Este blogs se especializa en temas del municipio de Atoyac de Álvarez Guerrero, desde las plantas medicinales, el río, la guerrilla de Lucio Cabañas Barrientos, la guerra sucia, café, coco, mango, la fábrica de hilados y tejidos de El Ticuí, la danza de El Cortés, comidas tradicionales, la guerra de independencia y la revolución mexicana en la Costa Grande, arqueología y los atractivos turísticos de mi matria.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Mitla
Víctor Cardona Galindo
Las cosas andan mal en el campo de la región
Costa Grande. Los maiceros reportaron una pérdida del 80 por ciento de sus
cosechas, debido a la sequía. No hubo floración suficiente y los mieleros no
recolectaran esta temporada. Las lluvias atípicas tiraron la floración y no
habrá mucho mango. La laguna de Mitla tardará en reponerse de la apertura de la
barra a consecuencia del huracán Marty.
Y para el colmo de todos los males, la roya afectó ya al 75 por ciento de los
cafetales, no habrá cosecha del aromático los próximos años y los cocultores
anuncian que tienen plantaciones viejas amenazadas por enfermedades.
Pero hoy en esta página de Atoyac, nos
ocuparemos de la situación de los pescadores de la laguna de Mitla, que están
agrupados en las cooperativas pesqueras de las comunidades de Cacalutla y
Zacualpan, colonia Cuauhtémoc y Las Salinas que enfrentaron la problemática de
la apertura de la barra de Coyuca, hecho que además de afectar la
pesca rivereña estaba ocasionando un desastre ecológico de grandes
magnitudes por la resequedad en las inmediaciones de ese cuerpo de agua,
que amenazaba, a los manglares, hatos ganaderos y las plantaciones de palmeras
de coco.
Los pescadores de la
laguna de Mitla sufren aún los
efectos de la apertura de la barra de Coyuca.
Foto: Archivo Histórico Municipal de Atoyac.
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Mitla quiere decir “región de los muertos”. Otra versión dice que es: “lugar
de flechas o dardos”. De la primera mictlan
mundo de los muertos; de la segunda mitl
flecha, dardo; y tla lugar. La laguna
tiene superficie aproximada 77 kilómetros
cuadrados, se ubica al noroeste de Acapulco, con una profundidad media, dos
metros con 90 centímetros, corre paralela a la Costa. La laguna se abría en
forma natural al mar, año con año, pero hoy, permanece cerrada artificialmente
desde 1968, en una boca situada al este, donde la barra tiene unos 300 metros
de ancho. Cuando fue cerrada
definitivamente, se convirtió a ese cuerpo de agua dulce porque su única
entrada de mar se mantiene a través de la boca-barra de Coyuca.
El sistema lagunar de la Costa Grande está
compuesto por lagunas y esteros, en este conjunto está la laguna de Mitla, la de
Coyuca, El Plan, Nuxco, Valentín, El Tular, Potosi y Cuajo; los esteros de San
Jerónimo, Tetitlán, Tenexpa y Valentín. La laguna de Mitla es explotada a
través de la pesca rivereña, pescando principalmente tilapia, conocida como
carpa; cuatete, camarón, robalo, y algunas otras especies en menor cantidad.
También sus inmediaciones se utilizan como zonas de pastoreo de ganado bobino y
caprino. Su existencia da nombre a la playa de Mitla y a la comunidad de Santa
Cruz de Mitla, que tiene alrededor de 46 habitantes adultos y 14 niños, cuenta
con una escuela primaria, una casa de salud, y un kiosco con una pequeña
explanada. También un tiempo contó con un museo comunitario de vestigios
arqueológicos encontrados en sus alrededores.
Algunos consideran a la playa de Mitla como “un
paraíso alejado de la civilización que es perfecto para acampar, descansar,
meditar, observar el mar o escuchar el ir y venir de las olas, así como para
pasear por la laguna en las pequeñas canoas de los lugareños, disfrutar de un
buen cóctel de camarones frescos, embelesarse con las noches estrelladas o
simplemente deambular por la vasta extensión arenosa”, se lee en un texto del
portal de la revista México Desconocido.
Lo más sorprendente de la laguna es su
diversidad de flora y fauna y su cercanía con
el mar, pues en parte los divide una pequeña franja de tierra de 80 o
100 metros. Por eso sin duda un
atractivo de este territorio es la gran variedad de aves, que habitan el
lugar, como pelícanos, garzas y gaviotas. El sacerdote Pedro Rumbo Alejandri
quedó fascinado con La Isla de Pájaros que tiene “un kilómetro de largo por
doscientos metros de ancho, aproximadamente, es un santuario para miles de aves
que cada año se reúnen para procrear y alimentar sus crías durante su desarrollo,
en los meses de mayo, junio y julio”.
Escribió Rumbo Alejandri en la revista La Costa de abril de 1995. “En época de
anidación conviven varias clases de aves: garzas reales, patos picos de
cuchara, pollas de agua, gaviotas, pelicanos blancos y grises, patos comunes,
buceadores, patos de Canadá, pájaros bobos, flamencos e ibis”.
Especies de aves en la
laguna de Mitla.
Foto: Archivo Histórico
Municipal de Atoyac.
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Hay ideas y proyectos que buscan instalar esquí
acuático y parques ecoturisticos, con renta de motos acuáticas y canotaje. La
carretera 200 Acapulco-Zihuatanejo nos lleva a la laguna de Mitla, pero también
puede rodearse entrando por Santa Rosa y desviándose por Hacienda de Cabañas,
luego Llano Real, pasando por Playa Gaviotas, donde hay varias carreteras que van
bordeando el mar hasta llegar a Santa Cruz de Mitla y de ahí al Zapote para
retornar al puerto de Acapulco. Mitla tiene una gran reserva de manglares y
cerca de su ribera también existen variedades de palma redonda. Cuenta con
islas, las más conocidas son La Isla del Caballo, la Magueyes y la de Pájaros.
Actualmente hay pocos peces, la corriente de agua se los
llevó. Al cerrarse la barra los niveles de agua están retrocediendo
y esperamos que los municipios de Atoyac y San Jerónimo, en los próximos meses, tengan
los niveles adecuados para la sobrevivencia del ecosistema local.
La laguna de Mitla no tiene aportes de agua
durante la temporada de secas, por eso es la más limpia del país. Está
conectada con la de Coyuca por un canal que mide 18 kilómetros de largo, en
algunos tramos, por el azolve, el canal tiene profundidades menores a 30
centímetros y anchos de seis metros en partes con taponamientos de lirio
acuático factores que producen bajas velocidades del agua al interior del
canal. A principios del siglo pasado los españoles dueños y ejecutivos de la
fábrica de hilados y tejidos, usaban ese canal, viajaban de Acapulco por medio
de embarcaciones que cruzaban la laguna de Coyuca y la de Mitla hasta Los
Arenales y de ahí en carreta hasta El Ticuí.
En el 2013 durante la contingencia de la
tormenta Manuel y el huracán Ingrid los pescadores ribereños pidieron
que se construyan compuertas en la comunidad de El Zapote para mantener los niveles
de agua en esta laguna que comparten los municipios de Coyuca, Atoyac y San
Jerónimo de Juárez, pero no han obtenido respuesta de las autoridades del ramo.
Con la construcción de una compuerta en la comunidad de El Zapote, se evitaría que el agua retenida
en la laguna de Mitla se fugue por la de Coyuca o viceversa.
Esta vez la barra de Coyuca fue abierta a
pico y pala a propuesta de los restauranteros del lugar. Y es que el 29 de
octubre debido a la presencia del huracán Marty
las casas y negocios ubicados a la orilla de la laguna de Coyuca se estaban
inundando, por eso pobladores pidieron a las
autoridades de los tres niveles de
gobierno que abrieran la barra.
Fue que Ejército mexicano, la Marina y
Protección Civil (PC) actuaron y
abrieron la barra, ya que había niños, que podían enfermarse por estar
tanto tiempo en el agua, porque sus casas estaban totalmente inundadas, tanto
que algunas familias optaron por refugiarse con algún pariente mientras las
autoridades solucionaban el problema. A raíz de esta acción toda el agua fluía
hacia el mar llevándose consigo las especies de las cuales subsisten más 500
familias del municipio de Atoyac y otras tanto de Coyuca de Benítez.
El nivel lagunar se redujo notablemente, el
agua estaba dejando los manglares atrás y los peces estaban perdiendo las
condiciones para reproducirse, ya no tenían la protección que les brindan las
ramas y raíces de los árboles. Muchos pescadores sin escrúpulos practican el
arrastre y el apaleo y matan hasta la cría pequeña. Los pescadores llegaron a
arrastrar sus embarcaciones hasta 200 metros laguna adentro para poderla
colocar en el agua y llevar a cabo la pesca. Por eso insistieron que la
solución más viable es construir compuertas para que manualmente se regule el
flujo de agua en la laguna, sobre todo en temporada de lluvias mediante un
comité de vigilancia.
Los pescadores acudieron al Ayuntamiento de
Atoyac con el presidente Dámaso Pérez, que los llevó a la Secretaría de
Desarrollo Rural del Estado, los llevó con diputados federales y a la
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación
(Sagarpa) A todos los funcionarios que vieron les pidieron que ayudaran a
cerrar de inmediato la barra de Coyuca para que recuperar el ecosistema
lagunar.
Pero como si fuera un milagro de la Virgen de
Guadalupe, el sábado 12 diciembre finamente la barra se cerró de manera natural
por lo que no fue necesaria la intervención de maquinaria. La naturaleza se
salvó solita.
No es la primera vez que las cosas se ponen críticas en la laguna de
Mitla. Durante la contingencia provocada por el huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel
la comunidad de Zacualpan estuvo a punto de desaparecer por la inundación que
causó la laguna, varias casas se cayeron, por fortuna se abrió la barra de 300
metros de ancho en el lugar conocido por Boca de Mitla llevándose la compuerta
que servía de puente hacia Costa de Plata. Pero eso traería consecuencias
después.
El 11 de octubre 2013 pescadores de la
colonia Vicente Guerrero realizaron un retén informativo en la carretera para
pedir apoyo, porque no les querían comprar su pescado. “Los muertos se fueron a
la laguna” les decía la gente, y 60 familias de esa localidad que viven de la
pesca no tenían para comer. Estalló esa
otra contingencia, por la falta de venta de pescado de la laguna de Mitla los
pescadores cayeron en crisis. Los compradores argumentaban que los peces se
alimentaban de cadáveres que había arrastrado la corriente desde La Pintada. Fue
una catástrofe porque en comunidades como la colonia Vicente Guerrero el 90 por
ciento de los habitantes se dedican a la pesca de mojarra, tilapia y cuatete.
Aunque en la laguna de Mitla no desembocan ni el río Atoyac ni el de Coyuca,
los consumidores no lo querían creer.
Las autoridades municipales de Atoyac
intervinieron y tomaron muestras del pescado de la laguna, el 14 de octubre y
fueron enviadas al Centro de Investigación de Desarrollo Biotecnológico y
Diagnóstico S.A de C.V en Monterrey Nuevo León y el 21 de noviembre se dio a conocer que
de acuerdo a los resultados emitidos por el laboratorio el pescado de Mitla no
estaba contaminado. Con eso el mercado pareció recomponerse.
Pero para la segunda quincena de enero de
2014. Alrededor de 500 pescadores de la colonia Vicente Guerrero, Zacualpan y
Cacalutla, ya habían sido afectados por el bajo nivel del agua que estaba
presentando la laguna de Mitla. Lo que mermó el 80 por ciento de la producción
de peces y la pesca es la única fuente de empleo en la región.
El 4 de febrero de 2014 en la comunidad de
Cacalutla, pescadores de Zacualpan, Cacalutla, Vicente Guerrero, Camalote y
Papayo, bloquearon la carretera en la entrada y la salida de Cacalutla en
demanda de empleo temporal y el cierre de la barra.
La apertura natural de la barra había dejado
pérdidas a los pescadores de Atoyac, San Jerónimo y Coyuca de Benítez; también
a los copreros y ganaderos que se habían visto afectados por el bajo nivel del
agua. Se dañó la producción por la fuga de miles de litros de agua. Los pescadores
de Cacalutla se quejaban: “Tenemos que caminar con la panga, cientos de metros
sobre el lodo, lo que antes estaban lleno de agua ahora está seco, causando
fuertes estragos en la flora y la fauna del lugar”.
El 3 de febrero otra vez los pescadores
tomaron la carretera, para exigir la atención del gobierno ante el problema de
la sequía. En
breve iniciaron los trabajos para cerrar la barra de la laguna de Mitla, en
cumplimiento a los acuerdos de una reunión celebrada en la colonia Vicente
Guerrero el 27 de enero, donde participaron pescadores, autoridades municipales
e instituciones responsables del cuidado y preservación del medio ambiente.
Pero debido a que no había condiciones para que la maquinaria por si
sola pudiera cerrar la barra, se pidió la participación de los pescadores para
colocar una barricada de bolsas de arena y así contener el flujo del agua que
iba muy fuerte hacia el mar. Con el esfuerzo de todos la barra quedó cerrada
esa vez.
Se han hecho esfuerzos para regularizar la captura y
venta ilegal de peces y para evitar la contaminación en los mantos acuíferos.
Se ha detectado que comerciantes del estado de Michoacán compran toneladas de
tilapia pequeña que utilizan para la fabricación de harina. Eso es ilegal. En
agosto es la veda del langostino chacal, porque es la temporada que esa especie
desova. La laguna de Mitla es también hábitat de especies cocodrilos, algunos
hermosos ejemplares han sido capturados por pescadores y campesinos de la
región.
La Gloria, cuarta y última parte
Víctor Cardona Galindo
Miguel Pérez Negrete encontró en la comunidad de Piedras
Grandes concentraciones de cerámica, basamentos defensivos, con muros de
protección y fosos. Además de una gran cantidad de piedras con petrograbados de
gran tamaño asociados a la observación astronómica, representaciones de astros
como Venus y eclipses. Estos petrograbados tenían, para los antiguos habitantes
de Piedras Grandes, el objetivo de medir el tiempo, normar sus ceremonias y el
ciclo agrícola.
Pérez
Negrete dice que por el interés de Bertín Ortiz Atanasio fue dos veces a
Piedras Grandes, comunidad que toma su nombre de unas impresionantes rocas de
granito de 40 metros de altura. En la primera con José Aguilera Almanza, Juan
Carlos Aguilera Rodríguez, Hans Martz de la Vega y Giacanny. La segunda
únicamente en compañía de la arqueóloga Lucía Felipe Valencia.
Igual
que en La Gloria, en Piedras Grandes la comunidad está asentada sobre los
vestigios prehispánicos, destacando los enormes bloques de granito donde fueron
plasmados los petrograbados. “La Piedra de las Ranas, donde se observa una
consecución de puntos y el motivo asociado al planeta Venus en la época Prehispánica,
dando Juan Carlos un chispazo de ingenio al proponer que era el ciclo de las
ranas el que estaba representado en esa piedra y si, tenía lógica: las cuentas
de los días se asocia al crecimiento de las ranas y en la parte superior Venus
en forma de jilote o maíz tierno, con una constelación en forma de jaguar. Y
cerca se hallaba el ‘Hombre de Maíz’, un petrograbado de más de 4.20 metros de
largo con la representación de una planta de maíz con rasgos humanos”.
Miguel
Pérez, en la revista Revolución
número 87, nos cuenta su experiencia en Piedras Grandes: “Esa primera noche
estuve a la expectativa sugestionado por la leyendas de que un perro blanco
espanta justo al que duerme en la cama donde me quedé. En esos lugares las
casas son galerones de cuatro paredes y las habitaciones se separan con sabanas
colgadas de las trabes zopiloteras a manera de cortinas, o sea, técnicamente
todos duermen en la misma habitación”.
“Fue
cuando noté un señor dormido en un petate de forma muy incómoda, a lo que le
hice plática sentándome en el borde y después de un rato le comenté que si
deseaba recostarse en el lado de la cama que no ocupaba, para que no se
enfriara. El accedió y posteriormente dormí profundamente, hasta que en un
sueño el perro blanco me despertó con una fuerte mordida en la mano derecha”.
“Supongo
que mi sugestión había sido tal, que ya despierto todavía traía la mano
adolorida, con la sorpresa que mi cama era individual, no había petates ni
nadie se pudo haber recostado a mi lado. Claro, el diagnóstico oficial de la
comunidad fue que me habían espantado”.
En
Piedras Grandes resalta la Piedra del Eclipse donde los habitantes
prehispánicos registraron ese fenómeno astronómico. Aquí también Miguel Pérez
Negrete halló cerámica en su mayoría de características toltecas, así como una
rueda de calendario muy difuminada en piedra y más representaciones de ranas.
La historia de la expedición por lo
alto de la sierra, comenzó a finales del año 2004, cuando Juan Carlos Aguilera
llegó a la oficina de Miguel Pérez Negrete en la calle Cuauhtémoc número 3 de
la ciudad de Chilpancingo donde estaba el centro del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, (INAH)-Guerrero. Llevaba unas fotografías para mostrárselas,
eso llevó a Miguel y su equipo por primera vez a La Gloria, del 27 al 30 enero
de 2005, cobijado en el Proyecto Protección Técnica y Legal del Patrimonio
Arqueológico.
Al ascender a la sierra con lo
primero que toparon fue con el cerro Cabeza de Perro. “Se nos mencionó que en
la cima de ese cerro fueron hallados desde hace años tepalcates y fragmentos
del algunos silbatos, remitiéndonos a pensar que se trató de un centro de culto
a las deidades de las lluvias, divinidades que vivían en las cúspides de los
cerros prominentes según la cosmogonía Prehispánica y se les veneraba para
lograr lluvia y buenas cosechas. Los nahuas llamaban a esas divinidades
Tlaloques”.
Al llegar a La Gloria, después de
cinco horas de camino, se encontraron que las casas actuales de adobe, lámina y
madera están asentadas junto a los vestigios prehispánicos. “Justo donde
termina el patio de la casa de don Desiderio inicia la pendiente de un gran
promontorio de 15 metros de alto que fue la plataforma principal de este
asentamiento prehispánico. A partir de la plataforma, inician hacia el sur una
serie de terraceados formados con corazas de nódulos de granito, algunas
escalinatas aún detectables y tepalcates o restos de vasijas de barro, en
densidad moderada”.
La Piedra de los Tigres, la de los
jaguares divinos, se halla a un kilómetro del caserío de La Gloria, donde
sobresalen los felinos, “dos grandes jaguares colocados en direcciones
opuestas; el de arriba mira hacia el oeste, el que se halla abajo al este. Sus
cuerpos eran decorados con líneas onduladas, tal vez representación de agua, o
posiblemente fuego, acompañados de puntos a manera de chalchihuites o piedras
verdes, metáfora de lo divino; tal vez esos puntos eran símbolo de sangre. De
sus fauces escurre algún tipo de líquido que se vierte sobre personajes
recostados en torno a sus fauces y al centro de la escena, un claro numeral
‘uno’ representado por un círculo”.
Otro vestigio que les mereció
especial atención a los arqueólogos fue la piedra llamada La Quinceañera de don
Cuco, nombrada así por que don Cuco un antiguo poblador del lugar sintió la
necesidad de conseguirse una quinceañera que le rascara la espalda, por lo que
decidido, agarró su pala y se fue voltear la piedra, estaba seguro que
encontraría oro debajo para bajar a la ciudad de Atoyac y comprarse una
muchachona.
Ante esto los arqueólogos anotaron:
“Algunos bloques habían sufrido saqueo, donde además de excavar bajo ellos
buscando tesoros, fueron ladeados o totalmente volteados. Estas actividades de
excavación y destrucción son motivadas por la ambición y el imaginario popular
que lleva a pensar a mucha gente que las zonas arqueológicas son minas de
tesoros, joyas, campanas de oro o señales que indican que bajo de ellas está la
riqueza. La esperanza por hallar algo o el obtener piezas para venderlas en la
red de mercado negro ha llevado a la destrucción casi total de los sitios o en
algunos casos, a la voladura con dinamita de bloques de piedras labrados en los
cuales piensa la gente que está contenido el oro”.
En La Quinceañera de don Cuco, se
encontró un elemento que se identificó como una planta de maíz a manera de
árbol cósmico. “Aquí se encontraron vestigios de que peones que venían de la
montaña a la corta del café le prendían veladoras, a lo que pensaban era una
representación del Dios de maíz”, me comentó un día José Aguilera.
Los arqueólogos propiciaron la
formación de la Unión Campesina para la Conservación de la Zona Arqueológica de
La Gloria, que entre sus actividades tendrían la salvaguarda de la mencionada
zona arqueológica, el fomento a la visita por parte del público, la difusión y
el apoyo en las campañas para crear conciencia social en torno a la necesidad
de conservar el patrimonio cultural y reducir el saqueo.
En una entrevista que Miguel Pérez Negrete concedió
a los medios de comunicación dijo que a diferencia de la planicie costera y
partes bajas, donde se han hallado vestigios de la cultura Olmeca, con más de 2
mil 800 años de antigüedad, por las investigaciones recientes “sabemos que en
la parte alta de la sierra de Atoyac, la ocupación Prehispánica data
principalmente en los últimos siglos antes de la conquista española, entre los
siglos X y XVI después de Cristo”.
El arqueólogo detalló que esta cultura tuvo su
mayor auge entre los siglos X y XIII de nuestra era, “cultura que tenía rasgos
toltecas, registrando en las piedras parte de su cosmovisión y sus
conocimientos. Además, trabajaban el metal, principalmente el cobre, y
construían grandes plataformas, algunas de 50 metros por lado”.
Encontraron en los petrograbados de La Gloria tigres
divinos y árboles cósmicos o de los cinco rumbos, “dichas representaciones de
árboles señalaban los lugares de importancia también han sido hallados en Santo
Domingo y Piedras Grandes”.
Monolito
encontrado por campesinos cerca de San Francisco del Tibor, donde se está una zona arqueológica no explorada. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Se corroboró que la gran mayoría de petrograbados
“fueron dispuestos en lugares específicos donde se conjugaba el paisaje con la
salida de los astros”, y agregó que se encontraron alineaciones hacia el
equinoccio y los solsticios, también se orientan hacia las puntas de los cerros
como parte de los rituales a las deidades de las lluvias que según sus
creencias vivían en las cumbres de las elevaciones prominentes, “en algunas
piedras, como en El Camarón o la Piedra de la ranas en Piedras Grandes, que
denotan un registro del tiempo, posiblemente para normar el calendario agrícola
y el ritual. También encontramos representaciones de eclipses, de Venus y del
Sol, sin contar con otros motivos que dibujaron la figura humana y a diversos
animales”.
Comentó que estos grupos eran seguramente los
llamados tepuztecos y cuitlatecos, los cuales fueron conquistados por los
mexicas en el siglo XV de nuestra era, a los que se impuso principalmente un
tributo de algodón y productos marinos. Las
Relaciones Geográficas del Siglo XVI mencionan que este lugar era ocupado
por las provincias Citlaltomahua y Zacatula.
Pérez Negrete dijo que al momento de su conquista
por los mexicas, “las poblaciones de la sierra de Atoyac ya tenían desarrollada
una alta cultura que incluía la medición del tiempo mediante la observación
anual de los astros, la metalurgia y una concepción del universo similar a los
toltecas”.
Concluimos que en La Gloria se encontró la zona
arqueológica más importante del municipio de Atoyac, entre los materiales
arqueológicos que hay se encuentran: “fragmentos de vasijas del preclásico, así
como miniaturas, sellos, figurillas de la tradición de la costa y también una
figurilla tipo azteca… Una gran cantidad de obsidiana verde y gris usada en
navajillas y puntas de proyectil (llamadas comúnmente Piedras de Rayo) cuentas
de piedra verde, metates y morteros, manos de metate y hachas de piedra. Junto
con ello se presenta una abundancia de malacates, usados para hilar algodón”.
Pero lo que le da mayor importancia a La Gloria son sus
petrograbados, tres piedras tienen plasmadas la figura del árbol cósmico que
refleja la estructuración del universo y la piedra de los tigres contiene una
escena con jaguares preciosos o divinos.
“La mayoría de los petrograbados de La Gloria se derivan
de cultos agrícolas y de la medición del movimiento solar, pero algunos
grabados como la Piedra de los Tigres y las representaciones de los árboles
cósmicos son desplegados de poder, donde el grupo que ahí habitó, trató de
hacer manifiesta su legitimidad e importancia”.
La Piedra de los Tigres es un enorme bloque de cuatro
metros de alto con la escena vomitando sobre personajes, “en una concepción
tolteca donde los grandes felinos vacían sus entrañas para legitimar a los
gobernantes y hacerlos dignos de dirigir, marcando el inicio de un linaje, de
ahí el numeral uno, representa los primeros gobernantes de La Gloria, ungidos
por los jaguares celestes”, dice Miguel Pérez Negrete, quien destaca que estos grupos hacían observaciones del
firmamento y sabían de matemáticas, ya que el conocer el ciclo del planeta Venus
requiere de cuentas de hasta 104 años de duración.
Miguel Pérez Negrete, Hans Martz de la Vega, Guadalupe Paoky Rueda
Robledo y José Aguilera Almanza escribieron el libro: De árboles Cósmicos. Los petrograbados de La Gloria. Arqueología de
Atoyac de Álvarez Guerrero, publicado en el 2013 por la Secretaría de
Cultura del estado de Guerrero, donde plasman todo lo encontrado en esa
comunidad de Atoyac perdida en la exuberancia de la sierra.
“En La Gloria existen 27 bloques de granito con petrograbados, que
pueden haberse vinculado a rituales, desplegados de poder, registro del tiempo
y de linajes, de escenas míticas o acontecimientos especiales (…) sobresale por
su temática y simbolismo rupestre, ofreciendo nuevos datos acerca de la
población Prehispánica de la sierra, su temporalidad y organización, en una
parte del estado de Guerrero que se desconoce casi por completo: las altas
estribaciones y el parteaguas de la Sierra Madre del Sur”, dicen en la
presentación.
sábado, 12 de diciembre de 2015
La Gloria, tercera parte
Víctor
Cardona Galindo
En Las
Palmas más arriba de El Paraíso y ya cerca de El Edén, hay piedras grabadas con
símbolos del sol, el agua y algunas plantas que parecen de maíz. Existe también un pequeño cerro de forma piramidal, lo que hace
pensar en que en su cúspide se elevaron plegarias a los dioses y se ofrecieron
rituales, dada la amalgama de creencias que tenían los pueblos fundadores.
“Luego que uno ve las figuras de
tan lejana datación la imaginación va hacia aquellos siglos y viene la
reflexión respecto a su brillante inteligencia y su ejemplar disciplina, así
como su capacidad de expresión mediante estos rastros bien asentados en las
rocas.
En Plan de Las Delicias existe otra piedra con marcaciones que datan de varios siglos y en Los Arrayanes hay una más”, nos comenta el cronista de El Paraíso, Esteban Hernández Ortiz.
En Plan de Las Delicias existe otra piedra con marcaciones que datan de varios siglos y en Los Arrayanes hay una más”, nos comenta el cronista de El Paraíso, Esteban Hernández Ortiz.
En toda la zona cercana a El Paraíso, es
abundante la presencia de vestigios prehispánicos, por eso para nadie fue
sorpresa que en unos
terrenos entre la comunidad de Los Planes y La Finquita, se encontrara en el
2011 el basamento piramidal, de un centro ceremonial prehispánico posiblemente
del posclásico, en cuya fachada norte se observa una alfarda. Tiene cuatro
escalones bien conservados, mide 30 por 30 aproximadamente.
Para
los habitantes de los pequeños poblados circunvecinos ha sido normal que los
“gringos” vengan en sus carros, tomen fotos y si alguna piedra les gusta se la
lleven. Aquí les llaman “gringos” a cualquier extranjero que esté güero.
Monolito
encontrado por unos campesinos en un cerro cercano a San Francisco del Tibor en la sierra de Atoyac. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
Luego
de que los peones de Hermenegildo Torres Lorenzana encontraron las escalinatas,
en los terrenos de su suegro Antonio Camacho, hubo quien pensó que había en
esas ruinas un tesoro y le hicieron varios hoyos al montículo, en uno de ellos
le colocaron la imagen de San Isidro Labrador.
Hace
algunos años, los vecinos de Los Planes se preocuparon por recolectar los
vestigios arqueológicos, los juntaron en una casa e hicieron un pequeño museo,
pero ahora en el local donde funcionaba duermen los maestros. Al desaparecer el
museo comunitario, las piedras que estaban en la escuela, fueron regaladas o se
las robaron. Así las cosas en la sierra.
Los expertos coinciden que existen muy pocos estudios
arqueológicos sobre la región, los primeros datan de la década de los cuarenta.
Estos primeros textos sobre la arqueología en la Costa Grande los recogió
Moisés Ochoa Campos en su libro Historia
del Estado de Guerrero quien menciona: “En Coyuca de Benítez, se han
localizado cerámica roja, correspondiente al arcaico superior del valle, tipo
Ticomán (…) Los restos arcaicos más conocidos corresponden, por lo tanto, al
balsas medio, a Coyuca de Benítez, a la pirámide de San Jerónimo, Mexcaltepec,
Atoyac, Corral Falso y El Humo”.
Fue el arqueólogo Roberto J. Weitlaner, de los primeros
en explorar la Costa Grande y de eso Ochoa Campos dice que en Coyuca de
Benítez, Atoyac, San Jerónimo, Corral Falso, El Humo y Mexcaltepec, “se
encontraron pirámides de adobe o revestidas con lajas. Su cerámica es tipo
arcaico medio, pero también se encontraron objetos tipo teotihuacano y
mayoide”.
Roberto Weitlaner exploró en tres ocasiones la Sierra
Madre del Sur pero al bajar a la costa en El Humo y San Jerónimo encontró
grandes plataformas que rodean amplias plazas, y montículos de tierra
consolidados y revestidos con piedras careadas. Jaime Litvak King exploró en
San Jerónimo montículos que tienen tumbas en su interior y Josefina Gasca investigó
La Pintada y otros sitios. También Rubén Manzanilla López ha realizado
importantes estudios arqueológicos en la Costa Grande
Manzanilla López dice en su libro La región arqueológica de la Costa Grande de Guerrero. Su definición a
través de la organización social y territorial prehispánicas que Weitlaner
reportó para Atoyac “material colectado en superficie que fue exclusivamente
cerámica roja arcaica de formas similares a las del sitio Ticomán en la Cuenca
de México, mientras que cinco kilómetros al sur, en la población de Corral
Falso, encontró un extenso complejo de montículos bajos, ya muy destruidos
donde excavó dos pozos estratigráficos. Las cerámicas obtenidas, según su
informe, fueron de dos clases: una de color rojo y otra crema naranja, que se registraron
en todos los estratos. Las figurillas asociadas eran las llamadas ‘arcaicas’.
Aquí adquirió también una vasija de forma bulbosa y base anular, con líneas
grabadas, que al parecer es del tipo fine
orange de Veracruz y acabado plumbate, relacionada con la cultura y época
tolteca, llamada en el texto ‘Mazapa’ ”.
“La excavaciones practicadas por Weitlaner en un
montículo que no describe, y al que se refirió como ‘la pirámide de San
Jerónimo’, revelaron una construcción de adobe, al parecer del Clásico, pero
hecha con tierra de capas de niveles preclásicos. A una tercera parte bajo la
cima aparecieron paredes de adobe con figuras grabadas de color rojo sobre
fondo blanco”, anotó Manzanilla.
Durante 1959 y 1960 Charles Brush y su esposa Ellen
Sparry, de la University of Columbia exploraron la Costa Chica y Costa Grande.
Sus trabajos se concentraron en Puerto Marqués, San Jerónimo y Barrio Nuevo
municipio de Zihuatanejo. A finales de la década de los setenta Lauro González
Quintero y Jesús Mora Echeverría estudiaron también la laguna de Tetitlán.
“Brush también realizó colecciones de superficie en San
Jerónimo y escavó parcialmente un montículo cercano a la terracería que conduce
a Corral Falso. La cerámica obtenida le confirmó la afinidad de este sitio con
Puerto Marqués, Tambuco y La Zanja”.
Dice Francisco Gómezjara en Bonapartismo y lucha campesina de la Costa Grande que los primeros
pobladores de la región presentan una cultura de transición
olmeca-teotihuacana, “que procede, según Lister, al establecimiento de una
cultura teotihuacana local. Corresponde a una etapa que va del año 400 al 900
d.n.e. Para el mismo autor, el siguiente periodo es tolteca posclásico temprano
de gran florecimiento en el occidente. Lo sitúa entre 900 y 1200 años d.n.e. y
está presente en Coyuca de Benítez”.
En su análisis Gómezjara dice que culturas avanzadas
olmecas-teotihuacanas y toltecas consideraron “la región como un simple centro
de abastecimiento alimenticio o como refugio tropical, sin crear ningún centro
económico, comercial o urbano de importancia”. Ahora se sabe que Cihuacán, como
se llamó en el pasado La Soledad de Maciel, tuvo influencia teotihuacana y si
fue importante. Otros autores señalan
que Guerrero era más bien “un territorio de tránsito de influencias culturales,
donde se recibían modas y se modificaban de tal manera que tomaban cursos
evolutivos diferentes”.
Román Piña Chan también ilustró dos placas de jadeíta en
San Jerónimo y Josefina Gazca realizó en 1995 un rescate en el poblado de Las
Tunas, que en época prehispánica debió ser parte del sitio de San Jerónimo o
dependiente directo de este, ya que se encuentra a sólo dos kilómetros de
distancia.
“Cerca del panteón de Las Tunas se localiza una
plataforma de tierra y piedras y, junto a esta, la citada arqueóloga excavó
seis entierros que corresponden a individuos adultos en posición de decúbito
dorsal extendido, así como uno más, secundario, compuesto por un cráneo,
costillas y fragmentos de extremidades superiores”, recoge Manzanilla.
Luego una generación de jóvenes arqueólogos exploró La
Gloria, Piedras Grandes y zonas aledañas, encabezados por Miguel Pérez Negrete
quien también emprendió la tarea de armar un atlas arqueológico de Guerrero.
Miguel Pérez Negrete subió cuatro
veces a la sierra, mismas aprovechó para explorar, además de La Gloria, Piedras
Grandes, El Camarón y San Andrés de la Cruz. Otros sitios conocidos como: la
cueva de El Conejo, El Gobernante, El Cacao, El Carrizo y La Piedra del Sol en
Río Chiquito. “A esta última pudimos llegar gracias a que Bolívar Castro
Serrano puso a disposición su Jeep para el recorrido por la sierra y sirve para
ejemplificar el proceso de destrucción al que son sometidas algunas piedras con
grabados, cuando la gente piensa que son señales de algún tesoro o que dentro
se contiene oro, y por los mismo son destruidos irremediablemente por una
ambición irracional. Y justo la Piedra del Sol estaba el proceso de
barrenación, es decir, tenía dos perforaciones desde las parte superior que
usan para introducir dinamita y ‘volarla’ ”, escribió Pérez Negrete en la
revista Revolución número 87.
Sellos
y figurillas encontradas en Atoyac y
que fueran parte de una colección privada
registrada ante el INAH. Foto: Archivo
histórico de Atoyac.
|
Fue del 20 al 24 de octubre del 2005
cuando el equipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encabezado
por Pérez Negrete realizó trabajos de inspección en La Sierra de Atoyac, donde
se encontró evidencia suficiente para establecer que en dicho lugar existieron
grupos prehispánicos con una avanzada cultura, que realizaban la medición del tiempo y trabajaban la metalurgia.
Miguel Pérez Negrete, investigador del centro
INAH-Guerrero y director del Proyecto Atlas de Manifestaciones Gráfico
Rupestres del Estado de Guerrero, acompañado de un equipo de trabajo formado
por el jefe de campo Hans Marz de la Vega y Laura Lazcano verificaron 108
sitios arqueológicos, de los cuales 52 son lugares con petrograbados.
El equipo del INAH encontró sitios arqueológicos
con basamentos piramidales en Santo Domingo y San Juan de las Flores, al igual
que los petrograbados en Santo Domingo y el Camarón. En Santo Domingo se
hallaron petrograbados de gran formato, un hacha de cobre y figurillas de
“mujer bonita” fechadas entre los 200 antes de Cristo y 200 después de Cristo.
Los arqueólogos acompañados por José Aguilera
Almanza y habitantes de Piedras Grandes caminaron por lo más intrincado de la
sierra hasta llegar a la Cueva del Conejo que está a dos horas a caballo de
Piedras Grandes en las estribaciones del cerro La Mujileca, subiendo las
laderas del encañonamiento del Río Chiquito. “Pocos visitaban el lugar, ya que
la gente cree que en ese lugar espantan y que uno se trae al muerto cuando va
allá. Reitero estos datos del imaginario popular, ya que es riquísimo en cuanto
a historias de espantos, muertos, ánimas, aparecidos, el diablo y muchas más
como pocas se ha visto en una región del estado de Guerrero”, anotó Miguel
Pérez Negrete.
“En la cueva se halla un personaje denominado El
Conejo, el cual es un sacerdote con penacho que aparenta orejas de conejo y es
justo ese el que dicen que espanta. La pared del abrigo se halla plagada de
decenas de motivos grabados que recibe también el nombre de La Pintura del
Pueblo”.
Narra el arqueólogo que hay, con diferentes
cronologías, figuras humanas de forma cuadrada como las de Palma Sola,
estimados hacia el 200 después de Cristo, cuentas numerales de puntos y líneas,
glifos y hasta tlaloques o dioses de la lluvia de finales de la época
prehispánica, o sea, el lugar fue sede de rituales vinculados al agua por más de
13 siglos. Ya cuando regresaban de visitar la cueva, José Aguilera que venía en
la retaguardia sintió como una persona se le subió al anca del caballo y el
animal se puso loco. A Aguilera le tocó el espanto.
En esa ocasión Miguel Pérez y la arqueóloga Lucía Felipe Valencia registraron sitios como Plan del
Venado, El Aguacate y se completó información de dos sitios fortificados, que
pertenecen al periodo de las pugnas étnicas, al final de época prehispánicas
cuando también ocurre la guerra mexica-tarasca.
Miguel Pérez Negrete concluye que en la primera
ocupación de la zona, detectada por figurillas en Santo Domingo y la Cueva del
Conejo nos remite al periodo llamado Preclásico Terminal, entre los 200 antes
de Cristo y 200 después de Cristo, y la ocupación más significativa es la que
se asocia a los grandes petrograbados, lo que llamamos monumentalidad rupestre,
con sitios de fuerte influencia tolteca que ocupan las estribaciones bajas y
altas de la sierra desde Coyuca de Benítez hasta Coahuayutla, los cuales
seguramente eran los llamados pueblos del metal, los cuitlatecos y los
tepuztecos, etnias actualmente desaparecidas que se distinguían por su trabajo
en metalurgia.
domingo, 6 de diciembre de 2015
La Gloria, segunda parte
Víctor
Cardona Galindo
Los hallazgos de vestigios
arqueológicos se reproducen por toda la ribera del río Atoyac y los alrededores
de la laguna de Mitla. Un descubrimiento importante fue en el municipio de San
Jerónimo de Juárez, donde se recogieron algunas figurillas que se encuentran
exhibidas en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Estas
piezas son conocidas como “estilo San Jerónimo” y fueron encontradas en una
excavación que se realizó en 1996 en la comunidad de Las Tunas.
En la placa colocada en la
vitrina donde se encuentran las figuras dice: “El sitio de San Jerónimo se
localiza en área de la Costa y pertenece a una tradición propia guerrerense. Se
encontraron montículos de tierra muy destruidos y saqueados, entierros con
ofrendas consistentes en cerámica color café rojizo, orejeras de barro sólida,
placas de piedra verde con relieves estilo olmecoide y figuras sólidas de
barro, que se caracterizan por sus cuerpos aplanados, cabezas deformadas con
altos tocados y rasgos faciales hechos a bases de múltiples punzonaduras. Este
tipo de figurillas muestra una notable desproporción entre el tamaño de la
cabeza y el cuerpo, muchas veces éste último es pequeño. Están profusamente
ornamentadas con collares, orejeras y grandes tocados, mediante técnicas de
incisión, punzonado y pastillaje; presentan gran realismo y están desnudas como
la mayoría de las figurillas del preclásico (800-600 a. C)
“Figuras como esta revelan la
importancia de la mujer en tiempos preclásicos; su significado alude sin duda,
a las formas que pueden engendrar la vida, la renovación y, en suma, la
fertilidad de la tierra como recipiente inacabable de la energía procreadora”,
se lee en el libro México en el mundo de las colecciones de arte, Tomo
I.
El
universitario atoyaquense Francisco Pérez Fierro en su libro Agua que se derrama Atl Toyahui,
escribió que “del testimonio del paso de los primeros pobladores quedó en
pirámides, centro ceremoniales y petrograbados en sitios que desafortunadamente
están desapareciendo por la acción del tiempo y la depredación humana.
Pérez
Fierro era un apasionado de la arqueología regional y exploró sitios que están
San Andrés de la Cruz, Los Valles, La Pintada, Santiago de la Unión, Cacalutla,
Zacualpan, El Ticuí, Santo Domingo, Mexcaltepec, Alcholoa, Corral Falso y El
Abrojal, donde hay petrograbados. “Además de figuras antropomorfas y zoomorfas,
cerámica, vestigios de asentamientos humanos, centros ceremoniales y pirámides
que han sido destruidas por saqueadores”.
Cuando
se descubrió esa zona arqueológica en Las Tunas, José Francisco Pérez Fierro
escribió: “Las figuras femeninas con faldas y pecho descubierto, pectorales y
con tocado en el pelo, otras desnudas y con el vientre abultado, semejando el
embarazo, así como silbatos con manifestaciones de animales que fueron
endémicos en la región y humanas, la representación del señor Dual Ometeotl y
el Dios viejo (del fuego) Huehueteotl en los sostenedores de vasijas, cajetes y
enseres ceremoniales, hacen suponer influencia olmeca y teotihuacana”.
También
en su trabajo “De Popotla a San Jerónimo” Pérez Fierro dice que San Jerónimo en
épocas prehispánicas se llamó Popotla y que las estelas que están en el jardín
central de la cabecera municipal son de origen olmeca.
Hasta
su muerte a Francisco Pérez Fierro le preocupó que el terreno de 30 hectáreas,
propiedad del señor Pascual Hernández Pino, donde se ubica la zona arqueológica
de Las Tunas se haya convertido en una huerta de mangos. La zona arqueológica
fue descubierta en 1995 por un operador de una máquina que emparejaba el
terreno para sembrar una huerta de mango. Muchas piezas fueron vendidas a
coleccionistas privados. Los hornos con ceniza fosilizada y los diques
piramidales de varios metros que ahí estaban fueron arrasados por la
maquinaria. Del sitio ahora nadie se acuerda.
Antes ya se habían realizado
excavaciones en diversos sitios de San Jerónimo. Entre 1954 y 1955
estuvo en San Jerónimo una expedición canadiense-americana de arqueólogos y
antropólogos, uno de ellos Willian Arlintón Donhe explicó al cronista de ese
lugar, Luis Hernández Lluch, mostrándole un idolito parecido al Dios Tláloc
“que ese ídolo representaba al Dios Xipetotec protector de los que trabajan los
metales”. Dice don Luis que hicieron la excavación en el cerro de Los Monos y
encontraron restos de cultura olmeca y teotihuacana.
Juventina Galeana Santiago
recogió otros acontecimientos: “En unas excavaciones que hizo dentro de su casa
don Telesforo Albarrán, en San Jerónimo de Juárez, encontraron granos de cacao
en el año de 1963” y en Corral Falso “unos cañones de aves, transparentes,
llenos de polvo de oro que encontraron en excavaciones que efectuaron junto al
río, en 1960”, lo anterior en su artículo “La moneda en México” publicado el 27
de octubre de 1995 en El Sol de Acapulco, donde explica que durante el
imperio azteca utilizaban el cacao para sus convenios normales, también plumas,
miel y piedras preciosas.
El
promotor cultural y estudioso de la región, Rubén Ríos Radilla, exploró
también petrograbados en Las Peñas, El
Cacao, San Andrés, Santiago de la Unión, Mexcaltepec, Corral Falso y Zacualpan,
cuyo testimonio ha dejado plasmados en diversos artículos y pláticas que ha
impartido. Se sabe también que todas las islas de la laguna de Mitla se pueden
encontrar testimonios de civilizaciones pasadas.
Gustavo
Ávila Serrano en Ahuindo. El pueblo que
irás y no volverás, una novela en la que describe hechos reales de Corral
Falso, narró que después del huracán Tara niños completamente desnudos volaban
sus papalotes. “Otros con clavo en mano se daban a la tarea de encontrar
reliquias antiguas de barro y piedra que abundan enterradas en el suelo. Los
niños voluntariamente realizaban esta faena pensando que un día a otro el
gringo Richarssón se las compraría. Él era parte de nuestro pueblo. Cada año el
gringo se aparecía por estos rumbos. Lo hacía al finalizar la temporada de
lluvias. Cada vez que se repatriaba se llevaba costales de nuestra historia (…)
Los días que estaba entre nosotros se la pasaba comprando reliquias
arqueológicas”.
En Alcholoa, en el 2008, se encontró un panteón
prehispánico, con tumbas que tienen más de 500 años de antigüedad. Tres
esqueletos fueron rescatados por arqueólogos del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) Guerrero y fueron llevados a Chilpancingo para
su estudio. En este lugar se han encontrado un sinnúmero de monitos de barro,
piedras y sellos, desafortunadamente la gente los vende sin darles el valor
real.
Después
de cuatro días de excavaciones, los arqueólogos Edgar Pineda Santacruz y Gloria
Clemente Barrera de delimitación y registro arqueológico del estado de Guerrero
realizaron el rescate, terminaron el 19 de octubre. Se encontraron tres tumbas,
dos donde se puede sacar mayor información. Pertenecen al posclásico del 900 al
año 1521 después de Cristo. Y debido al promontorio o zona elevada donde se
ubican las actuales viviendas, podría tratarse de una especie de basamento
piramidal o plataforma donde existió un asentamiento prehispánico con viviendas
y templos.
Puede
ser también que toda esa franja, cercana a la laguna de Mitla, desde Zacualpan
hasta El Tomatal, donde se han encontrado grandes vasijas con restos humanos a
su interior, sea una gran zona de panteones prehispánicos. Hay que recordar que
Mitla, significa “región de los muertos”, porque viene del
náhuatl Mictlan que quiere decir “mundo
de los muertos”.
Sara
Carrillo Romero era la comisaria de Alcholoa e informó que debido a las lluvias
hubo deslaves en la tierra y se descubrió un esqueleto humano y los vecinos
optaron por recogerlo en una bolsa de plástico. Este no ha sido el primer
descubrimiento, desde hace varios años la gente que vive en esta localidad ha
estado descubriendo vestigios arqueológicos, como son muñequitos de barro,
ollas grandes y metates. Algunos se han llevado bolsas de caritas para
venderlas en Zihuatanejo, a precio irrisorio como si fueran galletas.
Cara
esculpida en piedra encontrada cuando se escavó para remodelar una casa en la ciudad de San Jerónimo de Juárez. Foto: Víctor Cardona Galindo. |
En
La Florida, una comunidad de la parte media de la sierra que está a 811 metros
sobre el nivel del mar, se han encontrado huesos, caritas, silbatos de barro, hachas,
ollas de barro, puntas de flechas, piedras labradas, que pueden ser de un altar.
Cerca de la escuela primaria han encontrado piedras de jade en una olla,
caritas cuatas y monolitos. El lunes 20 de octubre de 2008, los arqueólogos Edgar
Pineda Santacruz y Gloria Clemente Barrera, después de su trabajo en Alcholoa
se presentaron a la comunidad de La Florida y realizaron una medición satelital
para ubicar en las coordenadas el sitio exacto de la zona arqueológica de ese
lugar, donde a flor de tierra se encuentran figuras de barro y cuentas de jade.
Muchos elementos arquitectónicos son utilizados por los moradores de la
comunidad como bebederos para las gallinas o se encuentran en los pretiles que
delimitan los terrenos.
En
el viejo camino a La Florida está esculpido un pie. La gente dice que el pie la virgen de Guadalupe quedó
plasmado desde tiempos remotos en esa roca que se encuentra en el arroyo de La
Cruz. Hace poco unos buscadores de oro voltearon la piedra para explorar
debajo. No encontraron nada pero si destruyeron lo que fue un centro de la
devoción guadalupana. Cuando escribí por primera vez sobre este sitio, hubo
quien me sugirió que en realidad ese único pie esculpido en la roca representa el
mito del Dios Tezcatlipoca quien ofreció su pie
con el objetivo de que Cipactli, el monstruo de la tierra, lo atacara y Quetzalcóatl
lo atrapara y así pudieran crear el mundo habitable.
Luego en febrero del 2010, fueron encontrados varios
vestigios arqueológicos por los moradores de una vivienda de la calle Allende, en
la colonia Juan Álvarez en la parte norte la cabecera municipal de Atoyac.
Mientras escarbaban la tierra para elaborar adobes surgieron figuras y más
figuras prehispánicas. Encontraron diferentes figuras con forma de caras y
cuerpos de un tamaño aproximado a los 15 y 20 centímetros. Como dije antes en esa
zona de la ciudad se han encontrado anteriormente un sin número de figuras y
artículos prehispánicos.
Después, una construcción piramidal con un
hueco en la parte superior central fue encontrada por accidente en la comunidad
de Los Planes, en el ejido de El Paraíso. Dieron con ella unos campesinos que
escavaban para rellenar un invernadero. A un costado de donde está la pirámide
existe una zanja donde se encontraron vasijas que contenían restos óseos. Hay
también petrograbados en toda la zona donde se construyó un balneario. Algunas
piedras tienen esculpidas figuras humanas, el sol y símbolos del agua. Una roca
que tenía esculpida la figura de una mariposa ya fue robada.
El arqueólogo Edgar Pineda Santa Cruz del
Instituto Nacional de Antropología e Historia se apersonó en el lugar del
hallazgo y corroboró que es un basamento piramidal de un centro ceremonial de
la cultura mexica del periodo posclásico de hace 500 años, la cual mide 30 por
30.
Mucho antes
Luis Ríos Tavera había explorado las inmediaciones de El Paraíso: “En este
ejido existen vestigios de algunas de las razas indígenas antiguas: aztecas,
cuitlatecas o tepuztecas, pues por todos los rumbos se han encontrado los
campesinos, al arar sus tierras o sembrar árboles frutales haciendo pozos,
figuras de barro, piedra y jade; hachitas de cobre fino, cuentas de barro y
piedra y de metal no definido; así como idolitos y otras curiosidades antiguas
más”.
“Por el rumbo
de los terrenos de riego que tienen en este ejido los agricultores, punto que
se llama Los Planes, existen varios momuxtles
(momuxtlis) de donde han sacado los
agricultores figuras de piedra, barro, jade y uno que otro pequeño objeto de
cobre (…) Entre este ejido y el poblado de El Edén, en el sitio o poblado de La
Pintada, existe una enorme piedra de granito y en una de sus caras se encuentra
un jeroglífico que está esculpido con figuras de soles, reptiles, aves”.
sábado, 28 de noviembre de 2015
La Gloria, primera parte
Víctor Cardona Galindo
A
lo largo de las comunidades que componen el municipio de Atoyac y sus
alrededores, se reproducen leyendas y cada paraje da vida a una historia, cada
tramo de río tiene un encanto, cada hondonada de la Sierra Madre esconde un ser
mítico y un sin número de vestigios prehispánicos, como La Gloria donde se
encuentra una zona arqueológica muy importante. En los montes que rodean ese
lugar se respira una tranquilidad que motiva la meditación, se percibe mucha
paz, seguramente es un gran sitio de poder donde fluye la energía de nuestros
antepasados.
Cuentan
que ciertas noches se pasea un guerrero, ataviado a la usanza antigua. Con su
gran penacho entra en silencio a las chozas y se sienta en la orilla de las camas,
mientras los moradores observándolo contienen la respiración para no hacer
ruido, hasta que se levanta, atraviesa la pared y se va. La Gloria es verdad y
leyenda. Los arqueólogos que llegaron para estudiarla quedaron fascinados con
sus encantos.
Carita
de barro encontrada al sur de la ciudad de Atoyac,
en las inmediaciones de El
Rancho de los Coyotes.
Foto Víctor
Cardona Galindo.
|
De
la sierra de Atoyac el doctor Álvaro López Miramontes cuenta una historia. Dice
que en el primer periodo de Rosalío Wences Reza en la Rectoría de la
Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), se le acercó un huarachero de Atoyac y
le pidió apoyo para realizar una expedición a la sierra, porque sabía dónde
estaban enterrados los verdaderos restos Cuauhtémoc, el último emperador
azteca. El huarachero buscaba el respaldo de la Universidad para una
investigación, porque en el campamento de su huerta de café se le estuvo presentando
un hombre en sus sueños que decía ser el Tata Cuauhtémoc que le pedía que
desenterrara sus restos y los llevara a la Ciudad de México.
Al
escucharlo el rector Wences llamó a doctor Álvaro López Miramontes para que lo
atendiera. Pensaron poner pronto manos a la obra y buscar dicha tumba. Porque
el hombre sabía exactamente donde estaba enterrado, nuestro héroe de la
resistencia ante los españoles. Se pusieron de acuerdo y quedaron de verse en
Atoyac. Álvaro llegó desde el vienes en la noche y se hospedó el único hotel
decente que había en el pueblo. Eran los esos días de 1974 cuando el Ejército
mexicano tenía tomadas las comunidades del municipio.
A
las cinco de la mañana vio al huarachero en la plaza. Antes de que amaneciera
totalmente y después de recoger el bastimento en casa del huarachero, enfilaron
en el Jeep que Álvaro manejaba rumbo a la sierra. Pronto estuvieron en una
comunidad donde dejaron el Jeep y luego continuaron el camino montados a
caballo. Habían avanzado poco cuando encontraron una familia que venía
caminando a concentrarse a una población más grande, ya los militares los
habían desalojado de su comunidad.
Luego
más adelante encontraron a los militares que no los dejaron continuar. Álvaro
tuvo que explicarle al capitán que hacía ahí, con comida para una semana, con
libros, libretas, lapiceros y cámara fotográfica. Además de todo lo necesario
para montar un campamento provisional. Álvaro tuvo que insistir que era un
universitario y mostraba el oficio de comisión que le había dado el rector. Por
eso para evitar tener problemas con los militares dejaron la búsqueda de la
tumba de Cuauhtémoc para una mejor ocasión, que ya no volvió a presentarse.
Han pasado muchos años
y Álvaro no se acuerda muy bien del nombre de las poblaciones por donde anduvo
con el huarachero, pero pudo ser para cualquier pueblo de la sierra. Porque
todo el municipio y sus alrededores son una zona arqueológica. Hace muchísimos años había tribus
diseminadas en toda la región, muestra de ello son los vestigios arqueológicos,
que hay por todos los rumbos. Los hay en El Abrojal, en El Guapinol, La
Angostura, La Meca, Almolonga, La Gloria, Piedras Grandes, El Cacao, La
Pintada, Alcholoa, en las islas de la laguna de Mitla, El Camarón, San Juan de
las Flores, Santo Domingo, la Florida, San Martín, la Y Griega y la cabecera
municipal.
Los vestigios arqueológicos que existen constan de
dibujos hechos en piedras, monitos de barro y de piedra, vasijas y cuentas de
jade. Los monolitos que son esculturas hechas de una sola piedra se han
encontrado por muchos rumbos. En la región hay piezas de diferentes
influencias, principalmente olmeca, teotihuacana y tolteca. Algunos muchachos
venden piedras para adorno. Un día me tocó ir en un camión rumbo al puerto de
Acapulco donde un policía federal le quitó un monolito a un joven que lo había
encontrado en un cerro de la colonia Buenos Aires.
Los
arqueólogos Edgar Pineda Santacruz y Gloria
Clemente Barrera realizan un
rescate arqueológico
en la comunidad de Alcholoa en octubre del 2008.
Foto: Víctor Cardona Galindo.
|
En
lo personal los primeros contactos que tuve con los vestigios arqueológicos
fueron allá en lo alto de la sierra. Esas navajillas llamadas piedras de rayo
abundaban en los barbechos de El Caracol, se le llama piedras de rayo porque la
gente tiene la creencia que caen con el rayo. Luego un día mi padre encontró en
el monte un silbato esculpido en barro que emitía un sonido muy elegante que se
escuchaba muy lejos. El paraje donde vivíamos tomada su nombre de una imagen de
caracol esculpida en una roca.
Cerca
de El Caracol, como a 20 minutos caminando desde Los Llanos de Santiago, está
un lugar mítico conocido como El Cerro de la Iglesia donde hay unos escalones
labrados en piedra. Cerca está también el cerro de La Campana donde durante la
Navidad se escuchan sonar campanas y dice Laurentino Santiago que allí unos
maestros escarbaron y encontraron un ídolo esculpido en piedra verde. Luego
está el Cerro de la Silla, donde dicen los lugareños que hay una cueva que llega
hasta Alcholoa. La letrada, otro lugar con vestigios, está a dos horas a pie de
los Llanos de Santiago rumbo a Las trincheras.
Al
poniente de El Caracol, estuvo Tlacolulco una comunidad desaparecida que fue
cabecera de un centro prehispánico, algunos dicen que ahí estuvo el verdadero
Mexcaltepec. Todavía existen unas piedras en forma de ollas, con dibujos
esculpidos, en las tierras los Castro que llegaron a tener grandes cultivos de
caña en ese lugar. Al norte de Tlacolulco está La Mona.
Simón
Hipólito Castro en las leyendas que cuenta a sus nietos recuerda ese paraje
serrano llamado La Mona, denominado así, por la gente del lugar, porque existe
una piedra grande de color oscuro que tiene grabada una mujer acostada, con las
piernas entreabiertas y el rostro mirando al oriente. “Nadie sabe en qué siglo
la cincelaron, sus senos también fueron esculpidos a la perfección”, anotó para
su libro Cuentos para niños preguntones.
Por
eso digo que en toda la sierra hay huellas de la presencia de nuestros
antepasados. Por ejemplo en el camino a Los Valles, está La Piedra del Mono,
así le llama la gente, pero parece la imagen de un guerrero esculpido en esa
roca, en la cabeza se ve un penacho o parece que carga un costal. Seguramente
tiene un significado que los antiguos pobladores quisieron transmitirnos, o tal
vez represente una antigua ruta de los viajeros. La piedra está adelante de San
Andrés, en la primera lomita donde ya se divisan Los Valles.
Cuando
se abrió la carretera a ese pueblo, los trabajadores encontraron muchos
monolitos y figuras de barro, que los ingenieros se llevaron, otros los
vendieron a las familias pudientes de Atoyac que completaban su colección de
vestigios arqueológicos.
Acosados
por problemas familiares y la presión a la guerrilla, nos bajamos de la sierra
a vivir al norte de la ciudad de Atoyac allá por 1977, personalmente me llamó
la atención que los niños de aquí tenían un extraño entretenimiento, era salir
después de la lluvia a buscar monos de barro que nuestros antepasados dejaron
enterrados en la tierra. La
lluvia erosionaba las barrancas y los destapaba. Los niños los recogían y los
vendía a algunos comerciantes del centro. En la ciudad es muy común oír decir
“tienes cara de mono jayao”, es la chanza pesada para aquellos que
tienen algún desbalance en el rostro.
En la calle Allende se han
encontrado muchos vestigios de la cultura olmeca, “olmecoides” le llaman los
expertos. De hecho toda la parte norte de la ciudad es una zona arqueológica
enterrada. Una ocasión se les repartió un volante para informar que si
escarbaban en sus terrenos deberían avisar al Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) nadie lo hace por miedo a que el gobierno les
expropie sus terrenos. Claro está que el gobierno nunca le expropiará sus
predios aunque encontraran una pirámide enterrada.
Con el tiempo me volví también
explorador de sitios arqueológicos hasta que un campesino de San Andrés de la
Cruz me expulsó de su terreno, “amablemente” con su machete en la mano. Le
había dicho que tomaría unas fotos a unos petrograbados que estaban debajo de
unos árboles de mango, pero él me dijo que me fuera de ahí porque seguramente
le quería robar el tesoro que estaba debajo de la piedra. Muchas personas
escarban debajo de esas rocas en busca de tesoros. Como siempre no encuentran
nada, dicen que el “Amigo” se los escondió porque algunos de los que estaban
excavando “llevaban mal corazón”. Otros han encontrado ollas con ceniza o con
restos humanos, también ollas con diversas figuras de barro y cuentas de jade o
piedras de obsidiana.
La abundancia de sitios
arqueológico ha dado pie a diversas leyendas. Se dice que en el cerro
Cabeza de Perro hay un encanto… Hay unos monos que irradian luz. Un hombre
subió motivado por que otros que le dijeron que había un tesoro. Encontró los
monos de luz, cargó uno, pero al avanzar todo se oscurecía. Ponía el mono en su
lugar y el sol salía. Estuvo a punto de desbarrancarse al querer salir con
rapidez con un mono de luz. La oscuridad no le permitió ver por donde avanzaba.
Por eso nadie los ha podido mover esos monolitos de su lugar y siguen
alumbrando. De noche se ven de lejos.
Nuestro cronista por excelencia
Wilfrido Fierro Armenta dice en su Monografía
de Atoyac, “entre las cordilleras de los cerros de Cabeza de Perro, La Meca
y San Juan de las Flores, en el punto conocido por Arroyo de los Corales,
existe una ciudad arqueológica; posiblemente haya sido habitada por las tribus
Matlazingas, Xopes, Coiscas, Cuitlatecos o Mexicanas, o quizá sería solamente
un templo donde estas razas solían celebrar sus ritos”.
“El orden simétrico en que está
trazada y dado a los vestigios existentes, solamente cabe formarse en nuestras
mentes variadas hipótesis. La ciudad de referencia mide 200 metros por cada
lado y está situada en plena altura de la montaña citada, habiendo señales de
haber existido comunicación con el centro del país por un ancho camino que aún
se ve en aquella agreste serranía; es en sí una verdadera joya arquitectónica
digna de admiración de nativos y extraños”.
Wilfrido también habla de una loma
artificial a 700 metros al Noroeste de Corral Falso y que en este lugar se han
encontrado grandes depósitos de figuras de barro y piedras.
Otra de nuestras cronistas, doña
Juventina Galeana Santiago, era una apasionada del pasado de este pueblo y la
arqueología, conservó a lo largo de su vida vestigios arqueológicos para que
los depredadores no se los llevaran al extranjero. Conservó piezas encontradas
al crecer la ciudad y cuando se abrieron las carreteras. Logró tener la más
grande colección regional registrada ante el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH) de piezas de los periodos preclásico y clásico, con rasgos
olmecoides; líticas y cerámica.
Dentro de las actividades
culturales que realizó doña Juventina está la de haber pugnado por la
instalación del museo municipal, lo que no se ha concretado con seriedad,
tomando en cuenta la gran riqueza arqueológica de la zona. En el periodo del
alcalde Javier Galeana Cadena se instaló un pequeño museo en la parte baja del
kiosco de la plaza principal. Pero terminando ese mandato las piezas fueron a
parar a diversos domicilios y unas quedan de adorno en las oficinas de la secretaría
general en la Ciudad de los Servicios. Rubén Ríos Radilla por un tiempo movió
un museo itinerante y el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) instaló
un pequeño museo en Los Planes que ya desapareció y nadie sabe dónde quedaron
las piezas. También hubo una pequeña muestra de piezas en la Casa de la Cultura
auspiciada por Enrique Hernández Meza.
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