Víctor
Cardona Galindo
El domingo
9 de noviembre de 1919, el mercado público estuvo bastante concurrido, la vida
parecía normal, pero se vivía un estado de zozobra, los guerrilleros se
escondían en la sierra y la población de Atoyac estaba a merced de los
militares. Ese día, siguiendo los Apuntes
para el año de 1919 del primer cronista de la ciudad Patricio Pino y
Solís, “los soldados de la guardia se
emborracharon y toda la tarde fue de escandalizar y de disparar tiros”.
La noche
del miércoles 12 el subteniente Eufemio Genchi se emborrachó, le quitó su
machete a Paz Hernández, que regresaba de su labor, y con él empezó a repartir
machetazos a los vecinos pacíficos que encontró en la calle. Eran las 7 de la
noche cuando se dio el escándalo. El militar hirió de gravedad a Porfirio D.
León y a Mariano Mesino, dejó con heridas leves a Timoteo Cabañas. “Esto hizo
el jefe de la guarnición, el que tiene el deber de dar garantías y guardar el
orden, y es el primero en observar una conducta inmoral y criminal”.
“Para colmo
de un cinismo mayor, el desvergonzado subteniente Genchi me ha dirigido un
oficio solicitando un préstamo de cien pesos para socorrer a los mecos de sus
soldados como él, sin tener en cuenta los crímenes que pesan sobre él y que la
vindicta pública está consternada y temerosa de que se repitan dramas
sangrientos como el de anoche, y este pícaro, bribón no tiene empacho de pedir
prestado”, escribía el alcalde Patricio Pino en su diario.
La noche del viernes 14 de noviembre de 1919, la
guarnición militar se sublevó y se unió a los rebeldes que bajaron de la sierra
encabezados por Alberto de la Cruz y Arnulfo Radilla. “Anoche a
eso de las 12:30 temblor oscilatorio de 5 segundos de duración. Poco después
del temblor se oyó una descarga de armas de fuego y en seguida por intervalos
cortos, tiros ralones de tres en tres estuvieron disparándose por espacio de
dos horas. Naturalmente las conjeturas; la duda y la incertidumbre de no saber
la realidad, se apoderaron de mi mente y al fin me volví a dormir. Amaneció las
noticias recogidas son estas: que la guarnición se sublevó y se unió con los
rebeldes que bajaron de la Sierra encabezados por Alberto de la Cruz y Arnulfo
Radilla; que mi hermano Andrés está sitiado en su casa por Arnulfo; que en los
caminos hay emboscadas; el comercio cerrado y la intranquilidad es notoria en
el pueblo. Nadie se arriesga ir a San Jerónimo de correo para dar parte de lo
ocurrido al jefe de la zona para que venga tropa a desalojar a los rebeldes;
quizá más tarde hallaré quien vaya”.
“Son las 8
am y las noticias que he adquirido son estas: que no toda la guarnición se
sublevó, pero sí la mayor parte, quedando cinco soldados fieles con el teniente
Ruiz dentro de la casa de Benito (Gómez) junta con este; que soldados rebeldes
están apostados sitiando la casa, que la puerta de esta está ardiendo; que en
la refriega de anoche fue muerto el soldado Francisco Bautista, de los que se
sublevaron; que Arnulfo tiene sitiada la casa de Andrés para ejercer en él
venganzas torpes. Si a las 12 del día no llega refuerzo de San Jerónimo, es
seguro que este levantamiento es un acuerdo general y sabe Dios en qué paren
estos trastornos causados por la torpe política del gobierno”.
Hasta el
día siguiente a la cuatro de la tarde llegó de San Jerónimo un piquete de unos
20 soldados de caballería, al frente venía el teniente coronel Guzmán. Arnulfo acababa
de salir de la casa de su tía Pomposa Radilla. Después de su salida se escuchó un
disparo de rifle 30-30 que Patricio Pino supone disparó un soldado, poco antes
de entrar a esta población. Los soldados del gobierno dieron una vuelta por las
calles del pueblo y en seguida, se retiraron para San Jerónimo, mientras tanto
Arnulfo se escondió en una de las casas de la salida. “Esto es misterioso es
decir, esto no fue más que un simulacro de persecución para despistar al vulgo”,
observaba nuestro alcalde.
Ese mismo
día, 15 de noviembre, a las siete de la mañana Alberto de la Cruz le dirigió un
oficio a don Francisco Pino pidiendo un préstamo de 500 pesos para haberes de
su tropa. “Con este motivo dirigí oficio al jefe de la zona en San Jerónimo a
fin de que mande auxilio para evitar un posible atropello de los rebeldes al
comercio, pues era evidente que este no contribuiría con un solo peso. En la
tarde me contesta el jefe de la zona que ya viene el auxilio; más tarde manda Alberto
a saber si ya está reunido el dinero del préstamo y de palabra le mando decir que
para mañana a las 8, veremos lo que se mandará; esta fue una salida que le di
porque mañana estará aquí el auxilio y todo habrá terminado. Como eran las 7 pm
y tropas leales no llegaban a esta: los rebeldes en el camposanto tocando la
corneta para amedrentarnos, tuve que salirme de mi casa y me fui a pasar la
noche con mi hermano Andrés y Gabinito a casa de Gabino Parra temiendo que los
rebeldes entraran al pueblo y vinieran aquí a mi casa a pedirme cuenta del
préstamo”.
A las
cuatro de la mañana, del domingo 16, llegó el coronel Pérez, el teniente
coronel Guzmán y con 40 soldados. “En la mañana salí y me vi con ellos en la
plaza, platicamos sobre los sucesos y nos despedimos luego. El teniente coronel
Guzmán me hace el primer saludo pidiéndome $20.00 prestado para cuando lleguen
los ‘haberes’ me los devolverá; refrán de todos los militares”.
Comenzaron
a expedirse salvoconductos para los vecinos La Florida firmados por el alcalde
y con el visto bueno del coronel Pérez. El coronel Pérez llamó al alcalde para
preguntarle si el subteniente Genchi, la noche del domingo 9, anduvo con un
grupo de soldados gritando mueras a Carranza, al presidente municipal, y al
teniente Ruiz y vivas a Villa. El alcalde ratificó lo que había dicho con
anterioridad.
A las 10 y
media de la mañana del jueves 20, luego de ser sacados de la cárcel, el
subteniente Genchi y dos soldados cómplices en la rebelión fueron fusilados en
la salida de la población. “Que Dios los haya perdonado a estos hombres que no
tuvieron fuerzas para ser buenos y honrados. Todos nos consternamos con este
suceso y los buenos corazones elevaron sus oraciones al Eterno por el bien y
descanso de estos infelices. ¡Por Dios, que ya no se derrame sangre!”.
El viernes
21 subió tropa para la sierra en persecución de los alzados. En la tarde
regresó junto a Timoteo Fierro y sus voluntarios, sin haber encontrado a los guerrilleros.
Mientras, seguían expidiéndose resguardos para los vecinos de San Andrés, San
Vicente de Benítez y de Santiago, a San Jerónimo llegaban más tropas de
Acapulco que iban rumbo a La Unión para perseguir al rebelde Sintora que
amenazaba a los pueblos de aquel rumbo. El 28 algunos soldados de la guarnición
desertaron por falta de pago.
El agente
municipal en San Jerónimo Antonio del Río mandó decir, el 5 de diciembre, que
el dinero de los fondos municipales del mes de noviembre se lo prestó a la
tropa. Las fiestas religiosas de la parroquia que se celebraban del 8 a 14 se
suspendieron por falta de paz y tranquilidad por el elemento militar que todo
lo avasallaba y los conatos de rebelión que se daban a cada momento.
Comenzaban
a calentarse los ánimos para ver que bando gobernaría en 1920, el miércoles 17,
nuestro alcalde escribía: “La democracia está de pésame: ayer surgió otra candidatura
para regidores encabezada por Benito Gómez, y se dice que está apoyado por el
elemento militar para que en los comicios del domingo 21 triunfe a bayoneta
calada ¡ja, ja! Cangrejos al compás marchemos para atrás, antes que nos lleve
el Señor don Barrabas!”.
Patricio
Pino Solís deja constancia de que Silvestre Gómez, el director de la Escuela
Oficial de Niños estaba utilizando a los alumnos para pegar propaganda a favor
de la candidatura de su hermano Benito Gómez, contraviniendo la ley que le
prohibía hacer política. Da cuenta, además de un baile programado para el día
último de diciembre de ese año en la Escuela de Niños, la cual era utilizada
como salón de bailes debido a la falta de centros sociales.
“El
director de la escuela oficial de niños de esta cabecera Silvestre Gómez, ha
estado trabajando con ahínco en favor de esta candidatura al grado de mandar a
los niños a fijar candidaturas por todos los lugares públicos de la población,
contraviniendo la ley que le prohíbe hacer política y con estos ejemplos que le
inculca a sus educandos, jamás podrá cimentarse el ideal democrático para que el
pueblo vote libremente en los comicios electorales. Por supuesto que, salvo un
número reducido de individuos menguados y serviles que apoyan a la candidatura
militarista, todas las clases sociales, hombres y mujeres repudian la tal
candidatura, pues Benito se ha creado una atmósfera demasiado repugnante debido
a la conducta mala que ha observado para con sus paisanos. En ya veremos en lo que
vayan a parar estos trabajos, pues si el triunfo forzado favorece a Benito,
sabe Dios cuántas lágrimas habrán de derramarse cuando esté en la presidencia
municipal”.
El domingo
21 se llevaron a cabo los comicios para elegir regidores para el Ayuntamiento de
1920, jugaron dos candidaturas: la que encabezaba Espiridion Flores y la de Benito Gómez, ganó la primera. “Es de notar
que las elecciones se hicieron con cierta libertad, pues no se notó animación
impulsiva en ambos partidos, pues los ciudadanos votaron libre y
espontáneamente. Más vale así”, comentó Pino en su diario.
El capitán Dionisio
Deloya mandó a aprehender, el marte 23, a Rosendo Galeana poniéndolo dentro de
la cárcel pública como a un animal. “La causa fue porque una mujer de nombre
Martina Salas le llevó un cuento, un mitote y sin más averiguación lo condenó a
prisión. Rosendo pidió amparo por telégrafo al juez de distrito en Acapulco y
se lo concedió. Malas puntadas, pues las garantías individuales cada día son
estropeadas”.
El
miércoles 31 de diciembre a sólo unas horas de que finalizara la administración
municipal, Pino se reunió con las autoridades que gobernarían durante 1920 para
informarles del estado en que dejaba las arcas públicas, el cabildo quedó
integrado de la siguiente manera, como presidente Espiridión Flores Gómez;
síndico, Eduardo G. Parra y como regidores: Rosendo Galeana Lluck, Gabino J.
Pino Cabadas y Jesús Santiago, Churría;
figurando inicialmente como secretario municipal Rafael B. Flores, relevándolo
posteriormente el propio Patricio Pino, de acuerdo a los datos que René García aporta
en el prólogo del libro Apuntes para el
año de 1919.
“Hoy reuní a
los regidores propietarios electos, para que verificaran la junta previa, en la
que nombraron a Espiridion Flores, presidente y a Eduardo Parra, síndico. Estos
dos individuos debatieron conmigo quienes pretendían que yo firmara el acta que
se levantó, y me negué porque el decreto que crea esta fórmula no me autoriza
el firmar.
El teniente
coronel Guzmán, jefe de la plaza, dispuso se verifique un baile de sala hoy
noche en el local de la escuela de niños, y los gastos que se eroguen los
pagarán por suscripción forzosa un respetable número de vecinos de aquí y de El
Ticuí; la cuota menor es de $5.00.
Por
supuesto que corren rumores de que los rebeldes pretenden dar un asalto a la población hoy noche o
mañana día 1° de enero, por lo que el tal baile había de suspenderse. El año de
1919 está agonizando y dentro de pocas horas pasará a la historia con todo su
bagaje de recuerdos”.
Todavía en diciembre de 1919 Jesús Sintora intentó
entrar de nuevo al estado de Guerrero pero al cruzar el Río Balsas fue expulsado
por las tropas carrancistas. Los zapatistas seguían en la sierra y en una de
las intrigas que se dieron entre los bandos rebeldes, el zapatista Pablo
Cabañas Macedo dio muerte al mariscalista Arnulfo Radilla por el rumbo de Loma
Larga el 12 de enero de 1920.
El general carrancista Rómulo Figueroa le propuso a
Arnulfo Radilla otorgarle el grado de general y a Alberto de la Cruz el grado
de teniente coronel si asesinaban a Cabañas. Alguien avisó oportunamente al
zapatista de la estrategia del gobierno, por eso Cabañas primero ejecutó a
Alberto de la Cruz y después a Arnulfo Radilla.
Mientras Jesús H. Salgado intentó tomar Zihuatanejo
pero lo carrancistas organizaron muy bien la defensa y lo obligaron refugiarse
en la Barranca de Los Encuerados de la sierra de Petatlan, donde fue atacado
por el coronel Rogelio Flores, el 14 de febrero de 1920, a pesar de pelear con
mucha fuerza ahí sucumbió Salgado.
Al morir
el último líder zapatista de Guerrero el general Pablo Cabañas Macedo se amnistío
y se sumó a la campaña de Álvaro Obregón por intercepción del general Genovevo
de la O.
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