Víctor Cardona Galindo
Miguel Pérez Negrete encontró en la comunidad de Piedras
Grandes concentraciones de cerámica, basamentos defensivos, con muros de
protección y fosos. Además de una gran cantidad de piedras con petrograbados de
gran tamaño asociados a la observación astronómica, representaciones de astros
como Venus y eclipses. Estos petrograbados tenían, para los antiguos habitantes
de Piedras Grandes, el objetivo de medir el tiempo, normar sus ceremonias y el
ciclo agrícola.
Pérez
Negrete dice que por el interés de Bertín Ortiz Atanasio fue dos veces a
Piedras Grandes, comunidad que toma su nombre de unas impresionantes rocas de
granito de 40 metros de altura. En la primera con José Aguilera Almanza, Juan
Carlos Aguilera Rodríguez, Hans Martz de la Vega y Giacanny. La segunda
únicamente en compañía de la arqueóloga Lucía Felipe Valencia.
Igual
que en La Gloria, en Piedras Grandes la comunidad está asentada sobre los
vestigios prehispánicos, destacando los enormes bloques de granito donde fueron
plasmados los petrograbados. “La Piedra de las Ranas, donde se observa una
consecución de puntos y el motivo asociado al planeta Venus en la época Prehispánica,
dando Juan Carlos un chispazo de ingenio al proponer que era el ciclo de las
ranas el que estaba representado en esa piedra y si, tenía lógica: las cuentas
de los días se asocia al crecimiento de las ranas y en la parte superior Venus
en forma de jilote o maíz tierno, con una constelación en forma de jaguar. Y
cerca se hallaba el ‘Hombre de Maíz’, un petrograbado de más de 4.20 metros de
largo con la representación de una planta de maíz con rasgos humanos”.
Miguel
Pérez, en la revista Revolución
número 87, nos cuenta su experiencia en Piedras Grandes: “Esa primera noche
estuve a la expectativa sugestionado por la leyendas de que un perro blanco
espanta justo al que duerme en la cama donde me quedé. En esos lugares las
casas son galerones de cuatro paredes y las habitaciones se separan con sabanas
colgadas de las trabes zopiloteras a manera de cortinas, o sea, técnicamente
todos duermen en la misma habitación”.
“Fue
cuando noté un señor dormido en un petate de forma muy incómoda, a lo que le
hice plática sentándome en el borde y después de un rato le comenté que si
deseaba recostarse en el lado de la cama que no ocupaba, para que no se
enfriara. El accedió y posteriormente dormí profundamente, hasta que en un
sueño el perro blanco me despertó con una fuerte mordida en la mano derecha”.
“Supongo
que mi sugestión había sido tal, que ya despierto todavía traía la mano
adolorida, con la sorpresa que mi cama era individual, no había petates ni
nadie se pudo haber recostado a mi lado. Claro, el diagnóstico oficial de la
comunidad fue que me habían espantado”.
En
Piedras Grandes resalta la Piedra del Eclipse donde los habitantes
prehispánicos registraron ese fenómeno astronómico. Aquí también Miguel Pérez
Negrete halló cerámica en su mayoría de características toltecas, así como una
rueda de calendario muy difuminada en piedra y más representaciones de ranas.
La historia de la expedición por lo
alto de la sierra, comenzó a finales del año 2004, cuando Juan Carlos Aguilera
llegó a la oficina de Miguel Pérez Negrete en la calle Cuauhtémoc número 3 de
la ciudad de Chilpancingo donde estaba el centro del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, (INAH)-Guerrero. Llevaba unas fotografías para mostrárselas,
eso llevó a Miguel y su equipo por primera vez a La Gloria, del 27 al 30 enero
de 2005, cobijado en el Proyecto Protección Técnica y Legal del Patrimonio
Arqueológico.
Al ascender a la sierra con lo
primero que toparon fue con el cerro Cabeza de Perro. “Se nos mencionó que en
la cima de ese cerro fueron hallados desde hace años tepalcates y fragmentos
del algunos silbatos, remitiéndonos a pensar que se trató de un centro de culto
a las deidades de las lluvias, divinidades que vivían en las cúspides de los
cerros prominentes según la cosmogonía Prehispánica y se les veneraba para
lograr lluvia y buenas cosechas. Los nahuas llamaban a esas divinidades
Tlaloques”.
Al llegar a La Gloria, después de
cinco horas de camino, se encontraron que las casas actuales de adobe, lámina y
madera están asentadas junto a los vestigios prehispánicos. “Justo donde
termina el patio de la casa de don Desiderio inicia la pendiente de un gran
promontorio de 15 metros de alto que fue la plataforma principal de este
asentamiento prehispánico. A partir de la plataforma, inician hacia el sur una
serie de terraceados formados con corazas de nódulos de granito, algunas
escalinatas aún detectables y tepalcates o restos de vasijas de barro, en
densidad moderada”.
La Piedra de los Tigres, la de los
jaguares divinos, se halla a un kilómetro del caserío de La Gloria, donde
sobresalen los felinos, “dos grandes jaguares colocados en direcciones
opuestas; el de arriba mira hacia el oeste, el que se halla abajo al este. Sus
cuerpos eran decorados con líneas onduladas, tal vez representación de agua, o
posiblemente fuego, acompañados de puntos a manera de chalchihuites o piedras
verdes, metáfora de lo divino; tal vez esos puntos eran símbolo de sangre. De
sus fauces escurre algún tipo de líquido que se vierte sobre personajes
recostados en torno a sus fauces y al centro de la escena, un claro numeral
‘uno’ representado por un círculo”.
Otro vestigio que les mereció
especial atención a los arqueólogos fue la piedra llamada La Quinceañera de don
Cuco, nombrada así por que don Cuco un antiguo poblador del lugar sintió la
necesidad de conseguirse una quinceañera que le rascara la espalda, por lo que
decidido, agarró su pala y se fue voltear la piedra, estaba seguro que
encontraría oro debajo para bajar a la ciudad de Atoyac y comprarse una
muchachona.
Ante esto los arqueólogos anotaron:
“Algunos bloques habían sufrido saqueo, donde además de excavar bajo ellos
buscando tesoros, fueron ladeados o totalmente volteados. Estas actividades de
excavación y destrucción son motivadas por la ambición y el imaginario popular
que lleva a pensar a mucha gente que las zonas arqueológicas son minas de
tesoros, joyas, campanas de oro o señales que indican que bajo de ellas está la
riqueza. La esperanza por hallar algo o el obtener piezas para venderlas en la
red de mercado negro ha llevado a la destrucción casi total de los sitios o en
algunos casos, a la voladura con dinamita de bloques de piedras labrados en los
cuales piensa la gente que está contenido el oro”.
En La Quinceañera de don Cuco, se
encontró un elemento que se identificó como una planta de maíz a manera de
árbol cósmico. “Aquí se encontraron vestigios de que peones que venían de la
montaña a la corta del café le prendían veladoras, a lo que pensaban era una
representación del Dios de maíz”, me comentó un día José Aguilera.
Los arqueólogos propiciaron la
formación de la Unión Campesina para la Conservación de la Zona Arqueológica de
La Gloria, que entre sus actividades tendrían la salvaguarda de la mencionada
zona arqueológica, el fomento a la visita por parte del público, la difusión y
el apoyo en las campañas para crear conciencia social en torno a la necesidad
de conservar el patrimonio cultural y reducir el saqueo.
En una entrevista que Miguel Pérez Negrete concedió
a los medios de comunicación dijo que a diferencia de la planicie costera y
partes bajas, donde se han hallado vestigios de la cultura Olmeca, con más de 2
mil 800 años de antigüedad, por las investigaciones recientes “sabemos que en
la parte alta de la sierra de Atoyac, la ocupación Prehispánica data
principalmente en los últimos siglos antes de la conquista española, entre los
siglos X y XVI después de Cristo”.
El arqueólogo detalló que esta cultura tuvo su
mayor auge entre los siglos X y XIII de nuestra era, “cultura que tenía rasgos
toltecas, registrando en las piedras parte de su cosmovisión y sus
conocimientos. Además, trabajaban el metal, principalmente el cobre, y
construían grandes plataformas, algunas de 50 metros por lado”.
Encontraron en los petrograbados de La Gloria tigres
divinos y árboles cósmicos o de los cinco rumbos, “dichas representaciones de
árboles señalaban los lugares de importancia también han sido hallados en Santo
Domingo y Piedras Grandes”.
Monolito
encontrado por campesinos cerca de San Francisco del Tibor, donde se está una zona arqueológica no explorada. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Se corroboró que la gran mayoría de petrograbados
“fueron dispuestos en lugares específicos donde se conjugaba el paisaje con la
salida de los astros”, y agregó que se encontraron alineaciones hacia el
equinoccio y los solsticios, también se orientan hacia las puntas de los cerros
como parte de los rituales a las deidades de las lluvias que según sus
creencias vivían en las cumbres de las elevaciones prominentes, “en algunas
piedras, como en El Camarón o la Piedra de la ranas en Piedras Grandes, que
denotan un registro del tiempo, posiblemente para normar el calendario agrícola
y el ritual. También encontramos representaciones de eclipses, de Venus y del
Sol, sin contar con otros motivos que dibujaron la figura humana y a diversos
animales”.
Comentó que estos grupos eran seguramente los
llamados tepuztecos y cuitlatecos, los cuales fueron conquistados por los
mexicas en el siglo XV de nuestra era, a los que se impuso principalmente un
tributo de algodón y productos marinos. Las
Relaciones Geográficas del Siglo XVI mencionan que este lugar era ocupado
por las provincias Citlaltomahua y Zacatula.
Pérez Negrete dijo que al momento de su conquista
por los mexicas, “las poblaciones de la sierra de Atoyac ya tenían desarrollada
una alta cultura que incluía la medición del tiempo mediante la observación
anual de los astros, la metalurgia y una concepción del universo similar a los
toltecas”.
Concluimos que en La Gloria se encontró la zona
arqueológica más importante del municipio de Atoyac, entre los materiales
arqueológicos que hay se encuentran: “fragmentos de vasijas del preclásico, así
como miniaturas, sellos, figurillas de la tradición de la costa y también una
figurilla tipo azteca… Una gran cantidad de obsidiana verde y gris usada en
navajillas y puntas de proyectil (llamadas comúnmente Piedras de Rayo) cuentas
de piedra verde, metates y morteros, manos de metate y hachas de piedra. Junto
con ello se presenta una abundancia de malacates, usados para hilar algodón”.
Pero lo que le da mayor importancia a La Gloria son sus
petrograbados, tres piedras tienen plasmadas la figura del árbol cósmico que
refleja la estructuración del universo y la piedra de los tigres contiene una
escena con jaguares preciosos o divinos.
“La mayoría de los petrograbados de La Gloria se derivan
de cultos agrícolas y de la medición del movimiento solar, pero algunos
grabados como la Piedra de los Tigres y las representaciones de los árboles
cósmicos son desplegados de poder, donde el grupo que ahí habitó, trató de
hacer manifiesta su legitimidad e importancia”.
La Piedra de los Tigres es un enorme bloque de cuatro
metros de alto con la escena vomitando sobre personajes, “en una concepción
tolteca donde los grandes felinos vacían sus entrañas para legitimar a los
gobernantes y hacerlos dignos de dirigir, marcando el inicio de un linaje, de
ahí el numeral uno, representa los primeros gobernantes de La Gloria, ungidos
por los jaguares celestes”, dice Miguel Pérez Negrete, quien destaca que estos grupos hacían observaciones del
firmamento y sabían de matemáticas, ya que el conocer el ciclo del planeta Venus
requiere de cuentas de hasta 104 años de duración.
Miguel Pérez Negrete, Hans Martz de la Vega, Guadalupe Paoky Rueda
Robledo y José Aguilera Almanza escribieron el libro: De árboles Cósmicos. Los petrograbados de La Gloria. Arqueología de
Atoyac de Álvarez Guerrero, publicado en el 2013 por la Secretaría de
Cultura del estado de Guerrero, donde plasman todo lo encontrado en esa
comunidad de Atoyac perdida en la exuberancia de la sierra.
“En La Gloria existen 27 bloques de granito con petrograbados, que
pueden haberse vinculado a rituales, desplegados de poder, registro del tiempo
y de linajes, de escenas míticas o acontecimientos especiales (…) sobresale por
su temática y simbolismo rupestre, ofreciendo nuevos datos acerca de la
población Prehispánica de la sierra, su temporalidad y organización, en una
parte del estado de Guerrero que se desconoce casi por completo: las altas
estribaciones y el parteaguas de la Sierra Madre del Sur”, dicen en la
presentación.
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