Víctor
Cardona Galindo
En Las
Palmas más arriba de El Paraíso y ya cerca de El Edén, hay piedras grabadas con
símbolos del sol, el agua y algunas plantas que parecen de maíz. Existe también un pequeño cerro de forma piramidal, lo que hace
pensar en que en su cúspide se elevaron plegarias a los dioses y se ofrecieron
rituales, dada la amalgama de creencias que tenían los pueblos fundadores.
“Luego que uno ve las figuras de
tan lejana datación la imaginación va hacia aquellos siglos y viene la
reflexión respecto a su brillante inteligencia y su ejemplar disciplina, así
como su capacidad de expresión mediante estos rastros bien asentados en las
rocas.
En Plan de Las Delicias existe otra piedra con marcaciones que datan de varios siglos y en Los Arrayanes hay una más”, nos comenta el cronista de El Paraíso, Esteban Hernández Ortiz.
En Plan de Las Delicias existe otra piedra con marcaciones que datan de varios siglos y en Los Arrayanes hay una más”, nos comenta el cronista de El Paraíso, Esteban Hernández Ortiz.
En toda la zona cercana a El Paraíso, es
abundante la presencia de vestigios prehispánicos, por eso para nadie fue
sorpresa que en unos
terrenos entre la comunidad de Los Planes y La Finquita, se encontrara en el
2011 el basamento piramidal, de un centro ceremonial prehispánico posiblemente
del posclásico, en cuya fachada norte se observa una alfarda. Tiene cuatro
escalones bien conservados, mide 30 por 30 aproximadamente.
Para
los habitantes de los pequeños poblados circunvecinos ha sido normal que los
“gringos” vengan en sus carros, tomen fotos y si alguna piedra les gusta se la
lleven. Aquí les llaman “gringos” a cualquier extranjero que esté güero.
Monolito
encontrado por unos campesinos en un cerro cercano a San Francisco del Tibor en la sierra de Atoyac. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Luego
de que los peones de Hermenegildo Torres Lorenzana encontraron las escalinatas,
en los terrenos de su suegro Antonio Camacho, hubo quien pensó que había en
esas ruinas un tesoro y le hicieron varios hoyos al montículo, en uno de ellos
le colocaron la imagen de San Isidro Labrador.
Hace
algunos años, los vecinos de Los Planes se preocuparon por recolectar los
vestigios arqueológicos, los juntaron en una casa e hicieron un pequeño museo,
pero ahora en el local donde funcionaba duermen los maestros. Al desaparecer el
museo comunitario, las piedras que estaban en la escuela, fueron regaladas o se
las robaron. Así las cosas en la sierra.
Los expertos coinciden que existen muy pocos estudios
arqueológicos sobre la región, los primeros datan de la década de los cuarenta.
Estos primeros textos sobre la arqueología en la Costa Grande los recogió
Moisés Ochoa Campos en su libro Historia
del Estado de Guerrero quien menciona: “En Coyuca de Benítez, se han
localizado cerámica roja, correspondiente al arcaico superior del valle, tipo
Ticomán (…) Los restos arcaicos más conocidos corresponden, por lo tanto, al
balsas medio, a Coyuca de Benítez, a la pirámide de San Jerónimo, Mexcaltepec,
Atoyac, Corral Falso y El Humo”.
Fue el arqueólogo Roberto J. Weitlaner, de los primeros
en explorar la Costa Grande y de eso Ochoa Campos dice que en Coyuca de
Benítez, Atoyac, San Jerónimo, Corral Falso, El Humo y Mexcaltepec, “se
encontraron pirámides de adobe o revestidas con lajas. Su cerámica es tipo
arcaico medio, pero también se encontraron objetos tipo teotihuacano y
mayoide”.
Roberto Weitlaner exploró en tres ocasiones la Sierra
Madre del Sur pero al bajar a la costa en El Humo y San Jerónimo encontró
grandes plataformas que rodean amplias plazas, y montículos de tierra
consolidados y revestidos con piedras careadas. Jaime Litvak King exploró en
San Jerónimo montículos que tienen tumbas en su interior y Josefina Gasca investigó
La Pintada y otros sitios. También Rubén Manzanilla López ha realizado
importantes estudios arqueológicos en la Costa Grande
Manzanilla López dice en su libro La región arqueológica de la Costa Grande de Guerrero. Su definición a
través de la organización social y territorial prehispánicas que Weitlaner
reportó para Atoyac “material colectado en superficie que fue exclusivamente
cerámica roja arcaica de formas similares a las del sitio Ticomán en la Cuenca
de México, mientras que cinco kilómetros al sur, en la población de Corral
Falso, encontró un extenso complejo de montículos bajos, ya muy destruidos
donde excavó dos pozos estratigráficos. Las cerámicas obtenidas, según su
informe, fueron de dos clases: una de color rojo y otra crema naranja, que se registraron
en todos los estratos. Las figurillas asociadas eran las llamadas ‘arcaicas’.
Aquí adquirió también una vasija de forma bulbosa y base anular, con líneas
grabadas, que al parecer es del tipo fine
orange de Veracruz y acabado plumbate, relacionada con la cultura y época
tolteca, llamada en el texto ‘Mazapa’ ”.
“La excavaciones practicadas por Weitlaner en un
montículo que no describe, y al que se refirió como ‘la pirámide de San
Jerónimo’, revelaron una construcción de adobe, al parecer del Clásico, pero
hecha con tierra de capas de niveles preclásicos. A una tercera parte bajo la
cima aparecieron paredes de adobe con figuras grabadas de color rojo sobre
fondo blanco”, anotó Manzanilla.
Durante 1959 y 1960 Charles Brush y su esposa Ellen
Sparry, de la University of Columbia exploraron la Costa Chica y Costa Grande.
Sus trabajos se concentraron en Puerto Marqués, San Jerónimo y Barrio Nuevo
municipio de Zihuatanejo. A finales de la década de los setenta Lauro González
Quintero y Jesús Mora Echeverría estudiaron también la laguna de Tetitlán.
“Brush también realizó colecciones de superficie en San
Jerónimo y escavó parcialmente un montículo cercano a la terracería que conduce
a Corral Falso. La cerámica obtenida le confirmó la afinidad de este sitio con
Puerto Marqués, Tambuco y La Zanja”.
Dice Francisco Gómezjara en Bonapartismo y lucha campesina de la Costa Grande que los primeros
pobladores de la región presentan una cultura de transición
olmeca-teotihuacana, “que procede, según Lister, al establecimiento de una
cultura teotihuacana local. Corresponde a una etapa que va del año 400 al 900
d.n.e. Para el mismo autor, el siguiente periodo es tolteca posclásico temprano
de gran florecimiento en el occidente. Lo sitúa entre 900 y 1200 años d.n.e. y
está presente en Coyuca de Benítez”.
En su análisis Gómezjara dice que culturas avanzadas
olmecas-teotihuacanas y toltecas consideraron “la región como un simple centro
de abastecimiento alimenticio o como refugio tropical, sin crear ningún centro
económico, comercial o urbano de importancia”. Ahora se sabe que Cihuacán, como
se llamó en el pasado La Soledad de Maciel, tuvo influencia teotihuacana y si
fue importante. Otros autores señalan
que Guerrero era más bien “un territorio de tránsito de influencias culturales,
donde se recibían modas y se modificaban de tal manera que tomaban cursos
evolutivos diferentes”.
Román Piña Chan también ilustró dos placas de jadeíta en
San Jerónimo y Josefina Gazca realizó en 1995 un rescate en el poblado de Las
Tunas, que en época prehispánica debió ser parte del sitio de San Jerónimo o
dependiente directo de este, ya que se encuentra a sólo dos kilómetros de
distancia.
“Cerca del panteón de Las Tunas se localiza una
plataforma de tierra y piedras y, junto a esta, la citada arqueóloga excavó
seis entierros que corresponden a individuos adultos en posición de decúbito
dorsal extendido, así como uno más, secundario, compuesto por un cráneo,
costillas y fragmentos de extremidades superiores”, recoge Manzanilla.
Luego una generación de jóvenes arqueólogos exploró La
Gloria, Piedras Grandes y zonas aledañas, encabezados por Miguel Pérez Negrete
quien también emprendió la tarea de armar un atlas arqueológico de Guerrero.
Miguel Pérez Negrete subió cuatro
veces a la sierra, mismas aprovechó para explorar, además de La Gloria, Piedras
Grandes, El Camarón y San Andrés de la Cruz. Otros sitios conocidos como: la
cueva de El Conejo, El Gobernante, El Cacao, El Carrizo y La Piedra del Sol en
Río Chiquito. “A esta última pudimos llegar gracias a que Bolívar Castro
Serrano puso a disposición su Jeep para el recorrido por la sierra y sirve para
ejemplificar el proceso de destrucción al que son sometidas algunas piedras con
grabados, cuando la gente piensa que son señales de algún tesoro o que dentro
se contiene oro, y por los mismo son destruidos irremediablemente por una
ambición irracional. Y justo la Piedra del Sol estaba el proceso de
barrenación, es decir, tenía dos perforaciones desde las parte superior que
usan para introducir dinamita y ‘volarla’ ”, escribió Pérez Negrete en la
revista Revolución número 87.
Sellos
y figurillas encontradas en Atoyac y
que fueran parte de una colección privada
registrada ante el INAH. Foto: Archivo
histórico de Atoyac.
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Fue del 20 al 24 de octubre del 2005
cuando el equipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encabezado
por Pérez Negrete realizó trabajos de inspección en La Sierra de Atoyac, donde
se encontró evidencia suficiente para establecer que en dicho lugar existieron
grupos prehispánicos con una avanzada cultura, que realizaban la medición del tiempo y trabajaban la metalurgia.
Miguel Pérez Negrete, investigador del centro
INAH-Guerrero y director del Proyecto Atlas de Manifestaciones Gráfico
Rupestres del Estado de Guerrero, acompañado de un equipo de trabajo formado
por el jefe de campo Hans Marz de la Vega y Laura Lazcano verificaron 108
sitios arqueológicos, de los cuales 52 son lugares con petrograbados.
El equipo del INAH encontró sitios arqueológicos
con basamentos piramidales en Santo Domingo y San Juan de las Flores, al igual
que los petrograbados en Santo Domingo y el Camarón. En Santo Domingo se
hallaron petrograbados de gran formato, un hacha de cobre y figurillas de
“mujer bonita” fechadas entre los 200 antes de Cristo y 200 después de Cristo.
Los arqueólogos acompañados por José Aguilera
Almanza y habitantes de Piedras Grandes caminaron por lo más intrincado de la
sierra hasta llegar a la Cueva del Conejo que está a dos horas a caballo de
Piedras Grandes en las estribaciones del cerro La Mujileca, subiendo las
laderas del encañonamiento del Río Chiquito. “Pocos visitaban el lugar, ya que
la gente cree que en ese lugar espantan y que uno se trae al muerto cuando va
allá. Reitero estos datos del imaginario popular, ya que es riquísimo en cuanto
a historias de espantos, muertos, ánimas, aparecidos, el diablo y muchas más
como pocas se ha visto en una región del estado de Guerrero”, anotó Miguel
Pérez Negrete.
“En la cueva se halla un personaje denominado El
Conejo, el cual es un sacerdote con penacho que aparenta orejas de conejo y es
justo ese el que dicen que espanta. La pared del abrigo se halla plagada de
decenas de motivos grabados que recibe también el nombre de La Pintura del
Pueblo”.
Narra el arqueólogo que hay, con diferentes
cronologías, figuras humanas de forma cuadrada como las de Palma Sola,
estimados hacia el 200 después de Cristo, cuentas numerales de puntos y líneas,
glifos y hasta tlaloques o dioses de la lluvia de finales de la época
prehispánica, o sea, el lugar fue sede de rituales vinculados al agua por más de
13 siglos. Ya cuando regresaban de visitar la cueva, José Aguilera que venía en
la retaguardia sintió como una persona se le subió al anca del caballo y el
animal se puso loco. A Aguilera le tocó el espanto.
En esa ocasión Miguel Pérez y la arqueóloga Lucía Felipe Valencia registraron sitios como Plan del
Venado, El Aguacate y se completó información de dos sitios fortificados, que
pertenecen al periodo de las pugnas étnicas, al final de época prehispánicas
cuando también ocurre la guerra mexica-tarasca.
Miguel Pérez Negrete concluye que en la primera
ocupación de la zona, detectada por figurillas en Santo Domingo y la Cueva del
Conejo nos remite al periodo llamado Preclásico Terminal, entre los 200 antes
de Cristo y 200 después de Cristo, y la ocupación más significativa es la que
se asocia a los grandes petrograbados, lo que llamamos monumentalidad rupestre,
con sitios de fuerte influencia tolteca que ocupan las estribaciones bajas y
altas de la sierra desde Coyuca de Benítez hasta Coahuayutla, los cuales
seguramente eran los llamados pueblos del metal, los cuitlatecos y los
tepuztecos, etnias actualmente desaparecidas que se distinguían por su trabajo
en metalurgia.
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