Víctor Cardona Galindo
La
maestra Micaela tuvo una vida productiva, dedicada a la enseñanza, a su familia
y al servicio de sus semejantes. Formó en sus 67 años de matrimonio con el
señor Domingo Garibo Gallardo una hermosa familia de cinco hijas, 16 nietos y
16 bisnietos.
Tuvo
15 hermanos de los cuales solamente conoció siete, los otros murieron debido a
la falta de servicios de salud que vivía en la época. De los que sobrevivieron
cinco llegaron a concluir una carrera profesional.
Estudió
en la Escuela Primaria Federal de organización completa Enrique Olavarría y
Ferrari, donde asistía a clases mañana y tarde, al terminar la primaria siguió
con los cursos de superación que se impartían en mismo plantel y tenían valor
curricular para la formación docente. En ese nivel la formación era muy
completa enseñaban: corte y confección, primeros auxilios, deporte, teatro,
poesía y trabajos manuales.
Posteriormente
estudió un año en el Colegio del Estado de Guerrero en Chilpancingo. Siempre
contó con el apoyo de sus padres, quienes la impulsaban a estudiar, porque ya
trabajando frente a grupo asistía a los cursos de verano que impartía el mismo
Colegio del Estado.
Pulcros
en el vestir y elegantes en la palabra, la maestra Micaela formó parte de
aquella pléyade de apóstoles de la educación que abrieron camino en terreno
virgen y agreste. A ellos les tocó las penurias, la aventura de trabajar en
comunidades alejadas sin vías de comunicación y enfrentar los peligros de
aquella época. La maestra Micaela llegó a Coyuca de Benítez por una brecha
escabrosa de terracería para impartir clases en la primaria Hermenegildo
Galeana, cuando apenas tenía 16 años en 1942. En su primera experiencia como
docente atendió un grupo de 60 alumnos. En ese entonces los maestros recorrían
las casas de los pueblos invitando a los niños para que asistieran a la
escuela.
Después
de Coyuca impartió clases en Mochitlán, luego en escuelas de Quechultenango,
hasta llegar a la escuela Valentín Gómez Farías, de El Ticuí, el 7 de
septiembre de 1948, aquí conoció a su esposo Domingo Garibo Gallardo con quien
contrajo nupcias el 13 de agosto de 1949, con él procreó a: Jacinta Delia,
María Eugenia, Santa Anna, Minerva y Sofía Mirna. Todas grandes y exitosas
profesionistas.
A
petición de su esposo dejó su trabajo de gobierno y, al retirarse para atender
a su familia, abrió una escuela particular en su domicilio a la que dedicó su
vida; la mantuvo abierta durante 40 años. Fue alfabetizadora, laboró en la
escuela nocturna donde enseñó a leer y escribir a muchos adultos de la
localidad de El Ticuí. De los niños a los que les enseñó las primeras letras,
muchos llegaron a ser grandes profesionistas que le bridaron su reconocimiento
y gratitud.
A
El Ticuí le dedicó mucho de su valioso tiempo para atender sus necesidades. Con
otros líderes ticuiseños gestionó la presa derivadora y el canal de riego que
da vida a ejidos de Atoyac y Benito Juárez, donde se produce coco, mango y se
fomenta la ganadería. Tuvo el mérito de ser la primera mujer en ocupar la
comisaría municipal de El Ticuí, en ese cargo, gestionó el terreno para la
fundación y construcción del jardín de niños. Entre otras labores, prestó
importante servicio a la iglesia católica en Chilpancingo y sus alrededores.
Los
maestros como Micaela de Jesús Ávila prestaron muchos servicios a la comunidad.
Cuando llegaban a un pueblo se convertían en ingenieros, médicos, trabajadores
sociales, líderes y hasta conciliadores de los problemas de los pueblos; en sí
eran la autoridad que atendía todos los asuntos de la gente.
Desde
muy niña le nació el amor por la poesía y fue buena actriz con gran pasión por
el teatro. Se consolidó como poeta al escribir hermosas rimas y acrósticos a su
esposo, a sus hijas y a sus nietos, compuso melodías eclesiásticas, poemas a
maestros y sacerdotes.
Como
culminación de una vida plena y satisfactoria, la maestra Micaela falleció el 3
de agosto 2021, a las 13 horas, en su domicilio de El Ticui y fue sepultada en
el Panteón de esta localidad. Por su labor al servicio de la comunidad la
maestra Micaela de Jesús Ávila debe estar en un cuadro de honor junto a:
Herminia L. Gómez, Romana Acosta Berdeja, Genara Serafín Reséndiz, Juana Ramos
Linares y María
Dolores Catalán, mujeres entregaron su existencia, con pasión, a la enseñanza y
el progreso de la región.
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