producción entre los 280 mil a los 300 mil quintales, luego se fue más abajo y en 1995 cuando se creó el Consejo Estatal del Café tuvo un ligero repunte; llegaron a producirse 230 mil quintales.
Durante la existencia del Instituto Mexicano del Café  y en su apogeo había subsidio y apoyo para los productores. Llegaron a cultivarse 50 mil 600 hectáreas en el estado, de las cuales 34 mil estaban en la sierra de Atoyac.
Dentro de las alternativas para resolver la problemática de los cafetaleros se tiene que fomentar el consumo interno, para salir del estancamiento en que se encuentran. Los mexicanos consumimos muy poco café. Si en México dicho producto se consumiera más los productores no tendrían problemas aunque el precio internacional bajara, la producción nacional no se daría abasto para surtir a toda la población.
Otro de los problemas es que además del bajo consumo, nuestro país está muy desprestigiado en el mercado internacional. Los productores de México tienen fama de mandar la muestra de buena calidad y cuando entregan el pedido de café la calidad es menor.
La sierra de Atoyac se ha caracterizado por producir cafés de buena calidad, los más famosos son los cafés naturales de Atoyac, que se cotizan a mayor precio que los cafés naturales de los otros 11 estados productores. Aunque han cambiado las circunstancias porque las empresas de café soluble que antes compraban ese café natural de Atoyac por la buena calidad ahora lo importan bajo el argumento que es más barato.
En la historia del café de Guerrero está la creación del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé) mismo que desapareció en 1993, al desaparecer esta institución también desaparecieron los subsidios y la regulación de precios. El monopolio nacional e internacional se benefició, porque comenzaron a importar café de baja calidad de otros países y afectaron el precio del café local.
En 1973 cuando estaba en su auge la guerrilla y la militarización de Atoyac, el gobierno federal de alguna manera operó para que los beneficios privados pasaran a manos del Inmecafé. Por ejemplo el de La Soledad era propiedad de Domingo Ponce Cedeño;  el de Los Tres Brazos, de Raúl Galeana Núñez; el de El Plan del Carrizo de Los Vargas y el de Río Santiago de Carmelo García. Luego el programa PIDER construyó el beneficio de Santo Domingo que nunca funcionó. El Inmecafé convertía el café en oro natural pero tenía maquinaria para trabajar todos los procesos. En ese tiempo todos los acaparadores dieron paso al Inmecafé. Sólo Francisco Castaño y los Quiñones nunca dejaron de comprar.
Al desaparecer el Inmecafé, por toda la sierra quedó abandonada la infraestructura que en su momento fue utilizada para beneficiar el grano. Las organizaciones de productores han venido exigiendo que el beneficio de café ubicado en los Tres Brazos, que actualmente está en manos del Ejército pase a ser propiedad del Consejo Estatal del Café, algo que no ha podido concretarse.
En un esfuerzo por reactivar el sector, después de las crisis de 1989, el 29 de marzo de 1994, mediante el decreto número 47, se creó el Consejo Estatal del Café, cuyo primer proyecto estuvo a cargo del ingeniero Gregorio Juárez Zamora y el gobernador Rubén Figueroa Alcocer lo instaló en Atoyac, donde hasta la fecha funciona y su titular es Erasto Cano Olivera.
Por su cuenta los cafetaleros han hecho esfuerzos por construir una organización fuerte que defienda sus intereses, pero las profundas y ancestrales diferencias políticas y la corrupción de los líderes han dado al traste con cualquier intento de mejorar su vida.
Allá por 1952 se constituyó la Asociación Agrícola Local de Cafeticultores, en 1963 la Unión Regional de productores de Café del Suroeste del Estado de Guerrero y en 1965 la Unión Mercantil de Cafeticultores, esa podría considerarse como una primera etapa en el intento por organizarse. Una segunda inicia el 6 de diciembre de 1978, cuando se constituye la Unión de Ejidos Alfredo V. Bonfil, en la casa de don Gabino Blanco; entre otras personas estaba don Pedro Magaña Ruiz a la cabeza. El 6 de julio de 1984, fue fundada la cooperativa La Pintada por don Fidel Núñez Ávila. Luego el 9 de noviembre de 1987 surge la Coalición de Ejidos de la Costa Grande, después de un movimiento que los campesinos iniciaron para exigir que les pagaran un excedente que se logró de la venta del café en ese año. El líderes emblemáticos de esta organización fueron Zohelio Jaimes Chávez y Arturo García Jiménez, al interior de la Coalición nació un grupo de cafetaleros llamado “Los Orgánicos de Pacífico” encabezados por Antonio Miguel Chávez quienes llegaron a exportar café a países europeos, claro que con las dificultades que esto implica.
Existe también la Red de Agricultores Sustentables y Autogestivos que encabeza Arturo García Jiménez, agrupación que se formó con gente que en su momento militó en la Coalición de Ejidos de la Costa Grande.
Los cafetaleros han dado muchas luchas para mejorar sus condiciones, una de ellas fue la gran movilización que realizaron el día 22 de enero del 2001, cuando mantuvieron por varias horas bloqueada la carretera Acapulco-Zihuatanejo por la demanda de subsidios para el sector, esa vez lograron un apoyo del gobierno estatal y federal para reactivar su economía pero no fue suficiente y la crisis siguió.
En los campamentos, el café se mide por Lata que equivale a 13 kilos de café cereza (maduro, recién cortado). Esa lata se convierte cuando el grano ya está seco en siete kilos de café capulín. En la cosecha 2012-2013 la lata cortada se pagó entre 25 y 30 pesos. A 25 pesos cuando el productor puso la comida y 30 cuando los peones llevaban su alimentación. El jornal de chapona cuando los peones pusieron su comida se pagó a 150 pesos y a 100 pesos cuando el productor los alimentó, considerando que los jornaleros comen tres veces al día. Una hectárea de cafeto se chaponó con un poquito más de mil pesos.
En cuanto a los precios, en el mercado local los compradores comenzaron pagando el kilo de cereza a 5 pesos con 50 centavos y lo terminaron pagando alrededor de tres pesos. El kilo de café capulín abrió a 12 pesos y terminaron pagándolo a 11 pesos. El café oro abrió a 24 pesos y después estuvo a 22. Fabriciano Mesino vendió su café oro en el mercado local en esos precios. Por su parte Esteban Castro Sánchez vendió el café en oro natural a 50 pesos el kilo a un comprador de Monterrey. El no entregaba su producto a los acaparadores, “porque vender al mercado local atrasa”, comentó.
Los torrefactores cobraron un promedio de 2 pesos con 50 centavos el morteado por kilo para el productor que quería darle mayor valor agregado convirtiendo el café capulín en café oro natural. Ese año compró Marcos Galeana, Francisco Castaño Quiñones (Pacheli), Leticia Galeana, Jacobo Flores, Fidel Téllez, Antonio Miguel Chávez y Salvador Benítez que cada año llegaba a comprar 50 toneladas en Atoyac. Pacheli, Leticia y Jacobo, compraban para Marcos Galeana que también estuvo captando el grano en La Montaña por eso su industria acaparaba la mayor parte de la producción del café en el estado.
Zohelio Jaimes Chávez consideró que éste fue uno de los tiempos más malos para el café por la total desorganización de los productores. Mucha gente se fue por su lado haciendo sus grupitos y provocó una gran dispersión de cafetaleros, fue el problema principal. No había una organización que puediera defender una propuesta clara. Aunque la Coalición de Ejidos hizo esfuerzos por reorganizarlos y vender café a Diconsa.
En la evaluación que hizo Zohelio comercializar en el mercado local salía a mil 100 pesos el quintal y las huertas estaban produciendo un promedio de tres quintales por hectárea, aunque había gente que tenía buenas huertas y sacaban ocho quintales por hectárea.
Las medidas andaban más o menos así. Un quintal equivalía en cereza a 245 kilos, capulín 92 kilos, pergamino 57. 5 kilos, en oro natural 46 kilos, oro lavado también 46 kilos y ya tostado y molido rinde hasta 37. 5 kilos. De un kilo de café arábiga salen 120 tazas.


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