jueves, 17 de septiembre de 2015

21 años de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), doceava parte.


Víctor Cardona Galindo
“Ya me cansé de llorar por esto que ha sucedido /mandaron a acribillar a indefensos campesinos /Bajaban de Atoyaquillo, con otros de paro Real /y los emboscó el gatillo del gobierno criminal”, dice una estrofa del corrido que compuso el padre Máximo Gómez a la masacre de Aguas Blancas.
Al notarse un mínimo avance en las investigaciones sobre la matanza de Aguas Blancas, organismos defensores de los derechos humanos, tanto nacionales como internacionales, ejercieron presión sobre el ejecutivo nacional para que esclareciera de manera objetiva el caso y deslindara responsabilidades sobre los incriminados en la masacre.
Entre las organizaciones internacionales que se solidarizaron con Guerrero destacaron: Amnistía Internacional (AI); Physicians for Human Rights, la organización Minnesota Advocates for Human Rights y el Centro de Justicia y Derecho Internacional (CJDI). El Centro de Derechos Humanos y Leyes Constitucionales (CDHLC), cuyo presidente Peter A. Schey visitó Guerrero a principios de noviembre, también lo hizo el perito forense de Amnistía Internacional Morris Tidball Binz quien recomendó una exhumación de los cuerpos para abril de 1996 con la presencia de más peritos extranjeros.
Hilario Mesino Acosta, uno de los fundadores 
de la Organización Campesina de la Sierra 
del Sur, al fondo el monumento a Lucio Cabañas
 Barrientos. Foto: Francisco Magaña.

A finales de noviembre, unos 30 judiciales vigilaban en sus domicilios a 15 ex funcionarios a los que se les decretó un segundo arraigo domiciliario, del 24 de noviembre hasta el 24 de diciembre, entre ellos estaban el ex procurador Antonio Alcocer Salazar, el subsecretario de Protección y Vialidad Rosendo Armijo de los Santos, el director operativo de Seguridad Pública Manuel Moreno González, el ex fiscal especial Adrián Vega Cornejo, el ex director de gobernación Esteban Mendoza Ramos y el ex director de la Policía Judicial, Gustavo Olea Godoy.
Estos fueron señalados por la CNDH de haber obstruido y destruido pruebas para las investigaciones del caso Aguas Blancas. Los agentes los acompañaban cuando salían de sus casas. Por eso la alcaldesa de Atoyac, María de la Luz Núñez Ramos denunció que eran sus propios “guaruras”, los que cuidaban a los ex funcionarios implicados en la masacre de Aguas Blancas, mismos que a pesar de no estar en funciones seguían mandando en Guerrero.
Como parte de la lucha por la desaparición de poderes en la entidad, el 26 de noviembre, salió de Atoyac en caravana de carros un contingente que buscaba llegar a la ciudad de México, pero a las tres de la madrugada del 28 se regresó de Chilpancingo después de establecer acuerdos políticos con el gobernador Rubén Figueroa Alcocer.
La primer edil de Atoyac, Núñez Ramos declaró a la prensa que Atoyac no había recibido apoyos financieros para implementar un plan de desarrollo que contemplara la apertura de caminos, agua potable, drenaje y seguridad pública. Por eso al reunirse con Figueroa y con funcionarios del ejecutivo estatal se lograron importantes acuerdos entre los que destacaban: entregar al Ayuntamiento de Atoyac cinco mil toneladas de cemento, 300 mil nuevos pesos para terminar los puentes de La Pintada y Mexcaltepec, 328 mil nuevos pesos para la reubicación del rastro municipal. También el acuerdo de construir viviendas a cada una de las viudas de Aguas Blancas. Después de esto el Ayuntamiento de Atoyac se retiró temporalmente de la lucha por la desaparición de poderes que retomaría meses después.
A partir de la masacre de Aguas Blancas, los principales dirigentes de la OCSS, perseguidos por el gobierno, vivían a salto de mata, entonces emergió fuerte la figura de Rocío Mesino Mesino, hija del fundador Hilario Mesino, quien tomó la estafeta para dirigir la agrupación, exigiendo justicia y cárcel para los responsables de la matanza.
Rocío Mesino Mesino, nació en 1974 en la comunidad del Escorpión Municipio de Atoyac, cursó sus estudios primarios en las comunidades de Agua Fría y San Juan de las Flores municipio de Atoyac de Álvarez. Desde que se convirtió en la figura principal de la OCSS, se inició una persecución y hostigamiento en su contra. En los retenes del Ejército y de la Policía Judicial, los vehículos en que viajaba eran revisados hasta por media hora y desde entonces hombres desconocidos la seguían a donde fuera, como lo denunció muchas veces a la prensa. Rocío le tocó encabezar lo que podríamos llamar una segunda etapa de lucha de la OCSS.
El 13 de diciembre de 1995, el fiscal especial  que el gobierno del estado puso para el caso Aguas Blancas, Alejandro Varela Vidales, pretendió llevar a cabo la exhumación de los cuerpos de los 17 campesinos, pero fracasó. Los familiares de los caídos, con el diputado local Ranferi Hernández Acevedo a la cabeza, se opusieron a la diligencia pidiendo la presencia de peritos extranjeros. Se hablaba que de acuerdo a las necropsias iniciales nueve de los 17 campesinos presentaban tiro en la cabeza.
Alejandro Varela Vidales “engaño a las viudas y desestimó sus derechos cuando trató de hacer la exhumación de cadáveres sin su consentimiento y sin las condiciones técnicas requeridas por el protocolo de la ONU para éste tipo de diligencias, de que Varela ni siquiera tenía conocimiento (…) El 13 de diciembre de 1995 el fiscal se enfrentó a los familiares de las víctimas. Llegó a los cementerios de Atoyaquillo, Tepetixtla y Paso Real, con el juez de causa, Adolfo Van Meeter y un equipo de 40 peritos y decenas de policías sin uniforme”, publicó Maribel Gutiérrez en su libro Violencia en Guerrero.
El fiscal intentó exhumar los cuerpos sin avisar de la fecha a los deudos, con el fin de que no participaran los expertos que ellos pedían. A partir de entonces, el diputado Hernández Acevedo fue el blanco de ataques del fiscal, del juez, de políticos priistas, y del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Guerrero, Jesús Araujo quien quiso desaforarlo para proceder penalmente en su contra.
María de la Luz compareció, el 19 de diciembre de 1995, ante el fiscal especial Oscar Varela, donde repitió lo que ya había dicho a la prensa sobre su comunicación con Figueroa en 27 y 28 de junio por la tarde, y presentó su declaración por escrito. El 22 de diciembre se extendió el arraigo otros 30 días para los funcionarios implicados en el caso.
Habían pasado seis meses desde que ocurrió la masacre y todavía nada estaba claro, las investigaciones a un estaban estancadas, la exhumación de los cuerpos no se había concretado, primero porque se opusieron las autoridades judiciales del estado, luego el dilatado proceso para designar al fiscal especial Alejandro Varela Vidales, quien sustituyó a Miguel Ángel García Domínguez que duró en el cargo solamente tres semanas, porque fue nombrado magistrado del Poder Judicial en Guanajuato, y finalmente porque los familiares exigían que estuvieran presentes representantes forenses de organismos internacionales.
Cuando se supo que ya Varela pretendía cerrar la investigación sin citar a declarar a 25 testigos sobrevivientes de la matanza, los familiares apoyados por miembros de la OCSS y de la UOSS tomaron las oficinas de la fiscalía en Acapulco, ubicadas en el condominio Balboa, en la calle Vasco Núñez de Balboa y Capitán Malespina y ahí confirmaron que el fiscal buscaba exonerar a Figueroa.
“Pronto se supo también que además de ser un gris y ambicioso abogado, Varela Vidales tenía relación con Figueroa antes de ocupar la fiscalía… El nexo era el representante de Figueroa en la ciudad de México, el abogado Luis del Toro Calero (…) lo que colocaba a Varela fuera del perfil que marcó la CNDH para la persona que debía encargarse de investigar la matanza de 17 campesinos”, comenta Maribel.
Terminó 1995 con más violencia en Guerrero. El 28 de diciembre siete campesinos fueron ejecutados en el poblado de Xochiapa, municipio de Alcozauca, en la región de la Montaña. Las víctimas y los agresores iban vestidos con ropas tipo militar. El comandante de la Novena Región Militar, general Tomas Enrique Salgado Cordero, comentó que se trató de un enfrentamiento entre narcotraficantes.
La masacre se registró en el camino de terracería que conduce a la comunidad de Igualita, cerca de Alcozauca, en el paraje conocido como Barranca del Ídolo. Se dijo que los hermanos Juan, Abel, Antolín y Raúl Olivera Rojas vecinos de la comunidad de San Francisco Xochiapa que vestían ropas tipo militar, sacaron con lujo de violencia de sus domicilios a los campesinos Aarón González Martínez, Nahúm González García y Alberto Quiroz Mateos para matarlos. Cada uno presentaba tiro de gracia. Luego los familiares y miembros de la comunidad les dieron alcance a los asesinos que también murieron acribillados con balas de grueso calibre.
Luego, Aarón Benítez Carbajal, hermano de uno de los comandantes implicados en caso Aguas Blancas, fue asesinado por al menos dos sicarios el 31 de diciembre de 1995 en El Ciruelar municipio de Atoyac. De acuerdo con la nota de Pablo Alonso Sánchez publicada en el Diario 17, los hechos fueron a las ocho de la noche, el líder campesino recibió ocho impactos de bala, al parecer de 10 milímetros. Fue levantado por sus familiares y herido llevado a una clínica de San Jerónimo de Juárez donde murió al día siguiente primero de enero de 1996.
“El sujeto que le disparó llegó comprando una cajetilla de cigarros y al momento que le despachaba, sacó una pistola de entre sus ropas y le disparó dejándolo gravemente herido para posteriormente darse a la fuga”, dice Pablo Alonso. Aarón Benítez era líder priista y mucho tiempo militó en la Coalición de Ejidos de la Costa Grande. El 3 de enero fue sepultado en su natal Tepetixtla.
Así la violencia continuaba a pesar de que la presencia de fuerzas policiacas y militares en la sierra y la Montaña, era ya una constante y acentuada mayormente en la comunidad de Tepetixtla, donde se localizaba el grupo más combativo de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS).
Varela Vidales realizó la reconstrucción de los hechos en el vado de Aguas Blancas. Acreditó que los campesinos iban desarmados y que ya muertos les fueron colocadas las armas de fuego. Pero al gobernador nada de responsabilidad. “Para cubrir las apariencias consignó a 20 policías más, y 23 funcionarios. En prisión quedaron cuatro ex funcionarios de nivel medio del gobierno de Figueroa y 28 ex policías motorizados”, dice Maribel. Dos policías se dieron a la fuga antes de ser aprehendidos.
También el juzgado segundo de primera instancia del ramo penal liberó orden de aprensión en contra de 80 policías de seguridad pública incluido su director Manuel Moreno González por los delitos de abuso de autoridad y lesiones contra 55 indígenas. Por los hechos del 14 de septiembre de 1994 cuando miembros del Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena y Negra, sufrieron un desalojo violento en Chilpancingo por parte de la policía estatal, por lo que la CNDH emitió la recomendación 32/95.
Por el asesinato de Juan Rodríguez Nieves fueron detenidos tres campesinos de la OCSS: Anastasio y Andrés Ascencio Domínguez, así como Romualdo Carrasco Benítez. Los acusaban también del crimen de Belén Hernández Martínez y Benjamín Rodríguez Jiménez, ejecutados a balazos el 22 de agosto de 1995.
El viernes 5 de enero de 1996, el fiscal Varela Vidales, dio a conocer a los medios de comunicación los nombres de los dos funcionarios que viajaron en el helicóptero que sobrevoló la escena del crimen el 28 de junio. Según la fiscalía los pasajeros de la nave fueron el entonces secretario de gobierno, José Rubén Robles Catalán y el director de Comunicación Social, Carlos Carrillo Santillán, quienes también rindieron su testimonio ante el Ministerio Público pero no se les fincó responsabilidad penal. Algunos testimonios dicen que hubo más pasajeros en ese helicóptero.



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